sábado, 15 de diciembre de 2012

No. 6 Volumen 6 Capítulo 5

Pensaba que no iba a terminar esto en la viiiiiiiida.




Capítulo 5
En mis deseos

¿Quién soy yo? Un hombre buscando la felicidad. La he buscado en mis deseos y no la he encontrado. Y todos los que viven como yo lo hice fracasan al buscarla.
-Tolstoy, “Camina en la luz mientras haya luz”


Era verano, y acababa de cumplir los veinte cuando me eligieron como miembro del proyecto  de renacimiento.

Cuando nací, este planeta ya estaba en peligro. A causa de las numerosas guerras, polución y destrucción medioambiental más de la mitad del territorio estaba devastado hasta el punto de ser inhabitable para el ser humano.

El calentamiento global había favorecido la aparición de numerosas enfermedades contagiosas; los patrones climáticos eran anormales e impredecibles; las guerras entre naciones y tribus no tenían fin; se usaban armas nucleares.

Para cuando nos dimos cuenta, la humanidad había llegado casi al borde la extinción. Los que sobrevivimos nos dimos cuenta después de haber estado tan cerca de que teníamos que reflexionar sobre la estupidez de nuestras acciones.

Nuestras estructuras nacionales hacia mucho que habían caído. Así que pensamos, ¿por qué no volvemos a vivir la vida? Vivir otra vez en condiciones y sin repetir el mismo error.

La gente que había conseguido sobrevivir cruzó las fronteras de la raza, nacionalidad y origen étnico, y juró vivir con humildad sobre los fundamentos de la paz y la harmonía.

Y así, nacieron seis ciudades.

No quedaban muchas regiones aptas para la vida humana. La mitad de la humanidad había muerto. La gente se reunió en esas regiones limitadas y empezó a construir gradualmente sus propias ciudades.

Aquí hubo, hace tiempo, una ciudad. Era una ciudad preciosa. Había una cantidad increíble de naturaleza intacta en este pedazo de tierra. No había océano – pero había espesos bosques, lagos, pantanos y llanuras. Sí: un milagro. Era algo milagroso, igual que la rosa que florece en medio de un vertedero.

Se estableció la ciudad y la gente vivió en paz, de acuerdo al juramento que habían hecho. Yo nací en esta ciudad. Crecí, nací y me hice investigador. Al igual que tu madre, Sion.

El anciano sonrió al decir esas palabras.

“¿Mi madre?”

“Sí. Karan creció y vivió aquí.”

“¿Qué relación tenías con mi madre?”

La sonrisa del hombre se ensanchó. Tenía un toque infantil. “Éramos amigos de la infancia.”

“¿Eh?”

“Karan y yo éramos amigos de la infancia. Era mucho más mayor que ella, pero jugábamos juntos a menudo. A Karan se le daba muy bien trepar por los árboles, y podía treparlos todos, fuesen lo grandes que fuesen. A menudo me ponía nervioso lo atrevida que era. Sí, me acuerdo. Era una niña preciosa y con una mente abierta. Y pensar que ahora tiene un hijo tan mayor…”

“No me interesa la madre de Sion,” interrumpió Nezumi. “¿O Karan y tú os enamorasteis y nació Sion? ¿Acaba así la cosa? Sería un giro interesante.”

“¡Nezumi!” reprendió Sion.

Nezumi se encogió de hombros, mirándole. “Las obras cutres suelen ser así. Rou, quiero que vayas más rápido. Tú mismo lo has dicho: no tenemos tiempo. Hubo una ciudad, y naciste y te criaste aquí, y te convertiste en investigador. Entonces te escogieron como miembro del proyecto de renacimiento. A partir de ahí… las cosas empezaron a ir cuesta abajo.

El anciano tomó aire. “¿Es lo que crees?”

“Sí. Sólo hay que ver el nombre, ‘proyecto de renacimiento’. Sólo con eso ya suena a mentira. ¿Qué ibais a hacer renacer? ¿Qué pensabais revivir? No, espera, ya sé la respuesta. Se reparó la ciudad, aunque no del todo. La vida volvía a su cauce para la mayoría de las personas. Se les había liberado de compartir cama con la muerte y la extinción. Entonces, unos cuantos años después, estabais preparados para olvidar vuestros errores del pasado. Queríais abandonar vuestro juramento, y dominar la tierra otra vez. Para eso era el proyecto. Seguramente estuviesen reuniendo a gente inteligente y joven. Era el principio de un proyecto para desarrollarse, ganar poder y enriquecerse. ¿Me equivoco?”

Nezumi frunció el ceño. El odio y el desprecio estaban tallados en su fino perfil. Más que decir, escupió aquellas palabras.

“Idiotas.”

El cuerpo del anciano tembló y se quedó rígido, como si le hubiesen dado un latigazo.

“Repetir vuestros errores del pasado: el sumun de la estupidez. Pero queríais dominar. Queríais conseguir más plenitud usando a las personas y las cosas como puntos de apoyo. Y el resultado fue el nacimiento un horrible monstruo en una tierra en  la que solo había habido ruinas. No. 6.”

Desarrollarse, ganar poder y enriquecerse. ¿Era No. 6 lo que se cernía al final de aquel deseo? Sion tembló.

“Pasó en un abrir y cerrar de ojos,” suspiró el anciano. “La ciudad crecía a un ritmo alarmante. A veces me pregunto si no había sido todo una pesadilla.”

“Es real. No hay ninguna duda al respecto. Y fuisteis vosotros los que la creasteis. Rou, ¿no es la gente que participó en el proyecto de renacimiento la misma que está ahora en el núcleo administrativo de No. 6?”

“Estaban todos. Eran todos jóvenes e inteligentes. Cada uno de ellos tenía su ideal.”

“¿Todos los de la foto?”

“Sí. Pero no sale todo el grupo. La foto – es de cuando Karan vino a hacerme una visita al laboratorio. Recuerdo que el que hizo la foto era un periodista joven que estaba investigando. También tenía sus propios ideales y su sentido del deber como periodista.”

“Bueno, ahora no es más que un viejo alcohólico. Seguramente tenga mas roña bajo las uñas que sentido del deber. Pero aun así es mucho mejor que vosotros. Ha dejado que el alcohol se le suba a la cabeza – pero no que cambie sus ideologías. Todos y cada uno teníais vuestro ideal, ¿eh? ¿Y hasta aquí es hasta dónde os ha llevado?”

“Nezumi – quiero que al menos te creas esto. Intentamos fundar una ciudad ideal, un paraíso libre de la guerra y la pobreza… dónde nos equivocamos, no lo sé…”

Nezumi se rio con desdén. “La gente no puede ser Dios. Los humanos no pueden crear un paraíso. Pensasteis que podíais convertiros en Dios, en un creador todopoderoso. Pensasteis que erais poderosos. Ese fue el momento de vuestra caída. Empezasteis a corromperos. Los engranajes empezaron a girar al contrario. Dejasteis de tener en cuenta los sentimientos de la gente, y dejasteis de preocuparos por si sufrían o no. Todo lo que teníais era la avaricia que os guiaba a satisfacer vuestras ideologías – no, vuestros deseos. Para conseguirlo, pensasteis que se os perdonaría cualquier cosa. Ni siquiera necesitabais pedir perdón – estabais por encima de eso. ¿Paraíso? Lo único que hicisteis fue crear un monstruo arrogante y despiadado protegido por unas murallas de aleación, y convertir todo lo que había alrededor en un infierno.”

Las palabras de Nezumi no contenían ninguna emoción. Eran frías y con un todo moderado. Pero Sion se daba cuenda de las emociones que se revolvían en el interior de Nezumi. Podía escuchar el rugido del infierno.

“Para cuando me di cuenta-” dijo el anciano, “No. 6 ya había empezado a cambiar. Se construyeron las murallas, con lo que se aisló de lo que tenía alrededor. Absorbía la riqueza de lo que tenía alrededor, e intentaba mantenerse a sí misma dentro de su muralla. Nació una autoridad absoluta, y aparecieron organizaciones que apoyaban dicha autoridad.”

“¿Estabas tan absorto con tus experimentos que no te dabas cuenta de nada más? Eso no te hace ser menos culpable.”

“Lo sé. Mi crimen fue grave. Después de todo… estaba con el lado que masacró a tu familia y amigos.”

¿Qué?” Sion se enderezó sin pensar. Su mirada pasaba de la cara de Nezumi a la del anciano.

“Entonces es verdad,” murmuró Nezumi. Su tono de voz era todo lo contrario del que había usado antes, era frágil e inseguro. “Entonces es verdad. Así son las cosas. Sabía que te habían exiliado de No. 6 y que te habías ido a vivir con la gente que vive bajo tierra. Sospechaba que habías sido una pieza clave en el nacimiento de No. 6. Pero pensar que participaste en esa masacre… No creía que eso pudiese ser verdad.”

“¿Masacre? Nezumi, ¿de qué va esto?”

“La historia de No. 6. La Masacre de Mao. Masacre en la que murieron más de cien personas.”

“La Masacre de Mao…”

“Seguro que no has oído hablar del tema.”

“No… es la primera vez que lo oigo.”

“No es nada de lo que avergonzarse. A excepción de los perpetradores y  las víctimas, no lo sabe nadie. Seguramente sea el incidente en el que No. 6 reveló su naturaleza atroz por primera vez. Por eso lo han tapado. No hay informes. Pero me acuerdo, es algo que no se me va a olvidar en la vida. Es una imagen que tengo grabada a fuego.”

“¿Cuándo pasó?”

“Hace doce años.”

“¿Doce años? Entonces ya había nacido.”

“Sí. Y ya estabas clasificado como parte de la élite, y ya habrías estado viviendo en tu mansión en Chronos. Que crío más activo y adorable tenías que haber sido.”

Sion se encontró a sí mismo cogiendo a Nezumi del brazo.

“Dímelo. ¿Qué pasó? ¿A quienes mataron? ¿Es la Caza? ¿Es algo que pasó en el Bloque Oeste?”

“No.”

“Entonces, ¿Dónde?”

“En el bosque.”

“¿En el bosque? ¿Te refieres a los bosques que hay al norte?”

Nezumi apartó los dedos de Sion. Al mismo tiempo, se giró y le clavó los dedos a Sion en el brazo.

“Escucha.” Sentía el aliento de Nezumi en su oreja. Era frío. “Te lo diré.”  Sus dedos pasaron del brazo a la garganta de Sion, trazando con lentitud la marca roja que la decoraba.

“Tienes una cicatriz roja, un regalo de la avispa, ¿verdad?”

“No es un regalo que me alegre haber recibido.”

“Yo también tengo uno. Pero de No. 6.”

“¿Eh?”

Nezumi se quitó la camiseta. Se medio giró para enseñarle la espalda. A Sion se le contrajo la garganta. No podía respirar.

“Nezumi, eso-”

Nezumi tenía una cicatriz entre los hombros y las caderas. Era más o menos del tamaño de la palma de la mano de un adulto. La piel de la zona tenía un ligero color rosa y estaba tirante, como si fuese la cicatriz de una quemadura. Aquella cicatriz parecía estar fuera de lugar entre aquella suave piel. Parecía que tenía una araña enorme en la espalda.

“Keloids, ¿eh…?”

“Sí. Un regalito de hace doce años.”

Sion extendió la mano para tocar la zona que parecía la cabeza de la araña. Deslizó la punta de los dedos trazando su contorno. Nezumi no se resistió. Cediendo al toque de los dedos de Sion, estaba tan quieto como una estatua.

“No… me había dado cuenta.” Sion suspiró sin pensar. No había visto aquella cicatriz, ni cuatro años atrás al curarle las heridas, ni en los meses que llevaba viviendo con él. ¿Nezumi se la había ocultado?

“Claro que no.” Nezumi se agachó para recuperar su camiseta. “¿Qué razón tendría para enseñártela? Tendría que desnudarme. A ti tampoco te haría mucha gracia quedarte desnudo delante de mí, ¿no? Aunque eso el algo que ya he tenido  el privilegio de ver.”

“Bueno… pero…” Deseaba que Nezumi no hubiese revelado aquello. Deseaba que Nezumi le hubiese enseñado antes aquella cicatriz. Quería que Nezumi le hablase sobre el pasado que la envolvía. Sion no tenía derecho a acusarle de no habérsela enseñado hasta aquel momento y de no haberle dicho nada. Pero por eso quería que Nezumi se abriese y se lo contase. Si lo hubiese hecho antes…

Sion sabía que lo habría hecho. Habría expuesto su cuerpo, su mente, sus cicatrices y su corazón. Ya lo había hecho antes. Nezumi no confía en mí del todo. No cree que sea alguien al que merezca enseñárselo todo. ¿Qué puedo hacer para salvar esta diferencia que hay entre nosotros, este abismo?

Apretó los dientes.

Ya vale. Ahora no es el momento para centrarme en mis emociones. Estamos en una situación delicada, lo entiendo.

Keloids. El relieve de la cicatriz. ¿Una quemadura?

“Nos quemaron,” dijo Nezumi, como si hubiese visto a través del corazón de Sion, con la voz crispada. Voz que impactó contra Sion.

“¿Quemados? ¿Qué… quieres decir con quemados?”

“Eso es lo que pasó. Un día, llegaron soldados con lanzallamas, y nos eliminaron a base de fuego.”

Llamas abrasadoras se arremolinaron ante sus ojos.

Nos eliminaron a base de fuego.

Nezumi se colocó delante de Sion y empezó a hablar. Su tono de voz era monótono e inexpresivo.

“Mi gente, Sion – se nos conocía como la Gente del Bosque. Antes de No. 6… no, incluso antes  de la Torre de la Rosa, que se convertiría en los inicios de No. 6, vivíamos en el bosque, y era nuestro hogar. Vivíamos en harmonía – auténtica harmonía con el viento, la tierra, el agua y el cielo, los animales y las plantas. Durante todo ese tiempo.”

El anciano alzó una mano temblorosa.

“Sí, Sion. La Gente del Bosque vivía en esta tierra. Por eso la mayor parte de la naturaleza ha conseguido mantenerse intacta.”

“¿Qué clase de gente es la Gente del Bosque?” El corazón de Sion iba a mil por hora; estaba a punto de descubrir la verdad sobre Nezumi.

“Nacen en el bosque y viven allí,” dijo el anciano. “Hacían prosperar al bosque, lo trataban con respeto y lo protegían. Podían hablar con el viento, el agua, los árboles y la hierba, y alinear sus corazones con ellos. Vivían de una forma completamente opuesta a como lo hacemos nosotros. Ellos no desean crecimiento o desarrollo; vivían tranquilamente siguiendo las leyes de la naturaleza. Esa gente siempre ha protegido esta tierra… así han sido las cosas.”

El anciano suspiró y bajó la cabeza. En cuanto suspiró pareció encogérsele el cuerpo.

“Era un bosque frondoso… había todo tipo de animales y plantas, grandes y pequeños. Pasaban las estaciones, las flores florecían, las frutas maduraban, las densidad de las hojas aumentaba y la vida latía mientras crecía y seguía adelante.”

“Y No. 6 acabó con todo.” La voz de Nezumi no era más que un susurro. Un hermoso murmullo que meció los oídos y el corazón de Sion.

“Sion, lo más seguro es que no tuvieses ni idea de lo que estaba pasando, Pero No. 6 aun estaba expandiéndose cuando naciste. Intentaron hacerse con todas y cada una de las tierras que cumplían las condiciones para vivir. Llegaron a la conclusión de que estábamos en medio. Éramos gente del bosque – obedecíamos las leyes del bosque y nos negábamos a adorar cualquier otra cosa. Nos negamos a ser parte de No. 6. En aquel entonces, la muralla se estaba terminando a un ritmo considerable. A los únicos que se trataba como a seres humanos era a los que estaban dentro de esa muralla. En cuanto a los que estaban fuera, podían invadirlos o eliminarlos con total libertad – esa era la postura que estaba adquiriendo No. 6. De acuerdo a esa postura, invadieron el bosque y nos lo arrebataron. ¿Entiendes lo que estoy diciendo?

“Sí.”

“¿Puedes imaginarte qué es lo siguiente que voy a decir?”

Sion asintió. Notó como le crujió el cuello. “El ejército de No 6… invadió tu aldea. Pensaron que si no ibais a obedecer… os eliminarían…”

“Sí. Que bonito, has mejorado en eso de ver a través de las cosas.”

Sion se llevó la mano al pechó y apretó. Su corazón latía aún más rápido que antes y no podía respirar bien.

“Y… en ese momento… ¿qué estabas haciendo…?”

“Estaba durmiendo. Era por la noche. Aún era joven. Demasiado joven… como para acordarme de todo. No recuerdo la cara de mi madre ni la voz de mi padre. Sólo recuerdo que hacía calor. Y el ensañamiento de las llamas al devorarlo todo a su paso… Me acuerdo. Lo recuerdo, Sion.”

“Quemaron… toda la aldea.”

“La quemaron y mataron a todos los que vivían allí. Indiscriminadamente. Quemaron las casas con la gente dentro, y dispararon a los que intentaron huir. ¿No lo ves? Ya has pasado por la experiencia de la Caza. No. 6 ha repetido ese infierno muchas, muchas veces.”

Podía verlo. Podía ver la escena de la masacre con total claridad. Aunque a él mismo lo habían capturado en la Caza, empujado a la oscuridad y llegado tan lejos, siempre había sido junto a Nezumi; aunque había estado entre las víctimas, en la escena que acababa de ver, Sion estaba en el lado de los perpetradores del crimen. Estaba apuntando con el lanzallamas, dirigiendo el fuego que escupía contra los ancianos, niños, mujeres y hombres.

El sudor empapa su piel. Se estaba poniendo malo.

“Pero te salvaste. Sufriste unas cuantas quemaduras… pero sobreviviste.”

“Una anciana – no me acuerdo si era mi abuela o no. Pero una anciana me cogió en brazos y escapó a la desesperada. Gracias a ella conseguí sobrevivir.”

“¿Tu familia-?”

“No sobrevivió nadie.”

Se tragó la saliva que tenía en la boca. Estaba amarga. Muy amarga.

“Así que No. 6 invadió vuestro bosque, lo destruyó y expandió su territorio.”

“Exactamente. Estaba donde ahora está el aeropuerto. Los árboles que adornan el sitio son los restos del bosque. Querrían un pedazo de tierra para hacer la pista. Unos cuantos años después de la masacre, la muralla de No. 6 se extendió hasta donde llega hoy en día.”

Una gota de sudor rodó por su mejilla. Todavía tenía un sabor amargo en la boca.

“Hay más,” dijo Nezumi. “Sobre cómo acabé metido en el Correccional.”

“Claro – oigámoslo.”

Heh. Nezumi se echó a reír. Era una risa descuidada, pero con cierto toque irónico, única de Nezumi.

“No tienes pinta de querer saberlo. Estás blanco. Blanco como una pared.”

“Lo escucharé. Quiero hacerlo. Nezumi, quiero escuchar tu historia hasta el final. Creo que tengo la… obligación de escucharla.”

Nezumi le cogió la barbilla con los dedos.

“¿Es lo que realmente crees?”

“Te lo prometí. Te prometí no volver a mentirte. Y cumpliré esa promesa. Y – si puede ser…”

“¿Si puede ser?”

“Tampoco quiero mentirme  a mí mismo.”

“Un reto interesante.”

Los dedos se retiraron. Una sonrisa adornaba la cara que momentos antes había estado ensombrecida. No quedaba rastro de ironía o frialdad en su rostro. Sion pensó que hasta parecía amable. Sintió como las fuerzas le abandonaban al ver esa sonrisa. Estaba mareado. Tenía la sensación de que el suelo había desaparecido bajo sus pies, de estar flotando en el aire. Tenía frío.

Se estaba desmayando.

“¿Sion?”

“No es nada.” Separó los pies para guardar el equilibrio.

No voy a caer aquí. Esto no es más que el principio. Tengo que escuchar… Tengo que escucharle contar la vedad. Cerró los ojos. Tal y como esperaba, aquel infierno seguía tras sus párpados. La gente rodaba por el suelo, ardiendo. Hasta podía escuchar aquellos gritos que helaban la sangre y oler la carne quemada.

¿Estoy en el bando de los asesinos?

Hace doce años, estaba en Chronos. En mi habitación, disfrutando de comidas abundantes y durmiendo en una cama limpia. Y mientras tanto, estaban atacando a Nezumi, me lo habían dado todo y estaba viviendo una vida que no merecía.

¿Quién puede decir que eso no es un pecado? Aunque fuese un niño, estaba viviendo en el mismo mundo que aquellos que estaban masacrando. Es un hecho: estaba en No. 6, no junto a Nezumi. ¿Puede decir alguien que eso no es un pecado? ¿Podría decirlo yo, que no soy nadie?

La oscuridad tembló. La figura de Nezumi se difuminó. Los sonidos desaparecieron. Entonces, unos brazos se deslizaron bajo los suyos.

“Ya es suficiente. Sion, no voy a ir más lejos.” Nezumi apretó el agarre. La sensación devolvió a Sion a la realidad.

“Estás – bueno, estamos exhaustos. Hemos conseguido llegar hasta aquí, sin mencionar que hemos estado alerta todo el tiempo. Seguramente estemos en nuestro límite. No pasa nada. Descansa. Tómate un tiempo para calmarte, o va a terminar por darte un ataque o algo.”

“No puedo… escuchar ninguna canción.”

“¿Eh?”

“Aunque empiece a perder la consciencia, no puedo… escuchar canciones como tú…”

“Sion.”

“No… puedo.”

“Sion, mírame.”

Fijó la mirada en aquel par de ojos grises, ojos que estaban tranquilos.

“Ya te lo he dicho. Tú eres tú, y yo soy yo. No podemos hacer lo mismo. No podemos ser iguales. Pero podemos apoyarnos mutuamente. Ambos. Hace un rato, me has ayudado y me has dado agua. Seguramente tendrías muchísima sed, pero me has dado toda el agua a mí. Sion… tú has nacido dentro de la muralla, y yo he estado viviendo fuera de ella. Es la realidad y no se puede hacer nada. Nadie puede cambiar ese hecho. Pero cuando el otro está a punto de caer, extendemos nuestra mano sin pensarlo, e intentamos ayudarlo. No podemos evitarlo. Le damos agua. Intentamos protegerle. Esa es otra verdad sobre nosotros.”

“Nezumi…”

“No quiero que te sientas culpable. No quería acusarte de ningún crimen. No – puedo imaginar querer hacerte daño. Lo siento. Tendría que haber pensado un poco más sobre tu situación.”

Algo caliente presionaba los ojos de Sion. Antes de poder decir nada, las lágrimas empezaron a caer por su casa.

Que vergüenza. Que patético el haberme echado a llorar así.

Se mordió el labio e intentó detener las lágrimas. Pero los sollozos consiguieron abrirse paso a través de sus labios y dientes.

No seas amable conmigo. No me pidas perdón. No me hubiese importado que me culpases, me hirieses o me acusases de cualquier crimen. Y si no lo hicieses, hubiese seguido aprovechándome de ello. Me apoyaría en esta realidad de la que hablas, y seguiría buscando excusas. Sigo siendo débil.

No podía controlar sus emociones. Tuvo problemas controlando sus nervios, que habían estado de punta hasta aquel instante. Ignoraron la voluntad de Sion mientras dejaban caer las lágrimas con total libertad.

“No llores.” La mano de Nezumi le daba palmaditas en la espalda. “No llores. No eras más que un niño. No tienes la culpa de nada. Los que deberían pagar por su crimen son los adultos. Los adultos que crearon esa criatura y la dejaron crecer son los que deberían pagar. No es cierto, ¿Rou?”

“Sí. El crimen es nuestra responsabilidad.”

“Entonces, ¿cuál es tu crimen? ¿Qué has hecho?”

“Cree la semilla de la masacre.”

Era como si el aire se hubiese congelado. Los brazos de Nezumi temblaban bajo los de Sion.

“Aquella masacre no fue por conseguir tierra. Fue para conseguir a Elyurias.”

Elyurias. La gran soberana.

“Nunca hemos tenido una soberana. O al menos yo no recuerdo que la hubiese. Ni siquiera había escuchado el nombre,” dijo Nezumi.

“Es normal. Yo fui quien le puso ese nombre. Tu gente no le había puesto nombre, pero la adorabais. La adorabais igual que hacíais con los árboles, el sol y la luna, y la temíais. Sí – la temíais. Tenía poder. Tenía un poder que ni vosotros ni nosotros teníamos – un poder que ningún ser humano podría poseer. Por eso No. 6 la quería. Deseaba su poder. Nezumi – tu gente lo sabía todo al respecto sobre su poder, y la temíais y adorabais. Nunca pensasteis en usarla como un objeto para prosperar. Esa es la diferencia entre tu gente y nosotros. Sin embargo, no estuve implicado directamente en esa masacre. Aun así, sé que eso no es excusa.”

“Escuchemos la verdad. ¿Cuál fue tu papel?”

“M-me encontré con Elyurias en el bosque, descubrí su poder, e informe de ello. Podrías decir que me encantó. Estaba obsesionado con ella y entregué un informe de investigación masiva sobre ella. Los altos cargos de No. 6 expresaron un gran interés, y donaron grandes cantidades para mi investigación. Me consideraban un diamante. La fama y la fortuna se me habían subido a la cabeza. Oh-”

Las palabras del anciano se apagaron. Dejó vagar su mirada por el aire durante un instante.

“¿Qué?”

“No… Me estaba acordando de algo que me dijo Karan en aquel entonces. Dijo que le daba miedo. Dijo que tenía una mirada peligrosa y aterradora. Dijo que me tenía miedo, y que no sabía por qué… pasó mucho tiempo antes de que me diese cuenta del por qué. Sí… no me había dado cuenta… ni de como había cambiado yo, ni de como había cambiado No. 6… Hasta me reí del miedo de Karan. No me había dado cuenta de que le había dado la espalda a mis ideales, de que me había desviado del camino que había tenido la intención de seguir. Pero – para aquel entonces, las organizaciones dominantes de No. 6 ya se habían formado y se estaban consolidando rápidamente. Se estaba formando un ejército con total discreción y no faltaba mucho para completar un sistema para controlar y dominar a la gente. No lo sabía – no me había dado cuenta. Había seguido creyendo que… Había seguido…”

“¿… qué No. 6 era una ciudad utópica?”

“Sí. Una ciudad pacífica con la esperanza de una paz eterna como base de su formación, interactuando con el mundo, sin armas. Una ciudad que aseguraba una vida humana para todas y cada una de las personas. No. 6 y el mundo, ciencia y naturaleza, lo ideal y la realidad  volviéndose una, sin contradicciones. Creía en ello. Creía en ello, me dediqué a mis investigaciones y… provoqué una tragedia. Nunca imaginé que No. 6 tuviese un ejército. Nunca imaginé que lo movilizarían e invadirían los terrenos que nos rodeaban. Cuando descubrí la verdad sobre aquella masacre, ya había pasado mucho, mucho tiempo desde el incidente… pero me asusté. Me paralizó. Fue entonces cuando me di cuenta del significado que había detrás de las palabras de Karan. Me di cuenta de que había estado absorto con el éxito superficial de mi trabajo y me había convertido en alguien incapaz de sentir, alguien totalmente ajeno a lo que tenía a su alrededor, alguien más idiota y peligroso que cualquier otro. Me di cuenta, y pedí explicaciones a los altos cargos para esclarecer la verdad sobre la masacre. Era mi forma de protestar.”

Nezumi dejó que sus hombros temblases, como si nada pudiese parecerle más divertido que aquello.

“¿Pensaste que te escucharían?”

“Sí.”

“Que inocente.”

“Creía que estaban de mi parte. Pensaba en ellos como amigos, compañeros que compartían la misma esperanza e ideología de crear una ciudad utópica – no como políticos, no como investigadores."

“Así que protestaste. Y el resultado de aquello fue tu arresto y tu encarcelamiento como rebelde.”

“Sí… aunque no llegaron al extremo de matarme.”

“Aún les quedaba algo de compasión.”

“No… no es eso.”

El anciano deslizó la mano por su regazo. “Probablemente decidieron que no era necesario matarme después de todo por lo que había pasado mi cuerpo. Sion.”

“Sí.”

“Mira.” El anciano estiró el brazo y subió la prenda que le cubría.

“…”

Nezumi se removió junto a Sion. Sion contuvo el aliento y se inclinó hacia delante. Una cicatriz roja recorría el brazo del anciano desde su codo hasta su hombro. Serpenteaba igual que la de Sion, pero era ligeramente más oscura.

“Es… de una avispa…”

“Ahora puedo asegurarlo. Lo más seguro es que queden restos de una avispa que no pudo nacer en alguna parte de mi cuerpo. En aquel momento, estaba bajo arresto domiciliario. Me había desmayado en mi habitación. Cuando me recuperé, tenía estar marcas en el brazo… y no podía mover las piernas.”

“Las piernas…”

“Tu perdiste el color del pelo, yo perdí las piernas. Supongo que fue el precio por sobrevivir. Aunque, en aquel entonces, nadie supo decir la causa de esto, ni siquiera yo… Si esto hubiese pasado ahora, me habrían convertido en un conejillo de indias, pero en aquel momento los altos cargos no podían permitirse ponerse a pensar en esas cosas. Estaban inmersos en construir las organizaciones gubernamentales. Aún estaban construyendo el Correccional. Conseguí sobrevivir a duras penas, perdiendo las piernas en el proceso, y me llevaron a las cuevas subterráneas. Se deshicieron de mí. Sion, yo fui el primer huésped de las avispas parásito y que sobrevivió.”

“Entonces, Rou-” Nezumi levantó la barbilla y dirigió su mirada hacia el anciano. Era una mirada penetrante, como una flecha.

Increíble.

Nezumi seguía manteniendo el control sobre sí mismo. Era capaz de regular sus emociones y su razón. Sion se secó las lágrimas con el dorso se la mano y apretó el puño. Nezumi había dicho que no podían ser iguales. Quizás era así. Pero podía seguir intentando acercarse a él.

Quiero ser fuerte, como él.  Quiero preservarme. Quiero seguir siendo quien soy.

No voy a querer o a rezar; voy a hacerme un juramento a mí mismo. Algún día, seré fuerte. Tendré la fuerza que hará que deje de ponerme excusas a mí mismo.

Nezumi señaló al cielo.

“Entonces, Rou, ¿no van a llamarte dentro de poco los altos cargos? Quizá ya han descubierto los incidentes que han ocurrido en la ciudad y no tienen ni idea de que hacer al respecto. Ya es hora de que su arrogante mirada empiece a ver la realidad tal y como es. ¿No crees que vendrán a pedirte ayuda?”

“Eso no va a pasar. Confiscaron toda mi investigación. Seguramente ya la hayan analizado hasta el más mínimo detalle. Mi poder y nada es lo mismo. He envejecido. Viviré el resto de mi vida bajo tierra, y moriré – es lo que deseo. No tengo ni el poder ni la voluntad para cambiar la realidad. Pero sí que sé esto: lo que está a punto de pasar en No. 6, es muchas veces más aterrador y destructivo de lo que imaginas. Morirá mucha gente. Ni yo ni no. 6 podemos detenerlo. Pero tú sí.”

“¿Detenerlo? ¿La muerte y la destrucción? ¿Por qué tengo que detenerlo? No podría pedir un resultado mejor.”

“Nezumi, serán los ciudadanos los que muera. Adultos y niños morirán indiscriminadamente. ¿Estás diciendo que vas a limitarte a mirar como pasa?”

“¿Qué hay de malo en ello?”

“Has dicho que Sion no es culpable de ningún crimen. Y es verdad. Pero entonces, ¿de qué crimen puedes acusar a los niños que viven dentro de la muralla? Si te cruzas de brazos y miras, sabiendo que esos niños van a morir… si dejas que pase y no haces nada… tú, y cualquiera que haga lo mismo-”

El anciano se enderezó y le devolvió la mirada con fuerza a Nezumi.

“-serás un asesino.”

Nezumi ahogó un ruido en su garganta.

“No es algo que deba decir yo. Pero aun así tengo que decirlo. Nezumi, eres un superviviente de una masacre. Por eso es por lo que no puedes estar en el bando de los asesinos. No puedes convertirte en lo mismo que aquellos a los que odias.”

“Gh-”

Nezumi se quedó en silencio. Sion avanzó un paso.

“¿Qué debemos hacer? ¿Qué podemos hacer?”

Su madre estaba dentro de la ciudad. También estaba Lili, aquella niña que vivía en el vecindario. Estaba su familia. El estudiante que iba a comprar todas las mañanas algunos rollitos; el trabajador al que saludaba de camino al trabajo.

El rostro de Kalan – la niña que había conocido en el Bloque Oeste – se sobrepuso sobre el de Lili. El por qué, no lo sabía.

No puedo. No puedo matarles.

“No lo sé,” dijo el anciano. “No puedo prever lo que podemos hacer para evitar esta tragedia. No se me ocurre nada. Debéis actuar tal y como os diga vuestro corazón. Vosotros – vuestros corazones – serán capaces de apartar a la gente de la destrucción y guiarla hacia la salvación. Así es como lo veo, Sion.”

“Sí.”

“Toma.” El anciano deslizó la mano por el reposabrazos. Apareció un pequeño cajón. Sacó algo pequeño de él, y se lo ofreció a Sion, dando otro de sus numerosos suspiros. Daba la impresión de haber envejecido rápidamente. Aquel brillo joven en sus ojos había desaparecido.

“Es… un chip.”

“Sí. Casi toda mi investigación está dentro. Avispas, Elyurias, la Gente del Bosque… todo. Cuando hayas salvado a tu amiga, intenta descodificarlo, por favor.”

“¿Yo?”

“Te lo confío. Ahora… estoy algo cansado. Hacía mucho tiempo que no hablaba tanto. Estoy cansado. Quiero descansar”

Te lo confío. Debes encontrar la respuesta. Encuentra una respuesta, por favor – una en la que no se derrame sangre. Sion escuchó las palabras que el anciano no había dicho.

Habían mucho misterios: cómo aquel reino subterráneo había llegado a ser lo que es; cómo había llegado Nezumi hasta allí; su razón para irse; todas las cosas que habían llevado a su reunión – ansiaba saberlo, pero, por ahora, contendría esas preguntas en su corazón.

Era el momento de actuar, no de aprender.

¡Cheep-cheep-cheep! ¡Cheep-cheep-cheep!

Los ratones habían empezado a armar escándalo. Una rata a los pies de Sion alzó la voz aprensivamente.

¡Screech, screech!

Sion  yahabía escuchado aquella voz. Era-

Tsukiyo. Nezumi, Tsukiyo está aquí.”

“Ya lo sé. Tch, ¿cómo puedes diferenciarlos así?” Nezumi se llevó los dedos a los labios y silbó.

¡Screech, screech! Un ratoncito negro apareció medio rodando pared abajo.

Skrit, skrit. Una de las ratas saltó y se lanzó contra Tsukiyo.

“¡Para!”

La rata se quedó congelada tras la orden de Sion.

“No es una presa. Es uno de nosotros. Suéltalo.” La rata levantó las patas con las que había estado sujetando a Tsukiyo. El ratón negro se puso en pie de un salto y subió por el cuerpo de Nezumi.

“Bien, lo has conseguido. ¿Un mensaje de Inukashi?”

Tsukiyo asintió. Tenía el cuerpo lleno de heridas, heridas que habían empezado a sangrar. Nezumi escuchó los grititos de Tsukiyo y tragó.

“Parece que todo está preparado para subir. Tenemos que actuar deprisa. Rou, me gustaría haber escuchado un poco más de tu historia, pero parece ser que no tenemos tiempo para ello. Tenemos que irnos.”

“Entonces, debéis marcharos. ¿Queréis algo?”

“Agua y comida. Tengo tanta hambre que creo que voy a desmayarme.”

“Se os preparará enseguida. Sasori, dales lo que quieran.”

“Antes de eso-” Sasori se acercó a Nezumi. “Nezumi, quiero preguntarte algo.”

“¿Qué?”

“No tendrás intención de volar la puerta con una micro bomba, ¿verdad? Este sitio se vendría abajo.”

Nezumi frunció el ceño y le miró con desconcierto exagerado. “Sasori, hemos venido por la puerta de atrás del Correccional. Un detecto de bombas anticuado sigue siendo un detector de bombas, y esa puerta los tiene. Podríamos pasar cuchillos o armas de fuego pequeñas, pero no micro bombas. Si pudiésemos, habríamos venido con cientos de ellas a la espalda.”

“Está bien. Siempre y cuando no nos metáis en este lío.”

“¿Dudas de mí?”

“Quién sabe lo que vas a hacer. Eres peligroso.”

“Hey, ¿el demonio aquí no era Sion?”

“Los demonios no lloran.” Sasori miró a Sion. “Los demonios no lloran… así.”

Sion notó como le ardía la cara al escuchar las palabras del hombre. Estaba muy avergonzado.

“Me ha parecido raro,” dijo el hombre.  “El ser capaz de llorar sin tapujos… es muy raro.”

“Bueno, no,” tartamudeó Sion, “e-estaba muy cansado, y… los nervios – los tenía de punta – eso es, en serio, no lloro así siempre-”

El aire cambió.

Sasori se había reído. Era la primera vez que Sion veía esa expresión en él.

“Eres interesante. Puede que… hasta seas más decente que Nezumi.”

Una rata se sentó en el hombro de Sion y le restregó la nariz.

“Él también lo piensa,” dijo el hombre, señalando la rata. “Dice que eres más decente.”

“¿Qué narices significa eso?” Nezumi chascó la lengua. Entonces movió un poco la barbilla.

“Vamos, Sion.”

“Sí.”

“Rou. Esto es un adiós. Esta será probablemente la última vez que te vea. Esta vez, no voy a volver.”

“Es lo mejor. Debes vivir sobre el suelo. Eres alguien que tiene que vivir entre la luz y el viento. Rezaré para que no volvamos a vernos. Ah, pero no necesitas plegarias, ¿no?”

“No las necesito.”

“Oh – Rou, yo también me voy,” dijo Sion. “Ojalá pudiese haber escuchado más de tu historia.”

“Confío en que haréis todo lo que esté en vuestras manos. Gracias a ti, he podido revivir mis recuerdos de Karan. Pero no tienes que hablarle de mí. Tú también deberías olvidarme. Esto es un adiós, Sion.”

“Adiós. Gracias por todo.”

Empezaron a andar.

Cuando Sion se dio la vuelta, la vela ya se había apagado. La oscuridad envolvía todo lo que tenía a su espalda.



La luz de emergencia se encendió y se escuchó una sirena.

La puerta que llevaba al interior del Correccional se abrió lentamente frente a Getsuyaku. Puso un pie dentro. Un pasillo blanco se extendió ante él, la viva imagen de la limpieza.

“Qué es esto, ¿eh?” empezaron a acosar a Getsuyaku en cuanto esté entró en la sala de los monitores. “¿Qué les pasa a esos robots? Están desprendiendo olor y tirando basura por todas partes en vez de recogerla. ¿Le has hecho el mantenimiento en condiciones?” El hombre era prácticamente un gigante, casi el doble que Getsuyaku en altura y anchura.

“Lo siento. No están funcionando bien. No pensaba que iban a ponerse a hacer algo así.”

“Ya basta de excusas. Límpialo, y rápido.”

“Sí, señor.”

“Oh, apesta,” dijo una mujer de pelo largo, poniendo cara de asco mientras se tapaba la nariz. “No puedo trabajar con esta peste.” Abandonó la habitación, su voz era nasal. Le pisó el pie a Getsuyaku al salir de la sala, aunque no sabía si lo había hecho a propósito o no. La mujer no se disculpó, ni se dignó a mirarle.

La habitación estaba dividida en varias secciones por paredes transparentes. Dichas secciones estaban colocadas de acuerdo a su nivel de prioridad, y las salas con una prioridad más alta estaban más adentro. Getsuyaku estaba en una zona cerca de la pueda, llamada comúnmente el Maniquí. Aquella sección se encargaba de monitorizar la ventilación. Era un departamento situado en la parte baja en la clasificación de prioridades, y seguramente aquella fuese la razón por la que le habían permitido entrar con tanta facilidad.

“Lo siento muchísimo.” Recorrió la habitación con un aspirador, limpiando la basura que había esparcida por el suelo.

“Mira que eres inútil. Puedo encontrar docenas de conserjes como tú, ¿sabes? La próxima vez, te despido en el acto. Ugh, apesta. No puedo soportarlo. ¿Hm? ¿Qué estás mirando?”

“Nada, señor.” Getsuyaku bajó la mirada.

“¿Tienes algo que decir? ¿Alguna queja? Un residente de Lost Town dándose aires, ¿eh?”

Getsuyaku sintió una fuerte patada en la espinilla. Se tambaleó y se dio un golpe en la cadera con la esquina de un escritorio.

“¿Y bien? No te quedes ahí parado. ¡Trabaja!”

El viento danzaba dentro de su cabeza. No, giraba con fuerza. Azotaba y hacía muchísimo ruido.

Joder. Murmuraba. Joder, joder, joder, joder.

¿Qué le hace pensar que puede ser tan arrogante? ¿Qué he hecho para que me insulte? Sólo estoy haciendo mi trabajo. Siempre he hecho lo mismo – y me he esforzado. Bueno, puede que me haya llevado un par de cosas, pero no le he causado problemas a nadie. Estaríais enterrados en basura si no fuese por mí. ¿No os gusta como huele? ¿Suciedad, dices? Todo esto son cosas que habéis producido vosotros. No me vengáis con esas. Tratándome como un perro. No importa donde viva, sigo siendo un ser humano. No soy ningún chucho.

Su orgullo herido pasó a ser rabia y eliminó cualquier duda que hubiese podido alojarse en el pecho de Getsukayu.

Vio durante un instante la cara morena de Inukashi.

Van por la vida dándose aires, y no tienen ni idea de lo duro que es tu trabajo, ni de cuánto vale. Te menosprecian. ¿Y bien’? ¿Qué te parece darle a esos señoritos una lección? No es mala idea, ¿verdad?

Tienes toda la razón del mundo, Inukashi. No es mala idea.

Lanzó una mirada a la pantalla digital que había en la pared. En No. 6 – y aquel edificio no era una excepción – el tiempo que pasaba no se retrasaba ni 0.1 segundos.

A sus pies tenía una cápsula. No se había desintegrado.

Que le den a todo.

La pisó un poco con el pie derecho. Había otra. Hizo lo mismo –

“¿Pero qué-?” El hombre se levantó. Tenía la cara contraída. “¿Qué es este olor tan asqueroso?”

“No tengo ni idea…” contestó Getsuyaku, “huele a carne podrida… creo que tiene que estar mezclada con la basura…” Tenía razón. El olor era asqueroso. No era un olor fuerte, pero era suficiente para ponerle de los nervios. Hasta Getsuyaku, que estaba acostumbrado al olor de las cosas pudriéndose, se estaba poniendo malo.

“No puedo soportarlo. Ugh - ¡aparta!” El hombre se tapó la boca y salió de la habitación. Pisó a Getsuyaku al salir de la habitación, al igual que había hecho la mujer.

“Eso duele, ¿a qué ha venido?”

“Cállate. ¡Aparta!”

El hombre empujó a Getsuyaku. Se tambaleó y se chocó contra el panel de control.

Para. Era la hora.

Getsuyaku fingió sujetarse la cadera y gemir de dolor, y apretó el botón verde que estaba a la derecha. Mientras lo hacía, pulsó un interruptor. Ahora aquel olor viajaría por los conductos y se introduciría en el Correccional. Getsuyaku no sabía que hacía el botón verde. Solo habiá seguido las órdenes de Inukashi. Se levantó con dificultad y recogió el aspirador. Empezó a limpiar.

Estaba empapado en sudor frío.

¿Qué aspecto habría tenido ante las cámaras de vigilancia situadas en el centro del techo? ¿Sus movimientos habían sido naturales?

Lo he hecho.

Había una cápsula bajo el escritorio. El gas empezó a ascender con rapidez.

Getsuyaku apretó los dedos temblorosos, sujetando el tubo del aspirador.


Sion.
Puedo sentirlo. Estás cerca

Sion.
Puedo sentirte.

No vengas. Por favor, no vengas.
No quiero que me veas.

No vengas, Sion.
Quiero
De verdad que quiero
Verte.



Otra víctima. Ya había más de treinta. Clase social, riqueza, historial clínico, residencia, sexo, edad, complexión, estilo de vida, todos sin relación. ¿Quién sería el siguiente-?

Miedo, incertidumbre y agitación crecían dentro de No. 6.

“¿Qué están haciendo las autoridades?”

“Investigar las causas.”

“¿Por qué no estáis tomando medidas efectivas al respecto?”

“Mandad a los médicos, rápido.”

“Alcalde, la rueda de prensa de emergencia.”

¿Qué le está pasando a nuestra No. 6? Nuestra ciudad, nuestra No. 6, ¿qué-?


Los dedos de Nezumi golpearon la puerta que conectaba con el Correccional. Safu estaba detrás de aquella puerta.

“Ya es casi la hora. No vamos a tardar mucho en encender los fuegos aritificiales, Sion.”

“Ya.”

“¿Estás nervioso?”

“No. He estado pensando.”

“¿Y en qué has podido estar pensando en un momento así?” dijo Nezumi, incrédulo.

“Estaba pensando en Safu. Quiero verla.”

“No te precipites.”

“Y – me estaba preguntado si…”

“¿Qué?”

“Si era posible saberlo todo al respecto sobre ti.”

“Pensamientos despreocupados, ¿eh?”

“¿Eso crees?”

Nezumi le estiró de la oreja a Sion. Sion sintió un dolor agudo.

“Sion, escucha. A partir de ahora, estamos en tu territorio. Una vez se abra la puerta, estaremos dentro del Correccional. Pon ese cerebro a funcionar a toda máquina. Voy a seguir tus órdenes. Eres mi salvavidas. No te atrevas a romperte.”

“No voy a hacerlo. No hacía falta que dijeses eso.”

Nezumi sonrió irónicamente, y extendió la mano. Sion puso su mano sobre la suya.

Click.

Se escuchó un ruido.

Click, click, click.

Los cierres automáticos se estaban abriendo.

“Perfecto. Tendré que recompensar a Inukashi.”

Click, click, click. Crack.

“Vamos, Sion.”

“Vamos.”

La puerta se abrió.

Una luz blanca les acuchilló los ojos.

Era cegadora.

Era una luz muy intensa.

El lugar rebosó de luz y brilló.

No cabía lugar a dudas – era el mundo de No. 6.


3 comentarios:

  1. Porfavor siguele, me encanta tu traduccion, espero con ansias el siguiente cap, porfa *-*

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  2. Estoy en ello, pero ahora lo tengo un poco aparcado porque mi prioridad es No. 6 Beyond.

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