viernes, 25 de mayo de 2012

No. 6 Volumen 4 Capítulo 2

Especialmente para mi lectora number one~



Capítulo 2
Acto Uno, Escena Dos

No, te equivocas.
Huimos,
porque queremos vivir.
-Tesuka Osamu, Grand Dolls


Los suspiros del viento se hicieron más fuertes. Agudos y lastimeros, sonaban a través de las ruinas. El hombre se despertó escuchando el viento a su alrededor. No había perdido toda la compostura. Atado y sentado en el suelo, echó un vistazo a la habitación.

“¿Qué está pasando?” Preguntó con un tono áspero. Nadie contestó. “¿Qué está pasando, Rikiga? Entiendes lo que estás haciendo, ¿verdad?”

“Por desgracia, sí.” Rikiga suspiró con pesadez, como otra de las tantas veces que había suspirado ese día. “Me estoy poniendo malo de lo bien que lo entiendo. Tampoco es que lo haya pedido.”

“Soltadme.” El hombre intentó soltarse de sus ataduras. Pero no tardó mucho en parar al darse cuenta de que, cuanto más se movía, más se le clavaban dichas ataduras. Volvió a pasear la vista por la habitación y se aclaró la garganta. Permanecía tranquilo.

“¿Qué queréis?” dijo tranquilamente. “¿Dinero? Sabéis que no os vais a ir de rositas después de esto, ¿verdad?”

“Irnos de rositas no es nuestra intención.” Nezumi se arrodilló frente al hombre. El hombre abrió los ojos sorprendido y murmuró con apreciación.

“Eres hermoso.” Una sonrisa se dibujó en el rostro del hombre. “Rikiga, éste es una joya mucho más fina.”

“Si te apetece tenerme,” dijo Nezumi, posando uno de sus dedos en la barbilla del hombre,” entonces puedes tenerme todo lo que quieras. Pero va a ser caro. Con cinco monedas de oro no tienes ni para empezar.”

“Hmph,” dijo el hombre con desdén. “Así que es dinero lo que quieres. ¿Cuánto quieres?”

“No quiero dinero.”

Al hombre se le borró la sonrisa despectiva de la cara. Intentó apartar la barbilla, pero los dedos de Nezumi fueron rápidos y no se lo permitieron.

“Si no es dinero – entonces, ¿qué es?”

“Información.”

“¿Qué?”

“Información,” repitió Nezumi. “Voy a obligarte a decir todo lo que sabes, aquí y ahora.”

“¿Qué tontería-?”

“Y, después de eso, voy a darte mi compañía todo el tiempo que quieras. Creo que es un buen trato, ¿tú no?”

“No me hagas reír,” replicó el hombre. “¿Simples residentes del Bloque Oeste que se atreven a pedir información? Y qué va a hacer una escoria como vosotros con información de la Ciudad Sagrada, ¿eh? ¿De que os serviría? Deberíais volver arrastrándoos al vertedero del que habéis venido.”

Una bofetada. La mano derecha de Nezumi había golpeado con fuerza la mejilla del hombre. El hombre cayó al suelo de costado. Nezumi le levantó del pelo y le pegó otra bofetada en la otra mejilla. Y otra más. Y otra. El hombre no hacía ningún ruido, sólo caía de lado una y otra vez.

Sion estaba atónito mirando y aguantando la respiración. Iluminado por la luz de la vela, el perfil de Nezumi no tenía ninguna expresión. Con esa cara de póquer, como si estuviese llevando una máscara, siguió abusando del hombre…

“Nezumi-” estaba temblando.

Por favor. Déjalo ya. Para –

Sion dio un paso adelante cuando un brazo moreno le detuvo.

“Inukashi.”

“Calla y observa, chico,” dijo entre dientes Inukashi, humedeciéndose los labios con la punta de la lengua. “Lo bueno acaba de empezar. No te metas.”

“Pero esto – esto es demasiado.”

“Sion, ¿te acuerdas de lo que me dijiste?”

“¿Eh? ¿El qué?”

“Una vez me dijiste que Nezumi era amable. Creo que hasta fue en esta misma habitación. ¿Lo has olvidado?”

“Me acuerdo.”

Una risita se escapó de los labios de Inukashi.

“Esto acaba de empezar, Sion. Presta atención y observa bien lo amable que es tu ratón.”

El hombre tenía el labio partido. Tenía pinta de que también se le había partido por dentro de la boca; le salía una mezcla de saliva y sangre de la boca.

“Para – por favor-” gimió el hombre. Nezumi se detuvo.

“¿Ya te han entrado ganas de hablar?”

“No… sé… nada…”

“¿Un oficial del Departamento de Administración Central que no sabe nada? Eso no sirve ni para chiste.”

“Los ordenadores son los que se encargan de procesar y almacenar toda la información… no sé… mucho…”

Sion pensó tenía razón. Que fuese un oficial de alto rango no significaba que tuviese acceso a toda la información interna de No. 6. Cuanto más clasificada era la información, mas barreras habían y solo un grupo selecto la conocía. Sólo un grupo selecto –

¿Quiénes eran? Se preguntó. Era algo que nunca se había preguntado hasta ahora. En No. 6, dentro del edificio ovalado llamado Moondrop, reinaba cierta persona.

¿El alcalde?

Era una figura que estaba en el centro del apoyo y la admiración incondicional  de los ciudadanos por haber construido la prosperidad de No. 6. Exceptuando al primero, en ninguna de las elecciones había habido competidores.

¿Será él?

Se acordó de haber visto al alcalde en televisión una vez. Sonreía con amabilidad. No le había visto ninguna otra expresión. No había podido. Cuanto más próspera era la ciudad, menos se veía en público al alcalde. Y en esa misma época, un enorme poder y apoyo político se estaba concentrando alrededor de ese hombre. El alcalde, cuando hablaba a los ciudadanos a través de los medios, siempre lo hacía con educación y compasión.

“No me gusta.”

Karan, la madre de Sion, había dicho eso en una ocasión, y acto seguido había apagado la tele. Sion aún no había cumplido los diez años, pero le había sorprendido de la dureza en el tono de su madre y el hecho de que hubiese dicho eso del alcalde que todos los demás admiraban.

“¿Por qué no te gusta?”

“No me gustan sus orejas. Son muy vulgares.”

“¿Sus orejas?”

“Se mueven. Como las de una bestia que va tras su presa.”

¿El alcalde estaba moviendo las orejas mientras salía en la tele? Sion había ladeado la cabeza, confuso.  Entonces la expresión de Karan se había tornado seria y le había dicho es un secreto. En aquella época, no se tenía en muy buena consideración a la gente que hablaba mal del alcalde, por lo que era mejor guardarse las críticas para uno mismo. Habían pasado casi diez años desde entonces, y el alcalde seguía sentado en su trono en lo más alto del poder de No. 6, mientras que Sion estaba ahí, al otro lado de la pared.

“Contesta a mi pregunta.” La voz de Nezumi le llegó a los oídos como si se estuviese arrastrando sigilosamente por el suelo. “La sección nueva que han construido dentro del Correccional - ¿qué es? ¿Para qué la han construido?”

El hombre negó con la cabeza.

“No lo sé.”

“Entonces, ¿qué Departamento está al cargo?”

“No lo sé.”

“Hace unos cuantos días, el Departamento de seguridad detuvo  a una chica que era de la élite. Está en el Correccional, pero es lo único que sabemos. ¿Está relacionado su caso con esa sección nueva?”

“No… lo sé…”

“He escuchado que han estado muriendo gente de una enfermedad desconocida dentro de la ciudad. ¿Es verdad? ¿Cuáles son los síntomas? ¿Cuántos han sido?”

No contestó. Nezumi se levantó y se encogió de hombros.

“No tienes mucho vocabulario que digamos para ser un oficial de alto rango. ¿No te haría falta un poco más para poder ligar con chicas?”

“Desátame.”

Lo más seguro es que el hombre tuviese la boca hinchada por dentro, porque su voz sonaba apagada. “Desátame y deja que me vaya. Si lo haces, me olvidaré de este incidente. Te haré un favor y pretenderé que eso no ha pasado.”

“Vaya, gracias. Has tenido clemencia. Te estoy muy agradecido – Inukashi,” dijo abruptamente.

“¿Eh?” contestó Inukashi con pereza.

“Sujétalo.”

“Voy.” Inukashi no tardó mucho en ponerse detrás del hombre y cogerle por los hombros. Nezumi sacó el cuchillo de la funda.

“¿Qué estás haciendo?” gritó el hombre aterrorizado. Tenía la frente empapada en sudor.

“Cállate. Voy a concederte lo que me has pedido.”

El filo brilló en la tenue luz. El cuchillo, que no tenía ningún tipo de decoración, poseía una belleza inquietante. Nezumi, con un aire lánguido, cogió la mano del hombre. Le cogió por la muñeca y observó al hombre. El hombre se quedó totalmente quieto, aunque ya le habían desatado. Quizás no era capaz de moverse. Aquel par de ojos grises lo había dejado clavado en el sitio.

Dedos enfundados en unos guantes de cuero acariciaron la palma del hombre.

“Pensaba que un oficial de alto rango como tú necesitaría un poco de dolor antes de empezar a hablar. Parece que te he subestimado.”

Nezumi acarició la mano del hombre, dedo por dedo, y suspiró quedamente. Casi parecía una caricia cariñosa.

“Tienes narices. Admirable. Déjame darte una recompensa.”

Puso un trozo de cristal en la mano del hombre. Era un trozo de la botella de alcohol que se había roto.

“Y otra más.”

La punta del trozo de cristal brilló.

“¿Qué – qué estás haciendo?” El hombre sacudió la cabeza, temblando aterrorizado. “Para – para, por favor-”

“¿Por qué? Ya tienes preparada tu recompensa. Cógela.”

Nezumi puso su mano alrededor de la del hombre, y la cerró con firmeza.

El viento se detuvo. Durante un instante, un grito de los que hielan la sangre se escuchó en aquella habitación silenciosa. Rikiga apartó la mirada con la cara contraída. Inukashi también cerró los ojos y se mordió el labio mientras sujetaba al hombre.

“¡Contéstame!” ordenó Nezumi, manteniendo cerrada la mano del hombre. “Contesta a todo lo que te he preguntado o me aseguraré de que no puedas volver a usar la mano.”

“¡Nezumi!” Aún no había dicho su nombre cuando había empezado a moverse. Se lanzó contra Nezumi. Trozos de cristal manchados de sangre cayeron de la mano del hombre al suelo.

“Para – para, por favor.” Nezumi no mostró ni sorpresa ni enfado, mantuvo la cara de póquer como si hubiese esperado que Sion se comportase así. Lo único que hizo fue chascar la lengua irritado.

“No te metas.”

“No puedes. No puedes hacer esto. Es… tortura.”

“¿Y qué otra cosa puedo hacer? Si inclino la cabeza y se lo pido por favor, ¿crees qué me va a decir algo?”

“Bueno – pero – pero esto no está bien. No quiero que hagas algo así.”

“Sion, deja atrás esos pensamientos indulgentes, o no llegaremos a ninguna parte. No estamos jugando. Esto es la guerra.”

Sion lo sabía. Lo sabía muy bien. Sabía de las dificultades que le esperaban en un futuro. Pero –

“Pero – no está bien. La tortura no está bien. No lo hagas.”

“¿Por qué no?”

“Es un ser humano. No podemos hacerle sufrir.”

Nezumi bufó. Se giró y se rio en silencio con la boca cerrada. El hombre estaba sollozando lastimeramente, y le temblaba la mano cubierta de sangre. Pobre hombre, murmuró Inukashi. Nezumi le dio un golpecito al hombre en la pierna con la punta de la bota, y miró a Sion directamente a los ojos.

“Ya has oído lo que ha dicho. Los del Bloque Oeste no somos más que escoria para la gente como él. Como insectos que se arrastran por el suelo. Lo más seguro es que nunca haya pensado en nosotros como seres humanos, con sangre corriendo por nuestras venas y sentimientos como los demás. Si sangramos, o nos morimos de hambre – o nos retorcemos de dolor, no le importa. Eso es lo que piensa. Así que, ¿por qué tenemos que tratarle como a un ser humano? Si nosotros somos insectos para ellos, entonces ellos ni siquiera son-”

“¡No quiero verlo!” Sion había gritado más fuerte que la última vez que había estallado. Había gritado para no escuchar la voz de Nezumi.

“¿Qué?”

“No quiero verlo. No quiero ver como hieres a alguien así.” Sentía nauseas. De sí mismo. Un odio negro y espeso se arremolinaba dentro de él. ¿No quieres verlo? Entonces aparta la mirada. Siempre eres así. Siempre has apartado la mirada de las cosas que no quieres ver, y has fingido no darte cuenta. ¿Por el bien de quién se está comportando así Nezumi? ¿No es por ti? ¿No le has obligado a hacer esto? ¿No has sido tú el que ha cargado a Nezumi con un pecado que sólo debería ser tuyo? ¿Y ahora actúas como un santo? No son más que palabras bonitas, Sion. Todo lo que hace y dices no es más que por aparentar. Nunca te ensucias las manos, tu alma nunca sale herida, nunca te haces daños, y aun así dices que no hay que hacer daño a los demás.

Esa santurronería, esa arrogancia, esa falsedad, esa superficialidad, esa naturaleza tan horrible.

Eso es todo lo que eres.

Era su propia voz la que le estaba hablando. Sion sentía nauseas. El odio se deslizaba y se retorcía en su interior.

Pero no quería verlo. A pesar de todo, no quería verlo. De eso podía estar seguro.

“No quiero – verte así.” Nezumi, no quiero ver como eres frío y despiadado. Porque es mentira. Todo lo que me has enseñado siempre ha me ha guiado hacia el renacimiento y la creación. Me dijiste que viviese y que pensase. Me enseñarse a querer a otro, a entender a otro, a buscar una conexión, a anhelar – y sí, todo lo que me has enseñado es lo opuesto a la crueldad. No quiero verte como alguien que no eres.

“Eve.” Rikiga se tambaleó y avanzó. “Sion tiene razón. Para ya. Fura ha sido de la elite desde que era un niño. Lo más seguro es que no tenga tolerancia al dolor. Sigue y lo más seguro es que acabes provocándole un paro cardíaco.”

Nezumi se encogió de hombros. Ojos inexpresivos pasaban del hombre que gemía a Sion. Sin decir nada, dio un paso atrás. Entonces, se quitó los guantes manchados de sangre con lentitud.

Me voy a quitar de en medio y te voy a dejar el puesto a ti. Haz lo que quieras hasta que estés satisfecho.

Sion se arrodilló en el suelo manchado de sangre. Le habló al hombre.

“Fura-san. Quiero que me escuches. La chica que se llevó el Departamento de Seguridad es alguien muy importante para mí. Estoy dispuesto a hacer lo que haga falta para salvarla. Y para hacer eso, necesito la información que tienes.”

“Duele… duele… mucha sangre…”

“SI hablas con nosotros, me encargaré de las heridas.”

“Por favor, haz que deje de sangrar,” imploró Fura. “Haz que deje de doler. ¡Rápido!” El hombre ofreció la mano. Se la ofreció mientras las lágrimas se deslizaban por su cara. Había varios cortes que sangraban, pero no eran muy profundos. Siempre y cuando no se infectasen, no supondrían ningún peligro para su vida.

“Un par de lametazos de un perro, y se cura enseguida,” se burlo Inukashi, enseñando los dientes.

“Rikiga-san, ¿puedes traerme un poco de agua limpia y de alcohol?” dijo Sion.

“Aparte del licor no tengo muchas cosas que desinfecten.”

“Suficiente.”

“Y el agua - ¿puedo sacarla del río?”

“Sí.”

“Vale, voy a por un poco.” Rikiga suspiró aliviado y salió de la habitación. Sus pasos eran ligeros, como si no pudiese esperar para salir de allí. Sion se recompuso y se volvió a mirar al hombre.

“Voy a curarte, así que cuéntame. No tengo tiempo. Quiero que me digas la verdad.”

“Oh-” el hombre gimoteó. “Vale – de acuerdo, pero haz que pare el dolor – por favor, rápido-”

“¿Qué es esa sección nueva que han construido en el Correccional?”

“No lo sé, de verdad.”

“Así que hasta alguien de tu rango no lo sabe - ¿significa eso que es información confidencial para la ciudad? ¿Clasificada a más no poder?”

“Sí – hay un equipo que está directamente bajo las órdenes del alcalde, y todo lo que pasa entre ellos… nosotros no sabemos nada… no se nos permite.”

“No se os permite saber nada. Pero sabes que existe un proyecto, ¿verdad?”

“La ciudad – ha invertido mucho dinero en él,” tartamudeó el hombre. “Está declarado en los presupuestos del panfleto que nos dieron en la reunión… y…”

“¿Supuso un problema en la reunión?” preguntó Sion. Si lo había sido, entonces habrían hecho preguntas en la reunión, y el alcalde no hubiese tenido más remedio que contestar. ¿Para qué se necesitaba tanto dinero? ¿Para qué era ese proyecto? Si algún miembro se había quejado –

“Claro que no,” el hombre torció la boca con desdén. “Nadie iba a oponerse a un proyecto presentado por el alcalde en persona. El presupuesto simplemente estaba impreso en el documento – hasta que lo vimos, no sabíamos nada… y para entonces, ya se había-”

“Ya se había construido esa sección en el Correccional.”

“Sí.”

“¿Algo sobre los miembros del equipo?”

“No sé… no sé los nombres… ni cuántos son. Nadie… tiene que saberlo.”

Inukashi silbó.

“Increíble. Nadie sabe nada, no se da ninguna explicación, y como es un proyecto propuesto por el alcalde, no pasa nada. ¿Y nadie se queja? Tsh, que envidia, podría morirme de la envidia. Ojalá pudiese hacer eso yo.” Fiel a su palabra, Inukashi se abrazó las piernas y se dejó caer de espaldas en la cama.

Rikiga entró, llevando un cubo lleno de agua. El río que fluía por las ruinas parecía que llegaba a una fuente natural en el bosque, llena siempre de agua fría y limpia. Cuando llegaba la primavera, parches de pequeños pétalos rosas cubrían los bordes del río – le había dicho a Sion una niña llamada Karan, llamada como su madre.

El agua limpia se movía dentro del desgastado cubo.

“Vamos a limpiar la herida. Mete la mano en el agua – Inukashi, ¿tenemos un paño limpio?”

“¿Limpio? No es una palabra con la que me lleve bien. Estamos en el Bloque Oeste, ¿sabes? La cosa más limpia que hay aquí probablemente sea la lengua de los perros.”

Rikiga un paquete de gasas en silencio. Estaban viejas y amarillentas, pero sin usar. Era un artículo de lujo en el  Bloque Oeste.

“Me imaginaba que iba a pasar algo así,” dijo Rikiga. “Así que he preparado un par. No tengo antisépticos, así que usa esto si te sirve.”

Tiró una pequeña botella de licor en el regazo de Sion. Estaba llena de  un líquido incoloro.

“Ginebra, de mi querido alijo.”

“Gracias.” Sion metió la mano del hombre en el agua. Los hilos de sangre se retorcían y se movían como si fuesen algas rojas.

“Esto va a picar un poco.” Sion apretó una gasa mojada en ginebra contra la herida. El hombre gruñó de dolor, pero no se movió. Sion enrolló la gasa alrededor de la mano y la ató con fuerza.

“No te has cortado ningún nervio ni ningún tendón. Si luego te la vuelves a vendar bien, no tendrías que tener ningún problema.”

“Aún… duele…” protestó el hombre.

“No tenemos nada para el dolor. Vas a tener que soportarlo.”

El hombre miró bien a Sion por primera vez.

“¿-cuántos años tienes?”

“Dieciséis.”

“¿Por qué tienes el pelo así?”

“Oh, esto-” Sion se llevó una mano al pelo, el cual ya no tenía ningún color. Había estado tan ocupado preocupándose por sobrevivir en el Bloque Oeste y, estos últimos días, por Safu. Hacía mucho desde la última vez que se había parado a pensar en el color de su pelo. Se había olvidado de eso. Su pelo conservaba el brillo, y Nezumi había dicho que a lo mejor a alguien le parecería bonito. Pero el pelo blanco no pegaba con la edad que tenía, y a mucha gente le parecía algo raro.

“Hay una buena razón detrás de esto. No me lo he teñido,” explicó Sion.

“No eres de aquí, ¿verdad?”

“No.”

“¿De dónde eres?”

“Del otro lado de la muralla.”

“¿De la ciudad? ¡Imposible!”

“Hasta hace poco, vivía en No. 6.”

“¿Y qué hace aquí un residente de la ciudad?”

“Eso – bueno, también hay varias razones para eso.”

Sion había pasado de estar dentro de la muralla a estar fuera. En cuestión de números, no era mucha distancia. Pero si tenía que explicar por qué había cruzado la frontera entre dos mundos tan diferentes, estar donde estaba ahora – le parecía que no habían palabras suficientes.

“¿A qué te dedicabas dentro?”

“Me encargaba del mantenimiento del parque. También estudiaba – esa era mi principal ocupación.”

“Hey, hey,” interrumpió Inukashi. “Suficiente. ¿Qué haces contestando sus preguntas? ¿No se supone que es al revés?”

“Oh, sí.”

“¿Cómo puedes ser tan lento?” dijo Inukashi, exasperado. “Para ya, por favor. Estás empezando a hacer que me sienta mal por ti y todo.”

“Uh – vale, vale. Lo siento.”

“Que me pidas perdón no ayuda. Geez, menudo interrogatorio. Tan útil como intentar enseñar a nadar a un topo. Mis perros lo harían mejor.”

Inukashi se llevó una mano al pelo negro, rascó con impaciencia, y suspiró exageradamente. Sion se puso rojo. Inukashi tenía razón – no sabía cómo interrogar a alguien, y no podía verse a sí mismo haciéndolo bien. Aún de rodillas, miró a Nezumi.”

Nezumi estaba apoyado, con los brazos cruzados, en una pared a la que no llegaba la luz. Su expresión era indescifrable.

Sion sabía que no tenía tiempo para quejarse sobre si quería hacerlo o sobre si podía. Se mordió el labio.

“Fura-san, básicamente estás diciendo que no sabes nada del Correccional.”

“Sí.”

“Entonces, ¿qué crees que es?”

“¿Eh?”

“¿Por qué piensas que esa sección está allí?”

“¿Por qué pienso-?”

“Sí. Quiero tu opinión personal al respecto - ¿qué puede haber construido el alcalde sin decírselo a nadie y sin dejar que nadie se meta?”

“N – no puedo saberlo. No tengo información – no tengo ningún archivo o fuente.”

“Entonces haz una predicción. O imagina qué puede ser.”

Imagina. El hombre enunció esa palabra con lentitud. La dejó salir con precaución, con si estuviese probando una fruta que no había visto antes.

“Imagina…”

El olor del alcohol y de la sangre se mezclaba en el aire. El viento empezó a soplar otra vez, reanudando los silbidos.

Los labios del hombre se movieron.

“Creo – que el Departamento de Salud e Higiene puede tener algo que ver.”

“¿El Departamento de Salud e Higiene? ¿No el Departamento de Seguridad?”

El Departamento de Salud e Higiene se encargaba de la higiene y la salud de los ciudadanos. Presidía sobre los hospitales y las clínicas de la ciudad. Ese Departamento administraba los Exámenes Infantiles para seleccionar a la élite a una edad temprana, y también se encargaba de los chequeos médicos anuales obligatorios a los que se sometían los ciudadanos. Era un departamento importante, pero según lo que sabía Sion, no tenía ninguna conexión con el centro de la ciudad, al contrario que el Departamento de Seguridad y el de Administración Central. Como el trabajo en la Administración del Parque era una de las ramificaciones del Departamento de Salud e Higiene, tenía algo de información sobre las actividades del Departamento.

El Correccional y el Departamento de Salud e Higiene – dos organizaciones que parecían no tener ninguna relación habían resultado estar ligadas íntimamente.

“Fura-san, ¿por qué piensas eso?”

“Es lo que me he imaginado. Me has dicho que podía.”

“Sí, lo he hecho.”

“Sólo es mi imaginación. Pero…”

“¿Pero?”

“En el Hospital Municipal-” el hombre dejó de hablar, y tragó con dureza. No intentaba dejar a Sion con las ganas de saberlo – estaba dudando. Dudaba de si podía hablar de algo así.

Sion esperó. Esperó a que el hombre hablase con él, que pusiese en palabras lo que pensaba. Sólo podía esperar. Así que esperó. Así hacía él las cosas.

El hombre se limpió la boca con el dorso de la mano que tenía envuelta en gasas. El labio se le había hinchado y se le había puesto morado.

“Hace un par de meses, hubo una transferencia de puestos en el Hospital Municipal. Transfirieron a varios médicos – de alto rango en cuestión de trabajo, ética y habilidad -  y a varias enfermeras. No sé a dónde.”

“¿No lo sabes?”

“No está registrado en ninguna parte. Todos los datos de los ciudadanos se archivan en el Departamento de Administración Central. Todas las acciones que se realizan en un día quedan registradas, sin excepción. Algo tan grande como una transferencia de un puesto de trabajo, y más si es de médicos y enfermeras del Hospital Municipal, quedaría registrado detalladamente.”

“Pero no hay nada.”

“Exacto. No hay nada. Pensé que era raro. Pensé – pero eso fue todo lo que hice.”

“¿Investigaste al respecto?”

“Ni se me ocurrió. Aunque quisiese, habría sido imposible. Y hubiese tenido grandes problemas si me hubiese encontrado alguna información confidencial mientras buscaba.”

No puedo creer que me hayas preguntado algo tan estúpido, pareció que dijo el hombre mientras giraba la cara.

El Departamento de Salud e Higiene; médicos y enfermeras; el Correccional – a Sion se le ocurrió una idea.

“Tengo entendido que ha habido unos cuantos incidentes raros dentro de No. 6. ¿Crees qué tiene algo que ver con el Correccional?”

“¿Qué?”

“Ha habido gente que ha caído enferma, ¿verdad?”

“Has hecho los deberes,” observó el hombre. “¿De dónde has sacado esa información?”

Rikiga se tambaleó y exhalo. El aliento le apestaba a alcohol.

“No eres el único cliente que tengo que es de No. 6,” dijo, “aunque ninguno es tan importante como tú. Esos peces pequeños me proporcionan algo de información. Por ejemplo, cuando le cuentan cosas a las chicas con las que acaban de acostarse.”

“¿Llamas a eso información? Seguramente no serán más que rumores.”

“Los rumores están más cerca de la realidad que la verdad que cuentan las organizaciones.  Y hablando de eso-” Rikiga frunció el ceño y entrecerró los ojos.

“Últimamente las autoridades se están poniendo más estrictas con las regulaciones. Demasiado. Aparte de peces gordos como tú, cada vez es más difícil que los de rango bajo puedan venir aquí. Hasta he oído que dentro de poco va a estar prohibido salir directamente. Al garete la mitad de mi negocio.”

“Y mira lo que le has hecho a tu mejor cliente,” añadió Inukashi. “Olvídate de la otra mitad, vas a acabar en bancarrota, viejo,” se burló. Rikiga le fulminó con la mirada y chascó la lengua con irritación.

“La cosa es que se ha acabado. Para mí, y para ti.”

Inukashi dejó de reírse y se quedó en silencio.

“Si alguien se pone enfermo, lo más normal es que lo lleven al Hospital Municipal, ¿no?” continuó Sion. “¿Qué pasa con ellos después?”

“No lo sé.”

“No es una enfermedad contagiosa, ¿no?”

“No ha habido ningún anuncio público por parte de la ciudad. Además, es imposible que una enfermedad contagiosa se extienda por No. 6.”

“Cierto.”

Sion bajó la mirada y se miró las manos. Estaban llenas de cicatrices, la piel estaba áspera y estaban muy delgadas. Habían perdido toda la suavidad que tenían cuando vivía en la ciudad, pero pensaba que ahora sus manos mostraban mas fuerza. Era manos que estaban vivas y que intentaban agarrar con firmeza las cosas. En esas manos, aparecerían manchas, se le torcerían los dedos y envejecerían en un abrir y cerrar de ojos. Aún podía recordar con claridad como había muerto Yamase.

“Los pacientes no habrán sobrevivido – creo que la muerte no habría sido natural. Que envejecerían de golpe hasta morir – quizás así-”

El hombre levantó la barbilla y entrecerró los ojos.

“¿De qué estás hablando?”

Sion miró al hombre, y deslizó su mirada hacia Nezumi. La oscuridad se expandía y se hacía más densa, intentando envolver al chico que estaba allí quieto como una estatua.

Ese hombre no lo sabía. No sabía nada delas avispas, de los incidentes, ni de las muertes. Incluso alguien como él, un oficial de alto rango, no sabía nada.

“Muestras,” murmuró de repente el hombre.

“¿Muestras?”

“Estado de la Recogida de Muestras – me acuerdo de haber visto esa sección en el archivo del Departamento de Salud e Higiene.”

“¿Muestras de qué?”

“No lo sé. Lo único que sé es que decía algo del estado de la recogida – se necesitaba una contraseña especial para acceder. Sólo sé que esto y el proyecto del alcalde…”

“Están relacionados.”

“Imagino que sí.”

Muestra. Que palabra más fría y desoladora. Sion sintió un escalofrío.

Safu. Centró sus pensamientos en ella y el escalofrío creció.

“Sion,” llamó Nezumi. La oscuridad se movió. “Ya está. No podemos sacar nada más de este tipo.” Sus palabras también tenían un tono frío y desolador. El hombre percibió esa frialdad y se tensó.

“¿Vas a – m-matarme?”

“Por supuesto.” Nezumi se detuvo delante de la sangre que había en el suelo, sangre que había empezado a congelarse.”

“Os he dicho todo lo que sé. He hablado. Esto no es lo que habíamos acordado.”

“No habíamos acordado nada. Las promesas o los cuados no existen entre gente como tú y como yo.”

“Para, por favor. ¡No quiero morir!”

“Nezumi, ya vale.” Sion se interpuso entre el hombre y él. “No es necesario asustarlo así. Ya has hecho bastante. Tenemos que llevarlo hasta la puerta. Rikiga-san-!

“Ya, ya lo sé. Entendido. Voy a por el coche.”

“Es el enemigo.” Nezumi tenía el cuchillo desenfundado en la mano. “¿Vamos a dejar que se nos escape de las manos tan fácilmente?”

“No es necesario. No tenemos por qué matarle.”

Heh. Dejando la mitad superior de su cuerpo a la oscuridad, Nezumi se rio quedamente.

“Entonces, según tú, ¿cuándo sería necesario? ¿Crees que cuando vuelva a No. 6 no va a decir nada sobre nosotros?”

“Sí.”

Sion levantó la barbilla y miró a través de la oscuridad. Alineó su mirada con aquel par de ojos grises que estaban al otro lado. ¿Te has dado cuenta, Nezumi? No importa lo oscuro que esté o la luz que haya, nunca me pierdo – mis ojos siempre encuentran a los tuyos.

“No se lo va a decir a nadie. Si hablase, pondría en peligro su propia vida. Piénsalo – un oficial de alto rango del Departamento de Administración Central, entrando en un área prohibida como lo es el Bloque Oeste sin ningún motivo aparente, sin permiso. ¿Qué pasaría si la gente se enterase? Conoce de sobra los riesgos. No va a delatarnos. Ya deberías saberlo.”

“¿Y cómo quieres que lo sepa?” Nezumi avanzó sin hacer ruido. “No tenemos ninguna garantía de que no  vaya a cometer un error y mencione a… cierto grupo en el Bloque Oeste haciendo preguntas sobre el Correccional.”

“No va a hablar.”

“Sion.” La voz de Nezumi se hizo más baja. “Voy  a preguntártelo otra vez. ¿Piensas dejar que se vaya a casa con vida?”

“Sí.”

Un brazo se extendió hacia él. En menos de lo que se tarda en parpadear, Sion quedó atrapado en el abrazo de Nezumi. Los brazos de Nezumi eran delgados y, a primera vista, no parecían muy fuertes – pero no había necesitado un brazo para inmovilizar a Sion. Sion sintió algo frío en el cuello – la hoja de un cuchillo.

“Ya he tenido bastante de tu justicia y tu falsa santurronería,” dijo Nezumi en voz baja. “Me pone enfermo. Llevo un tiempo queriendo decírtelo, Sion – no vas a sobrevivir a no ser que te deshagas de esa máscara de santo. No me podría importar menos que te fueses tú sólo y murieses, pero no nos metas a los demás. No tenemos tiempo para ponernos a pensar si algo es ‘necesario’ o no.   O matamos o nos matan. No hay más.”

La hoja se deslizó por su cuello. Sion sintió y pequeño dolor agudo. Tenía los ojos fijos en Nezumi. Durante un instante, una emoción creció dentro él. Tener a alguien en tus brazos y cortarle la garganta –

Un abrazo mortal.

Aquello era, sin duda alguna, la acción de un demonio.

Nezumi retrocedió. Sion se llevó una mano al cuello y sintió las pulsaciones y el calor. Se le manchó de sangre la palma de la  mano. Con la vista fija en Nezumi, Sion cerró el puño.

“Rikiga-san, el coche.”

“¿Eh?”

“¿Puedes llevarlo a casa, por favor?”

“Oh – sí, claro.”

Sion se giró hacia el hombre y le sonrió.

“Lo siento por haberte hecho esto. Pero era lo único que podíamos hacer.”

“Sion…” el hombre parpadeó varias veces mientras examinaba la cara de Sion. “Recuerdo que había un criminal de primer rango que se llamaba así. Uno al que habían expulsado de la élite y se había vuelto loco. Envenenó a su compañero y huyó al Bloque Oeste - ¿eres tú?”

“Lo han exagerado un poco, ¿no?” Sion no pudo evitar aquella sonrisa amarga. Pensó en Karan. Pensó en las dificultades que tendría que estar pasando, viviendo en una sociedad en la que se rumoreaba constantemente sobre su hijo – su hijo, el asesino. Le dolía. Pero no importaba cuando lo hiciese, no podía hacer nada. Lo único que podía hacer era decir, Mamá, lo siento. Pero Nezumi había enviado aquella disculpa a su madre. Le había enviado aquella nota que sólo tenía escrita una frase. Aquellas palabras habían sacado a Karan de su desesperación. Todo era gracias a Nezumi. Por ahora, sabía que Karan no corría ningún peligro. Así que suprimiría el dolor de su corazón, y se olvidaría de su madre. No pensaría en ella. Sólo pensaría en Safu.

En lugar de dividir su corazón, elegiría con cuidado donde ponerlo, y descartaría todo lo demás. Necesitaba poder para hacerlo, o no sobreviviría. Sion había adquirido este poder mucho antes de haberse dado cuenta de que lo tenía.

El hombre movió la cabeza con lentitud.

“No puedo creerlo.” Dirigió la barbilla hacia Sion. “Tu cara es completamente diferente a la del criminal que vi en pantalla. Es como si fueseis dos personas totalmente distintas.”

“Bueno, mi pelo ya no es del mismo color. Y también he perdido algo de peso.”

“No, no me refiero a eso – ah, los rasgos faciales y la forma de la cara es la misma… pero es diferente. Tu comportamiento es completamente diferente. Tenía ojos de loco. Parecía agresivo – hasta mi compañero dijo que sería capaz de matar. Y tenía razón. Sus ojos no eran tan – amables como los tuyos. Sois completamente diferentes. Completos extraños.”

“Es m u fácil modificar la cara de una persona,” dijo Rikiga, después de beber un trago de la ginebra que quedaba. “Y no sólo la cara. Si las autoridades quieren, pueden crear o usar la información que tienen a su favor. No es algo que debería sorprenderte, Fura-sama. ¿No consiste parte de tu trabajo en manipular la información según el deseo de las autoridades?”

“Unas palabras muy duras por tu parte, Rikiga.”

“Es la verdad.” Rikiga se bebió el último trago y suspiró con pesadez. “Y eso es lo que lo hace más difícil de aceptar. ¿Exista la verdad real en No. 6?”

“Nunca he hecho algo tan rastrero como manipular información. Sólo me he encargado de gestionarla y publicarla.”

“¿Y alguna vez has dudado de dónde sale esa información?”

“¿Qué?”

Rikiga le apoyó la mano en el hombro a Sion.

“Este chico que tienes delante y el criminal con los ojos de loco. Esa diferencia es la diferencia entre la verdad y la información manipulada.”

El hombre abrió la boca para decir algo e hizo un ruido gutural. Aunque no había calefacción en la habitación, tenía la frente perlada de sudor.  Después de un silencio que duró casi un minuto, los labios del hombre dejaron de temblar cuando llamó a Sion.

“Sion.”

“¿Qué?”

“Has dicho que querías información del Correccional.”

“Sí.”

“Y has dicho que era para ayudar a una amiga.”

“Sí. El Departamento de Seguridad la arrestó y se la llevó al Correccional.”

“¿Cómo se llama?”

“Safu. Se suponía que estaba de intercambio, como candidata a la élite.”

“¿Te sabes su número de ciudadana?”

“El número…”

Habían comido juntos el día antes de que Safu se fuese de la ciudad. De camino a la estación, les había parado un agente del Departamento de Seguridad, y les había perdido que le enseñaran la tarjeta de identificación. El número que había dicho Safu. Cerró los ojos y busco en su memoria. Aunque no era un ordenador, tenía la habilidad de memorizar y acumular información, de organizarla y aplicarla. Era una habilidad que había desarrollado desde que era muy joven. Para él no era difícil acordarse enseguida de una serie de letras o de números, aunque sólo los hubiese escuchado una vez.

“Es SSC-000124GJ”

“SSC-000124GJ,” el hombre lo repitió dos veces. “No sé nada al respecto de que el Departamento de Seguridad haya capturado a alguien con ese número.”

“Ha sido en secreto. Lo que pasa es que no lo sabes.”

“¿Y tienes pensado salvarla?”

“Sí.”

“Vas a ayudar a una criminal a escapar del Correccional,” dijo el hombre sin dar crédito. “¿Lo dices en serio?”

“Safu no es una criminal. No ha cometido ningún crimen. Si alguien lo ha hecho, son los que la han encerrado.”

Inukashi bostezó.

“Bueno, todo esto es muy bonito y tal, ¿pero pasa algo si me voy a la cama? Tengo que madrugar mañana para encargarme de los perros.”

“Tienes razón,” asintió Rikiga. “Si lo tenemos aquí más tiempo, ni siquiera su tarjeta va a ser suficiente para que pueda pasar por la puerta. ¿Nos vamos, Fura-sama?”

El hombre ignoró a Rikiga y permaneció quieto. Una gota de sudor se deslizó por su rostro, mezclada con sangre, y goteó desde su barbilla. En el mismo instante que la gota caía en el dorso de la mano, el hombre susurró quedamente.

“Tengo la última.”

“¿Eh?”

“Tengo la última. Pero la zona en la que han construido la sección nueva sigue en blanco.”

Sion abrió los ojos incrédulo, y se arrodilló delante del hombre. Tenía la voz ronca de la emoción.

“¿Vas a darnos información del interior del Correccional?”

El hombre permaneció en silencio. Se secó el sudor y asintió. Inukashi avanzó. Cogió un pequeño robot con forma de ratón blanco por la cabeza. La espalda del robot se abrió por la mitad y de él salió un halo de luz rojizo. En ese rayo apareció una imagen. La nuez del hombre subió y bajó cuando tragó saliva.

“Un holograma, ¿eh?”

“Así llaman a estas cosas. La verdad es que no sé mucho al respecto. Los círculos rojos indican donde hay cámaras de seguridad, según la información que he reunido. ¿Y bien? ¿Algún error, viejo?”

Inukashi miró al hombre a la cara frunciendo la nariz. El hombre continuó mirando fijamente el plano del Correccional.

“¿Lápiz electrónico?” Nezumi le ofreció un lápiz plateado.

“No. Usaré el mío.” El hombre sacó un lápiz del bolsillo interior del abrigo y, metió la punta en la luz. La gasa estaba empezando a mancharse de sangre; tenía una expresión tensa y le temblaban los dedos – pero aun así, el pen se movió con seguridad a través del aire, dibujando incontables líneas en el diagrama.

“Wow – increíble,” dijo Inukashi impresionado. Rikiga estaba mirando al hombre compasivamente.

El lápiz cayó de la mano del hombre y rodó por el suelo.

“Es… todo lo que sé.”

El número de cámaras era tres veces más de lo que había marcado Inukashi. En contraste, el número de celdas había disminuido dos tercios. Había barreras automáticas situadas en los pasillos a intervalos regulares, quizá para evitar que los prisioneros escapasen o que entrasen intrusos. Una vez activadas, atraparían a cualquiera que quisiera escapar o entrar. O, mejor dicho, se desharía de él.

Sion tragó saliva. A juzgar por la distribución de los circuitos, parecía que las barreras estaban preparadas para soltar descargas de alto voltaje. Una vez que las paredes hubiesen atrapado al intruso dejándole sin escapatoria, aquello se convertiría de inmediato en una silla eléctrica. El pasillo pasaría a ser una cámara de ejecución.

“Es como una ciudadela.” Sion exhaló.

“Es un sitio para el holocausto.” Nezumi recogió el lápiz y lo volvió a poner en el bolsillo del hombre. “Acabará por convertirse en un monumento al genocidio.”

“Genocidio-” repitió Sion. “¿A cuánta gente han matado ahí?”

Nezumi negó con la cabeza.

“Sion, no es ‘han matado’. No es algo del pasado. La gente sigue muriendo. Las celdas han disminuido, pero no es porque haya menos prisioneros. Es porque meten a menos en las celdas. Entiendes lo que digo, ¿verdad?”

“Sí.”

La eliminación de los prisioneros antes de llevarlos a su celda. Se desharían de ellos, como si no fuesen más que basura.

Rikiga gruñó y se llevó una mano a la boca. Tenía la cara empapada de sudor.

“Ya vale,” dijo. “Me pone enfermo.”

“Tienes que estar de coña,” dijo Inukashi indignado. “Ni se te ocurra echar la pota en mi habitación.” Movió los delgados brazos frenéticamente.

“Tengo una pregunta.” Nezumi, todavía con una rodilla en el suelo, señaló el holograma. “¿Por qué sabes tanto? ¿Cómo puedes acordarte del interior del Correccional con tanto detalle?”

“Hace poco que eché un vistazo – había una sección en los archivos confidenciales del Correccional. Le eché un vistazo a los planos.”

“¿Y de que archivos confidenciales de Correccional estamos hablando?”

“Bueno-”

“No puede ser del proyecto del alcalde. Tiene que ser información confidencial a la que pueden acceder personas de tu rango - ¿qué es?”

El hombre apretó los dientes. Parecía que le molestaba el corte que tenía dentro de la boca, porque frunció el ceño.

“¿Es sobre la Caza?”

En cuanto Nezumi dijo la palabra, Rikiga e Inukashi se miraron entre ellos y apartaron la mirada. Sion estaba inquieto. Nadie le explicaba que era eso de “La Caza”. El hombre permaneció el silencio con la mirada perdida en el espacio.

“¿Va a haber una Caza dentro de poco?”

“Se llama Limpieza.”

“¿Limpieza? Ah, ya. Así es como llamáis a la caza de humanos. Sacar la basura, ¿no? ¿Cuándo es?”

“No lo sé. No se ha decidido la fecha todavía. Pero seguramente será antes de la Celebración Sagrada.”

La Celebración Sagrada. Algo con lo que Sion estaba familiarizado. Era el día en el que se celebraba el nacimiento de la ciudad. Había fuegos artificiales, y la bandera de la ciudad – un óvalo dorado simbolizando el Moondrop, sobre un fondo blanco – colgaba de todas partes. Los ciudadanos celebraban tener el privilegio de poder vivir en la Ciudad Sagrada y alababan la todopoderosa No. 6. Sion había estado en medio de ese jaleo. Lo recordaba perfectamente. Iba de camino a su casa en Lost Town cuando un hombre le había parado. El hombre le había echado la bronca y le había dicho por qué no estaba ondeando la bandera de la ciudad ni estaba celebrando el Día Sagrado. Y no fue sólo ese hombre. En un espacio de una hora de camino desde la Estación Central a su casa, varias personas le habían parado y le habían preguntado lo mismo – entre ellos una mujer joven, un anciano y una matrona de mediana edad. La matrona, la última que se había acercado a él, hasta le había puesto una bandera en la mano y le había dicho, “Cumple con tu deber de ciudadano. Venga, ondea la bandera.” Sion se acordaba de lo incomodo que había estado entre toda esa gente que ondeaba banderas, mientras cantaban “nuestra todopoderosa Ciudad.” La Celebración Sagrada era ese tipo de día.

Nezumi sonrió torcidamente.

“Así que antes del gran día toca limpieza.”

“La población del Bloque Oeste ha crecido mucho. Hoy en día está llena de gente que no está contenta. Los crímenes están creciendo. Tiene como ejemplo la emboscada a la Oficina de Control de Acceso del otro día. Ya va tocando… hacer limpieza.”

“¿Y cuántos sitios quedan en los que las personas puedan vivir? Si la gente encuentra un sitio mejor para vivir, lo normal es que intente entrar. ¿Eso es un crimen?”

“Permitimos hasta cierto número.”

“¿Hasta cierto número? Hah,” Nezumi se rio, “Quieres decir, que permitís hasta que empieza a ser una amenaza para No. 6.”

“Sí. Si la frustación crece, y la gente que pasa hambre en el Bloque Oeste decide empezar una revuelta, supondría un problema para nosotros. Haciendo esto ayudamos a eliminar la superpoblación. Deberíais considerarlo como algo bueno para vosotros.”

“Vaya, vaya. Que considerado por tu parte.” Nezumi se hundió de hombros exageradamente. Sion le cogió el hombro con fuerza.

“Nezumi, ¿no estarás diciendo que la Caza es-?”

“¿Qué la Caza es qué?”

“No puede es – imposible…” la voz de Sion se fue apagando. Entonces volvió a empezar.” Dímelo. Dime qué va a pasar antes de la Celebración Sagrada.”

“¡Piensa por ti mismo!” Sacudió con rudeza la mano de Sion. La voz de Nezumi era como una bofetada.

“No soy tu profesor particular. Si crees que todo el mundo te va a dar las respuestas que quieres, te equivocas. Usa la cabeza. Imagina.” Nezumi tomó aire y suavizó el tono.

“Aunque, creo que tu imaginación no estaría a la altura de la realidad.” Se sacudió las manos y se levantó.

“Me voy a casa,” murmuró el hombre, y se levantó con dificultad. “Me voy a casa. Dejad que me vaya.”

“Fura-san, muchas gracias por todo.” Había dicho aquellas palabras de gratitud antes de darse cuenta. Sus pensamientos eran un lío y estaba consternado después de escuchar la conversación entre aquel hombre y Nezumi. Pero, aun así, estaba agradecido por lo que Fura les había proporcionado. Un hombre que vivía en la ciudad había cometido un acto de traición contra la ciudad. Sion podía entender la presión bajo la que estaba Fura en ese momento.

“Sé que es raro darte las gracias después de lo que te hemos hecho, pero estoy agradecido. De verdad, muchas gracias.”

El hombre se paró delante de la puerta y se giró.

“¿Y tú?”

“¿Eh?”

“¿No vas a volver?”

Incapaz de entender aquella pregunta que le había pillado por sorpresa, Sion fijó la vista en los labios hinchados del hombre.”

“¿Te refieres a No. 6?”

“Sí. ¿No has considerado volver a la ciudad?”

“No.”

“Vas a quedarte aquí.”

“Sí.”

“¿Por qué? ¿No echas de menos la Ciudad Sagrada? ¿No quieres volver?”

“Echo de menos a algunas personas. Hay gente a la que me gustaría volver a ver. Pero no tengo intención de volver.”

“¿Por qué?”

“Porque no es un sitio al que deba volver. Y porque me he dado cuenta de eso, supongo.”

El hombre puso la mano en el pomo y abrió la puerta.

“Eres… un idiota.”

“¿Lo soy? No lo creo.”

“Eres un idiota.”

El hombre salió de la habitación. Rikiga salió detrás de él. La puerta se cerró y la llama bailó por la brisa. Los tres que quedaron en la habitación observaron el diagrama que había dejado el hombre.

“Acabo de acordarme de algo.” Inukashi se sentó en la cama. “Un cuento muy antiguo que mi madre solía contarme. Uno sobre el viento del norte y el sol. ¿Lo conoces?”

“Sí,” contestó Sion. “Está en uno de los libros de Nezumi. Era un libro infantil. Es ese en el que el viento y el sol compiten para ver quien consigue hacer que un viajero se quite el abrigo antes, ¿no?”

“Sí, ese. No importa cuando sopla el viento, el hombre sólo coge el abrigo con más fuerza para que no se vuele. Pero en cuanto el sol se pone a brillar, se lo quita porque tiene calor.”

“Inukashi, ¿a dónde quieres llegar?” Nezumi frunció el ceño disgustado.

“Me recuerda a vosotros dos. Que mal, Nezumi. Sion ha conseguido hacer que se quite el abrigo.”

“Di lo que quieras,” dijo Nezumi con desdén. “Sion.”

“¿Qué?”

“¿Crees que podemos confiar en este plano?”

“Sí.”

“Eres muy inocente.”

“¿Crees que se ha quedado aquí más tiempo para darnos una información falsa?”

“¿Y si lo ha hecho? A lo mejor piensas que has conseguido hacer que se quite el abrigo, pero lo que llevaba debajo del abrigo era una armadura.”

“No tenía ninguna razón para mentir. Sabe que le hubiésemos dejado irse aunque no nos hubiese dicho nada. Pero se ha tomado la molestia de darnos esta información confidencial.”

“Quizá nos ha tendido una trampa.”

“¿Eso crees? ¿De verdad lo crees?”

“Sólo digo que el riesgo y la posibilidad existe. Pero saberlo nos vale de nada. Lo que nos ha dado es la mejor información que tenemos. No podemos comprobar si es verdad o no.”

“Así que estás diciendo que no tenemos más remedio que confiar en ella.”

“Por desgracia.”

Inukashi se tiró en la cama y empezó a reírse. “Míralo, intentando hacerse el duro. ¡Por desgracia dice! Sion, tienes que saber que aquí el gran Nezumi está impresionado porque ese hombre nos haya dado información confidencial con tanta facilidad. No había pensado que fueses a hacerlo tan bien. Ahora te ve de otra forma – lo que pasa es que no lo demuestra. Cabezota,” Inukashi suspiró, burlándose. “Si está impresionado, debería admitirlo.”

“¡Inukashi!” dijo Nezumi cabreado.

“No te cabrees conmigo. Es lo que hay.” Inukashi se pudo serio y miró a Sion y a Nezumi mientras se tumbaba boca abajo.

“¿Qué vas a hacer ahora, Nezumi? ¿Vas en serio con eso de usar la Caza para meterte en el Correccional?”

“Sí. Y, por suerte para nosotros, parece que hay una Caza programada para dentro de poco.”

“Por suerte, ¿eh?” repitió Inukashi. “Para que lo sepas, me quedo fuera de este asunto. No quiero tener nada que ver con algo tan peligroso, y no tengo ninguna obligación de mezclarme en esto.”

“Es tu oportunidad para brillar,” dijo Nezumi. “Tengo un trabajo para ti fuera del Correccional. Ya lo ha dicho el borracho: estamos juntos en esto hasta el final. No puedes coger las dos monedas de oro y largarte. Lo sabes, ¿verdad, Inukashi? Mejor que ninguno.”

Inukashi frunció los labios y puso mala cara. Nezumi pasó una mano por el holograma y llamó a Sion.

“Sion.”

“¿Hm?”

“Memoriza todo el plano. No vamos a poder meter micro robots en el Correccional. Da igual lo pequeña que sea, destruyen cualquier máquina que no tenga un chip de identificación. Un paso en falso, y lo más seguro es que el que lleve el robot vuele con él. Y no tenemos tiempo para sacar un  mapa y comprobarlo cada vez que nos perdamos.”

“¿Lo quieres todo?”

“Todo. Memorízalo a la perfección. Quiero la localización de cada sensor, la distribución del sistema de seguridad y la localización de cada cubo de basura memorizado, sin ningún fallo. La más mínima incongruencia puede costarnos la vida.”

“Entendido.”

Nezumi le tiró el micro robot a Sion.

“No tenemos mucho tiempo. Memorizarlo todo – eso son tus deberes.”

“Los más difíciles que he tenido hasta ahora.”

“¿Cómo va tu nivel de confianza?”

“Bien.”

Huh. Nezumi parpadeó y bufó. Parecía que no se había esperado la respuesta tan definitiva de Sion.

“Tendría que haber sabido que serías bueno usando la cabeza, ¿eh?”

“No es una cuestión de ser bueno o no. No importa si puedo o no puedo – es algo que tengo que hacer.”

De ello dependían vidas. La de Safu, la de Nezumi, la suya; la de Inukashi y la de Rikiga también.

Apretó la mano en torno al robot blanco. Aunque lo apretase con la fuerza suficiente para aplastarlo, aquella máquina no chillaba como Hamlet o Cravat, ni emanaba calidez. Estaba quieta y fría. Nezumi relajó su expresión. Se rio.

“Parece que al menos has aprendido a comprender la situación.”

“Me has entrenado tú.”

Nezumi frunció los labios.

“-no te separes mucho de mí,” murmuró.

“¿Eh?”

“No falta mucho para la Caza. No te separes mucho se mí. Vayas a donde vayas, que sea donde puedas verme. Si nos separamos durante la Caza, lo más probable es que no nos volvamos a ver. Nuestras oportunidades de sobrevivir caerían en picado, por decirlo de alguna forma.”

“Entendido,” dijo Sion con gravedad.

“Creo que las posibilidades ya son bastante bajas sin perderle de vista,” se rio Inukashi. La cama crujía y hacía un ruido que sacaba de quicio. “Cuando capturan a la gente durante la Caza, los echan en el Correccional, la mayoría o muere o se vuelven locos. Sería un milagro que salieseis vivos de ahí. Tanto como que el sol se partiese en dos.”

“Puedes realizar milagros mucho más fácilmente de lo que crees, Inukashi. ¿No te lo ha dicho tu madre?” Nezumi se echó la capa de superfibra por los hombros, y se dirigió hacia la puerta. Inukashi le llamó.

“Nezumi, hay más.”

“¿Más? ¿Más qué?”

“Mi madre no dijo nada sobre milagros, pero me dijo esto después de contarme la historia del viento y el sol. ‘Ni el sol ni el viento pueden quitarnos nuestros secretos. Puede que no estés cubierto de pelo, pero no te rindas ante el viento o ante el sol’. Y entonces me lamió entero.”

“Que madre más admirable.”

“Es la mejor.” Inukashi saltó de la cama y se dirigió hacia Nezumi. “Mi madre me ha criado. Me acuerdo de la sensación de su pelo, de su olor y de lo que me dijo. Me acuerdo, y por eso-”

“¿Qué?”

“Por eso voy a sobrevivir. Voy a seguir viviendo aquí con mis perros. Aunque muráis o no salgáis del Correccional, voy a seguir viviendo. Voy a vivir y a hablarles de mi madre a todos los perros.”

“Una promesa muy bonita. Seguro que a tu madre, que en paz descanse, le ha gustado mucho.” Nezumi le acarició la mejilla a Inukashi.

“Buenas noches, hijo. Que Dios te bendiga con dulces sueños y te de fuerza para mañana,” dijo con suavidad, con la voz de una mujer. Antes de que Inukashi pudiese abrir la boca, Nezumi ya había salido por la puerta. Inukashi habló a la oscuridad.

“Tú mírame – voy a sobrevivir yo solo.”

“Todos vamos a sobrevivir,” dijo Sion en voz baja. La muerte no entraba en sus planes. Actuarían, pensarían y lucharían para vivir. Para sobrevivir – juntos.

“Ah, se me ha olvidado decir una cosa.” La voz suave de Nezumi resonó en la oscuridad. “Inukashi, si quieres un beso de buenas noches, te sugiero que se lo pidas a Sion. Estoy seguro de que te daría un beso de los buenos.”

“¡Nezumi!” gritó Sion indignado.

La risa de Nezumi se perdió en la distancia. Se hizo una con el sonido del viento y se perdió en la oscuridad.





11 comentarios:

  1. yo,yo,yo quiero beso de buenas noche de Sion! (>o<)/
    wahhhhhh que bueno, lo disfruté *¬*
    ahora falta la escena del baile, baile baile baile!!! *O* kya~

    ResponderEliminar
  2. Subarashi!! me encanta leer esta novela gracias por traducir me fascina en absoluto!!

    ResponderEliminar
  3. Hola Joey!!! Mira lo que encontré! tal vez te interese =)

    http://browse.minitokyo.net/gallery?tid=50761&index=3

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Perfecto para las fotos de los post en Lanove. ¡Muchas gracias!

      Eliminar
  4. Gracias por otro capitulo ^w^

    Nee hace falta un botoncito para seguir el blog!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La cosa está en que hay, pero no sé dónde está... xDDD

      Eliminar
    2. Bueno, entonces agrega otro en la sección "Diseño" en las configuraciones *w*


      y...ehmm...tengo una pregunta:
      ¿Por que Inukashi es un chico, siendo que en el manga y el anime es mujer?
      ¿Es asi en la novela?

      Pregunto porque antes de llegar aca, lo leia de otro fansub y ahí Inukashi tambien era mujer >.<

      Eliminar
    3. Pues lo miraré a ver si encuentro el botoncito dichoso xD

      En cuanto a lo Inukashi, en inglés hablan como si fuese un chico, así que de momento lo estoy dejando así.

      Eliminar
  5. "Si te apetece tenerme,entonces puedes tenerme todo lo que quieras”
    YO TE DOY TODA LA INFO QUE QUIERAS!!!!!!!!!!!!!!!!!!
    >////////<
    en serio!!!!! de lo que quieras... ja,ja,ja,ja
    nunca crei que diria eso... no me eh visto el anime
    (creo que es bueno)
    asi que hasta que no me acabe la novela no vere el anime a ver que sale
    muchas gracias por las traducciones, de verdad muchas gracias,
    cada noche alegras mi alma con la novela... pero no quiero llegar
    aun al tomo 5 porque no esta completo... y no quiero
    tener ataques de ansisas XD

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Te recomiendo que antes de ver el anime veas el manga por cierto yo tampoco quiero llegar al 5 por que siento que me quedare pausada D:

      Eliminar
    2. Traquila, que la quinta novela ya está casi terminada xD

      Eliminar