domingo, 6 de noviembre de 2011

No. 6 Vol. 2 Capítulo 3

Uff, por fin he podido terminarlo. Está sin corregir y sin  nada, cuando me lo corrijan lo cambiaré xD



Capítulo 3
Pecado y Santidad

La columna por la que había caído Sion resultó ser un pilar enorme tumbado. Mirándolo con más atención, podía ver que en la base estaban grabadas las figuras de varias mujeres vestidas con unas ropas finas y translucidas. De lo que probablemente había sido un arco, sólo quedaban las bases de metal oxidado, llenas de maleza. La pared había caído por completo y había pedazos de piedra aquí y allá.

Si se hubiese dado con uno de esos en la cabeza – Sion se estremeció.

Era la primera vez que veía el escenario que tenía delante. Claro está, en No. 6 no había edificios en ruinas. Todos los edificios estaban construidos de acuerdo a su propósito, valorando la eficiencia y la funcionalidad por encima de todo lo demás. Restos como estos, que habían estado expuestos a la lluvia y al viento mucho tiempo, eran sinónimos de ilusión y no eran producto de la realidad.

Tomó aire y dejó vagar la mirada a su alrededor otra vez. El viento empezó a soplar en una danza furiosa. Como continuando su viaje hasta un estado aún más deplorable, una parte de la pared crujió y se desmoronó justo delante de Sion.

“Nezumi,” llamó. No estaba pidiendo ayuda. Simplemente había querido decir su nombre. “Estás aquí, ¿verdad? Sal de una vez.”

“Te vas espabilando,” dijo una voz desde arriba. Sion miró en esa dirección y vio a Nezumi sentando en el alfeizar de una ventana a varios metros de altura. No quedaba nada de la ventana, excepto el marco. El vacío rectangular, que estaba bordeado de negro, parecía una boca bostezando en la cara de la pared, abierta como si estuviera a punto de gritar.

Nezumi saltó desde donde estaba sentado a varios metros de altura y aterrizó perfectamente sobre el suelo sucio.

“Te pesan poco los pies,” comentó Sion.

“Me honran sus cumplidos, majestad.”

“Me alegro,” bromeó Sion. “Sin mencionar lo rápido que desapareces cuando hay algún problema.”

Nezumi se encogió de hombros y soltó una risita.

“Has aprendido a ser sarcástico. Ya es algo. Has crecido un poco, ¿eh?”

“Habré conseguido unos diez años de experiencia paseando por ese mercado.”

“Casi te disparan, te ha seducido una mujer, has tropezado con un cadáver y te has peleado con un hombre. Bueno, supongo que para un crío como tú, eso cuenta como unos diez años. Pero-”

“¿Hm?”

“Has mejorado mucho en eso de salir corriendo,” dijo Nezumi con aprobación. “Mucho mejor que tu último intento con el gordo.”

“¿Te refieres a los Despachadores?”

“Sí. El tío tenía pinta de haberla tomado contigo. Sinceramente, pensaba que si entrabas ahí ya no salías.”

“Y has tardado poco en desaparecer.”

“Sólo me meto en los problemas estrictamente necesarios,” Nezumi se rió en silencio. “Pero has hecho un buen trabajo huyendo. Déjame decirte que esos tipos no se rinden fácilmente. Y tú destacas. Yo que tú tendría cuidado.”

“Acepto vuestras humildes palabras con total gratitud, alteza.”

“También has mejorado contestando,” dijo Nezumi riéndose en voz alta esta vez, aunque suavemente. El perro esquelético estaba tumbado en el suelo, moviendo la cola de lado a lado. La miseria del mercado parecía un sueño. Todo estaba en un silencio total, como si las montañas de escombros que había a su alrededor estuviesen absorbiendo todos los ruidos.

“Nezumi, ¿dónde estamos?”

“A ver si lo adivinas.”

“No tengo ni idea – parece que esto era un edificio bastante grande…”

“Es un hotel. Y ante había un hospital ahí enfrente. Y al lado había un parque, creo – tampoco sé mucho sobre este sitio.”

Un hotel, un hospital, un parque…

“Así que esto era una ciudad en condiciones.”

“Supongo. Es decir, no sé que aspecto es el que tiene que tener una ciudad en condiciones, pero seguramente no habría cadáveres por todas partes. Por lo menos antes.”

“¿Antes?”

“Antes de que se fundase No. 6.”

Sion no estaba sorprendido. Se lo había esperado. Cerró la mano con fuerza.

“Conozco la historia de cómo se fundó No. 6. Es una de las primeras clases que nos daban.”

“Mm-hmm,” contestó Nezumi con brusquedad.

“Estallaron una serie de guerras a nivel mundial durante el final del último siglo. Antes de que tú y yo hubiésemos nacido. Como resultado de las armas de destrucción masiva y las armas biológicas que se habían usado, la tierra se deterioró y se produjo un gran cambio climático. La mayoría de las tierras, exceptuando unos pocos territorios, perdieron la capacidad  de sostener la vida humana. Hubo muchos muertos. La gente que sobrevivió juró no volver a provocar una guerra, y fundaron seis ciudades utópicas en aquellos territorios que se escaparon de la destrucción. Y No.6 fue una de ellas.”

“Eso es lo que te enseñaron.”

“Sí.”

“¿Y siempre has creído que es la verdad?”

“Es la verdad que nos enseñaron a creer.”

“¿Te acuerdas de lo que dijiste el día que nos conocimos?” (TN: oiiish que se nos pone romanticón!) dijo Nezumi. “Dijiste que no creías que No. 6 fuese perfecta.”

“Lo hice.”

“¿Era mentira?”

“No,” contestó Sion. “Lo pensaba de verdad. Pero antes de conocerte, no me había dado cuenta de que eso lo que sentía de verdad. Te conocí – y entonces lo supe.”

Había conocido a Nezumi y se había dado cuenta. Por fin había escuchado a su propia conciencia crujir mientras se revolvía contra sus cadenas. Siempre se había sentido agobiado. En No. 6 lo tenía todo. Tenía toda la comida que quería, una cama cálida y acceso a hospitales y medicamentos al alcance de su mano. Y la cosa no terminaba ahí – cuando tenía dos años, cuando se le reconoció como una persona superdotada en los exámenes, se le había concedido el privilegio de vivir en Chronos, vecindario en el que a sus habitantes sólo se les daba las cosas de primera calidad.

Antes de haber conocido a Nezumi la noche de su doceavo cumpleaños, Sion había tenido todo lo que había querido, y todo de primera calidad. Pero ese día, mientras miraba por la ventana la tormenta que se había desatado en el exterior, Sion había sentido un impulso destructivo quemando su interior por completo.

Se había sentido totalmente oprimido. Como un animal encerrado en un corral que se estampaba contra la valla por instinto. Sion quería liberarse de la jaula en la que estaba encerrado. En lo más profundo del subconsciente de  Sion había resonado una voz.

Esto es una fachada.
Aquí, te lo dan todo.
Pero aquí no  hay nada.
No puedes seguir viviendo aquí.
Así que escapa.

Rómpelo.
Destrózalo.
¿Destrozar qué?
Todo.
¿Todo?

Cuando la voz de su  interior se había coincidido con las palabras de Nezumi, Sion lo había comprendido al fin: No sé cuál es la verdad. No sé nada.

La mirada de Nezumi se apartó de Sion cuando se dio la vuelta. Sion le cogió del brazo.

“Nezumi, dímelo.”

Dime la verdad. No quiero  una mentira o una excusa al azar. Dime cuál es su auténtica forma – la forma de No. 6, la Ciudad Sagrada.

Apartaron sus dedos con brusquedad.

“No soy tu niñera. Si quieres saberlo, averígualo por ti mismo.”

Lo había vuelto a apartar. No importaba cuantas veces intentase coger a Nezumi, siempre lo apartaba. Lo rechazaba sin piedad. Pero aún así, Sion seguía extendiendo la mano.

El perro estaba pegado a él. Estaba tan flaco que se le marcaban todas las costillas, pero aún así era cálido. Muy cálido. Tenía la calidez de algo que estaba vivo.

“¿Te estás compadeciendo de mí?”

El perro movió la oreja marrón. Por un momento, parecía como si le hubiese sonreído. Entonces lo adelantó y se fue al lado de Nezumi. Nezumi le tocó la cabeza con suavidad y lentitud.

“Así que a los perros los tratas bien, ¿eh?”

“Los perros no se comportan como unos críos.”

“Pero los perros no pueden coser.”

“¿Qué?”

“Los perros no pueden suturar una herida. Me he dado cuenta que el kit para suturas sigue estando intacto en el botiquín. Si vuelves a hacerte una herida, te la coseré.”

“Vaya, gracias,” dijo Nezumi sarcásticamente. “Tu oferta es tan genial, que me da escalofríos. Estuve viendo esa cara en sueños durante un tiempo, ¿sabes?”

“¿Tenía un aspecto tan guay?”

“Estabas sonriendo. Por la expresión que tenías cualquiera diría que te lo estabas pasando genial. Tenía pesadillas cada vez que soñaba con eso.”

“Bueno, era la primera vez que hacía una sutura. Me acuerdo de que estaba muy emocionado. Dime,” dijo Sion con entusiasmo. “¿Te quitaste los puntos tú solo?”

“Claro. Fue más fácil que hacer un plato de sopa.”

“¿Quedó cicatriz?”

“Sí. Pero no te la voy a enseñar.”

Sion frunció los labios.

“No seas así.”

“Ten cuidado por donde pisas,” interrumpió Nezumi en un tono bastante alto. “Las escaleras empiezan ahí. Vamos a subir.”

El sol cada vez estaba más bajo y empezaba a estar muy oscuro. Una gran parte de las escaleras había caído igual que la pared, y lo que quedaba de ellas iba hacia arriba describiendo una curva a la derecha. En esa zona, el techo estaba intacto. Parecía que había estado pintado de blanco y, aunque la mayor parte de la pintura se había desconchado, todavía quedaba algo de blanco aquí y allá. Había un candelabro colgado sobre las escaleras y, para la sorpresa de Sion, estaba relativamente en buen estado.

“Así que este sitio de verdad era un hotel.”

“Aún lo es.”

“¿Eh?”

“Este sitio aún se usa como un hotel.”

“No puede ser.”

Cuando llegaron arriba de las escaleras se encontraron con un espacio vacío enorme. Seguramente había sido el vestíbulo. Las paredes eran cristales que iban del techo al suelo. Los cristales de la mitad superior se habían caído y los restos estaban por el suelo, pero los de la mitad inferior estaban enteros. Unos trozos de tela rasgados y desteñidos colgaban sobre ellos. Enredaderas, que seguramente habían entrado por las ventanas rotas, cubrían las paredes cruzadas formando una red. De esas enredaderas caían hojas que se añadían a la gruesa capa que había ya en el suelo.

Sion había podido descifrar todo eso en la oscuridad gracias a la tenue luz que iluminaba la habitación. Venía de una vela que estaba encendida encima de una mesa de piedra.

“Nezumi, ¿no hueles algo?”

“¿La cera de la vela?”

“No, no es cera. Huele – como un animal…”

Nezumi se rió.

“Has mejorado mucho. Has afinado la nariz. Ahora vamos a intentarlo con la vista. Mira.”

“Ah-”

Una sombra se movió en la oscuridad a la que no llegaba la luz. No era humana. Tenía cuatro patas, dos orejas puntiagudas y estaba gruñendo amenazadoramente.

“Un perro,” susurró.

Era un perro grande, con el pelo marrón oscuro y corto, y con un brillo fiero en los ojos. Su garganta emitía un gruñido bajo. Sion retrocedió un paso.

“No es el único,” añadió Nezumi.

Se podía escuchar diversión en su voz – estaba disfrutando de la reacción de Sion. Siom resistió el impulso de girarse a mirar a Nezumi. No le sobraba la atención para ello.

Junto al perro que iba delante, empezaron a salir de la oscuridad varios perros de todos los tamaños y colores. Estaban lejos de lo que se podía llamar mascotas. Estaban sucios, el brillo en sus ojos, era salvaje y estaban enseñando los dientes.

“¿Este sitio está lleno de perros salvajes?”

“Puede. ¿Qué vas a hacer? ¿Salir corriendo? Si no te decides rápido vas a acabar con la garganta abierta.”

El perro marrón oscuro se acercó a él con precaución. Ya no estaba gruñendo. Sin hacer ruido pero sin dudar, se acercó a él sin bajar la mirada.

Sion lo miró a los ojos, que eran del mismo color del pelo. Detrás del brillo salvaje de sus ojos, había algo amable. Sion podía sentir la presencia de lo que había ahí.

¿Inteligencia?

 Sion se arrodilló. Los trozos de cristal roto crujieron bajo la rodilla cubierta por el pantalón. Nezumi se movió, nervioso. Sion se quedó quieto. Arrodillado en el suelo, miró directamente al perro.

El perro se detuvo. Se quedó quieto delante de él. Abrió la boca, sacó la lengua y le lamió la nariz a Sion. Entonces se acostó donde estaba y bostezó. Lo demás perros empezaron a moverse por su cuenta. Algunos empezaron a jugar entre ellos, otros se tumbaron en el suelo, otros empezaron a olfatear lo que tenían alrededor, pero a ninguno parecía preocuparle la presencia de Sion.

“He pasado la prueba,” Sion sonrió observando a Nezumi. Nezumi chascó la lengua y se dio la vuelta.

“¿No te asustan los perros salvajes o qué?” preguntó Nezumi agriamente.

“Sí. Pero los perros salvajes no saben encender velas.”

Nezumi bufó irritado. “No has visto una vela en tu vida.”

“Acabo de hacerlo. Brillan más de lo que imaginaba. Hey, Nezumi, ¿vive alguien aquí?”

Se escuchó una risa. Hizo eco por las ruinas y se desvaneció en la oscuridad.

“Bienvenido, huésped.”

Era una voz humana, pero no podía ver a quién pertenecía. El eco venía de tantas partes que era imposible decir de dónde venía. Rebotaba y se superponía en muchas capas. El simple hecho de escucharla le mareaba.

“Deja de tocar las narices.” Nezumi se agachó. Cogió un pedazo de escombro y lo lanzó directo a la oscuridad de donde habían salido los perros. Desapareció en ella como si se lo hubiese tragado, pero pudo escuchar el ruido que hizo cuando cayó al suelo.

“Ten cuidado.” El foco de la voz se limitó a un punto en la oscuridad. Era una voz joven. Apareció una luz en aquel espacio negro.

“Menuda forma más agresiva de saludar a alguien, Nezumi. No tienes modales.”

“A ti tampoco es que te sobre, si es a esto a lo que llamas recibir correctamente a un cliente.”

Una figura estaba moviéndose entre los perros, dirigiéndose a ellos, con un candelabro. Incluso con la llama del candelabro, la persona parecía envuelta en sombras.

El pelo que le llegaba a la cintura, los ojos, los pantalones rasgados a la altura de las rodillas y su suéter ancho eran todos negros. Si piel era morena.

¿Era un chico o una chica?

Sion no podía distinguirlo. Las mejillas puntiagudas del extraño y sus ojos redondos le recodaban a los de un ratón. Era muy pequeño y delgado, y le llegaba a Sion a la altura del hombro.

“Él vive aquí,” dijo Nezumi. “No se como se llama, pero le llamamos Inukashi.”

“¿Cómo – prestamista de perros?”

“Exacto,” contestó el extraño. “Prestar perros es mi trabajo. Encantado de conocerte, Sion.” Inukashi sonrió. Pilló a Sion por sorpresa.

“Sabes como me llamo.”

“Me entero rápido de las cosas que pasan por aquí. Mientras tenga a mis perros, conseguir información está chupado. Sé como te llamas y sé que le pegaste una buena patada al tipo de los Despachadores antes de correr hasta aquí. Este chico me lo ha contado todo.”

El perro escuálido empezó a mover la cola desde su posición al lado de Inukashi.

“¿Puedes hablar con los perros?”

“Puedo mantener una conversación con lo que sea, mientras no sea humano. Cuando quieras información, ven a verme.” Inukashi extendió la mano con una sonrisa. Llevaba un grueso anillo de plata. Combinada bien con su piel morena.

“Encantado de conocerte.” Sion también extendió la mano.

Había pasado  un tiempo desde que le había dado la mano a alguien. Hasta ahora, sus experiencias consistían en correr, gritar o rodar. El rostro de Inukashi estaba lleno de afecto, y le recordaba al de un cachorrito.

Sintió un dolor agudo en la palma de la mano.

“¡Agh!”

Sion retiró la mano rápidamente. En la base del dedo índice tenía una herida del tamaño de un alfiler. Había empezado a sangrar. Se deslizó por su palma dejando una línea roja. Creyó que la punta de los dedos se le estaba entumenciendo.

Inukashi echó la cabeza atrás y empezó a reírse.

“¿A qué ha venido eso?” dijo Sion, incrédulo.

“¡Que a qué ha venido dice!” se jactó Inukashi. “¡Qué sorpresa jajaja! Has caído en lo del apretón de manos, y ahora me preguntas que ‘a qué ha venido’. Un clásico.”

Inukashi le enseñó la mano a Sion, y dobló los dedos levemente. Del centro del anillo salió una aguja. Cuando estiró los dedos volvió a esconderse.

“Se ha usado como arma para cometer asesinatos desde hace siglos. Bueno, lo suyo sería mojar la aguja con veneno. Pero no he hecho nada por el estilo, así que puedes estar tranquilo.”

Sion se apretó la base del dedo. Se mojó los labios y abrió la boca para preguntar.

“¿Por qué ibas a hacer eso?”

“Dios,” dijo Inukashi con exageración. “Y ahora me pregunta que por qué lo haría.

La mirada de Inukashi se dirigió a Nezumi, que se quedó en silencio.

“¿No le has enseñado nada al chico de cómo vivir aquí?”

“No es mi responsabilidad.”

“Has sido tú el que lo recogió y lo llevó a casa, ¿no? Si vas a acoger a alguien, tienes que encargarte de él en condiciones. Algún día te será útil.”

“No estoy tan seguro de eso.”

Inukashi volvió a reírse.

“Si no lo hace, cómetelo. ¿O es-?” la mirada de Inukashi fue a parar al pelo de Sion. “Tiene un pelo interesante. ¿Tiene algún complejo o qué?”

Nezumi levantó la comisura de la boca y contestó con brevedad.

“Tantos como los perros que tienes. Demasiados para contarlos.”

“Uh-huh. Así que los rumores son ciertos. Te has agenciado a un chico joven como mascota.” La cara de Inukashi se tornó seria mientras miraba a Sion de pies a cabeza. Era una mirada directa e insolente. El perro flaco se levantó del suelo de repente y ladró una vez. Dos bolas de pelo marrón salieron de la oscuridad. Eran cachorros, seguramente de un mes o dos. Tenían manchas blancas en la nariz y en la cola. El perro flaco se volvió a acostar, con la barriga hacia arriba. Sus tetillas cayeron penosamente. Los cachorros se lanzaron con ganas hacia ellas. Movían la cola de un lado para el otro.

“¡Cachorros!” exclamó Sion. Les acarició la espalda con suavidad para no molestaros mientras comían. “Mira Nezumi. Son muy suaves. ¿Por qué no pruebas a tocarlos tú también?”

“No gracias.”

“Pero mira, son cachorros. Así que eres una madre, ¿eh? Tiene que ser difícil para ti criar estos cachorros.”

Inukashi frunció el ceño y se alejó medio paso de Sion.

“¿Qué le pasa a este chico? ¿Qué está haciendo  manteniendo una conversación seria con un perro? ¿Le falta un tornillo o algo?”

Nezumi señaló su frente.

“Tiene esto un poco vacío. Es natural en él.”

“Natural, ¿eh? ¿Por qué estás cuidando del rarito este?”

“Como ya he dicho, tiene sus cosas. Y, puede que no lo parezca, pero es bueno con las manos. Hasta puede hacer una cirugía simple.”

“No me importa lo que pueda hacer, no querría nada de eso. No va a ser más que un peso muerto.”

“Yo mismo no lo podría haber dicho mejor,” replicó Nezumi. “Y bien, ¿has buscado lo que te pedí?”

“Claro. Un trabajo es un trabajo. Vamos arriba.” Inukashi cogió el candelabro con la otra mano y desapareció en la oscuridad. Había más escaleras. Como las de antes, están también hacían una pequeña curva al dirigirse arriba. Estas no estaban tan hechas polvo como las otras. Se habían apartado los escombros para dejar un espacio suficiente para que pasara una persona.

“Oh-” murmuró Sion sorprendido cuando llegaron arriba de las escaleras.

Delante de ellos había un pasillo estrecho. Había una persona encogida en el borde del pasillo. A su lado había un par de perros. Tenían el pelo largo y blanco, y estaban junto a la persona como si le estuviesen protegiendo. Sion entrecerró los ojos y pudo distinguir a más personas con perros encogidos.

“¿Qué está haciendo esa gente?”

Inukashi le respondió por encima del hombro.

“Son mis clientes.”

“¿Clientes?”

“Este sitio era un hotel y lo sigue siendo. Según los rumores, este sitio era bastante grande, pero ahora sólo es un sitio en que por un poco de dinero puede dormir si no tiene ningún sitio donde pasar la noche. También tenemos camas. Si puedes pagarlas, te las prepraro.”

“¿Y los perros?”

“Los alquilo como una especie de mantas. Por las noches hace mucho frío, pero no se pasa tan mal si duermes con un perro o dos como esos. Por lo menos no te morirás congelado.”

“Así que de ahí viene lo de ‘prestamista de perros’.”

“Los perros también son útiles para otras cosas. Recogen información y protegen y te llevan las cosas. Hacen lo que sea. Seguramente sean más útiles que un inocentón como tú.”

Nezumi se rió.

“Esa es mi frase.”

Al final del pasillo había una puerta de madera. Detrás, había una habitación pequeña con un techo bajo y sin ventanas. Había una mesa circular en el centro. Inukashi dejó el candelabro y extendió un mapa sobre la mesa.”

“Este mapa que consiguió Nezumi es de hace unos veinte años. Aquí está mi hotel, y LK-3000 debería estar por aquí.”

“Latch Building no sale en el mapa,” añadió Nezumi. “Le pedí a Inukashi que lo buscase.”

Pasó un dedo por el mapa. Era un gesto casual, pero lleno de elegancia. Era un movimiento calculado y llevado a cabo a la perfección, totalmente consciente de los ojos que observaban.

“¿Qué?” Nezumi inclinó la cabeza al sentir la mirada de Sion.

“Nada – sólo estaba pensando que a veces te mueves con mucha elegancia.”

“¿Eh?”

“A veces, tus gestos son cautivadores. No puedo evitar quedarme mirando.”

Inukashi los miró, su vista pasando de Sion a Nezumi.

“¿Cómo puedes decirle algo así a la cara?” preguntó sin poder creérselo. “Nezumi, este chico es muy inconsciente. ¿Cómo lo soportas?”

“Me las apaño.”

“Sion, ¿sabes en qué trabaja Nezumi?”

“No.”

Inukashi extendió la mano abierta hacia Sion.

“Si me pagas, puedo decírtelo. Vender información es otra de mis ocupaciones.”

“No tengo dinero.”

“¿Qué? ¿No tienes? Nezumi, ¿te estás encargando de alguien que no tiene nada?” Inukashi entrecerró los ojos. “Así que tiene un pelo raro, tiene muchos pájaros en la cabeza, da la mano sin pensárselo dos veces y no tiene dinero – Nezumi, ¿de dónde lo has sacado?”

“¿De dónde crees?”

“Soy yo el que está preguntando.”

“Si me pagas, puedo decírtelo.”

“No juegues,” dijo Inukashi bruscamente. “Eres tú el que debería pagar.”

Nezumi se sacó una pequeña bolsita de cuero del bolsillo.”

“Ahí tienes.”

El contenido de la bolsita cayó encima del mapa. Era un pequeño ratón gris.

“Es un micro-robot. Tiene sistemas de audio, de reconocimiento de vídeo y de grabación, y usa una micro-batería recargable de energía solar. Cuando lo cargas le dura la batería unas 36 horas. Puede moverse con libertad para recoger información. Te será muy útil para los sitios en los que tus perros no pueden entrar. Me habías dicho que querías uno, ¿no?”

Inukashi asintió sin decir una palabra. Movió la cabeza de arriba a abajo de una forma exagerada, asintiendo igual que lo haría un niño.

“¿Me lo vas a dar de verdad?” preguntó.

“Sí. Si tu información merece la pena.”

Nezumi volvió a guardar al ratón en la bolsita y la cogió ligeramente. Inukashi empezó a hablar más rápido.

“Bien. Iré directo al grano. LAtch Building no existe.”

“¿Es todo lo que tienes?”

“Claro que no. No existe, pero hay algo que se llama así.”

“¿Latch Building?”

“Latch Bill, el nombre de un periódico. Hace mucho tiempo, había una editorial de un periódico llamada así, justo detrás de este hotel. Cayó en bancarrota y la echaron abajo para hacer un parking para el hotel. Pasó antes de que se hiciese este mapa, por eso no existe.”

Entonces Latch Bill 3F significa-”

“Si significa la tercera planta de la editorial, entonces-”

“¿Entonces?”

“No tengo ni idea,” dijo Inukashi abruptamente. “No puedo saber que había en la tercera planta de una editorial que desapareció hace veinte y pico años. Deberías ir al ver al tipo relacionado directamente con ese sitio.”

“¿Hay alguien relacionado con ese sitio?”

“Sí. He localizado al tipo que tiene relación con Latch Bill. Y dicho tipo tiene relaciones interesantes con No. 6. Escucha atentamente-”

Nezumi se inclinó. Sion tragó saliva.

***

No. 6 estaba envuelta en el brillo rojo de la puesta de sol. No había nada más exquisito que la puesta de sol en otoño. El hombre soltó un suspiro de satisfacción.

Que escena más hermosa y más tranquila. Hacia unos pocos días, el Parque Forestal mostraba el contraste entre las hojas que habían empezado a secarse y las que aún estaban verdes, pero ahora la mayoría de los árboles habían perdido las hojas. Era un tipo pacífico de belleza, de la naturaleza que se preparaba para el invierno.

Había reunido ahí lo mejor de la ciencia moderna; tenía la naturaleza bajo su control, y la ciudad utópica definitiva se acercaba a su finalización. La gente tenía suerte de poder nacer, crecer, vivir y envejecer ahí. Eran los elegidos.

No había infelicidad allí. Incluso los huracanes puntuales que pasaban por allí eran un método de riego natural para los terrenos de pasto y de agricultura que iban desde el Bloque Sur hasta el Este.

Todo lo que necesitaba era un poco más. Un poco más, y la tierra de los dioses estaría al fin completa. Una utopía, en la que sólo los elegidos podrían vivir. Sólo necesitaba un poco más.

“Mira que te gusta la vista desde aquí,” dijo una voz detrás de él, con indicios de risa.

“¿Por qué no admites que es fantástica?”

El hombre que se había reído negó con la cabeza, mostrando su desacuerdo. Llevaba una bata blanca de laboratorio.

“Prefiero el micro-universo. El mundo de las bacterias, microbios, neuronas, macrófagos, virus. Cuando llegas a algo como los virus, estás en la escala nanométrica. Sólo puedes verlos a través de un microscopio. Son preciosos, ¿sabes? Son cosas realmente preciosas que no puedes ver a simple vista. Hay un límite a lo que pueden ver los ojos por sí mismos.”

“Ese siempre ha sido tu lema, ¿verdad? Te he oído decirlo desde que te conozco.”

“Mi lema no cambia.”

“Y sigues bebiendo café cargado antes y después de la cena.”

“Ese es otro de mis hábitos que no cambia.”

Los hombres se miraron el uno al otro, y se rieron levemente. Se conocían desde hacía décadas. Sabían perfectamente que parte del otro había cambiado y que parte seguía igual.

“¿Y ahora qué? Creo que ya va siendo hora.” El hombre levantó su taza de café customizada. El café que había en ella seguía humeando y olía como si acabasen de ponerlo, todo gracias al mecanismo de ajuste que tenía la taza. El hombre que llevaba la bata blanca se humedeció el labio inferior. Era un hábito de cuando estaba inmerso en sus pensamientos.

“Estás hablando de recoger más muestras,” dijo.

“Vivas.”

“Sí, ya hemos recogido unos cuantos especímenes muertos. Pero no podemos decir que es suficiente. Queremos unos cuantos más.”

“Si es lo que quieres, puedo conseguírtelos. ¿Cuántos necesitas?”

“Luego te mando una lista diciendo cuántos queremos de cada condición, basados en el sexo, edad e historial de enfermedades.”

“Eso sería genial. ¿Y de los vivos? ¿Quieres que empiece a prepararme para recolectarlos?”

“No, necesito más tiempo.”

“¿Por qué?”

“La información que tenemos sobre las muestras que tenemos aún está incompleta. Aún estamos haciendo análisis y actualizando la base de datos. Quiero acabar con eso primero.”

“Estás tardando más de lo normal. Que raro.”

“Si pudiésemos hacerlo de forma pública, las cosas irían más rápido. Pero haciéndolo así se tarda el doble. Quiero que lo tengas en mente. Además, sólo deberíamos empezar con las muestras vivas una vez que la información de la base de datos de las muertas esté completa. Lo que ha pasado ha sigo algo inesperado – tenemos que investigar por qué ha pasado esto en esta fase. Va a llevar tiempo...”

“Lo sé,” concedió el hombre. “No te estoy metiendo prisa. Asegúrate de que todo vaya bien. Todo esto está conectado a las raíces del futuro de No. 6. Sí – y es la última pieza.”

“La última pieza para hacer que esta ciudad sea una Ciudad Sagrada en todos los sentidos, hmm.” El hombre de la bata blanca se rio. “A la salud del Gran Líder.” Levantó levemente su taza de café.

“Y a la salud del Gran Cerebro detrás de todo.” El hombre también levantó su taza. Hubo un momento de silencio. El hombre de la bata blanca habló, bajando la voz.

“¿Pero de verdad se puede hacer?”

“¿El qué?”

“Coger muestras vivas. He escuchado que cierto Ratón[1] está con él.”

El hombre dejó la taza de café, y se limpió  la boca con los dedos.

“Sólo es una rata, no debería ser un obstáculo.”          

“Si pudieses capturarlo vivo a él también – estoy interesado en él.”

“¿Quieres diseccionarlo?”

“Una autopsia, hmm. No estaría mal. Me gustaría investigar cada rincón de su cuerpo. Pero antes de eso – necesitamos más muestras.”

El hombre de la bata blanca se levantó de repente y empezó a andar silenciosamente sobre la gruesa  moqueta. Andaba con impaciencia, dando pasos grandes y con las manos a la espalda. Había sido un mal hábito suyo desde su juventud. Siguiendo los movimientos del hombre de la bata blanca con la mirada, el hombre se apoyó por completo en el respaldo del sillón.

“Sí, ese es el problema principal,” continuó el hombre de la bata blanca. “El número total de muestras es muy escaso. Necesitamos más, Fennec.” Fennec era el mote que se le había dado al hombre cuando era joven. Un zorro del desierto. Tenía el cuerpo más pequeño y las orejas más grandes de toda su raza. Sus orejas, que podían llegar a unos quince centímetros de largo, no sólo eran útiles para soltar el calor corporal de forma efectiva, si no que también tenían la habilidad de poder escuchar hasta a una lagartija caminando sobre la arena. También había oído que a pesar de su aspecto adorable, tenía una personalidad bastante agresiva.

No era un mote que le gustase demasiado. No lo había usado, ni le habían llamado por él desde hacía mucho tiempo. Casi lo había olvidado. Pero no sentía la misma repulsión hacia él que en su juventud. Ahora le tenía una especie de afecto.

Fennec. El zorro del desierto. No estaba mal.

“Tampoco tenemos suficientes muestras vivas. Por lo menos quiero otras dos, no, tres. Pero eso puede ser difícil...”

El hombre de la bata blanca siguió hablando para sí mismo, andando cada vez más rápido. Estaba ignorando por completo todo lo que tenía a su alrededor. Probablemente ni siquiera se había dado cuenta de que había llamado Fennec al hombre. Había sido así desde que era joven. Su investigación, sus experimentos, su especulación, su satisfacción. Todo era sobre él. Nunca había mostrado interés en nada que no fuese para sí mismo. No mostraba atracción hacia el poder, el dinero o las mujeres. No necesitaba la fe, la moral o la filosofía en su vida. Un cerebro excepcional y un alma vacía...

-Todavía más razón de por qué es útil.

El hombre siguió observando andar al hombre de la bata blanca, y sonrió.

-Un alma no te serviría de nada. Si lo hiciese, sólo sería para que me jurases lealtad.

El hombre de la bata blanca dejó de andar.

“Fennec, vamos a crear otra muestra viva. Quiero  una mujer esta vez. Puede que sea difícil. Sí, en esta fase va a ser muy difícil... pero es por eso por lo que deberíamos prepararnos con tiempo.”

“Hagámoslo.”

“Aunque el riesgo de fallar es muy alto-”

“Los fallos y los sacrificios son necesarios para poder progresar. No te preocupes, podremos superarlos para poder tener la última pieza en nuestras manos.”

“Supongo que tienes razón,” accedió el hombre de la bata blanca.

“Entonces vamos a cenar, ¿de acuerdo? Probablemente esto no te interese, pero lo tengo todo preparado y el plato principal es cordero. También tengo un vino genial para acompañarlo.”

“¿Y el café para después de cenar?”

“Por supuesto. Pero, por favor, quítate esa bata blanca mientras cenamos.”

El hombre clapped levemente la bata en el hombro. Entonces miró de reojo al escenario fuera de la ventana. Detrás de los gruesos e impecables paneles de cristal, las estrellas empezaban a brillar.

“Ya hemos llegado.”

Nezumi se detuvo. Estaban delante de un edificio de tres plantas. Por lo menos parecía más un edificio que las ruinas del hotel pero, como también se estaba derrumbando, no se diferenciaban en mucho.

La entrada arqueada y las paredes de ladrillo rojo probablemente habían sido pomposas hacía tiempo, pero ahora estaban llenas de enredaderas, derrumbadas en algunas partes, e irradiando un aura de dilapidación. Nezumi movió la cara hacia arriba.

“Hay alguien en casa.”

Había luz en la ventana del centro de la tercera planta. A juzgar por lo que brillaba, era de una lámpara eléctrica. Eso quería decir que en aquel edificio tenía suministro eléctrico.”

Empujaron la puerta de madera y entraron. No había señales de gente ni en la primera ni en la segunda planta. La escaleras, también de madera, crujían a cada paso que daban.

Si lo que había dicho Inukashi era verdad, en ese edificio vivía un antiguo reportero del Latch Bill.

Subieron a la tercera planta. Salía luz al pasillo, cubierto por una gruesa capa de polvo, por una rendija de la puerta. Gracias a la luz podían verse unas cuantas botellas de cristal vacías. Era fácil decir qué habían contenido aquellas botellas. Sion ni siquiera tuvo que levantar una para comprobarlo, el olor a alcohol en el aire era muy evidente. En un rincón oscuro del pasillo habían unas cuantas pilas de papeles y bastantes latas vacías tiradas por el suelo. Aunque era muy vieja, la puerta de la que salía la luz era la única que no estaba rota o sucia. Sion levantó la mano para llamar, pero Nezumi le detuvo.

“¿Qué pasa?”

“Nada, es que – el aire es raro.”

“¿El aire? ¿Qué quieres-?”

Antes de que Sion pudiese terminar la frase es escuchó un grito que provenía de la habitación. Pertenecía a un hombre. Se escuchó el sonido de un mueble cayendo. Una voz aguda gritando cabreada. Podía escuchar el sonido del cristal rompiéndose.

“Parece serio. ¿Y ahora qué, Sion?”

“¿Qué quieres decir con que ahora que?”

“Parece que están ocupados. ¿Deberíamos irnos y volver otro día?”

“Ni de coña.”

“Lo que pensaba.”

Se escuchó otro ruido. La voz de un hombre gritando, pidiendo ayuda. Sion intentó entrar corriendo en la habitación, pero Nezumi se lo impidió y abrió la puerta.

La habitación estaba bien iluminada por una gran lámpara. Era la luz más brillante que había visto Sion desde que había llegao al Bloque Oeste. La luz iluminaba por completo todos los rincones de lla habitación. Cerca de la ventana había un gran escritorio, y contra la pared había un sofá que no impresionaba mucho. El suelo también estaba cubierto por papeles y libros, apilados sin ningún tipo de orden. Pero eso eran cosas de las que se había dado cuenta más tarde, cuando había echado un vistazo a la habitación. Lo que Sion vio inmediatamente por encima del hombro de Nezumi eran dos personas enredadas entre sí. Eran un hombre y una mujer. El hombre llevaba puestos los pantalones, pero no llevaba camisa. La mujer iba toda de negro. Su pelo, cortado a la altura de los hombros, también era negro. Estaba sentada a horcajadas encima del hombre. El borde de su minifalda se había subido hasta revelar su muslo. Tenía un cuerpo bien dotado, con curvas. Tenía una cara redondeada, una nariz redondeada y unos ojos redondeados. Su expresión era tensa.

La mujer levantó la mano derecha.

“¡Ayuda!” gritó el hombre. Sion se dio cuenta de que la mujer tenía un cuchillo en la mano. Nezumi chascó la lengua brevemente.

“¡Tú, pedazo de inútil!” gritó la mujer. Nezumi se movió a la vez. Sin hacer ni un solo ruido y en un instante, estaba cogiendo a la mujer por la muñeca. Sin decir ni una palabra, la dobló.

El cuchillo cayó al suelo. Sion lo recogió a toda prisa. Vio una funda roja y pequeña de cuchillo por el rabillo del ojo. La cogió por acto reflejo y enfundó el cuchillo. Se sintió aliviado.

“¿Qué cojones estás haciendo?” pegó un chillido la mujer. Se había caído sobre su trasero al haberla arrastrado Nezumi.

“No creo que debiese estar jugando con un juguete así, señorita. Es peligroso,” dijo Nezumi con suavidad.

“Déjame en paz. Esto no tiene nada que ver contigo. Este mujeriego es un cerdo y un cabrón y merece morir.”

La mujer se deshizo en lágrimas en el suelo. Sosteniendo aún el cuchillo, Sion observó su espalda encogida. No sabía que hacer. En su manual no había nada que le dijese como tratar ese tipo de situaciones. Nezumi se arrodilló y  le acarició la espalda, que temblaba cada vez que sollozaba. Bajó su voz hasta que fue un leve murmullo.

“No llores. No -  deberías llorar. Llora hasta que no puedas más. Te sentirás mejor. Venga, llora-”

Era como una nana. Su susurro era profundo y tranquilizador, y caló en el corazón de Sion al igual que el sonido de la lluvia lo hacía en la habitación subterránea. Podía ver como la agitación de la  mujer desaparecía con la amabilidad y la tranquilidad que la envolvía. Pero no había amabilidad o tranquilidad en la mirada de Nezumi. Después de echar un vistazo rápido a la habitación, su mirada se detuvo en el hombre de mediana edad que estaba tirado en el suelo medio desnudo intentando recuperar la respiración. Entonces sus ojos se posaron en Sion, que estaba paralizado. Sion dio un paso adelante.

“Um - ¿eres Rikiga-san? ¿El que trabajaba en el periódico Latch Bill?”

El hombre se levantó con torpeza y empezó a meter los brazos por las mangas de una camisa que estaba tirada en el sofá. Aunque no estaba lo que se dice gordo, tenía mollas por los hombros y la cintura. Tenía una cicatriz diagonal bajo el hombro derecho.

“Uh - ¿nos hemos equivocado de persona?” preguntó Sion con incertidumbre. “Hemos venido hasta aquí hoy porque nos habían dicho que íbamos a poder hablar con Rikiga-san aquí-”

“No os habéis equivocado.”

Era la mujer la que había contestado. Tenía la cara llena de lágrimas, sudor y mocos, pero ya no estaba llorando.

“Ese cerdo se llama así. Hace mucho tiempo era periodista, pero ahora no es más que un indeseable que se dedica a hacer revistas porno para poder pagarse la bebida.”

“Y quién es la que se ha puesto histérica cuando el cerdo este la ha dejado, ¿eh?” replicó el hombre al que habían llamado Rikiga.

“¿De qué estás hablando?” soltó la mujer. “¡Tú eras el que decía que quería casarse!”

“Y te estoy diciendo que han surgido unas cosas, y que ya no me puedo casar contigo.”

“¿Qué cosas?”

“Bueno – eh  - verás…”

“Si vas a intentar engañarme, por lo menos piensa en una mentira creíble. No soy alguien con el que puedas jugar.”

Cabreada por sus propias palabras, la ira de la mujer amenazaba con volver a desbordarse. Se lanzó a Sion de repente, respirando rápidamente.

“¡Devuélveme el cuchillo!”

“No – no puedo hacer eso-” se resistió Sion. “Para, por favor. Es peligroso.”

“He dicho que me devuelvas el puto cuchillo. Qué ‘cosas’, ¿eh? Vamos a oír tu excusa. No puedo creer que estés intentando engañarme así. Voy a matarte.”

“Para, ten cuidado-”

Nezumi se levantó. Con un paso, se puso al lado de Rikiga y le puso una mano en el hombro.

“Papá, ¿ella va a ser nuestra nueva madre a partir de ahora?”

“¿Papá?”

Nezumi asintió con una sonrisa llena de afecto.

“Sí. Somos sus hijos.”

“¿Tienes – tienes hijos? Nunca me  habías dicho nada al respecto.”

La voz de la mujer se había tornado ronca. Rikiga parpadeó.

“Papá y mamá se separaron  hace mucho tiempo,” explicó Nezumi. “Pero mamá murió el mes pasado, así que volvimos a vivir con papá. Ya habíamos oído que papá estaba enamorado de alguien. Pero dijo que renunciaría a casarse otra vez para que los tres pudiésemos volver a ser una familia. ¿Verdad, Sion-niisan?”

“¿Eh?”

“Hemos venido hasta aquí buscando a papá, ¿verdad?”

“¿Qué? Oh - sí. Somos sus hijos. Encantados de conocerla.”

Rikiga se aclaró la garganta un par de veces.

“-Eso es lo que pasa. Son mis hijos. Ahora tengo que encargarme de ellos… Criarlos yo solo. La vida se va a complicar bastante. No podía hacerte pasar por eso cariño.Te quiero, te quiero mucho. Pero estos chicos necesitan a su padre… no podía hacerte cargar con la responsabilidad de ser su madre. No me ha quedado otra opción más que pedirte dejarlo.”

“Así que eso es lo que ha pasado…”

“Bueno – sí.”

La mujer se pasó una mano por el pelo y suspiró. “Así que eso es lo que hay.”

“Es lo que hay.”

La mujer se volvió a pasar la mano por el pelo, recogió su abrigo y su bolso, que estaban tirados por el suelo. Miró a Sion e inclinó la cara levemente.

“Tienes un pelo raro. ¿Es una peluca?”

“Oh, um – han pasado unas cosas y…”

“¿Más cosas? De tal palo tal astilla, seguro que adoráis vuestras ‘cosas’. Bueno, de acuerdo. Si eso es lo que pasa, romperé contigo. Como si quisiese a un viejo con críos de todas formas.”

La mujer sacudió la mano enérgicamente.

“Adiós. Fue divertido mientras duró.”

La puerta se cerró. Sion soltó el cuchillo y éste cayó al suelo. Tenía las manos sudadas por los nervios.

Rikiga levantó la silla, la puso de pie en el suelo y empezó a recoger los trozos de cristal del suelo. Probablemente habría contenido alguna bebida, ya que su contenido había manchado la moqueta y apestaba tanto a alcohol que estaba poniendo malo a Sion.

“Por Dios, se ha quedado a gusto,” rezongó Rikiga. “Fue divertido mientras duró, ¿eh? Intentando quedar bien, geez.”

Rikiga miró a Nezumi y a Sion alternativamente, y sonrió.

“Me habéis salvado el cuello. Dejadme que os lo agradezca.”

Tenía unos hombros anchos y fuertes, y era considerablemente alto. Tenía el puente de la nariz alto, lo que quedaba bien con el bigote que llevaba. Su cara no era ni fea ni apuesta. Era una cara que estaba llena de energía y optimismo y a la vez estaba cansada por las dificultades; era una cara con una gran fuerza de voluntad, resistente y astuta.

“Aunque tu actuación podría haber sido mejor. Especialmente para una estrella como tú, Eve.”

Nezumi recogió el cuchillo del suelo y sonrió levemente.

“¿Me conoces?”

“Soy fan tuyo. Fui a ver tu obra la semana pasada.”

“Me alegro de oírlo, pero no estuve en ninguna de las obras de la semana pasada.”

“¿En serio? Bueno, no importa, queríamos hacer una sección especial contigo en nuestra revista. Le pedimos a tu manager una entrevista contigo, pero rechazó la oferta.”

“No me extraña siendo este tipo de revista.” Nezumi pasaba las páginas casualmente. La portada era una foto de una mujer desnuda. Estaba un poco borrosa. Las otras páginas eran por el estilo. Mujeres desnudas, hombres medio desnudos. La lascivia y la provocación desbordaban las endebles páginas de la revista.

 “Es lo que le gusta a los jóvenes,” dijo Rikiga. “Les enseña de todo, desde los metodos anticonceptivos hasta escoger a una mujer.”

“deberías hacer una sección de cómo dejar a una mujer el próximo número, viejo.”

Nezumi tiró la revista a un lado. Rikiga levantó las manos en un gesto exagerado.

“Ouch Eve, eso ha sido un poco duro. Pensaba que ibas a ser más tranquilito.”

“Y que hace nada estaba en el suelo con una mujer aguantándolo hace un minuto.”

“Estaba borracho, ¿vale? Y se me tiró encima de repente – pero nunca se me habría pasado por la cabeza que tenía un cuchillo. Las mujeres dan miedo.”

Sion dio medio paso adelante.

“Eve... ¿es tu nombre de verdad, Nezumi?”

“Ni se coña. Sólo para el trabajo.”

“El trabajo... así que eres un actor.”

“Nada tan pro como eso. Puede que un par de pasos por arriba de este tipo así.”

“Pero – oh,” murmuró Sion dándose cuenta. “Así que por eso es por lo que te mueves y hablas con tanta gracia.”

Una foco brilla en el escenario, iluminando a un único actor que sale de la oscuridad. Cautivando los ojos, oídos y alma de todos los que le observan, su voz se oye – a veces con un aire elegante; a veces con un temblor dolorido como el viento que sopla bajo en el suelo.

Nezumi bufó.

“¿Qué te estás imaginando, Sion? Estamos hablando de un teatro, aquí, en el Bloque Oeste. La gente a la que le sobra algo de dinero va a ver las funciones para olvidarse de sus problemas un rato. No tenemos cortinas bordadas, disfraces pomposos ni decorados. Más que otra cosa, son canciones o bailes improvisados. Eso es todo.”

“Pero aún así hace que la gente se olvide de sus problemas, ¿verdad?”

“¿Eh?”

Sion estaba mirando a Nezumi sin pestañear. En esas últimas horas, había experimentado casi tanto como en toda su – no – quizás más de lo que había visto y oído en toda su vida. Por supuesto, sólo era un atisbo. Pero había atisbado lo duro y brutal que era vivir un día, una hora e incluso un momento en aquel mundo. Si esa gente, en su breve momento de descanso, elegía ir a ese sitio por su propia voluntad, y ahí era donde estaba Nezumi, entonces el pensaba que era genial. No les llenaba el estómago ni les calmaba la sed. Pero la gente quería ese escenario rudimentario y las historias que se contaba en él, e, inmersos en ellos, se olvidaban de su melancolía. Aplaudían, lloraban, sonreían y armaban escándalo. No se podía decir cuando la muerte vendría a por ellos. En ese momento, podían seguir viviendo y disfrutando de la vida. Podían vivir y disfrutar más de la vida por ello.”

“Creo que es increíble, Nezumi.”

Nezumi suspiró, se controló enseguida e hizo una mueca.

“Déjalo ya. No es tan genial como te lo estás imaginando. Probablemente nunca has visto un escenario.”

“Tienes razón – En No. 6  a los estudiantes no se nos permitía ver obras de teatro.”

“Me lo imaginaba. Especialmente a los estudiantes de primera clase como tú, Sr. Elite. Todo lo que veías o leías estaba muy limitado – aunque seguro que ni te dabas cuenta de que te lo estaban arrebatando.”

“¿No. 6?”

Rikiga se quedó a mitad de llevarse un cigarro a la boca. “Espera un momento. ¿Estás diciendo que el chico este de la peluca es de No. 6? Tienes que estar de coña.”

“No es una broma, viejo. Y no lleva una peluca.”

“Entonces, ¿es algún tipo nuevo de sombrero o algo? ¿Es lo que se  lleva hoy en día?”

“No, es mi pelo,” contestó Sion. “Han pasado unas cuantas – um… erm… cosas.”

“¿Oh?” dijo Rikiga. “No hay nada que me guste más que las ‘cosas’. Si te han echado de No. 6 tienes que tener ‘cosas’ como el que más. Quiero escuchar tu historia. Y la razón detrás de ese pelo.”

Nezumi se sentó en el escritorio con las piernas colgando.

“¿Huele, viejo?”

“¿Qué?”

“Has movido la nariz. ¿Te has olido una exclusiva interesante o qué?”

Rikiga se llevó una mano a la nariz. Nezumi continuó riéndose levemente.

“Es lo mismo que cuando un perro salvaje huele comida. La has movido, y entonces se te han ensanchado las fosas nasales.”

Rikiga frunció el ceño. La expresión de disgusto se le podía ver claramente en la cara.

“Ya lo he dicho antes, Eve. Creo que tenía una idea equivocada sobre ti. Creía que serías más amable y refinado. Nunca habría imaginado que eras un crío tan maleducado. Sinceramente, estoy decepcionado.”

“¿Pero no eras fan mío?”

“A partir de ahora puedes dejar de considerarme como tal. Por Dios, no sé que disfrutas tanto en burlarte de un adulto así.”

“Karan,” dijo Nezumi en voz baja. Rikiga se quedó congelado. “¿Conoces a una mujer llamada así?”

El cuerpo de Rikiga, empezando a mostrar los signos del peso que había ganado, empezó a tambalearse. Se le contrajo la garganta al tragar.

“¿Conocéis a Karan….? ¿Sois amigos suyos?”

“Es mi madre.”

Rikiga pareció no entender las palabras de Sion. Tomó una gran bocanada de aire.

“¿Madre?”

“Soy – oh, me llamo Sion. Soy el hijo de Karan.”

“El hijo de Karan, ¿eh…? ¿Quién es tu padre?”

“No podría decírtelo.”

“¿No podrías-? ¿No sabes quién es? ¿Está muerto?”

“No – mi madre me contó que se separaron al poco de nacer yo. Siempre hemos sido nosotros dos. Nunca he visto a mi padre.”

Nezumi siguió riéndose.

“¿Me estás diciendo que hay una posibilidad de que sea tu hijo?”

“No – eso es imposible. Un momento, ¿cómo has dicho que te llamabas?”

“Sion.”

“Sion - aster[2], ¿eh? A Karan le gustaba mucho esa flor. Uh – Sion, espera un momento. Voy a traerte algo de beber – ah, una sin alcohol, por supuesto… ¿qué quieres? Tengo de todo. Ah sí – vamos a ir a otro sitio para hablar más cómodos.”

Rikiga golpeó la pared que había detrás del sofá, y apretó la mano derecha contra ella. La pared se deslizó lateralmente sin hacer ruido.

“Wow,” silbó Nezumi. “¿Lector de huellas dactilares? Tienes unos cuantos aparatos decentes en este sitio. Supongo que no es tan cutre como parece.”

Detrás de la pared apareció  una habitación muy extravagante. El suelo estaba cubierto por una lujosa moqueta, había un sofá y unos sillones de cuero y una mesa. Había un fuego encendido en la chimenea de la pared.

“Por aquí. Te pondré un café. ¿Tienes  hambre? Tengo un pastel excelente.”

Sion se había olvidado de que estaba muerto de  hambre. Le dolía el estómago vacío.

“¿Qué tipo de pastel?” dijo Nezumi. “Prefiero carne.”

“Tú puedes callarte,” dijo Rikiga, moviendo la mano con irritación en dirección a Nezumi.

“Eres horrible, tratándonos con tanta diferencia.”

Rikiga le ignoró y desapareció en la habitación contigua. No tardó en llegarles el aroma del café.

“Café y pastel, ¿eh? No me lo creo.” Sion no había probado esas cosas desde que había escapado de No. 6. Nezumi dejó pasear la mirada por la habitación.

“Tienes razón. Son artículos de lujo. Y viendo lo que hay en esta habitación… parece que la información de Inukashi era perfecta.”

“Si ese es el caso…” dijo Sion, pensativo. “No, no puede ser…”

“¿El qué no puede ser?”

“Mi madre me dijo una vez que mi padre era un mujeriego y que le faltaba un paso para ser alcohólico, un hombre sin reme-”

“¿Un inútil?”

“Sí. Un inútil sin remedio… pero dijo que era muy amable, sincero y honrado.”

“¿Qué se supone que significaba eso? ¿Tu mami seguía sintiendo algo por él?”

“No lo sé… pero concuerda con él, ¿verdad?”

Nezumi echó un vistazo a la puerta de la otra habitación, e hizo una mueca.

“No sé nada sobre la parte de amable, sincero y honrado, pero la parte mujeriego y de ser medio alcohólico no se la quita nadie. Ahora que lo dices, supongo que os parecéis en los ojos. Bueno, aquí no se hacen pruebas de ADN, así que no podemos saberlo – Sion, no tienes buen aspecto.”

“Ah, no… será porque tengo hambre…”

“No te preocupes. La mera idea que pueda ser mi padre también me pone enfermo a mí. Probablemente hasta de daría fiebre.”

“¿Tienes fiebre? ¿Estás bien?” Rikiga puso una bandeja en la mesa. En ella, había café, pastel y un vaso de whisky. A Sion se le hizo la boca agua.

“A Karan también le gustaba el pastel,” dijo Rikiga reflexivamente. “También le gustaba el pan y las tartas.”

“Aún le gustan,” replicó Sion. “Ahora se gana la vida haciendo pan.”

“Haciendo pan, eh… mmhm. Ya veo.”

A Sion se le ocurrió una idea.

“¿Te acuerdas de la tarta de cerezas?”

“¿Tarta de cerezas? No estoy seguro… ¿Qué, quieres tarta de cerezas?”

“No, es que… mi madre me contó que el día que el día que nací, mi padre volvió a casa con tres cajas y en cada una había una tarta de cerezas entera. Y que los dos se las comieron juntos.”

Rikiga levantó el vaso de líquido ámbar y entrecerró los ojos.

“Eso es… uno de los buenos recuerdos de Karan, ¿eh? Por desgracia, no tengo ningún recuerdo de eso. Nunca he comprado tarta de cerezas ni la he comido con Karan. Ni siquiera he sido ciudadano de No. 6.  Sion, no soy tu padre.”

Nezumi se tragó el pastel que tenía en la boca y le dio un golpecito a Sion con el codo.

“Lo ha dicho él. Que alivio, ¿eh Sion?”

“¿Qué quieres decir con eso, Eve?”

“Exactamente lo que he dicho.”

Sion sacó la nota de Karan.

Sbr LK-3000 Latch Bl. 3p. No es seguro. -k

“Nos hemos basado en esta nota para llegar hasta aquí.”

Rikiga miró con atención el mensaje de Karan. Sion habló.

“Poco después de que… escapase de No. 6, mi madre me mandó esto. Debió pensar que aún estabas aquí. Me pregunto cómo-”

‘Conociste a mi madre’ era lo que Sion tenía pensado decir después, pero las palabras se le quedaron en la garganta. Una lágrima había caído de los ojos de Rikiga.

“Karan… no se ha olvidado de mí… se acuerda de mí… su escritura no ha cambiado… es tal y como la recuerdo…”

La cabeza agachada y los hombros encogidos estaban temblando levemente. Nezumi volvió a darle con el codo a Sion.

“Egh, mira eso. Es uno de los que lloran cuando beben. A su edad – que vergüenza.”

“Cállate. ¿Qué tiene de malo soltar unas lagrimillas? Tú siempre estás llorando y gritando encima del escenario.”

“Es una actuación. ¿Estás diciendo que lo tuyo también es una actuación, viejo?”

Rikiga fulminó con la mirada llorosa a Nezumi, y se levantó con pesadez. Sacó una carpeta de atrás de una estantería robusta. Sacó una foto de ella y se la puso delante a Sion.

“Somos Karan y yo.”

Una imagen de su madre, joven, preciosa y llevando un vestido de una pieza sin mangas, le sonreía. A su lado, estaba Rikiga, mucho más delgado y mejor proporcionado que ahora, hasta con un toque de juventud en sus rasgos.

“Es de hace décadas, no mucho después de que Karan y yo nos conociéramos. Karan era estudiante, estaba interesada en las columnas que escribía y vino a verme. Mi oficina estaba en la tercera planta del edificio de la compañía, y cuando volvía de hacer una entrevista la encontré allí sentada. Ese día llovía y tronaba, pero aún así había ido hasta allí para verme…”

Rikiga sorbió los mocos. Sion y Nezumi se miraron entre ellos. Nezumi soltó un suspiro largo y exagerado.

“Eras un periodista, ¿no, viejo? ¿No puedes resumirlo un poco mejor? Básicamente estás diciendo que la mami de Sion y tú os conocisteis en la tercera planta del edificio del Latch Bill, ¿no?”

“Sí. Nos llevábamos genial… Me gustaba pasar tiempo con Karan. Creo que era amor. En aquellos días, No. 6 no era un sitio tan cerrado como lo es ahora. La gente podía ir y venir con bastante libertad. Acababa de empezar mi carrera como periodista, y una de las cosas que estaba investigando era No. 6.”

“¿Investigando? Así que sospechabas de la ciudad, ¿eh? Tenías una nariz decente en aquellos tiempos. Una pena que ahora sea inútil.”

Rikiga volvió a fulminar a Nezumi con la mirada, y su cara se contrajo en una mueca.

“Eve, no estaba bromeando cuando he dicho que era fan tuyo. La primera vez que fui a verte, estabas en el centro del escenario recitando un poema. Arthur Rimbaud, creo que era… Me cautivaron tu apariencia y tu voz.”

Nezumi se lamió los restos de pastel  de los dedos, y cruzó las piernas.

“¡Tanto lloré! Las Albas son siempre melancólicas,
Toda luna es atroz y todo sol amargo:
El acre amor me hinchó de torpezas alcohólicas.
¡Oh, que mi quilla estalle! ¡Y yo siga de largo![3]

-Sion, ¿saber lo qué es?”

“Una estrofa de ‘Le Bateau Ivre’, si no me equivoco.”

Nezumi se rió. “Acelerando en eso de aprender, ¿eh? Puedo regalarte un poco más de fan service si quieres, viejo. ¿Qué te parece?”

“No, gracias. Pero déjame decirte que estuviste genial en el escenario. Casi no puedo creerme que fuese la misma persona insolente que tengo ahora delante. Así que hazme un favor y cállate.”

“No te cabrees,” dijo Nezumi arrastrando las palabras. Descruzó las piernas y su expresión se tornó seria. La expresión abandonó su voz. Era monótona y pesada. Era una voz completamente diferente a la de hacía unos instantes.

“En el comienzo, se fundaron seis ciudades, incluida No 6, como ciudades modelo para el futuro. Eran modelos creados para que la humanidad pudiese vivir cómodamente en una tierra que había sido reducida a escombros, plagada con un clima anormal a causa del dióxido de carbono derivado del consumo masivo de combustibles fósiles durante la guerra. Eso era lo que era, al principio. El plan era que cada ciudad tomaría parte en la investigación  de cosas como energía segura que se pudiese producir en masa para sustituir los combustibles fósiles y la energía nuclear, y una tecnología científica que llegase desde la escala nanométrica a una cósmica, de forma apropiada a cada una de las ciudades. Esto era con la esperanza de que algún día, todo el mundo estaría libre de cualquier amenaza en la vida – ya fuese guerra, catástrofe o plaga – y este primer paso hacia una vida libre de amenazas, la piedra angular de la esperanza, era No. 6. En todos los aspectos, esos eran los objetivos al principio. No era así, ¿viejo?”

Rikiga se terminó el contenido del vaso de un trago. Tosió levemente.

“Así que los clásicos no es lo único que te sabes de memoria, Eve. Tu manager me dijo que no sabía tu nombre real, tu edad o donde habías nacido. Dijo que eras un vagabundo que había aparecido de la nada. Pero no me lo creo – no eres un viajero que entretiene. ¿Cuál es tu verdadera identidad?”

“Métete en mis asuntos después. Así que cuando se hizo esta foto aún se veía a No. 6 como una esperanza para la humanidad, ¿eh? Pero tenías dudas. Tenías que tener un buen olfato para darte cuenta de que algo olía mal ahí.”

“Cuando me hice periodista, No 6 ya estaba en proceso de cambio,” dijo Rikiga. “Las organizaciones de investigación estaban reuniendo todo tipo de personas con habilidades, y sus departamentos se desarrollaron mucho; pero, por otra parte, compartir información y hablar libremente se restringía cada vez más. Pensaba, ¿de verdad se va a convertir esto en una ciudad utópica? Tenía mis dudas. Tú y tu bocaza tenéis razón. En ese entonces, tenía una nariz que olía lo que no podía ver. Mientras investigaba, las barreras cada vez tenían más seguridad y era más difícil pasarlas desde el exterior. En poco tiempo ni siquiera podías entrar o salir de la ciudad sin un permiso. Pasó en un abrir y cerrar de ojos. Como era periodista, se aseguraron de que no volvía a poner el pie allí. Acabaron con la libertad de prensa sin ningún problema. Claro está, eso significaba que no podía volver a ver a Karan. Para serte sincero, eso me dolió más que no poder seguir siendo periodista.

Y una década más tarde… tienes lo que estás viendo ahora. Los alrededores de No. 6 se convirtieron en sitios cuyo único propósito era abastecer a la ciudad central. Tierras para cultivar, pastos para el ganado, recreación de bosques – y esto es su vertedero. Destituciones, peleas, enfermedades, violencia – toda la basura que No. 6 expulsa acaba aquí. Probablemente no sepas esto, pero antes esta era una ciudad pequeña pero mucho más decente de lo que es ahora. Al menos no era un sitio clasificado con la etiqueta impersonal de Bloque Oeste. Pero han convertido este sitio en  un vertedero. ¿Qué es la esperanza de la que hablan? La Ciudad Sagrada – están desgraciando ese nombre. Es más un demonio que suelta toxinas por donde va.”

“Entonces, supongo que las ciudades y las personas se parecen,” remarcó Nezumi. “Se olvidan enseguida de las ambiciones que tenían y se corrompen a más no poder.”

Nezumi se acabó el café y le miró al hombre que había terminado de hablar hacía unos segundos.

“¿Qué se supone que significa eso? ¿Estás diciendo que me he corrompido?”

“¿Puedes decir que no?”

Sion dejó vagar los ojos por el perfil de Nezumi. Sentía que Nezumi estaba provocando a Rikiga. Rikiga respondió a la provocación. No – quizás había caído en una elaborada trampa.

“Me estás criticando porque me he hecho un borracho, ¿eh? Como he caído hasta hace revistas con fotos de desnudos, bebiendo tanto alcohol que podría bañarme en él y, encima de todo eso, casi asesinado por una mujer.”

“Hablas como un amargado, viejo. Pero usar palabras bonitas no te va a ayudar a sobrevivir aquí.”

“Eso lo sabe todo el mundo.”

“Pero me pica la curiosidad esta habitación tan bien amueblada. Una habitación cálida y buena comida. No son cosas fáciles de conseguir. No creo que ganes tanto haciendo revistas porno. Lo que significa – que tienes algún trapicheo por ahí. ¿Tengo razón?”

Nezumi sonrió. Era una sonrisa arrogante, pero elegante, como una llevando a cabo un juicio divino.

“He escuchado que altos cargos de No. 6 vienen aquí de vez en cuando a escondidas.”

Rikiga movió la boca como si estuviese masticando.

“Viejo, he oído que acatas sus órdenes y les traes las mujeres que quieren, actuando como intermediario. Supongo que los contactos de tus días de periodista son útiles. Y la cantidad de dinero que te pagan esos hombres es la que paga este estilo de vida con tantos lujos. Te bajas los pantalones para los hombres que son el núcleo de la ciudad que acabas de llamar demonio, y te aprovechas de las cosas buenas a base de aprovecharte de mujeres a las que no les queda otra que vender su cuerpo para evitar morir de frío o de hambre. ¿No llamas corrupción a eso?”

La cara de Rikiga se quedó totalmente inexpresiva. No tenía ni luces ni sombras, y parecía extrañamente plana. Las llamas de la chimenea le alumbraban el lado derecho de la cara.

“¿…Dónde has oído eso?”

“De un perro.”

“¿Perro?”

“Un perro me ha contado que os escuchó hablando a ti y a un hombre bajo unas escaleras. Después de eso, el hombre se subió en su coche y entró por las puertas especiales de la Oficina de Control de Acceso, y entró en No. 6 sin ningún problema. El número de personas que puede ir libremente del Bloque Oeste a No. 6 está muy limitado. Sólo los altos cargos que tienen una tarjeta de identificación especial pueden. Cualquier otra persona no pasaría de la puerta.”

Sion tragó saliva. Tenía la sensación de que estaba viendo una obra. No podía leer nada en la cara del hombre, que estaba iluminada por las llamas. De repente torció la boca.

“Entonces, ¿qué te parece unirte?”

“¿Unirme?”

“No. 6 es un sitio aburrido. No puedes tener un estilo de vida desordenado. Los mendigos y las putas no existen. Todo el mundo en lánguido. Así que vienen aquí a extender las alas un poco. Vienen y se ríen de las mujeres que les venden su cuerpo por la cantidad de dinero que sea. Los hombres se reafirman en que son una clase especial privilegiada, y se regocijan de ello. Después de ese ratito de diversión, vuelven a casa y a su vida aburrida. Ese tipo de gente es el que vuelve.”

“Así que el negocio está creciendo, ¿eh? Bien por ti.”

“Por suerte, sí. Pero cada vez piden más. Cada vez me dan unas órdenes diferentes. Primero quieren una chica de piel oscura, luego una joven con un tatuaje en la espalda. A veces estresa mucho.”

Sion tenía la cabeza inclinada. Le dolía escuchar  hablar a Rikiga. No. 6 era una ciudad hermosa en la superficie. Ahora dudaba a la hora de llamarla hermosa pero, no obstante, era ordenada. Su naturaleza y sus edificios estaban equilibrados, ninguno superaba al otro, y toda la gente era amable y educada. Detrás de todo eso estaba la verdad que estaba escuchando ahora. Sus ojos se encontraron con los de Karan en la foto.

Mamá, el sitio en el que vivíamos, en el que  sigues viviendo no es más que un monstruo llevando una máscara. Mamá…

“¿Y me estás invitando a unirme a la búsqueda de mujeres?”

Era la voz seca y crispada de Nezumi. Rikiga se rió. Era un sonido vulgar e insultante de escuchar.

“Jamás. Sería desperdiciar algo de lo que se podría  hacer mejor uso. La verdad es que lo he estado pensando desde la primera vez que te vi sobre el escenario. Podrías conseguir todo el dinero que quisieras. Debería ser facilísimo para ti engañar a esos hombres con palabras dulces para que te diesen todo el dinero que les pidieses. ¿Qué te parece? Se gana mucho más que en ese teatrillo.”

“¿Me estás diciendo que haga clientes? ¿Te ha podrido el cerebro el alcohol, viejo?”

Rikiga adoptó un aire despectivo. “No intentes parecer genial conmigo. Sólo Dios sabe de dónde vienes y dónde has estado –  de todas formas, un actor ambulante como tú seguramente tiene experiencia en estas cosas. No sirve de nada hacerte el inocente-”

“¡Cállate!”

Era Sion el que había gritado. Le tiró la taza de café a Rikiga. Saltó la mesa, le cogió por la camisa, que estaba empapada, y dejó caer todo el peso. Rikiga soltó un pequeño grito mientras caía al suelo.

“¡Es suficiente!” gritó Sion cabreado. “¿¡Cómo te atreves a decir algo tan degradante!? Pídele perdón - ¡Pídele perdón!”

Sion se sentó encima de Rikiga y lo sacudió con violencia. La parte de atrás de la cabeza de Rikiga chocó varias veces contra el suelo. Sosteniéndolo aún por la camisa, Sion apretó las manos alrededor del cuello de Rikiga.

“No puedo – respirar-” boqueó Rikiga. “Sion, por favor – de verdad que no puedo – le pediré perdón… así que para-”

“¡Cállate! Eres un cerdo – eres despreciable-”

Un par de manos se deslizó por sus antebrazos y lo arrastraron hacia atrás.

“Sion, es suficiente. Como sigas lo vas a dejar inconsciente.”

Rikiga se encogió y tosió.

“Menuda sorpresa,” murmuró Nezumi, sujetando aún a Sion por detrás. Parecía muy sorprendido. “Nunca hubiese imaginado que recurrirías a la violencia. Supongo que hasta pierdes los estribos de vez en cuando. Lo suficiente para atacar así a la gente.”

“…la primera vez en mi vida…” dijo Sion, sin aliento.

“Lo sé. El corazón te va a mil por hora.”

Sion se volvió y apartó las manos de Nezumi con impaciencia.

“¿Por qué no estás cabreado?”

“¿Cabreado? Si dejase que esas bromas me afectasen cada vez que me las dicen, estaría cabreado 24/7. Estoy acostumbrado. No es para tanto.”

“¡Idiota!”

“¿Idiota? Sion, ¿por qué te cabrea tanto?”

“Eres un idiota. Lo que te estaba diciendo no era una broma. No digas que estás acostumbrado. No digas-”

Le ardían los ojos. Soltó una lágrima antes de poder cerrar los ojos con fuerza.

“Sion – venga, no llores. ¿Por qué…? – No puedo creer que estés llorando,” dijo Nezumi con exasperación.

“Te ha… insultado.”

“¿Eh?”

“Te ha insultado. Ha dicho cosas horribles – te ha puesto en el mismo saco que los oficiales de No. 6. Pero dices que no es para tanto. Ni siquiera te ha cabreado… y eso hace que me sienta aún mas impotente y que me cabreé tanto – tanto… que no sé que hacer…”

Nezumi abrió la boca para decir algo y la volvió a cerrar. Estiró del mantel y le ofreció la punta a Sion.

“Es lo único que tengo, pero te puedes limpiar la cara con esto.”

“Bien.”

“Sion, al que han insultado es a mí, no a ti. No llores por los demás. No te pelees por los demás. Llora y pelea sólo por ti.”

“No entiendo lo que estás diciendo.”

“Me lo imaginaba -  a veces es que como si hablásemos idiomas completamente diferentes. Mira, te gotean mocos de la nariz. Suénate, venga.”

“Mm-hmm.”

“Siempre me resulta imposible entenderte. Aunque pasásemos juntos toda la vida, seguramente seguiría sin entenderte. Estás justo delante de mí, pero al mismo tiempo es como si estuvieses muy lejos. Probablemente sea por eso que-”

Rikiga se puso de pie al lado de Sion.

“Lo siento por interrumpir vuestro momento, pero me gustaría que supieseis que ese mantel es de seda. Me ha costado mucho conseguirlo, así que apreciaría que no te limpiases los mocos en él.”

Miró a Sion a la cara.

“Cuando te enfadas tienes la misma cara que Karan. Me ha parecido que era la propia Karan la que me echaba la bronca. Aunque ella nunca me ha gritado tan fuerte.”

Entonces se volvió hacia Nezumi e inclinó la cabeza en señal de disculpa.

“Lo siento. Me he pasado. Me merecía los golpes. Parece que mi ética también se ha podrido.”

“No se  han podrido, sólo se han dado  un bañito el alcohol, es todo.”

Nezumi le dio un pequeño empujón a Sion.

“Creo que hemos acabado por hoy. Vamos a casa.”

“Vale. Pero primero tengo que recoger esto.”

Nezumi se rió.

“Mira que eres un chico educado, ¿eh?”

“Búrlate de mí todo lo que quieras, pero voy a recoger esto.”

Sion se inclinó para recoger la taza de café. Nezumi también se puso a recoger los papeles que había por el suelo. Se quedó congelado. Dejó hasta de respirar.

“Nezumi, ¿qué pasa?”

“Esto-”

A Nezumi le temblaban las manos mientras sostenía la foto. Seguramente se había caído de una de las carpetas. Rikiga entrecerró los ojos.

“¿Qué pasa? Oh, eso.”

Había varios hombres y una mujer en la foto, y Karan estaba en el centro.

“Es una foto de la última vez que entré en No. 6. Es  una foto de Karan y sus amigos.”

“Este  hombre…”

Nezumi señaló al hombre alto que estaba al lado de Karan.

“Ese hombre, ¿eh?” dijo Rikiga distraídamente. “¿Cómo se llamaba? Creo que dijo que trabajaba en una institución de investigación biológica – parece un tipo listo, ¿verdad? Aunque no me acuerdo de mucho sobre él. No destacaba mucho. Eve, ¿lo conoces?”

“Sí.”

“¿De qué le conoces?”

Nezumi tomó aire y contestó en voz baja.

“Es mi padrino.”   






[1]    Nezumi significa ratón.
[2] Aster: Tipo de planta. Significa estrella.
[3] Rimbaud, Arthur. "Le Bateau ivre"

7 comentarios:

  1. OMG! ;__; estaba que esperaba el capítulo
    Me encantó C: muchas gracias por traducirlo

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  2. Muchas gracias~ me encanto el capitulo.
    LOL Nezumi se puso sentimental~
    Propongo castigar a Rikiga-san solo por interrumpir ese momento ¬.¬
    Espero el proximo capitulo con ansias ^^

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  3. Una persona anónima me paso el dato que aquí estaban traduciendo la novela, estoy extremadamente feliz.

    Te estoy muy agradecida por seguir este gran proyecto.

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  4. Mil gracias por el esfuerzo de traducir la novela!! Me encanta esta historia :)

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  5. Gracias por las traducciones >.< y siento no haberme pasado antes :3 ¡gracias!

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  6. Miles de millones de gracias!!!!!!!!!!!!!!!!!, continúen por favor!!!!!!

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  7. Buena traducción, ciertamente había leído este capitulo antes en un PDF de otra pagina, pero honestamente la traducción que haces en ciertas palabras es mas agradable.

    Muchas gracias por el capitulo, prometo seguir leyendo.
    Buen Trabajo!
    Créeme somos muchas las personas que te agradecemos.

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