lunes, 26 de noviembre de 2012

No. 6 Vol 6 Capítulo 3

Después de una semana cosiendo como una loca para terminar un cosplay... ¡más No. 6!

Con esto pasamos de la mitad de la sexta novela~

¡Disfrutad!




Capítulo 3
Esa es la razón


Cuando la gente construyó las oficinas públicas
¿no fue la razón
El poder eliminar peligros
Y crear un mundo brillante y pacífico?
Pero los ciudadanos sufren dificultades, y los oficiales nadan en riquezas
En la vasta tierra, ni uno solo
De los ciudadanos puede expresar su aflicción
Así que sacan sus pinceles, y la confían a una canción.

-Canción del folklore chino.


Safu gritó.

¿Está soy yo?
¿Por qué, por qué, por qué…?

“Safu, ¿estás despierta? Buenos días. ¿Qué tal estás? Ah, veo que tus sentidos cognitivos an vuelto a la normalidad. Espléndido.”

¿Esta soy yo?
No, esta no soy yo.
Esta no soy yo.

“¿De qué estás hablando? Mira. Eres preciosa. No sólo eso – sí, pronto tendrás belleza y poder en tus manos. Una vida inmortal. Brillante, ¡verdad?”

No. No.
Ayúdame.
Devuélveme.
Devuélveme a quien era.

“Safu. No puedes alterarte tanto. Duele, ¿verdad? Sí, cuando te alteras duele. Dolor de cabeza. Así que, cálmate. Tranquilízate. Cálmate y piensa en el estado que deberías estar. Sí… buena chica. Te ayudaré. Sí, cálmate…”

Sion…
¿Dónde está Sion?

“Olvídate de él. Has renacido. Olvida todo lo anterior. Todo. La gente, los nombres y los recuerdos son inútiles para ti, Safu.”

No quiero olvidar.
No puedo olvidar.
No… voy a olvidar.

“¿Sabes, Safu? Mañana hay un festival. La celebración del nacimiento de esta ciudad. Una celebración.  Se llama ‘La Celebración Sagrada’. Estoy seguro de que la conoces. Después de todo, eras una ciudadana.”

Sion
Sion, ¿dónde estás?

“Los festivales son una estupidez. Todos arman un escándalo sin sentido y ni siquiera saben que están celebrando. Idiotas, ¿verdad? Aunque sería problemático que no lo fuese. Ja ja ja… Los auténticos Santos estamos aquí. Tú y yo. ¿Deberíamos brindar, Safu? ¿Quieres vino?”

No voy a olvidar.
No voy a olvidarte.
Nunca podría olvidarte.

“Safu, ¿por qué estás expresando tristeza? Tengo un regalo espléndido preparado para ti, ¿sabes? Pronto. Voy a convertirte en una existencia que todos adoren.”

Voy a seguir recordándote.
Porque este es mi corazón.
No… voy a olvidar.

“Que problemático. Pensaba que no ibas a ser tan obstinada. Estoy un poco decepcionado, Safu. Muy bien, pues. Pronto verás hasta donde llega mi magnanimidad. Entonces te inclinarás ante mí y me mostrarás tu gratitud. Lo ves, ¿Safu? Oh, sí, ya no vamos a necesitar ese nombre. Vamos a deshacernos de él. Después de todo, te espera un futuro nuevo. ¿Ves? ¿No te emocionas de pensarlo?”

No voy a deshacerme de mi alma.
No voy a perder mis recuerdos.
No me van a robar mis sentimientos.
Sion,
¿dónde…?

“Ven. Ven aquí.

Sion, ¿dónde estás?


Sion terminó de hablar. Había revivido, con todo el detalle posible, los últimos años empezando por la noche del huracán en la que había conocido a Nezumi, hasta el día de hoy. Daba igual lo que hablase, sabía que nunca sería suficiente para contar su historia. No tenía confianza en poder contar con precisión todo lo que le había causado esa confusión. Pero aun así habló. Dejando al descubierto la raíz de incontables emociones que habían empezado a brotar en su alma, empezó a contar con calma y objetividad sus experiencias, lo que había visto y oído, el escenario que se abría ante sus ojos y los sonidos que le habían llegado a los oídos. Era lo que había intentado.

Pero aun así su voz tembló al final. No había podido evitar que la suplica se colase en su tono de voz.

Soy débil. Muy débil. Ni siquiera puedo reprimir mis emociones.

Apretó los puños.

Lo sabes, Sion. Lo sabes desde hace mucho. Te has visto forzado a enfrentarte a la realidad de lo débil que eres, una y otra vez, antes de venir aquí. ¿De qué te sirve asustarte de tu debilidad e ignorancia ahora? Puedes avergonzarte, pero no puedes asustare. Si dudas, no serás capaz de volver a moverte. Has llegado hasta aquí. No puedes volver. No eres tan débil.

Sion tomó aire, y continuó hablando.

“Quiero ayudar a Safu. Haré cualquier cosa para sacarla de ahí. Para eso es para lo que he venido. Nezumi me ha traído aquí. No me imagino dónde estamos o si puedo infiltrarme en el Correccional desde aquí. Pero tengo que conseguirlo cueste lo que cueste. De eso estoy seguro. Y… soy el que ha metido a Nezumi en esto. Nezumi se ha arriesgado por mí… eso también es verdad.”

El anciano permaneció en silencio. El silencio les envolvía. Un silencio pesado pesaba sobre ellos, y a Sion le daba la impresión de que podía escuchar el crujido de sus huesos.

Junto a él, Nezumi se agachó. Recogió la camisa que se había deslizado por la mano de Sion, sin éste darse cuenta y se la dio.

“Gracias.”

Heh.

Nezumi se rio.

“Sus modales no le abandonan ni en una situación como esta, ¿eh, joven amo? Quizá debería añadir ‘crío ignorante que se sobrevalora demasiado’ al nombre.”

“¿Yo? ¿Sobrevalorarme?”

“Sí. No he venido aquí por usted. No se crea tanto, joven amo.”

Antes de que Sion pudiese responderle, Nezumi se giró. Su perfil inexpresivo rechazó las palabras y la mirada de Sion.

“Rou.” El anciano no contestó. Permaneció inmóvil, con los ojos cerrados. Parecía que estuviese meditando o rezando para sí mismo.

“Rou, no hay ninguna mentira en lo que ha contado Sion. Todo es verdad. Han muerto personas en No. 6 a causa de las avispas parásito. Sion se salvó. Pero la mayoría de gente no va a tener tanta suerte. Morirán-” Nezumi se calló, y miró a Sion.  La duda de la sombra pasó por su mirada, aunque muy brevemente.

“¿Rou? ¿Me estás escuchando?”

El anciano asintió levemente. “Lo hago. Tu voz se proyecta muy bien y llega a los oídos del receptor con mucha claridad.”

“¿Ha llegado a tu corazón?”

“Por supuesto.”

“Entonces, quiero que me contestes. Quiero que me lo digas.”

“¿El destino de No.6?”

“No, eso no necesito preguntárselo a nadie para saberlo. Sé que es lo que le va a pasar: destrucción y extinción. Seré yo el que apriete el gatillo.”

“Entonces… ¿cuál es tu pregunta?”

“Lo qué son las avispas parásito en realidad.”

Sion gritó. Miró el perfil de Nezumi con los ojos abiertos como platos y pasó su mirada al anciano.

“¿Me estás pidiendo que divulgue la verdad acerca de las avispas parásito?” dijo el anciano.

“Sí.”

“¿Por qué… me lo preguntas a mí?”

“Porque tú lo sabes,” respondió Nezumi. “Tengo la sensación de que lo sabes. He estado pensándolo todo este tiempo; quizás… sepas la mayoría de las cosas que quiero saber.” Nezumi exhaló. Los ángulos tensos de su perfil cedieron, y la duda ensombreció su rostro aún más.

“Lo sabes porque eras un ciudadano de No.6…. no, uno de sus creadores. ¿Me equivoco?”

Aquella vez ningún sonido abandonó los labios de Sion. Se quedó en su garganta.

¿Creador? ¿Aquel anciano?

“¿Me equivoco, Rou?”

El anciano no contestó. Nezumi alzó su rostro hacia el techo. No había más que una piscina de oscuridad. Pero Nezumi parpadeó con rapidez, como si estuviese mirando algo muy brillante. Entonces con un inusual movimiento lánguido, levantó el brazo.

“Esto.” Tenía sujeto un trozo de papel entre los dedos. Se lo dio al anciano. Era una foto, una muy antigua impresa en papel.

“El viejo borracho la tenía. Tu madre también sale,” le dijo a Sion. “Me he tomado la libertad de cogerla prestada de sus archivos.”

“Oh, eso…” era una de las fotos que se habían mezclado con los contenidos de varias carpetas. Se habían esparcido por el suelo cuando ambos habían visitado a Rikiga siguiendo las direcciones de la nota de Karan. En la foto salían su madre y sus amigos, varias décadas más jóvenes. Recordaba que Rikiga, un antiguo periodista, había dicho que había hecho la foto la última vez que había entrado en No.6.

En aquellos días, No, 6 no había estado cerrada a cal y canto. No había ninguna ley que prohibiese la entrada o salida sin un permiso, y la situación no era la de ahora, que prohibía la entrada de cualquiera que no tuviese un permiso fuesen cuales fuesen las circunstancias. Tampoco habían estado terminadas las puertas de aleación especial. Rikiga había dicho que en aquella época se podía entrar y salir de No. 6 con relativa facilidad.

“La mujer joven que está en el centro es la madre de Sion. Se llama Karan.”

“Karan.”

“La conoces, ¿verdad? Sales en la foto con ella. ¿O la has olvidado?”

“¿Con ella? ¿Con mi madre?” Sion estaba sorprendido. Estaba seguro de que tenía la boca abierta. No podía evitar mirar al anciano del pelo blanco. Sabía lo insolente que era aquella mirada, pero no podía apartarla.

¿Conoce a mi  madre?  Y pensar que un hombre que se había instalado en aquellas cuevas subterráneas y que llamaban “anciano” estaba conectado con Karan. Era algo increíble.

Increíble, ¿cómo…? Durante un instante la sorpresa le golpeó tan fuerte que tuvo una sensación de hormigueo en su cerebro

Los límites de su mundo se habían roto desde que había conocido a Nezumi. El mundo en el que había vivido hasta aquel momento se había desmoronado. Todo estaba lleno de sorpresas. Cosas en las que había creído, y de las que nunca había dudado, habían dado un giro de ciento ochenta grados y habían mostrado un lado completamente diferente. Había experimentado ese sentimiento muchas, muchas veces.

Asombro, sorpresa, silencio, perplejidad y dolor. Había experimentado muchas emociones y sensaciones. Pero también se había visto obligado a asumir lo ignorante que había sido antes de conocer a Nezumi, como había vivido sin saber nada y sin intentar saberlo.

Por eso dolía. Dolía lo suficiente como para hacerle gritar de dolor. Pero aun así – había jurado no dudar en sorprenderse y quedarse perplejo.

Sion, a su manera, esperaba ver la verdad sobre sí mismo y sobre el mundo en el que vivía. También había decidido verlo hasta el final. No dudaba a la hora de sorprenderse o de confundirse; al contrario, cada vez que eso pasaba sentía como quitaba otra capa y aparecía una nueva cara del mundo ante sus ojos. Hasta había terminado por venerar la experiencia.

Pero aquella vez, se había quedado atónito sin más. Fijó la mirada en el anciano con la boca abierta. Los dedos de Nezumi tocaron sus labios. ¿Por qué siempre tenía los dedos tan fríos? Un sentimiento muy distante a la sorpresa o a la perplejidad pasó por la mente de Sion. Nezumi chascó la lengua con suavidad.

“Cierra la boca. Tienes una cara de idiota increíble ahora mismo.”

“No puede ser…” susurró Sion. “Es increíble… Nezumi, ¿qué está pasando? ¿Qué pinta mi madre aquí? Este hombre y mi madre se conocen… ¿qué significa eso?”

“¿Y cómo quieres que lo sepa?” replicó Nezumi. “Estoy preguntado porque no lo sé. Mira la foto que tenía el borracho: el que esta junto a tu madre-” Nezumi tragó. “Es Rou.”

La foto resbaló entre los dedos del hombre. Flotó hasta llegar al suelo como un pétalo.

“Yo también me sorprendí cuando vi la foto,” dijo Nezumi. “Lo más seguro es que tuviese la misma expresión que tú en la cara, aunque no tan idiota.”

Nezumi recogió la foto y se la enseñó a Sion. Sion se inclinó y la observó con atención. Era una foto muy vieja. Había un grupo de hombres y mujeres frente a un edificio gris. Karan estaba en el centro. Tenía el pelo largo y sonreía con timidez. Su sonrisa aún tenía un toque infantil. A su derecha había un hombre de carga alargada. Tenía una bata de laboratorio en una mano y unos ojos amables. A pesar de ser una foto antigua, Sion podía distinguir la inteligencia que residía en aquellos ojos.

Mi padrino. Nezumi había señalado a ese hombre y había dicho esas palabras. Es mi padrino.

Sion se arrodilló frente al anciano.

“Dímelo por favor.” Su voz era áspera. Tenía la garganta tan seca que le dolía. “Dime la verdad, por favor. Es lo único que pido.”

El torso del anciano se meció levemente. A Sion le recordó al movimiento de la hierba plateada. Su pelo blanco, que brillaba tenuemente con la luz de las velas, parecía las espigas de la hierba plateada.

“Saber la verdad y rescatar a tu amiga: Sion, ¿crees que ambas cosas están relacionadas?” Como respuesta, Sion negó lentamente con la cabeza.

“No lo sé.” Contestó con sinceridad. No lo sabía.

Tenía que rescatar a Safu lo antes posible. Pero, ¿qué necesitaba? ¿Necesitaba saber la verdad sobre las avispas parásito, la relación entre su  madre y el anciano, el futuro de No.6…? ¿Realmente era una necesidad urgente saberlo? Sion no tenía  respuesta para aquello.

Quería saberlo. Ansiaba con desesperación saberlo. Pero lo más importante en aquel momento era salvar a Safu - ¿no?

“No lo sé… puede que conocer la verdad y rescatar a Safu sean dos cosas completamente diferentes. Pero…”

“¿Pero?”

“Pero me han – o debería decir nos han – nos han ocultado la verdad a todos los ciudadanos de No. 6. Hemos vivido toda nuestra vida dando la espalda a la realidad y de la verdad que de ésta deriva.”

“Lo que pasa es que no habéis intentado verla,” remarcó Nezumi, totalmente inexpresivo. “Si hubieseis mirado un poco, la habríais visto. Si hubieseis buscado la verdad, la habríais encontrado. Pero no lo habéis hecho. Os habéis cegado con vuestra idea de falsa abundancia y os habéis acomodado. No habéis intentado mirar a través de eso para ver la realidad. Vuestra idiotez es lo que ha permitido a No. 6 convertirse en el monstruo que es hoy.”

“Estoy seguro de que tienes razón.” Sion inhaló. Nezumi tenía razón. Pero, ¿sabes qué, Nezumi? En el tiempo que he vivido contigo, he podido tocarle las orejas a la realidad con mis propias manos. Ese ha sido mi punto de salida. Eso en sí mismo es una verdad.

He empezado ahí, y ahora, estoy aquí.

“El secuestro de Safu, la aparición de las avispas parásito… No. 6 convirtiéndose en un monstruo, todo ha pasado porque hemos estando apartando los ojos de la verdad todo este tiempo. El crimen que hemos cometido es uno grave; me he dado cuenta de ellos. Pero por eso quiero saber. Quiero ver la auténtica forma del mundo con mis propios ojos-”

Sion se mordió el labio. No, estuvo a punto de decir en voz alta. No le parecía que estuviese bien. No era que le hubiese mentido al anciano. Pero había adornado sus palabras. Arrepentimiento y resignación sobre el pasado no era lo único que había detrás de las razones por las que quería saber la verdad.

Curiosidad. No, no era un sentimiento tan superficial; era un deseo profundo. Uno que corría en círculos en su interior.

Era una intriga sobre el mundo que su imaginación no podía satisfacer. Interés sobre lo desconocido. Y más que nada… la expectación de poder adquirir algo de conocimiento relacionado con Nezumi.

La parte que le mostraba Nezumi no era más que un pequeño fragmento. De hecho, Nezumi tenía muchas caras que Sion no podía ver. Y todas y cada una de las veces que lo sentía, le dolía.

¿De dónde vienes?
¿Dónde has nacido?
¿Cómo vivías hasta aquella noche en la que nos conocimos?
¿Qué habías pensado, en qué habías creído y que habías rechazado en tu vida hasta aquel momento?
Y también esta la promesa de decirme tu nombre real, promesa que aún no has cumplido.

Su alma se agitaba sin parar. Se agitaba por querer saber, y no por los demás sino por sí mismo. Pero había aparentado. Había pretendido ser un amigo, el joven inocente que anhelaba saber la verdad.

Sus palabras y su corazón se daban la espalda el uno al otro. Que palabras tan bonitas y racionales eran las que salían de su boca. Racionales y bonitas hasta el punto de parecer falsas. Sus propias palabras engañaban a su corazón.

¿Sólo puedo hablar en estos términos?

¿Por qué no puedo hablar como Nezumi? Sólo puedo usar palabras vacías y susperficiales. ¿Por qué sigo aparentando? ¿Por qué sigo hablando cuando aún no estoy preparado para mostrar mi verdadero yo?

Aunque llevo meses viviendo a su lado…

Dirigió su mirada hacia Nezumi sin pensar. Era imposible que no se hubiese dado cuenta de como Sion había decorado sus palabras, pero el perfil de Nezumi no mostraba signo de desdén, enfado o compasión. Había bajado un poco la barbilla y estaba observando el vacío oscuro.

Nezumi nunca jugaba con sus palabras.

Al igual que Safu.

Como un relámpago en mitad de  una noche oscura, una idea brilló en su mente. Safu nunca había manipulado sus palabras. Por lo menos, todo lo que le había dicho a Sion era verdad. Había recibido sus palabras directas y sinceras numerosas veces.

Debería estar avergonzado de sí mismo. Debería darle vergüenza mirar a la cara a Safu y a Nezumi.

“Quiero… saber.” Pronunció cada palabra cuidadosamente. “Hay muchas cosas que desconozco. Pero eso… quiero saberlo. Eso es todo”

El cuerpo del anciano se meció una vez más. “Saberlo no quiere decir que vayas a ser feliz. Puede que acabes deseando no haberlo sabido nunca. Puede que esa sea la realidad que te espera, Sion.”

“Estoy preparado para ello.” Preferiría sufrir por saberlo que seguir siendo ignorante. Prefería el dolor y las dificultades a una felicidad falsa. Usando eso como combustible, podía seguir avanzando.  No podía seguir apoyándose en una ilusión que no servía ni como punto de apoyo.

Se apretó el pecho. Confirmó sus sentimientos.

No había ninguna duda. Mis sentimientos están conmigo. No estoy engañando a  nadie.

“Estoy preparado. O por lo menos, creo que puedo prepararme. Aunque – no puedo estar completamente seguro de que no voy a arrepentirme… puede que me arrepienta algunas veces… pero creo que será mejor que seguir sin saber  nada. Creo en eso… así que….” Tan pronto como intentaba hablar con total sinceridad, su lengua se negaba a cooperar. Sus palabras se negaban a salir con la misma fluidez que lo habían hecho antes.

Las palabras sinceras eran algo que pesaba mucho.

Cargaban con el peso de las creencias del hablante, las emociones y los sentimientos sinceros.

El anciano sonrió. O al menos a Sion le parecía que lo había hecho. Su sonrisa se desvanecio y cerró los parpados con lentitud. Se quedó en silencio.

“Rou, ¿por qué no dices nada?” Nezumi preguntó con impaciencia. “¡Rou!”

“Elyurias.” Los labios del anciano se movieron y un susurro, como una exhalación, escapó de ellos. Era una palabra que Sion no entendía.

“¿Elyurias?” Nezumi frunció el ceño. Parecía ser que él tampoco lo había entendido.

“Ese es su nombre.”

“¿El de quién?”

“El suyo.”

“¿El suyo?”

“Nezumi, los ojos.”

“¿Eh?”

“Cierra los ojos. Tú también, Sion.”

Sion y Nezumi se miraron entre ellos. La voz del anciano era suave y tranquila y el tono en el que había hablado no tenía rastro de orden. Pero obedeció. Tenía la sensación de haberse dejado llevar por la suave corriente de un río, y que estaba llegado al mar. Sion cerró los ojos.

“Elyurias,” susurró el hombre otra vez.  “Era una gran soberana. Era una existencia poco común.”

Elyurias…

Nezumi tomó aire.


“Mirando atrás, parece una cosa muy lejana,” continuó el anciano. “Era un tiempo en el que esta tierra todavía… si, esta tierra aún no tenía murallas. En lugar de las murallas, había un exuberante bosque verde. Había lagos, pantanos, y llanuras cubiertas de hierba. Infinidad de cosas se entrelazaban y preservaban la harmonía. Un paraíso… puede que hubiese sido el último paraíso que hubiese quedado en este planeta. Un paraíso que había escapado a la destrucción de la humanidad. Una tierra de milagros. Un lugar que podía acoger vida y dar descanso a la muerte. Ella residía aquí. Existía de verdad. Yo fui uno de los que la descubrió.”

La voz del anciano se tornó más grave.

“Ah, no… decirlo así sería arrogante. No la descubrí. Me encontré con ella. Nos encontramos por casualidad… como si Dios nos hubiese juntado. Elyurias – era una gran soberana. A día de hoy lo sería. Todavía reina.”

“Elyurias.” Sion pronunció el nombre en un susurro, imitando al anciano. Elyurias. Era un nombre que no le era familiar ni a su lengua ni a sus oídos. No podía imaginarse la apariencia o la voz que podría tener alguien con ese nombre. Sin mencionar alguien que era una “gran soberana”… Sion inclinó la cabeza con incredulidad. Sonaba muy grandioso, muy falso. Sentía dominación. ¿Había existido un reino allí tiempo atrás? Al igual que ahora No. 6 dominaba aquella tierra, aquella soberana llamada Elyurias había gobernado sobre todo…

‘Ella,’ había dicho el anciano. Eso la haría una reina. ¿Un paraíso gobernado por una reina? Suena a drama barato, me resulta difícil de creer.

El aire cambió ligeramente. Escucho un quejido áspero. En cuanto Sion abrió los ojos, lo primero que vio fue a Nezumi tapándose la cara con las manos. Estaba a punto de caer de rodillas.

“¡Nezumi!” Nezumi cayó en sus brazos abiertos. Sion sintió la calidez y el peso de su cuerpo. Un gemido bajo recorrió de los dedos de Nezumi. Es igual. Es igual que la otra vez.

Habían estado hablando de las avispas parásito en una habitación subterránea. Había pasado justo cuando su conversación había pasado al tema de virus emergentes y el misterio detrás delas avispas parásito. En aquel momento, Nezumi se había caído redondo al suelo.

Habían estado bebiendo agua caliente. Sion recordaba como la taza de Nezumi se había resbalado entre sus dedos y había rebotado en una pila de libros antes de rodar por el suelo.

“Nezumi – relájate. ¿Puedes oírme?” Sion se arrodilló, sujetando al chico con sus brazos. Si era lo mismo que la última vez, no había necesidad de asustarse. Nezumi se había recuperado perfectamente aquella vez. Si era lo mismo…

“¡Ow!” Unos dedos se clavaron con fuerza en el brazo de Sion. Nezumi jadeó, su pecho subiendo y bajando. El temblor de sus dedos aumentó la preocupación de Sion.

“Agua,” murmuró Sion mirando a su alrededor. Nadie se movió. “Por favor, dadme agua. El que sea.”

“¿Va a morir?” preguntó una voz a su espalda. Era monótona y fría. Pertenecía a Sasori, el hombre que tenía la piel del color de la arena. “No hay ninguna necesidad de darle nada a los que van a morir. Además, es alguien que se había ido. No hay ninguna necesidad. Ninguna.”

Sion se giró. Miró al hombre que había concluido la discusión con aquellas palabras tan secas.  Ninguna necesidad.

“Tráela,” ordenó Sion. Hasta donde podía recordad, nunca le había ordenado nada a nadie de aquella forma tan opresiva. Pero aquellas palabras no tenían ningún sentimiento de extrañeza al abandonar sus labios.

“Tráeme agua. Rápido.”

Sasori se movió, incómodo.  Se apreció un tic en los ojos que tenía abiertos como platos. Una única gota de sudor se deslizó junto a su ojo izquierdo.

“Toma.” Le dieron un bol de madera. Estaba lleno hasta la mitad. Un niño pequeño y delgado se lo estaba dando como si fuese una ofrenda. “Mamá me ha dicho que – lo traiga.”

“Gracias.” Sion aceptó el bol. El niño se dio la vuelta y se adentró a paso ligero en la oscuridad.

Cheep-cheep.

Un ratón se subió al hombro de Sion. Observaba las manos de Sion mientras movía la nariz.

“Nezumi… bébete esto.” Sujetando el cuerpo de Nezumi con un brazo, Sion le dio de beber. La garganta de Nezumi se contrajo. Bebió un sorbo.

“Nezumi, ¿puedes oírme?”

Sus parpados subieron, y un par de ojos grises aparecieron debajo. Sion pensó que eran preciosos. Eran del color del cielo al llegar la mañana. Absorbían la luz y, al mismo tiempo, la emitían suavemente.

Eran tan preciosos como el cielo del amanecer.

Un cielo que se iluminaba se juntaba en algún punto con la esperanza de vivir. Era un brillo que empujaba  a la gente a vivir, o, al menos, a intentar sobrevivir a aquel día. Por eso era precioso.

He obtenido mucha esperanza de estos ojos tan hermosos.

Sion chascó la lengua. Idiota, ahora no es el momento de admirarle.

“-Sion.”

“¿Estás despierto? Bebe despacio – toma – bébetela toda. Y respira hondo.”

Nezumi hizo lo que le dijeron. Se bebió el agua, inhaló y exhaló.

“¿Estás bien?”

“Más o menos.”

“¿Te duele la cabeza? ¿Tienes nauseas, te late-?”

“Diez.”

“¿Eh?”

“Tres más siete son diez. Y ya que estoy, veintitrés.”

“Oh… siete por tres.” Entonces Nezumi recordaba las preguntas que le había hecho Sion cuando se había despertado la otra vez. Son ahogó una risa. Sí, la realidad era cruel y brutal. Las últimas horas habían estado llenas de desesperación, muerte y gritos. Todo ello teñido con el color del terror, inutilidad, y un gran arrepentimiento. Pero también habían tenido muchos momentos cálidos, momentos en los que s ele había acelerado el pulso y su espíritu había subido por las nubes. Los recuerdos con Nezumi siempre eran así. Siempre traían emoción y calidez a su corazón.

¿Recuerdos?

Sion se puso derecho, y aplicó más fuerza con sus brazos. ¿Por qué he dicho ‘recuerdos’ como si fuese alguien del pasado? Nezumi murmuró en los brazos de Sion.

“He escuchado el viento.”

“¿Viento?”

“El viento estaba cantando. He escuchado su canción.” Nezumi se levanto. “Ya lo he escuchado antes. Pero esta vez era… era más nítido. Era una melodía amable…”

“¿Qué clase de canción era?”

“Era…”

“¿Puedes cantarla?”

“¿Yo? Hm… Bueno. No estoy seguro.”

“Déjame escucharla.”

Nezumi parpadeó y sus labios se movieron. Una canción con una melodía candenciosa se abrió paso.

El viento roba el alma, los humanos roban el corazón
Oh tierra, viento y lluvia; Oh cielos, oh luz
Mantenlo todo aquí
Mantenlo todo aquí, y
Vive en este lugar
Oh alma, mi corazón, oh amor, mis sinceros sentimientos
Vuelve a casa
Y quédate.

El ratón se quedo inmóvil sobre el hombro de Sion. Estaba tan quieto que parecía que lo habían paralizado. Las personas a su alrededor hicieron lo mismo. La gente que se escondía en la oscuridad también estaba paralizada. Tenían los ojos cerrados y estaban entregados por completo a la canción. Todo se quedó en silencio. Daba la sensación de que hasta el tiempo se había congelado. La voz de Nezumi, y su canción, parecía empaparlos, envolverlos, mecerlos y hacerles sentir como si sus cuerpos y su alma flotasen.

El viento roba el alma, los humanos roban el corazón
Pero yo  me quedaré aquí
Para seguir cantando.
Por favor
Envía mi canción
Por favor
Acepta mi canción.

La canción terminó y alguien suspiró. No fue el único. Desde distintos puntos en la oscuridad se escuchaban suspiros. Nezumi negó lentamente con la cabeza.

“Tengo la sensación de haberla escuchado antes. Como si la hubiese escuchado una y otra vez hace mucho tiempo. Alguien me ha enseñado esta canción.”

Sion levantó la cabeza y le hizo una pregunta al anciano.

“Está relacionada esta canción de alguna forma con Elyurias?”

“¿Es lo que crees, hijo?”

“Sí.” En el momento que contestó, estuvo seguro. Nezumi y Elyurias estaban conectados. El hombre entrecerró los ojos y dejó vagar su mirada por el aire.

“Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que la había escuchado. Estaba convencido de que había desaparecido de esta tierra. Ya veo – aún queda alguien que puede cantarla.”

“El viento canta.” Nezumi se secó los labios húmedos con el dorso de la mano.  O quizás es alguien cantándole al viento. Y yo… lo oigo. Puedo escucharlo.”

“El anciano asintió. “¿Desde cuándo?”

“No hace mucho. Sí – un poco antes de la Caza. Esta es la tercera vez. Cuando pasa, mi consciencia se desvanece, como un escenario cuando apagan las luces… y aparece una escena verde…  y entonces…”

Nezumi clavó los ojos en Sion. Su mirada tembló. Sion recordó aquella noche de tormenta, la noche en la que había conocido a Nezumi. El chico había aparecido delante de él, empapado y sangrando. Era tan frágil que Sion tuvo la sensación de que iba a romperse si le tocaba. Atraído por esa fragilidad y aquellos ojos vibrantes que eran todo lo contrario, Sion había extendido su mano.

“Curaré tus heridas.” Aquellas palabras habían abandonado sus labios sin ninguna duda, sin resistencia. Sentía que tenía que hacer algo. Sentía que era su deber proteger a aquel chico. Nunca había sentido algo así por nadie, ni antes ni después de aquel incidente.

Un momento vívido. Uno que había dejado una marca hecha a fuego en su vida. Su corazón se aceleraba cada vez que recordaba ese momento.

La fragilidad que había despertado en instinto protector de Sion – la misma fragilidad que había desparecido por completo cuando se habían rencontrado cuatro años más tarde – había vuelto a aquellos ojos.

Su corazón se aceleró.

“No lo sé,” continuó Nezumi. “Era joven y estaba caminando entre la hierba. Y podía ver… el cielo.”

“Bien.”

“Un cielo azul ultramarino. Un cielo azul precioso. Un aleteo… y una canción. No podría decir si era la voz de un hombre o de una mujer. Era una voz extraña. Casi parecía el viento, cruzando las llanuras, arrastrándose por el suelo, o lloviendo desde el cielo. Y yo… estaba ahí quiero… escuchando la canción…”

Una canción del viento que se arrastraba por el suelo y llovía del cielo. Quizás…

“¿Esa canción es una ofrenda?” dijo Sion. Instintivamente. Una idea se convirtió en palabras y escapó de sus labios. “Una ofrenda a Elyurias… para complacerla o apaciguarla… ¿estoy en lo cierto?”

El pecho del anciano subió y bajó. Parecía que estuviese respirando profundamente. ¿Está nervioso? ¿Confundido?

 “Sasori,” llamó el hombre. El hombre de la piel del color de la arena se materializó en la oscuridad. “Dales comida y que descansen.”

“Rou-”

“No van a tener mucho tiempo para descansar… pero eso no tiene arreglo. Dales lo que quieran, haciéndolo lo mejor que puedas.”

“¿Por qué?” gritó Sasori enfadado. “¿Por qué les ayudas? Nezumi abandonó este sitio. Se fue, y juró no volver. ¿No tenía prohibido volver a este lugar?”

“Sí.”

“Pero ha vuelto. Y ha traído un demonio con él. Rou, ¿no lo entiendes? Es el mal en persona. Trae calamidades y destrucción.” Sasori señaló con el dedo a Sion.

“¿Has visto sus ojos? Son los ojos del mal. Los ojos de una oscuridad retorcida. Este demonio está controlando a Nezumi.”

“Escuchame bien.” Decir que Sion estaba cabreado era quedarse un poco corto. “Te has repetido hasta la saciedad. Sólo te he mirado con un poco de hostilidad, y hablas de mí como si fuese un monstruo. ¿No te parece que eso es faltar al res-”

Saasori interrumpió a Sion negando con la cabeza. Su cara se contrajo como si cada palabra pronunciada por Sion fuese una maldición.

“La viva imagen de un monstruo, Rou. No tengo ningún problema con Nezumi. Si me lo ordenas, debo obedecer. Le daré comida y descanso. Pero no puedo hacer eso por él. Si no acabamos con el ahora, la desgracia caerá sobre nosotros. Puede que nos elimine completamente.”

“Sasori.” Nezumi se levantó. “A veces el veneno y su antídoto pueden salir de la misma planta. A veces no puedes saber si es veneno o antídoto hasta que lo bebes. ¿Verdad?”

“¿…A dónde quieres llegar?”

“No hay ninguna necesidad de revelar la supuesta identidad de Sion, sea un demonio o no. Su identidad no importa. Ahora mismo lo único que me importa es que siga vivo. Nada mas.”

“¿Por qué?”

Los dedos de Nezumi se enredaron en un mechón de pelo de Sion.

“Dentro de esta cabeza, Sasori, hay información de la estructura de Correccional. Actualizada. Apostaría a que tan precisa como los datos almacenados en un ordenador. No podría destruir el Correccional sin ella.”

“Destruir el Correccional-” La sorpresa se apoderó del rostro de Sasori. Durante un instante, la expresión hizo al hombre parecer humano. Ese hombre había reaccionado a las palabras de Nezumi igual que lo habían hecho Rikiga e Inukashi. Ah, ya veo, pensó Sion.

Su piel y sus ojos eran de un color extraño, pero aquellas eran las únicas diferencias. Aquel hombre estaba hecho de carne. Fluía sangre por su cuerpo y desprendía calor. Sentiría dolor si le herían, y tenía emociones e inteligencia. Era un ser humano. El color de la piel y de los ojos era una diferencia tan pequeña, que apenas contaba.

“¿No estarás pensando en serio hacer eso?” dijo, incrédulo.

“Por supuesto,” contestó Nezumi. “De hecho, puede que sea lo único en lo que he estado pensando. El Correccional no es sólo una prisión. También es  una organización de investigación conectada al núcleo de No. 6. Si lo destruimos, crearemos una grieta de No. 6. Vamos a usar esa grieta como punto de apoyo para mandar No. 6 a su tumba. Y para hacer eso, necesito a Sion. Ya te lo he dicho antes, Sasori, no voy a permitir que le mates.

El anciano abrió la boca antes de que Sasori pudiese hacerlo.

“Puede que esa grieta ya esté apareciendo.”

“¿Qué? ¿Qué quieres decir?”

“Puede que Elyurias desintegre No. 6 antes de que asestéis el golpe.”

“¡Rou!” bramó Nezumi irritado. “Habla de forma que pueda entenderte. Todavía no nos has aclarado nada.”

“Nezumi, quizás es cosa del destino que hayas vuelto con Sion. Quizá sea algo que ya hubiese estado decidido de antemano.”

“¿De antemano?” replicó Nezumi. “¿Quién narices puede decidir como voy a vivir mi vida? Me gustaría ver como lo intentan. No voy a bajar la cabeza ante palabras insignificantes como Dios o Destino. Suficiente, Rou. No más juegos de palabras. Déjate de misterios y contesta mi pregunta. Estuviste envuelto en el nacimiento de No. 6, ¿verdad?”

“Sí.”

“¿Cómo?”

“Siéntate. Tú también, Sion. Tranquilos. Os daré agua. Seguro que estáis sedientos.” Les dieron  unos cuencos de agua más grandes antes de que el anciano hubiese terminado de hablar. Estaban llenos de agua.

Sion sintió una poderosa sed volver a él.

No se había percatado de las ganas que tenía de beber. Tenía la sensación de que cualquier rastro de humedad había desaparecido durante las numerosas experiencias que había vivido hasta ese momento. Tenía tanta sed que tenía la sensación de tener la garganta irritada. Cuando le había dado de beber a Nezumi, no había querido agua para sí mismo. Se había olvidado por completo de su sed. Pero ahora era como si reaccionase a causa de aquello; tenía la sensación de estar ardiendo.

“Agua-” Sion cogió el cuenco con las dos manos y se bebió el agua con rapidez. Estaba fría y deliciosa, igual que el agua que Nezumi le había dado una y otra vez en su lucha con la avispa – el agua que corría cerca de las ruinas de Inukashi. Tenía el mismo sabor. Estaba deliciosa  y estaba saciándole.

Se la bebió de un trago. Vertieron más agua en su cuenco. Sion estaba tan agradecido que podría echarse a llorar.

“Está buena, ¿verdad?”

Sion se encontró a sí mismo asintiendo con energía en respuesta  a la pregunta de Nezumi. No podía expresarse con palabras lo buena que estaba.

“Hay un lago subterráneo. Muchos minerales. – Si que tenías sed, sí.”

Sion paró para tomar aire después de varios cuencos de agua. El anciano debía de haber estado esperándole, ya que abrió la boca para hablar.

“Esto va a llevar tiempo. No tenía intención de contarle esto a nadie en toda mi vida… pero ahora debo hacerlo. Pero antes de eso… Nezumi.”

Nezumi levantó la barbilla.

“Hay un camino que lleva al Correccional, pero que sólo está conectado parcialmente. Hay una puerta en su parte sellando el camino. No se ha abierto en décadas.”

“Lo sé.”

“No puedes entrar en el Correccional a menos que la abras. Asumo que eso también lo sabes.”

“Por supuesto.”

“Es imposible abrirla desde este lado. Y no va a abrirse desde el lado del Correccional. Nunca.”

“Pero lo que tienen las puertas-” una sonrisa de superioridad se pintó en los labios de Nezumi
, “es que uno no espera a que se abran. Se abren a la fuerza.”

“¿Tienes un plan?”

“No vengo sin haberme preparado.”

“Suponía que no actuarías sin tener un plan. Pero no puedo imaginarme cómo vas a abrir la puerta.”

“Sion.” Nezumi se arrodilló y puso una mano en el hombro de Sion. El ratón se asustó y saltó para quitarse de en medio. “La puerta de la que estamos hablando: es el único punto en el mapa que conecta el espacio en blanco del sótano con la planta baja. Sabes dónde está, ¿verdad?”

“Sí.” El mapa apareció en su mente, ese mapa que Nezumi le había ordenado memoriza como si su vida dependiese de ello.”

“Está en la localización po1-z22. En el lado del Correccional está marcado como Punto X.”

“También recuerdas los circuitos que están conectados a ese punto, ¿verdad?”

“Sí. Un único circuito con un sistema antiguo. Sin circuitos auxiliares.”

“La puerta que no se abre no necesita un sistema de seguridad complicado,” dijo Nezumi. “La eficacia es primordial. Eliminar todo aquello que no es necesario. Gente y máquinas por igual” Se rio. “Así es como piensan. Pero aquí es donde esto juega a nuestro favor.”

Nezumi chascó los dedos.

“La puerta que no se abre, se abre. La forzamos. Rou, vamos a luchar nuestras batalla. No tienes de que preocuparte.”

“La muerta es lo único que está esperando.”

“¿A nosotros?”

“A mucha gente. Morirá mucha gente, más de la que puedas imaginar. Quizá sois los únicos que podéis detenerlo. Nezumi, el destino existe. El destino os ha reunido, y os ha traído aquí. El destino hizo que Elyurias y yo nos encontrásemos. Empecemos con esa historia. Escuchad bien y daos prisa, o puede que sea demasiado tarde. Tenéis que daros prisa…”

Entonces el anciano comenzó a hablar. Era una historia de No. 6.

Sion y Nezumi se acurrucaron y se quedaron en silencio, como niños escuchando a su abuelo contando un cuento. Sus oídos se esforzaban por escuchar.

Era una historia de No. 6.

Un cuento de destrucción y creación.

1 comentario:

  1. Muchas gracias! esperaré por siempre a que la termines de traducir :D

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