jueves, 8 de noviembre de 2012

No. 6 Vol 6 Capítulo 2

Otro más para la cuenta~




Capítulo 2
¿Quién le ha visto morir?

¿Quién mató a Cock Robin?
Yo, dijo el gorrión,
Con mi arco y mi flecha,
Maté a Cock Robin.
¿Quién le vio morir?
Yo, dijo la mosca,
Con mi pequeño ojo
Le vi morir.
-Mamá Oca


El hombre observaba fascinado la moneda de oro que le había dado Inukashi.

“Es de verdad,” murmuró Inukashi al perfil del hombre, con su barbilla delgada y sobresaliente. Bajó el tono de voz para sonar lo más intimidante posible.

“Es oro de verdad… ¿no?” La nuez del hombre subía y bajaba.

“Míralo todo lo que quieras. Es de verdad, lo mires por donde lo mires.”

“S-sí… tienes razón, es de verdad…”

“Es tuya.” Inukashi habló un poco más rápido esa vez, como imponiéndose. La barbilla del hombre tembló.

“¿Mío?”

“Sí. Tuyo. Te la doy.”

“¿Eh? Pero – ah – una moneda de oro es mucho dinero-”

“Pues claro. Pero no estoy diciendo que sea gratis. No soy ningún alma caritativa a la que le sobra el dinero. Te la daré como pago por un trabajo. ¿Qué te parece?”

“¿Trabajo?”

Los ojos del hombre pasaron de la moneda de oro a Inukashi. Tenía los ojos muy abiertos, como una especie de mascota asustada. Una sombra de sospecha cruzó por ellos.

Allá vamos.

Inukashi apretó el puño.

Este momento es crucial. No voy a dejarle tiempo para pensar. No voy a darle tiempo a sospechar. Le enseñaré el oro y le tentaré. Es oro, tío, oro. No es algo que veas a menudo. Y sin olvidar mencionar que este chico quiere dinero, necesita dinero… pero claro, no conozco a nadie que no quiera dinero, a no ser que estén muriendo.

Lo único que había que hacer era ponerle delante de las narices lo que deseaba. Tenías que atraparlos con palabras bonitas. Acorralarle para que no pudiese escapar. Hacerlo a fondo, con habilidad. Lo único que tenía que hacer  era imitar el modo de hacerlo de Nezumi.
Me lo ha hecho tantas veces a mí que estoy hasta las narices.

Heh.

Tuvo la sensación de poder escuchar reírse a Nezumi. Hasta podía ver aquella sonrisa irónica propia de él.

¿Ves? Puedes hacerlo tal y como te he enseñado. Buen chico. Luego te daré tu recompensa.

Cállate Nezumi.  Sólo para que lo sepas, no estoy haciendo esto para ayudarte. Es por el oro. Voy a cruzar un puente tan peligroso para poder echarle el guante a ese oro.

Negó con la cabeza para hacer desaparecer la  ilusión.

Deja de meterte así en mi cabeza, idiota.

“¿A qué… te refieres con trabajo?”

“Un trabajo es un trabajo. Te estoy pidiendo que hagas un trabajo. A cambio de una moneda de oro.”

Inukashi chascó los dedos. El hombre parpadeó. La sombra de la sospecha de acentuó.

El hombre se llamaba Getsuyaku. Se encargaba de la limpieza en el Correccional. Era un conocido de Inukashi. Hacía bastante que Getsuyaku le pasaba a Inukashi sobras y restos de comida. Por supuesto, era un intercambio bajo la mesa; era contrabando. Cada tres días más o menos, Inukashi recibía una parte de la comida y las sobras, y le daba a Getsuyaku la cantidad apropiada por la cantidad de la carga. Normalmente eran unas monedas de cobre. Si había algo interesante, una moneda de plata.

Pero aquella era, probablemente, la ocasión en la que más palabras habían intercambiado. Sus intercambios verbales normalmente eran tal que: “Aquí tienes”; “Gracias. Tu pago”; “Bien”; y eso ni siquiera contaba como conversación, ya que ni se miraban a los ojos. Siempre había sido así.

Getsuyaku se encargaba de organizar y quemar los desechos que se producían en el Correccional y de limpiar los robots que había dentro. Pasaba el día solo dentro de una pequeña sala adyacente al vertedero y al incinerador encargándose de las máquinas.

“Cuando estoy ahí, no digo nada en todo el día. No veo a nadie, no hablo con nadie.  Es algo muy solitario. A veces no sabría decir si soy una persona o si me estoy convirtiendo en una máquina.” Un día, sin venir a cuento, Getsuyaku había empezado a quejarse. Inukashi le había ofrecido respuestas vagas. Tiene que ser duro, había asentido, pero por dentro le había contestado con mordacidad.

Deja de comportarte como un crío.

La sala de control para los restos de comida y otros desechos estaba en la parte más alejada del Correccional. Toda la basura que se producía se llevaba ahí. Las máquinas la separaban y la llevaban al incinerador; máquinas ajustaban la temperatura de incineración y se encargaban de las cenizas. Casi todo el proceso se completaba de forma automática. Lo único que tenía que hacer Getsuyaku era monitorizar y la puesta a punto de las máquinas. Una persona era suficiente para el trabajo. Sí, un lugar de trabajo en el que no había nadie con quien hablar era muy solitario. ¿Y qué? Uno no iba a morirse por no hablar en un día.

Intenta vivir en un sitio en el que se pasa tanta hambre que en lo único que piensas en todo el día es comida. Intenta tirarte el día lamiendo piedras para aplacar el hambre. ¿Soledad? Eso sólo es un lujo para gente como vosotros, que no tiene que preocuparse por llenarse el estómago.

Pero Inukashi se lo guardó para sí mismo. En voz alta, fingió compasión, diciendo cosas como “tiene que ser duro”. Getsuyaku era un socio importante en cuestión de intercambio. No conseguiría nada poniéndole en su contra.

Aunque la separación, incineración y limpieza del incinerador era todo un proceso automatizado, el paso previo a la separación requería de manos humanas. Era el trabajo de pasa la basura del vertedero a la cinta. Por alguna razón, aquel era el único proceso que no estaba automatizado. Getsuyaku tenía que manejar una pequeña excavadora para levantar la basura y ponerla en la cinta. A veces hasta había tenido que usar una herramienta tan arcaica como una pala para separar la basura manualmente. Durante este proceso, ponía a un lado ropa que aún podía usarse y comida que aún podía comerse y los escondía. Inukashi le compraba todo el lote: así funcionaba la cosa. Inukashi distribuía el material entre los vendedores de comida y ropa de segunda mano del Bloque Oeste, y sacaba una cantidad decente dinero.

Para Inukashi el que hubiese un proceso manual antes del automatizado era como un regalo caído del cielo. Gracias a eso tenía un negocio.

El lugar de trabajo de Getsuyaku no estaba equipado ni con cámaras de seguridad ni sistemas de seguridad. Si pasaba algo, el propio Getsuyaku tenía que activar el interruptor de emergencia que había en una esquina del panel de control.

“No creo que fuese a venir nadie si lo pulso.” Inukahsi recordaba a Getsuyaku murmurar aquello para sí mismo mientras miraba el interruptor rojo.

Aunque a los empleados del Correcicional normalmente les recogía un autobús a la puerta de su sección, Inukashi había escuchado que Getsuyaku era el único al que metían dentro de un vehículo antiguo.

“Que me traten así me hace avergonzarme de mí mismo. No tengo orgullo propio.”

Lo más seguro es que aquello fuese otra de sus quejas. Últimamente las quejas de Getsuyaku habían aumentado considerablemente.

¿Orgullo? Ja, ¿primero soledad, y ahora orgullo? Ya estás con otro de tus numeritos de lujo, ¿eh? Tch, por lo menos podrías hablar de algo que fuese a llenarme el estómago.

Aquello era, por supuesto, pensamientos que se guardaba para él.

No le importaba si Getsuyaku se sentía solo u orgulloso. Lo que importaba era que aquel era el único lugar que no estaba cubierto por el mapa de seguridad del Correccional. También era el único sitio que conectaba No. 6 y el Bloque Oeste que no tenía barreras. Podía entender porque Nezumi se había fijado en él. Sin embargo, era imposible pasar y entrar al Correccional desde allí. El pasillo que llevaba a las zonas principales lo cerraban unas puertas dobles, hechas de forma que Getsuyaku no podía abrirlas.

Quien hubiese diseñado aquel edificio, lo había hecho de forma que fuese un laberinto de que era extremadamente imposible infiltrarse o escapar; quizá esa persona se había esforzado tanto en ello que no había podido prestarle atención al sistema de desechos. O puede que nunca hubiese tenido en cuenta a la gente que se encargaba de esos desechos. Seguramente nadie en el Departamento de Seguridad, que presidía sobre el Correccional, se preocupaba de las condiciones laborales de Getsuya.  Si se producía un accidente durante proceso, y Getsuyaku acababa herido de gravedad, las puertas del Correccional no se abrirían para dejar pasar a los médicos. Las puertas seguirían cerradas, y Getsuyaku acabaría muerto.

Era raro pensarlo así.

Como residente de Lost Town, Geetsuyaku era un semi-ciudadano. Pero eso no cambiaba el hecho de que vivía dentro de la ciudad. Puede que fuese pobre, pero podía vivir sin temer pasar hambre o morir congelado. Era lo suficientemente afortunado para poder quejarse de la soledad. Para la gente del Bloque Oeste como Inukashi, aquel estilo de vida era equivalente a vivir en un paraíso.

De las breves conversaciones que habían mantenido, Inukashi podía decir que Getsuyaku era un hombre amable y honesto. Pero la mirada de Getsuyaku a veces iba acompañada de superioridad cuando miraba a Inukashi, el residente del Bloque Oeste.

Estoy por encima de él.
Puedo comer hasta reventar.
No tengo que congelarme y morir de frío en invierno.
Soy un ciudadano de No. 6.
Por eso estoy por encima de él.

Era algo gracioso.

La gente separaba en clases a otra gente. Aquellos a los que miraban por encima del hombro, se volvían y miraban por encima del hombro a los que estaban por debajo de ellos. Aquello no era un mecanismo que la sociedad les imponía; las personas establecían ese orden en su interior, por propia voluntad.

Getsuyaku, al que No. 6 trababa como una máquina, que se quejaba de cómo le trataban y hasta se quejaba de ello, mostraba a Inukashi una actitud de superioridad porque vivía en el Bloque Oeste. Le trataba con condescendencia.

Era gracioso. Y raro.

A veces lo humanos eran animales más estúpidos que los perros. Los perros también tenían un orden social, pero éste se basaba en su fuerza. Los perros no se clasificaban basándose en el pedigrí, su pelo o donde nacían.

Los humanos no se preocupaban por hacer algo que ni siquiera los perros se molestaban en hacer. Humanos – que ridículos –

Somos iguales.

Recordó una voz de pronto. Resonó levemente en sus oídos. No era la Nezumi. La voz de Nezumi también era clara, pero no era tan suave como esta.

Sion…

Es un crío raro y mimado que tiene el pelo blanco. Sin mencionar que es un criminal de alto rango fugado. Criminal de alto rango. Eso no es algo que te levantes un día y decides que quieres ser. Me impresiona, en serio. Pero por otro lado, ha resultado ser un cabeza hueca de primera… me deja sin palabras. Es un rarito.

Pero había dicho aquello.

Son los mismos seres humanos que nosotros, Inukashi.

Y entonces, yo le pregunté.

¿Tú y yo somos iguales?

Sí.

¿Somos iguales que la gente de No. 6? La respuesta había sido clara, sin dudar.

Sí.

Sion. Era un chico raro de pies a cabeza.

Hey, Sion. ¿No tienes sentido de la jerarquía en tu interior? ¿No dibujas líneas entre los grupos de gente? ¿No desprecias a los demás y piensas que eres mejor por ello?

Sion, como seres humanos, ¿de verdad somos iguales?


“¿Qué… quieres decir con trabajo?” Una voz áspera le preguntó. A Inukashi, que estaba inmerso en sus pensamientos, le costó un poco contestar.

“¿Eh?”

“El trabajo por la moneda de oro… ¿qué tengo que hacer?”

“¡Ah! Sí, eso.” Ha picado el anzuelo más rápido de lo que esperaba. Tiene que hacerle falta el dinero.

“Sólo para que lo sepas, no voy a hacer nada peligroso,” dijo Getsuyaku apresuradamente. “Mi hijo va a nacer en primavera. Tengo que trabajar y seguir llevando a casa un sueldo. Bajo ninguna circunstancia voy a aceptar un trabajo que ponga en peligro mi vida.”

Ya veo. Bien, vale. No quieres ponerte en peligro. Pero necesitas el dinero hasta el punto de hacer casi cualquier cosa. Ya veo.

Inukashi entrecerró los ojos y dejó que sus labios dibujasen una pequeña sonrisa. Aquella expresión también la había adoptado de Nezumi. Cuando querías camelarte a alguien, les sonreías con dulzura, así. A ser posible de forma que la otra persona se quedase sin espiración…

Ya veremos si puedo conseguirlo. No soy actor. No puedo encandilar a la gente con la facilidad con la que lo hace Nezumi.

Pero aun así intentó sonreír. ¿Y ahora qué… Nezumi?

Notó como se le aceleraba el corazón. El corazón le latía con fuerza contra el pecho. Escuchaba el latido en sus oídos. Le sudaban las manos cuando las cerró y apretó los puños. Le caía el sudor por la espalda. Tenía la garganta seca y su lengua parecía papel de lija.

Inukashi se dio cuenta de que estaba muy, muy nervioso.

Se dio cuenta de que tenía que atraer a aquel hombre hasta su trampa usando cualquier método al alcance de su mano. Tenía que hacer que el hombre hiciese lo que él quería a cualquier precio. Tenía que conseguirlo. Si fallaba, las posibilidades de escapar de Nezumi y Sion desaparecerían por completo. No volvería a verles.

Aunque desde el principio ellos habían apostado por algo peligroso. La posibilidad de escapar del Correccional era menos de un uno por ciento. Aun así esos dos habían entrado. Y había pensado que eran idiotas por hacerlo. Idiotas entre idiotas. Lo lógico era que los idiotas muriesen. Estaban recogiendo lo que habían sembrado.

Sé que así son las cosas, lo sé. Pero –

Pero aun así quiero que vuelvan. Tengo ganas de volver a verles. Sí, claro, también tengo el oro en el punto de mira. El brillo de las montañas de oro me ha deslumbrado. Pero también quiero volver a verles. Quiero volver a escuchar la risa y los sarcasmos de Nezumi, la forma rara de hablar de Sion.

‘Oh, has vuelto.’

‘Te dije que volvería. No hago promesas en vano.’

‘Tch, deja de darte aires. ¿Eso quiere decir que me toca aguantar tus tonterías otra vez? Tch, no puedo esperar.’

‘Inukahsi, perdona por haberte  preocupado.’

‘¿Preocuparme? Sion, ¿todavía estás durmiendo? No estaba preocupado en ab-’

‘Estabas preocupado por nosotros, ¿verdad?’

‘Idiota.’

Quería mantener una conversación por ese estilo con ellos. Quería hablar con ellos. Rezo… rezo para que sobreviváis y para que volváis. No voy a rezarle a Dios. No voy a aferrarme a él. Me rezaré a mí mismo, me aferraré a mí. Haré todo lo que pueda. No voy a rendirme…. Voy a seguir creyendo en mí mismo, y en vosotros.

¿No es eso una plegaria, Nezumi?

Getsuyaku vio la sonrisa de Inukashi y bajó la barbilla. Así que no le había funcionado igual de bien que a Nezimi. Típico. Lo más seguro que hubiese algo raro en ello. Y eso había hecho que Getsuyaku sintiese aprehensión.

Inukashi se aclaró la garganta y frunció los labios.

“Es genial. Enhorabuena. No te preocupes, no voy a pedirte algo tan estúpido como tu vida a cambio de un pago. Es un trabajo fácil. Muy fácil. Pero es algo que sólo tú puedes hacer. De ahí que merezca un pago de una moneda de oro.”

“Es fácil, pero merece un pago de una moneda de oro,” repitió Getsuyaku, que sospechaba.

“Ya te lo he dicho, es algo que sólo tú puedes hacer. Y sé que vas a poder hacerlo.”

La cara de Getsuyaku se relajó levemente.

Sólo tú puedes hacerlo.

Y podrás hacerlo.

Tenías que inflar su orgullo. Acariciarle con palabras. Eso sanaría a su auto respeto, que estaba hecho trizas.

“Te lo pido por favor. Trabaja conmigo, Getsuyaku-san.”

“No es tan fácil… ¿qué tendría que hacer?”

“Quiero que descontroles a los robots.”

“¿Eh?”

“También te encargas de los robots de limpieza, aparte de encargarte de los desechos, ¿no?”

“Ah – bueno, sí.  Aunque monitorizarlos consiste en pulsar el interruptor de los robots que están apagados. Los robots empiezan a moverse y se ponen a limpiar por su cuenta. Sólo me encargo de la puesta a punto mensual.”

“¿Cuándo es la próxima?”

“La semana que viene.”

“¿No puedes hacerla mañana?”

“¿Mañana? Mañana es la Celebración Sagrada.”

“Lo sé. Es un día festivo en No. 6.”

“Es – fiesta, lo que quiere decir que la mayoría de trabajadores tiene el día libre… incluído yo.”

“Tú no tienes el día libre,” replicó Inukashi. “Tú mismo me lo has dicho. Sólo tienes tres días libres al mes, y la Celebración Sagrada no cuenta. Te estabas quejando de ello.”

“Bueno – p-pero…”

“Debería ser fácil. Pones la excusa de que notas algo raro en sus movimientos y adelantas la puesta a punto una semana. No hay más.”

“No, es imposible-”

Podrías hacerlo. Has tenido que ver muchos casos parecidos.” Sion se lo había dicho una vez.

“Limpiar los robots es necesario para que puedan realizar acciones más complicadas. SI fuesen como Ippo y el resto – (aquí a Inukashi se le había escapado preguntar qué era Ippo. Le exasperó saber que era el nombre de un robot. Supuestamente, le había puesto el nombre el compañero de Sion. Dijo que les había puesto Ippo, Niho y Sampo. Un paso, Dos pasos y Tres pasos. Ja, no puedo creer lo tranquilo que era ese tipo. Le había hecho gracia que el chico pronunciase los nombres de los robots con afecto, igual que hacía con los ratones.) – y solo tenían que limpiar el parque, sólo tendrían que realizar movimientos relativamente simples, porque no hay separación estricta de basura. Pero están operando dentro de un edificio, y no uno cualquiera: se reunen el mismo punto basura de varias secciones. Un tipo de movimiento simple no es suficiente. El tipo de basura y las manchas que ésta deja varía dependiendo de la sección de la que viene, así que estoy seguro de que sus mecanismos son mucho más complicados.”

“Lo que significa que necesitan un mantenimiento minucioso. Y no se puede permitir que se rompan.”

Eso fue lo que dijo Nezumi, si la memoria no me falla. Y Sion asintió.

“A juzgar por mi experiencia, estoy seguro de que tienen muchos problemas. La función de distinguir falla, sus movimientos son más lentos, o algo por el estilo,”

“Ya veo.”

Entonces Nezumi  sonrió con languidez, y me miró. No me gustó esa mirada. Era una mirada significativa, y algo sugestiva. Nada bueno sale cuando pone esa mirada. Corté el contacto visual enseguida. Aunque ya era muy tarde.

Por aquel entonces, no entendía el significado de esa mirada. Ahora lo sé. ‘Inukashi, esta es tu oportunidad de brillar. Es un papel principal. Hazlo bien.”

Ya lo sé. Mírame bien, Nezumi. Lo voy a hacer tan bien que a mi lado vas a parecer un actor de cuarta.

“He escuchado que los robots de limpieza se rompen a menudo. ¿Me equivoco?”

Getsuyaku frunció el ceño. Contestó a regañadientes. “Bueno, no pasa tan a menudo.”

“Entonces, ¿qué pasa con lo de adelantar el mantenimiento? No es algo raro.”

“Bueno, es decir… no es algo que no pueda hacer, pero…”

Inukashi tuvo que esforzarse para no echar a reírse. Este hombre es demasiado sincero.

Le parecía gracioso que Getsuyaku fuese incapaz de darle una respuesta certera, aunque se suponía que debería sentir aprehensión hacía Inukashi. Pero aquel no era momento de reírse, y no tenía concentración de sobra. Inukashi cuadró la barbilla. Tenía que poner al hombre de su parte, aunque eso significase aprovecharse de la naturaleza honesta y directa del hombre.

“Si no puedes no hacerlo, significa que si puedes, ¿verdad, Getsuyaku-san?”

“Adelantar el mantenimiento no es… bueno, no es imposible. Pero, ¿qué quieres decir con eso de volver locos a los robots?”

“Eso. Quiero que los configures para que hagan lo contrario a limpiar.”

“¿Lo contrario?”

“Haz que escupan la basura, toda la basura que tengan acumulada dentro. Y quiero que mezcles esto con la basura.”

Inukashi sacó un bote con una pequeña cápsula dentro, y se la enseñó.

“¿Qué es eso?”

“Nada peligroso, puedes estar tranquilo. Sólo despide olor. Pero nada muy fuerte. La cápsula empieza a deshacerse cuando entra en contacto con el aire. Muy gradualmente.”

“¿Por qué tengo que mezclarla? Por no mencionar el hacer que los robots la escupan.”

“Es una broma.” Inukashi se encogió de hombros y se rio un poco. Pero no le parecía para nada gracioso. Tenía el cuerpo empapado en sudor. No estaba en condiciones de reírse.

Pero aun así lo hizo. Le mostró a Getsuyaku la misma sonría que tendría un niño planeando una broma. Getsuyaku no se estaba riendo. Su cara dejaba claro que no se creía una palabra de lo que le estaba diciendo Inukashi.

Tch, anda que no sospecha. Tiene que estar hecho de Cobardía.

“Si un robot empieza a escupir basura y desprender olores por todas partes, se creará una conmoción. Estoy en lo cierto, ¿verdad?” Inukashi continuó como si nada.

Getsuyaku asintió. Sus dedos seguían apretando la moneda de oro.

“No te equivocas con eso de la conmoción. Los que están dentro de las instalaciones, dejando a un lado a los prisioneros, trabajan siempre en oficinas cómodas e inmaculadas. Lo más seguro es que no se hayan manchado en su vida. Sí – estoy seguro que no han tocado basura en toda su vida.”

“¿Ves? Nadie piensa en lo importante que es tu trabajo. Así que por eso vas a gastarles una bromita de nada. Los robots de limpieza se vuelven locos y empiezan a escupir basura por todas partes. Los de dentro harán una montaña de un grano de arena y, ¿qué será lo primero que hagan?”

“Ordenarme que pare el robot.”

“Exacto. Y lo harás. Entonces – entonces lo más seguro es que te digan que entres en el edificio.”

“¿Para reparar el robot? Mm, bueno, sí, podría ser.”

“Y para que limpies el desastre. Te dirán que limpies la basura que ha tirado. Nadie más puede encargarse del trabajo de limpieza. Te llamarán. Y se abrirán.”

“¿El qué?”

“Las puertas. Las puertas que no puedes abrir se abrirán para ti. Las atravesarás, llevando contigo tu equipo de limpieza anticuado. Y en ese momento más o menos, será cuando la cápsula empiece a deshacerse y a desprender olor. Si no se está deshaciendo bien, písala un poco. Así será más eficaz, sí,” murmuró Inukashi para sí mismo.

“Ah, y no tienes de que preocuparte. Como ya te he dicho, no huele tan mal. Puede que los sensores se activen, pero no es peligroso. Lo más seguro es que yo no lo note porque tengo la nariz acostumbrada. Pero esos estirados lo van a notar y mucho. Se armará un escándalo. Entonces, fingirás darte prisa en limpiar la basura, y-”

Es la hora de la verdad.

Inukashi le susurró en el oído a Getsuyaku.

Una, dos palabras.

Getsuyaku se tensó. Unos dientes blancos asomaban por la boca que tenía medio aberita.

“N… no puedo hacer eso.”

“¿Por qué no? Es muy fácil. Creo que usar una excavadora es más difícil.”

“¿Y si se entera alguien? Me despedirían – no, peor. El Departamento de Seguridad me detendría y… oh, no, para,” gimió. “Me dan escalofríos sólo de pensarlo. No gracias. Rotundamente no. Vuelve a casa, Inukashi. Te devuelvo esto.”

Getsuyaku le dio la moneda. Era una de verdad; brillaba tenuemente. Inukashi retorció los labios en una sonrisa. Tuvo la sensación de que esta era mejor que la anterior.

“Me la devuelves, ¿eh? ¿No te tientan los deseos materiales?”

“Mi vida es más importante que los deseos materiales.”

Inukashi puso su mano con suavidad sobre la mano que Getsuyaku tenía boca arriba.

“Ooh-” Getsuyaku tomó aire. La moneda de oro que tenía en la mano se convirtió en dos. “Hey, Inukashi, no voy a-”

“Una más.” Le puso en la mano una tercera moneda de oro. “Tres monedas de oro. ¿Qué te parece?”

“¿Por qué – por qué ofreces tanto….?”

“El trabajo que te estoy pidiendo lo vale. Si todo va bien, te daré tres más como compensación.”

“Inukashi, ¿qué es lo que pretendes? Esto no es una broma normal, ¿no? No puede serlo. ¿Y de dónde has sacado tanto dinero?”

“Nada de preguntas. Esto es lo que te pido - ¿aceptas o no? Aunque la verdad es que no puedes negarte.”

“¿P-por qué no? Voy a negarme. ¿Ves? No las quiero,” dijo Getsuyaku tercamente.

“No puede ser. Me has vendido información de dentro. ¿Ya no te acuerdas?” Intentó lamerse el labio inferior. Estaba seco y áspero. Las palpitaciones en su pecho eran más lentas. Viendo como la sangre abandonaba la cara de Getsuyaku, la sonrisa de Inukashi se ensanchó.

Estoy bien. Estoy tranquilo. No me voy a poner nervioso y a fallar en el último momento. Estoy bien.

“El otro día me dijiste dónde estaban los circuitos eléctricos del Correccional.”

“Eso fue – bueno… una idea general de lo que sé.”

“Pero me lo dijiste. No, me lo vendiste. Por dos monedas de plata, si mal no recuerdo. Me vendiste información sobre tu puesto de trabajo por dos monedas de plata. Si se enteran, será mucho peor que un despido, será-”

“¡N-necesitaba el dinero!” protestó Getsuyaku. “Mi mujer se puso enferma y tuve que llevarla al médico.”

“Sí. Eres un buen hombre, un tipo familiar. Pero, ¿crees que las autoridades van a tener en cuenta razones como esas? He vendido información por dos monedas de plata a un residente del Bloque Oeste para poder darle de comer a mi familia. Lo siento. Qué van a hacerte los del Departamento de Seguridad si confiesas algo así, ¿eh? ¿Darte una palmadita en la espalda y decirte ‘tienes que haberlo pasado mal’? No. Eso no va a pasar en la vida. Y lo sabes. Entiendes tu posición y lo peligroso que puede llegar a ser el Departamento de Seguridad, ¿verdad? Oooh, que miedo. Me dan escalofríos solo de pensarlo.”

Inukashi se frotó sus brazos desnudos. La cara de Getsuyaku palideció aun más, hasta el punto de parecer una caricatura dibujada en una hoja de papel.

“¿M-me estás haciendo chantaje?”

“Sólo te he dicho la verdad. Y gratis.”

Getsuyaku gimió. Inukashi le dio unas palmaditas en el hombro.

“No pasa nada. No vas a estar en peligro. Te lo garantizo. Piénsalo: has sido un hombre trabajador hasta ahora. Estás registrado legalmente como ciudadano. ¿Quién va a sospechar de ti? Nadie. Porque nadie te presta atención. Nadie te observa.”

“Pero las cámaras de seguridad-”

“Si haces algún movimiento sospechoso te descubrirán. Pero si actúas con naturalidad, engañar a las cámaras está chupado. Puede que las máquinas puedan enviar imágenes nítidas, pero no pueden enseñar lo que hay en tu mente. Además, no cambia el hecho de que ya estás metido en esto.”

Inukashi volvió a ponerle las monedas de oro en la mano y se la cerró.

“Aceptas el trabajo, ¿verdad, Getsuyaku-san?”

“Uh… está bien. Pero sólo será esta vez.”

“Gracias,” dijo Inukashi con gentileza. “Mañana. Justo antes de terminar tu turno.”

“Entendido… y entonces, ¿me darás el resto del oro?”

“Está es la diferencia entre los perros y los humanos. Nosotros no mentimos. Una vez prometemos algo, lo cumplimos.”

“Pero - ¿eh?”

“¿Qué?”

“¿No escuchar llorar a un bebé?”

“¿Bebe? Yo no oigo nada.”

“Juraría que-”

“Puede que te lo hayas imaginado. ¿No va a dar a luz tu mujer dentro de poco? Por eso piensas que los aullidos del viento son un bebé llorando. Pero mira, ¿ves? Tengo razón: Cuando nazca el bebé vas a necesitar más dinero. Vas a necesitar leche y una cama cómoda para él.”

Getsuyaku movió los labios con la intención de decir algo. Pero en lugar de eso cerró la puerta de la sala de control sin decir nada.

Una vez cortada la luz que salía de la habitación una profunda oscuridad envolvió a Inukashi. El frío aire nocturno sopló entre sus pies.

Uuf. Suspiró. Estaba sudando a chorros a pesar del frío que hacía. Le pesaban los hombros, probablemente por haber tenido los músculos tensos.

Uuf. Aquella vez exhaló intencionadamente. Al inhalar, el aire frío se introdujo y se arremolinó dentro de su pecho.

¿Ha ido bien? ¿He asegurado bien su salvavidas?

No estoy muy seguro de haberlo hecho.

Getsuyaku, aquel hombre bueno y asustadizo, iba a preocuparse. Dudaría. Seguramente le daría vueltas hasta el último momento, incapaz de decidirse.

¿Qué voy a hacer? ¿Qué debería hacer? ¿Seguir adelante? ¿Dejarlo? ¿Qué debería hacer? ¿Qué?

¿Cuál sería la decisión de Getsuyaku? ¿Actuaría tal y como esperaba Inukashi? No estaba muy seguro.

La mente de una persona es igual que el extremo fino de las ramas.

El viento las agita con mucha facilidad.

Supongo que tendré que creer.

No en Getsuyaku. En su propia suerte. La cara de Sion apareció en su mente. También apareció el perfil de Nezumi.

Supongo que tendré que creer en ellos.

Caminó con rapidez a través de la oscuridad. Una sombra se movió junto al carro cargado con las sobras. Escuchó sollozos.

“Deja de hacerle llorar,” dijo Inukashi chascando la lengua. Torció el gesto. “Eres una niñera bastante inútil. Encárgate de él en condiciones. Por lo menos haz que deje de lloriquear así, por favor, viejo.”

“Tch, soy yo el que tiene ganar de llorar,” replicó Rikiga, chascando también la lengua. Seguramente también tendría el gesto torcido. Pero Inukashi no podía ver a través de la oscuridad que le envolvía.

“Mira Sion. Ha vuelto mamá. ¿No estás contento?”

“¿A quién estás llamando mamá?”

“¿Qué más da? Está más claro que el agua que yo no soy la madre aquí. Toma.” Le puso el bebé, envuelto en una manta suave, en los brazos a Inukashi. La manta la había conseguido Rikiga. Inukashi sintió el peso y la calidez del bebé en sus brazos. El bebé pesaba un poco m ás.

¿Podría ser? No creo. Serán imaginaciones mías.

El bebé que había recogido de los escombros mamaba del pezón de un perro, agitaba las piernas y los brazos, reía a menudo y lloraba todo el día. Tenía unos ojos grandes y que no paraban quietos y unas mejillas regordetas.

“Mamá,” el bebé extendió los brazos hacia Inukashi. Daba la impresión de que estaba buscando, o llamando a alguien.

“¿Ves? Te ha llamado mamá,” dijo Rikiga. “Echaba de menos a su mami.”

“Seguramente no soportaría lo que te huele el aliento a alcohol, viejo. Oh, ea, ea. Pobrecito. Tiene que haber sido horrible, Sion.”

“¿Y?”

“¿Hm?”

“¿Cómo ha ido la cosa?”

“No lo sé. He hecho todo lo que he podido. He hecho lo que me dijo Nezumi.”

Rikiga se rio con desdén.

“Eve, ¿eh? Menudo capullo insolente. Acaba en el Correccional y tiene la cara de seguir dándonos órdenes. ¿Quién se cree que es?”

“Nezumi es Nezumi, viejo. No se ‘cree’ nada. Además, no han acabo ahí. Han atravesado esas puertas porque han querido.”

“Las puertas del infierno.”

“Hey, viejo.”

“¿Qué?”

“¿Crees que van a volver?”

“¿Después de haber atravesado las puertas del infierno? Imposible. Haría falta un milagro.”

“Tengo entendido que es fácil que se produzca un milagro. Lo ha dicho Nezumi.”

“Eve es un fraude. En sus palabras no podrías encontrar ni una verdad del tamaño de la cabeza de una mosca. ¿Sabes, Inukashi? El – el que si que espero que vuelva es Sion.”

“¿Y qué pasa con Nezumi?”

“No me importa lo que le pase a Eve. No me importaría no volver a verle en lo que me queda de vida. De hecho, nada me haría más feliz que no volver a verle. Sería mucho mejor para mí. Hmph.”

Inukashi se rio en silencio. Rikiga estaba de muy mal humor. Le hacía gracia. Y lo único que hacía el saber la razón era que el asunto fuese aún más gracioso.

“Tsukiyo.” Inukashi bajó la voz y llamó al ratón. Sion también le había puesto nombre a ese. Hamlet, Cravat, Tsukiyo… era algo raro. Una vez supo los nombres, se dio cuenta de que podía distinguir cual era cual, cuando no habían sido más que “ratones” para él.

Algo raro, sí.

Chit.

Un ratón negro apareció de bajo de un perro del mismo color, que estaba tirado en el suelo.

“Un mensaje para tu dueño: he hecho lo que me dijiste. Mañana por la tarde empieza la acción.”

Chit.

“Rezaré para que llegues con tu dueño, Tsukiyo.”

¡Cheep, cheep, cheep!

El ratón desapareció en la oscuridad.

“¿Sabe dónde está Eve?”

“Creo que sí.”

“¿Y ha entendido lo que le has dicho?”

“Seguramente también pueda entenderte a ti, viejo. Siempre un cuando estés sobrio, entenderá lo que intentes decirle.”

“¿Por qué? No es más que un ratón.”

“No es un simple ratón. Los ratones normales no entienden el lenguaje humano. Esos ratones son muy listos.  Pueden entender lo que decimos y la intención con la que lo decimos. No es de extrañar que Nezumi los cuide tanto.”

“¿Por qué no son ratones normales?”

“¿Y cómo quieres que sepa yo eso?”

“¿Son micro robots?”

“No. Son seres vivos. Pero tienen intelecto. ¿Sabes? Sion hasta les leía. Un clásico llamado Whachamacallit. Me apuesto lo que sea a que nunca has leído un clásico en tu vida, ¿verdad, viejo?

“Nunca he leído un clásico llamado Whachamacallit,” replicó Rikiga sarcásticamente. “¿Por qué tienen intelecto esos ratones?”

“Ya te he dicho que no lo sé. Pero son de Nezumi. Sería raro que no fuesen extraordinarios.”

“Claro que es raro. ¿De dónde ha sacado Eve esos ratones?”

“Viejo.”

“¿Qué?”

“¿Por qué te interesan tanto? ¿Estás pensando en si podrías sacarte un dinerito extra usando esos ratones?”

“Claro que no,” dijo Rikiga, enfadado. “No quiero tener nada que ver con los ratones de Eve. No los tocaría ni aunque tuviesen monedas de oro en la boca.”

A Inukashi le costaba creerse eso de que Rikiga dejase escapar a un ratón que tuviese una moneda de oro, pero se limito a encogerse de hombros como respuesta, y no dijo nada.

Ratones que entienden el lenguaje humano…

Uno de esos ratones le había llevado una carta. Era de Nezumi. Las palabras estaban escritas con un bolígrafo de punta fina.


Inukashi. He preparado esta carta para que te llegase después de la Caza. Conociendo a mis ratones, seguro que se aseguran de que te llega.

La carta no empezaba con un saludo formal ni nada de eso,  era distante.

¿No sabe escribir una carta en condiciones o qué? ¿O piensa que no me merezco ni un saludo¿ Si es eso, menudo idiota.

Aun así, una carta de Nezumi era algo inesperado e inusual, y sus ojos habían permanecido pegados a la carta incluso cuando estaba quejándose. Leyó y gruñó.

En la carta había unas instrucciones detalladas para los que se habían quedado en el Bloque Oeste. Sólo después de leer la carta Inukashi se dio cuenta del significado de las miradas significativas y sugestivas de Nezumi.

Ya veo. Eso es lo que quieres que haga. Que cartas de amor mas emotivas me mandas.

Ese chico es retorcido. Aunque no es nada nuevo.

Tomó aire. Tenía que decidir: o arrugaba la carta que tenía en la mano y fingía que nunca la había visto, o acataba las órdenes de Nezumi.

Dudó durante un momento. Inukashi dobló la letra y exhaló.

Aparte de las instrucciones para Inukashi, también había órdenes para Rikiga. Esa era la razón del descontento de Rikiga.

“Ese crío se piensa que puede darme órdenes. Joder, me siento como si esa rata despreciable me estuviese controlando por control remoto. Me cabrea.”

“Entonces, ¿vas a ignorarle?”

“No puedo hacer eso. La vida de Sion está en juego.”

“La montaña de oro también está en juego.”

“Exacto.”

Amor y avaricia. Esos eran los motivos más frecuentes que movían a la mayoría. Teniendo en cuenta las continuas quejas de RIkiga, se movía con mucha rapidez y eficacia. Había traído unas cuantas microbombas. Lo más seguro es que las hubiese tenido preparadas con antelación.

Había dicho que le habían costado un dineral. Pero que aquello no sería más que un pequeño sacrificio si conseguían hacerse con los lingotes de oro.

Rikiga e Inukashi habían cumplido la mitad de las órdenes de Nezumi. Ahora quedaba la otra mitad. El momento crítico.

“Sabemos con seguridad que Tsukiyo y los demás están de nuestra parte. ¿No es suficiente por ahora?” Inukashi pronunció sus pensamientos. Fuese una persona, un perro, o un ratón, que no fuesen enemigos ya era algo que agradecer. Deseaba que Rikiga se preocupase por la “rareza” y el “misterio” luego, cuando no estuviesen en una situación tan tensa.

Siempre ha sido obvio que Nezumi no es alguien al que puedas descifrar, viejo.

“Abah, abah, abah.” Balbuceó Sion animado.

“Felicítanos, Sion.” Inukashi alzó el cuerpecito hacia el cielo nocturno, donde brillaban las estrellas. “Celébralo. Nuestro presente y nuestro futuro.”

“Babhuh.” Sion levantó los brazos envueltos en una tela desgarrada. Estiró el brazo como si estuviese señalando algo.

“¿Qué?” Inukashi levantó la vista y vio la ciudad dorada. La Ciudad Sagrada de No. 6, cuyo brillo atravesaba la densa oscuridad.

Los dedos de Sion se detuvieron justo en aquella luz dorada.

“Es No. 6. ¿Qué pasa? ¿Te ha llamado la atención?”

Sion no estaba sonriendo. Tampoco lloraba. Tenía aquellos ojos morados abiertos como platos, y lo único que hacía era mirar No.6 intensamente.



1 comentario:

  1. Graciaaaaaaaaaaaaas mil gracias! Eres un ángel! Me gusto tanto esta serie que exploté cuando vi que había una novela. La busque por todos lados y no la encontré más que aquí en mi spanish hermoso. Estoy bajando a mi celular esto cuando debería estar estudiando WTF conmigo? Ok, no me importa, GRACIAS otra vez n__n

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