miércoles, 14 de septiembre de 2011

No. 6 Vol. 1 Capítulo 3

Ale, otro capítulo más. Con este ya está hecha un poco más de la mitad de la novela.

Gracias otra vez Do-chan por corregirlo, ¡te has ganado un chu~!


Capítulo 3

Escapar para vivir

Sion insertó su tarjeta de identificación en el lector de tarjetas de la Oficina de Administración del Parque. La puerta se abrió sin hacer ningún ruido y se encendió automáticamente el sistema de control de temperatura y de filtración del aire. Aún no había nadie en la oficina. Era raro que Yamase no estuviese allí ya. Sion encendió el sistema de administración del parque. Era el principio de otro día de trabajo.

“Buenos días.” Una imagen del ayuntamiento, la Lágrima de la Luna, apareció con la bienvenida. “Tu lealtad absoluta a la ciudad-”

Puso la mano encima de la imagen de la Lágrima de la Luna y recitó lentamente.

“Juro lealtad absoluta a la ciudad de No. 6.”

“Nuestra gratitud por tu lealtad. Haz tu trabajo con sinceridad y enorgullécete de ser un buen ciudadano.” La Lágrima de la Luna desapareció y en su lugar apareció un informe de la condición de las criaturas vivas que había en el Parque. Sion suspiró, aliviado. El ritual de lealtad era algo que le incomodaba. Aunque era una de las ramas más alejadas, la Administración del Parque seguía estando directamente afiliada a la Ciudad. Todos los empleados tenían que jurar lealtad a la Ciudad todas las mañanas. Si se negaban, perderían el trabajo.

No era mucha cosa. Todo lo que tenía que hacer era poner la mano en la pantalla y repetir las mismas palabras. Sion intentaba no darle mucha importancia, pero las palabras banales del juramento, y la ridiculez del ritual en sí siempre le hacían sentir desprecio. Y el tener que hacerlo todas las mañanas hería el orgullo de Sion. Se acordó de Safu quejándose de lo mismo. El laboratorio en el que trabajaba Safu también estaba afiliado a la ciudad, así que el juramento era algo obligatorio.

Sion se sopló en la mano. No servía de nada quejarse. Mientras continuase siendo un ciudadano de No. 6, mientras continuase viviendo allí, no servía de nada preocuparse por el orgullo. Continuaba diciéndoselo a sí mismo.

Se abrió la puerta de la oficina y entró Yamase. Detrás de él había una mujer que aun estaba en sus veinte. Yamase la llamó suavemente, pero ella sacudió la cabeza, se inclinó levemente y se fue deprisa. Era una mujer pequeña con el pelo largo.

“Ya veo…” Sion detuvo sus manos en el panel de control y se volvió para poder ver la cara angular de Yamase.

“Es raro verte con una mujer, Yamase-san. ¿Es tu….?” Iba a decir ‘novia’, pero se calló de golpe. Yamase estaba sentado delante de su panel recitando el juramento de lealtad a la ciudad. Su expresión era tensa. Sion supo nada más mirarle a la cara que no era momento para bromas.

“Yamase-san, ¿pasa algo?”

“Sion… esa mujer…” Yamase se volvió hacia Sion. “Es la mujer del hombre que encontramos muerto ayer.”

“¿Eh?”

Eso los haría una pareja con una diferencia de edad enorme. No. 6 no tenía regulaciones estrictas en cuanto a los matrimonios, siempre y cuando fuesen entre dos ciudadanos registrados y que estuviesen de acuerdo. No había problema incluso aunque la pareja no hubiese obtenido un certificado de matrimonio oficial. El problema estaba en si iban o no poder preparar el ambiente adecuado si querían tener hijos. La ciudad no permitía el nacimiento de niños en matrimonios que no cumpliesen el criterio estándar. Sion no sabía cuáles eran esos criterios. No obstante, la gente era libre para casarse, así que las parejas con tanta diferencia de edad no eran nada fuera de lo común.

“Dice que sólo se llevaban tres años,” dijo Yamase quedamente. Sion no lo entendió. “Él era tres años mayor que ella,” repitió Yamase.

“Tres años… pero-”

Yamase asintió. “El hombre sólo tenía 31 años.”

“¡No puede ser!” exclamó Sion incrédulo. “No puede ser. Ese cuerpo era de un hombre mayor, lo mires por donde lo mires.”

“Sí,” dijo Yamase con pesadez. “Yo tampoco me lo creía. No la han dejado ver el cuerpo. Sigue en el Departamento.”

“¿Sigue allí? ¿Quieres decir que la autopsia no ha sido suficiente para descubrir las causas de la muerte?”

“Supongo que sí, eso es lo que significa.”

No podían encontrar la causa de la muerte. Sion no podía imaginar una causa de muerte que la tecnología de último nivel de No.6 no pudiese encontrar. Hacía tiempo ya que la medicina había llegado en sus análisis a organismos a la escala nanométrica. Una célula normal medía 20 micrómetros, aproximadamente. Un micrómetro era 1000 veces más grande que un nanómetro. Cualquier enfermedad a nivel celular tendría que ser más que sencilla de encontrar y analizar.

Sion sintió un escalofrío. Un rigor mortis anormal, su disipación y la apariencia de hombre mayor que tenía el cuerpo - ¿qué significaba todo eso? No lo sabía. Yamase volvió a hablar quedamente.

“A la mujer le dijeron que había muerto en un accidente en el Parque, y que esperase a que averiguasen la causa de la muerte. Ha venido para preguntar si podía ver donde ocurrió el accidente.”

“¿Accidente? ¡Tonterías!”

“Tienes razón, no son más que tonterías. Decirle que ha sido un accidente es una mentira y de las gordas,” contestó Yamase rascándose el cuello con irritación.

“Yamase-san, ¿por qué tiene que mentir el departamento sobre ello? ¿Y no es raro que no puedan encontrar la causa de la muerte?”

“Sí… este incidente está lleno preguntas sin responder.”

“Si el Departamento no puede explicarlo, ¿puede que sea porque no ha habido otros casos como este?

“¿Otros casos como este?”

“Ese hombre ha muerto de algo desconocido hasta ahora, algo que nadie ha experimentado antes - ¿puede ser?”

“¡Sion! ¿Qué estás…?” La voz de Yamase se fue apagando. Estaba muy pálido. Sion se imaginó que él estaría igual.

“Vamos a tomar café, ¿vale?” Yamase se levantó de golpe, como si no pudiese soportar más esa atmósfera tan tensa. Sion se también se levantó.

“Oh, déjame-”

“No, yo lo haré. Te gusta con mucha leche, ¿no Sion?”

“Gracias.” Sion se detuvo. “Pero… cualquiera que vea el cuerpo podría decir que ha sido un accidente, ¿verdad?”

Yamase se volvió para mirarlo. Su cara no tenía la misma expresión amable que tenía siempre.

“¿Yamase-san?”

“Sion, los cuerpos pueden manipularse.”

“¿Eh?”

“Yo…” titubeó Yamase. “Antes de trabajar aquí, trabajaba en el Hospital Central Municipal. Mi trabajo era manipular cadáveres.”

“¿Manipular? ¿A qué te refieres?”

“No pensaba decirle esto a nadie, pero…” Yamase dudó. “Sion, ¿habías visto alguna vez un cadáver?”

“Una vez. En el funeral de mi abuelo por parte de madre. Vi su cuerpo en el ataúd en el velatorio.”

“¿Cómo estaba?”

“¿Cómo…? Parecía tranquilo. Como todos, ¿no?”

“¿Es lo qué piensas?”

“¿Estás diciendo que no es así?”

La tecnología médica había avanzado mucho no sólo en el campo de la prevención y tratamiento de enfermedades, también lo había hecho en el campo de la eliminación del dolor. La tecnología que había a día de hoy podía eliminarlo todo, fuese a causa de un accidente o enfermedad, yendo desde el dolor en una operación a problemas a la hora de respirar, dolores agudos y ataques experimentados cuando se acercaba la hora de morir. La vida de la gente se terminaba sin dolor y todos morían con una expresión tranquila. Eso era lo que le habían dicho a Sion.

Yamase le pasó una taza de café. Bajó su mirada e inclinó el cuello para rascárselo, como si estuviese evitando la mirada de Sion.

“No dejo de darle vueltas a todo esto de la tecnología médica de última generación,” dijo despacio Yamase. “Pero todo lo que sé… es que no importa cuando evolucione la tecnología, es imposible que todo el mundo tenga una muerte pacífica. De eso estoy seguro.” La cara de Yamase se contrajo aún más. La mano con la que cogía la taza le temblaba levemente.

“Estuve trabajando mucho tiempo en la morgue del Hospital Central. Mi trabajo era manipular los cuerpos que llevaban allí.”

“Yamase-san, ¿a qué te refieres con eso de manipular los cuerpos?”

“Era un trabajo fácil. Cuando habían confirmado la muerte del cuerpo y lo bajaban allí, le empapaba la cara con una sustancia química especial y lo cubría con un aparato. Y entonces-”

“¿Entonces?”

“Sonreían. Todos los hacían. Parecía que todos estuviesen teniendo un sueño precioso.”

A Sion le faltó poco para gritar. Era justo como había dicho Yamase. Tenía nueve años cuando había visto el cuerpo de su abuelo, y éste sonreía.”

“Es como si estuviese teniendo un sueño precioso,” recordó como murmuraba su madre mientras le caían las lágrimas.

“Por supuesto,” Yamase continuó. “La mayoría de cadáveres no hay que manipularlos. Eran gente que habían recibido un buen tratamiento paliativo y realmente habían muerto pacíficamente. Pero sigue siendo la mayoría – no toda la población. Hay un pequeño número de gente que muere trágicamente y esos tienen una expresión llena de dolor.”

“¿Por ejemplo-?”

“¿Eh?”

“¿Qué tipo de gente es la que muere así, Yamase-san?”

Yamase exhaló y se terminó el café. “No lo sé. Mi trabajo consistía en empaparles caras con la sustancia química y cubrirlos con el aparato. No sabía por qué habían muerto con el sufrimiento y la tristeza que expresaban sus caras, y nadie me lo iba a decir.” Hizo una pausa. “Pero – hubo una vez que trajeron a un hombre de mediana edad… Tenía que limpiarles la cara antes de aplicar la sustancia y me di cuenta de que tenía el rostro surcado de lágrimas, y – y pensé -  que quizás había estado llorando hasta que murió. Me pregunté si había estado llorando todo el tiempo mientras estaba muriendo. Y entonces pensé que – quizás el hombre se había suicidado.”

“¿Suicidarse? ¿Alguien de esta ciudad-?”

“¿Crees que es imposible?” preguntó Yamase secamente.

“De todas las causas de muerte de los últimos diez años, la tasa de suicidio es del 0,05%. Y la mayoría ha sido a causa de una psicosis temporal, así que técnicamente no pueden contarse como tal. Claro está, de acuerdo a las estadísticas de la ciudad.”

“Exacto, de acuerdo lo que la ciudad ha publicado como estadísticas,” corrigió Yamase.

La desesperación no existía en No. 6. Todos los ciudadanos llevaban una vida segura y feliz. No había hambre, guerras ni infelicidad. Ni siquiera dolor en los momentos previos a la muerte.

Os han programado para pensar que esta ciudad es la utopía definitiva. Nezumi había escupido esas palabras hacía cuatro años. Ahora, Sion estaba experimentado de primera mano lo reales que eran esas palabras. Lost Town estaba lleno de gente que había abandonado toda esperanza. Tenían suficiente para comer y para poder vivir. Pero no tenían esperanzas para el futuro. Lost Town no era el único sitio – quizás podía decirse lo mismo de Chronos. ¿Cómo podía morir tanta gente con una sonrisa de verdad en la cara y decir que habían vivido una vida plena?

“Yamase-san, ¿estás diciendo que el Departamento está manipulando información?”

“¡Sion!” advirtió Yamase, negando con la cabeza a la vez que fruncía el ceño. “No digas cosas como esa en voz alta. Trabajamos para la ciudad. Hemos jurado lealtad. No deberíamos estar hablando sobre nuestras sospechas. No se que es lo que me ha pasado. Olvida todo lo que acabo de decir. Olvídalo y ya.”

“Está bien,” respondió Sion con cierta duda.

“Bien. Vamos a poner en marcha a Sampo y a los demás. ¿Cuáles eran las áreas principales hoy?”

“Desde la JK02 a la ER005. Principalmente para recoger las hojas.”

“Vale.” Empezaron a teclear en los paneles de control de los robots. Yamase dio un pequeño gruñido de dolor.

“¿Yamase-san?”

“Ah, no pasa nada. Es sólo que noto – los dedos raros.”

“¿Te duelen?”

“No, no… los noto rígidos…” Se levantó tambaleándose, y cayó al suelo repentinamente, con la cara en las manos.

“¿Estás bien?”

“Mis ojos… no veo… todo está borroso…”

Iba a ayudar a Yamase, pero Sion se quedó congelado. No podía moverse. El pelo de Yamase se estaba volviendo blanco. Manchas se estaban extendiendo por las manos con las que cubría su cara.

“Sion… ¿qué… qué me está pasando…?”

Paralizado por el horror, Sion vio como Yamase envejecía a una velocidad impresionante ante sus ojos. Se encogió tumbado en el suelo mientras sufría unos dolorosos espasmos. Le costaba respirar. Sion corrió hacía el intercomunicador de emergencia.

“Tenemos una emergencia. Una ambulancia, por favor. ¡Rápido!”

Yamase tosió débilmente. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué estaba pasando? (Nota para do-chan: Si, se repite xD) Sion no podía creer lo que estaba viendo. Todo era muy surrealista. Su mente estaba paralizada por el miedo – no sabía que hacer, como encargarse. Pero aún así, una parte de él estaba totalmente calmada. Observa. Analiza. Mira. No apartes los ojos de él. Coge todo lo que puedas de él y absórbelo como conocimiento.

Sion tragó saliva y levantó a Yamase en sus brazos. Tras unos débiles espasmos, el cuerpo de Yamase se quedó quieto.

“¿Yamase-san?” Su cara era sin lugar a dudar la de un hombre mayor. Y ya no era la de alguien que estaba vivo. Sion comprobó su pulso y sus pupilas. El cuerpo de Yamase se enfriaba por segundos. Tenía la boca abierta por la sorpresa, como el hombre que habían encontrado ayer.

Sion, ¿cómo ha podido pasar algo así? No puedo creerlo. Sion casi podía imaginarse esas palabras saliendo de sus labios.

Por lo menos, tengo que cerrarle los ojos. Sion puso sus dedos en los párpados de Yamase. No se cerraban. El rigor mortis ya había empezado a extenderse.

Sion se arrodilló junto a Yamase, apretó los puños y siguió observando al compañero con el que había estado hablando hacía unos minutos. Los sentimientos de miedo, dolor y tristeza estaban extrañamente ausentes. Era como si todos sus sentimientos se hubiesen entumecido.

Observa. Analiza. Mira. No apartes los ojos de él. Coge todo lo que puedas de él y absórbelo como conocimiento. Y memorízalo. Memoriza. Memoriza-

Cese de la respiración y la actividad cardiovascular. Descenso de la temperatura corporal. Rigor mortis. Lividez postmortem. Disipación del rigor mortis. Las cosas que normalmente aparecían unas doce horas después de la muerte estaban pasando en cosa de 15-16 minutos. Era como si estuviese viendo una película a cámara rápida.

Sion observó sin moverse, con los ojos totalmente abiertos, mordiéndose el labio con concentración. Podía predecir qué era lo siguiente que iba a pasar. Estaba sudando. Una gota de sudor le cayó de la frente y rodó por la mejilla. Su calor lo tranquilizaba y le aseguraba que estaba vivo.

La gente que está viva es cálida. Tenías razón, Nezumi. La gente es cálida porque está viva. Sabías esto hace cuatro años.

Apareció una mancha en el cuello de Yamase. Era verde oscura, casi negra. Sion se mordió el labio más fuerte. Probó el sabor de la sangre. Ahí estaba, estaba empezando – lo desconocido, lo que nadie había experimentado antes. Se inclinó hacia delante. La mancha se movió. Esa porción de piel se abultó y se movió.

Sonó un timbre. Sampo estaba enviando una señal de Objeto Indefinido. Ajenos a los cambios que se estaban produciendo en la oficina, parecía que Sampo y los otros estaban llevando a cabo su tarea de limpieza. Sion lo ignoró. No podía distraerse. Todo su cuerpo estaba fijado en la mancha. Sus ojos estaban pegados a ella y no podía apartar la vista.

Sion soltó un pequeño grito de horror. Se agarró el pecho y sintió sus propios latidos en su mano. Saltó hacia atrás. Un insecto estaba saliendo del cuello de Yamase y estaba luchando por liberarse completamente. Era del mismo color que la mancha de la que había salido. Tenía unas delgadas alas plateadas, seis patas, antenas y un aguijón.

“Una avispa…”

Acaba de salir una avispa de un cuerpo humano. ¿Cómo podía ser eso-?

El insecto alzó el vuelo. Lo siguió con la mirada y observó como se detenía delante de la oficina la ambulancia del Departamento Médico. Una repentina oscuridad empezó a instalarse en sus ojos.

Se estaba desmayando por el shock.

Podía ver al insecto volar de un lado para otro a través de la oscuridad. Sion gimió y se encogió en el suelo.

Sion se despertó con una luz brillante dándole de pleno en los ojos. Escuchó a un hombre hablar.

“¿Estás despierto?”

La luz entraba por las ventanas a las que el hombre les estaba dando la espalda. Tenía la cara envuelta en sombras. La sombra habló otra vez.

“Levántate. Tengo cosas que preguntarte.”

Era una voz que había escuchado antes. Sion volvió en sí y se dio cuenta de que estaba tumbado en el sofá de la oficina. Se estaban llevando a Yamase, envuelto en una sábana blanca, fuera de la oficina. Parecía que sólo había estado inconsciente un par de minutos.

“Yamase-san.”

Sion llamó a su compañero inconscientemente. La cara sonriente de Yamase pasó por su mente. Recuerdos fragmentados – le encantaba el café y se bebía varias tazas al día; su comportamiento tranquilo; la costumbre de mirarse tímidamente los pies – se agolparon en su mente.

No eran muy cercanos. Para Sion sólo era  un compañero. Nunca había confiado en Yamase ni había hablado con él de cosas personales. Pero a Sion le gustaba Yamase. Yamase nunca se metía en lo que no le llamaban, pero eso no quería decir que no se preocupara. Era una buena persona. Pero ya no.

“Yamase-san…” Empezaron a picarle los ojos. Le dieron unos toquecitos en el hombro.

“Ya nos pondremos emocionales luego, ¿vale?” El hombre habló despacio y sin ninguna emoción. A Sion le dio un salto el corazón.

“¿Puedes explicarnos la situación?” Esa voz, esas palabras. Las había escuchado antes.

“Eres…”

“Ha pasado bastante tiempo, ¿verdad? Me alegra ver que aún te acuerdas de mí.”

Era Rashi, el interrogador del Departamento de Seguridad. Tenía el mismo tono amable y los mismos ojos que no sonreían de hacía cuatro años.

“Vas a contarnos todo lo que sabes, ¿verdad?”

Sion se encontró a sí mismo asintiendo automáticamente. Podía sentir como se le aclaraba la mente lentamente. Sentía el cuerpo y la cabeza pesados y escuchaba su voz como si estuviese muy lejos.

Esto no va bien.

Sonó una alarma en un rincón de su mente. Pero no podía controlarse como lo había hecho el día anterior. No podía evitar contestar automáticamente a las preguntas que hacía Rashi.

“¿Una avispa?” Rashi frunció el ceño. Echó un vistazo a la habitación e inclinó la cabeza con perplejidad. No había ningún insecto, avispa o lo que fuese, en la habitación.

“No me lo creo.”

“Comprobad el cuello de Yamase, debería haber una cicatriz-” Se atragantó con sus palabras. Debería haber una cicatriz. Debería haber una, idéntica, en el cuello del hombre que habían encontrado ayer. El Departamento había investigado el cuerpo tratándolo como una muerte antinatural, no se les podía haber pasado algo así. La habían visto, pero le habían dicho a su mujer que había sido un accidente. No querían que se supiera la causa real de la muerte -  lo que la había provocado.

Sion giró la cabeza, como evitando la mirada de Rashi. Había hablado de más. Había contado todo lo que sabía, lo que probablemente era algo que el Departamento no quería que se supiese – información clasificada que estaban intentando tapar. Si ese era el caso-.

“Tu especialidad era ecología, ¿verdad?”

“Esa era mi intención, pero al final no pudo ser. No tiene nada que ver conmigo ahora.”

“¿También te interesaba la biología de los insectos?”

“La ecología abarca todo lo que tiene que ver con las especies y su relación con el medio. Los insectos no eran lo único que me interesaba.”

“Ah, ¿en serio? Y, específicamente, ¿qué quieres decir con eso de la relación de las especies con el medio?”

“Bueno-”

Sion pudo sentir como empezada a sudar. Rashi tenía una leve sonrisa en los labios mientras hablaba, sus palabras eran ligeras y el tono era conversacional. Pero no dejó de mirar a Sion ni un instante. Entraron dos agentes del Departamento de Seguridad. Uno de ellos le susurró algo a Rashi. Rashi habló.

“Espero que no te importe venir un rato al Departamento con nosotros.”

“¿Eh?”

“No es nada, sólo queremos que nos cuentes un poco más. Sólo serán unos minutos. Te prometo que no te quitaremos mucho tiempo si vienes con nosotros.”

“Yo-”

Sonó un timbre. Sampo estaba enviando una señal de Objeto Indefinido.

“Lo siento, tengo que manejar a los robots de mantenimiento…”

“Desactívalos. De todas formas, no vas a trabajar mucho hoy.”

Sion le ignoró. Minimizó la pantalla de error y cambió a una cámara. Un pequeño ratón gris apareció en la pantalla. Estaba correteando por los brazos de Sampo. Tenía la boca abierta y estaba diciendo algo sin parar. Sion se puso los cascos y encendió el sensor de sonido.

“Sion,” escuchó la voz de Nezumi. “Tienes problemas. Sal de ahí.”

¿Qué?

“Sal de ahí.”

Click. Escuchó algo detrás de él. Sion se volvió y se encontró con los cañones de un par de pístolas. No podía distinguir de qué modelo eran. Pero sabían que no eran pistolas de última tecnología, no, nada de eso -  eran modelos antiguos, muy efectivos a la hora de matar. Sion encendió el micrófono de Sampo. Ahora, Nezumi podría oír lo que estaban diciendo.

“¿Me estáis arrestando por la fuerza?”

“Supongo que podrías decirlo así. La cosa es que vas a venir con nosotros.”

“¿No necesitáis un motivo para arrestarme?”

“¿Una razón? No, la verdad es que no. Pero si insistes… ¿tu bicicleta, quizás?”

“¿Mi bici?”

“No tiene limitadores de velocidad. Eso va en contra de la ley y es más que suficiente para arrestarte.”

“¿Qué – cómo? ¿Por una razón tan estúpida y sin seguir el procedimiento? ¿Usando la violencia? ¿Así es cómo arrestáis a un ciudadano? ¿Qué pasa con mis derechos?”

“¿Un ciudadano? ¿Derechos?” Se burló Rashi. Sion sintió como le recorría la espalda un escalofrío.

“¿De verdad piensas que tienes algo de eso?”

Podía oír a Nezumi chascar la lengua. Tsk.

“Supongo que no he llegado a tiempo.”

Sion exhaló y empezó a apagar el sistema operativo. Justo antes de que se apagara, escuchó claramente el mensaje de Nezumi.

“Sion, no te asustes. Voy a ayudarte.”

Tenía razón. No te asustes. Cálmate. Sé rápido de mente. Tenía que conseguir más tiempo. Sion cedió.

“Por favor, no uséis la violencia conmigo.”

“Por supuesto que no. Siempre y cuando cooperes.”

“No me va a servir de nada resistirme, ¿no?”

“Así que eres de esos que no hacen algo que no les sirva para nada, ¿eh? Eso está bien, sabe de lo que habla. Es una lástima.”

“¿Una lástima? ¿El qué?”

“Para ti.”

“No entiendo de que estás hablando.”

“Lo entenderás dentro de poco. Eres listo y entiendes las cosas rápido, igual que hace cuatro años.”

Sion subió al coche escoltado por dos agentes. Por encima de ellos estaba el inmenso cielo azul otoñal. El sol brillaba. Los pájaros cantaban. “Parece que estamos teniendo unos días más cálidos de lo usual.”

Rashi se volvió hacia Sion y sonrió.

“¿Tienes coche?”

“No. Normalmente uso la bici o ando.”

“Eso está bien. La gente joven como tú tiene que moverse. Por cierto, el coche en el que estamos es un coche que va con batería. Bastante cómodos, ¿no te parece?”

“Pensaría que es excelente si no estuviese en la situación que estoy ahora.” Sion contestó sarcásticamente. En cuestión de contestar, era lo mejor que podía hacer. Rashi se encogió de hombros ligeramente.

“Como estaba diciendo, este coche funciona con batería. ¿Tienes idea de cómo funciona? Me temo que no estamos demasiado puestos en el lado científico de las cosas.”

“Yo tampoco sé mucho.”

“¿Sobre qué tipo de cosas sabes algo?”

“No muchas… es decir, no tengo muchos conocimientos científicos.”

Los agentes que tenía a los lados se movieron a la vez. Le cogieron firmemente los brazos.  Rashi cambió el tono al de un interrogador.

“Simplemente dinos lo que sabes.”

“Como ya te he dicho, lo que sé – es conocimiento general.”

“¿Cómo por ejemplo?”

La conversación era corta y carente de frivolidad, pero para Sion era agobiante. Sentía como si alguien lo estuviese ahogando con un trozo de tela suave y húmedo. Sentía nauseas.

“Pues… mediante la electrolisis se separa el alcohol en oxígeno e hidrógeno, y juntándolos otra vez, la energía…”

“¿La energía qué?”

“¿Dónde vamos?” Sion preguntó de repente. Se levantó, pero tiraron de él y le obligaron a volver a sentarse.

“¿No íbamos al departamento de seguridad? No se va por aquí.” El Departamento estaba situado al lado del Ayuntamiento. Sólo había que atravesar el Parque desde la Oficina de Mantenimiento para llegar allí. En coche sólo se tardaban unos minutos. Pero el paisaje que veía por la ventanilla le mostraba que estaban yendo en la dirección contraria.

“¿A dónde crees que estamos yendo?”

“Eso es lo que os estoy preguntando,” dijo Sion con irritación.

“No tienes derecho a hacer ninguna pregunta.”

“¿Qué – cómo podéis – por qué-?”

“¿No te lo había dicho? Eres el principal sospechoso en este caso.”

“¿Qué caso?”

“De la muerte que ha habido hoy y de la de ayer. Eres sospechoso de asesinato.”

Sion se había quedado mudo. Podía escuchar como le latía la sangre en los oídos mientras abandonaba su cara.

“Eres un sujeto peligroso. Tienes muchos conocimientos y un buen cerebro que sabes usar bien. Puedo decirlo después de haber hablado contigo. Y por encima de todo, no estás contento con tu situación y estás resentido con la ciudad. Habilidades superiores y hostilidad contra la ciudad. Por separado no son nada importante. Pero tú tienes las dos. Eres peligroso.”

“Esas son acusaciones falsas.”

“¿Falsas? No estoy de acuerdo.” La mano de Rashi había ido hacía un botón plateado que  había detrás del volante. Empezó a escucharse la voz de Sion y Yamase por los altavoces.

‘Yamase-san, ¿por qué tiene que mentir el departamento sobre ello? ¿Y no es raro qué no puedan encontrar la causa de la muerte?’

‘Sí… este incidente está lleno preguntas sin responder.’

Sion cerró los ojos. Era la conversación que habían mantenido hacía un rato. Los habían estado grabando todo el tiempo. ¿Había un micrófono escondido en el panel de control? Pero, ¿para qué?

‘Yamase-san, ¿estás diciendo que el Departamento está manipulando información?’

‘¡Sion!’

Rashi apretó el botón otra vez. Las voces pararon. Durante un momento, un silencio frío se adueño del coche, como si el aíre se hubiese congelado.

“¿Quieres escuchar un poco más?”

“Por favor… para… no puedo creer esto.”

“¿No puedes?”

“No he matado a nadie,” dijo Sion secamente.

“Entonces, ¿estás diciendo que esa avispa de la que hablabas es la asesina?”

“Sí.”

“Ridículo. Una historia bastante estúpida para tu inteligencia.”

“¿Qué razón tenía para matar a Yamase-san?”

“Eso es lo que vamos a averiguar. Mi teoría es que intentabas causar una conmoción.”

“¿Eh?”

“Una conmoción. Querías empezar una grande, suficiente para sacudir los cimientos de la ciudad y disfrutar de ella. Pensarás de ti mismo que eres un genio que ha tenido mala suerte, ¿verdad? Así que despreciabas a la ciudad por no darte un tratamiento especial como te merecías, y empezaste a odiar a sus ciudadanos. Creías que merecías más atención, así que pensaste en este método de asesinato, esta muerte tan antinatural para sacudir a la sociedad. Tienes el conocimiento médico y biológico para hacerlo. Es muy probable que hayas usado alguna sustancia química para cometer los asesinatos.”

Sion se hundió en el asiento del coche. Toda la energía había abandonado su cuerpo. Se dio cuenta de que era una trampa. Y había caído de pleno. Se lamió los labios. Los tenía secos y agrietados.

“Ya veo,” dijo fríamente. “Así que ya está todo preparado. Una historia bastante más estúpida que la mía.”

“Ya veremos lo estúpida que es cuando terminemos de interrogarte.” Se oyó un ruido metálico. El agente que estaba a la izquierda de Sion le había esposado.

“Tienen un transmisor que nos permite saber dónde estás. Cuando lleguemos te las quitaremos.” Las palabras de Rashi le dieron una idea a Sion de donde iban. Al Bloque Oeste. Al Correccional. Si iban a interrogarle allí, estaba claro que lo iban a meter en una celda después. A cambio de quitarle las esposas le implantarían un V-chip.

-Nezumi, ya es tarde.  No puedo escaparme.

Cerró los ojos y tomó aire.

“Así me gusta, buen chico. Quédate callado.”

Sion se quedó cabizbajo, mordiéndose el labio.

Voy a ayudarte. La voz de Nezumi resonó en sus oídos. Su corazón se calmó. Le temblaban las piernas, pero no era de miedo o desesperación, era de rabia. Rabia contra la gente que lo había engañado. La voz de Nezumi mantenía esa rabia a raya. El coche entró en Lost Town.

-Mamá.

“¿Estás preocupado por tu madre?”

“¿Mi madre - ¿qué va a pasarle?”

“¿Pasarle? Nada. No se le va a quitar la ciudadanía porque su hijo sea un convicto.” Rashi le susurró algo al conductor. El coche giró a la derecha. Las calles que se veían eran familiares. El coche se paró en el borde de la acera.

“Mira.”

Rashi señaló. Karan estaba dándole a una niña una barra de pan envuelta en papel. Le dijo algo y la niña asintió. Las dos estaban sonriendo. Envueltas en la luz del otoño, parecía que las dos habían salido de un cuadro o de una serie. Sion se inclinó hacia delante.

“Tu madre parece una mujer muy amable. Mírala bien mientras puedas.” Rashi movió la cabeza y el coche empezó a moverse. “Puede que nunca la vuelvas a ver.”

Rashi soltó una risita con la espalda vuelta a Sion.

“No es nada de lo que debas preocuparte. Claro, al principio tu madre estará sorprendida y se sentirá triste. Pero lo superará. Así es la vida. Bueno, tampoco es que vayas a conseguir nada preocupándote por ella. Pronto descubrirás que tienes cosas más importantes de las que preocuparte.”

Las palabras de Rashi se clavaron en el corazón de Sion. No podía respirar. La rabia y la resistencia que tenía en su interior empezaron a disiparse lentamente. Nunca podría volver a su vida normal. Le habían separado de ella para siempre. Ver a su madre había grabado la desesperación en su interior.

Lo habían calculado todo. No habían parado el coche cerca de casa de Sion por compasión. Lo habían hecho para darle el golpe de gracia, el golpe que lo había hundido y le habían dicho que se rindiera, que abandonase toda esperanza, que nunca iba a volver. Un golpe retorcido y cruel para hacer que perdiese todas las ganas de resistirse.

“Voy a ayudarte. Voy a ayudarte.”

Sion abrió la boca y se repitió las palabras.

Voy a ayudarte. Una frase corta. Pero la voz de Nezumi había estado llena de confianza.

¿Qué aspecto tenía? Se preguntó e intentó visualizar la cara de Nezumi. Solo podía acordarse del par de ojos grises.

-¿Te veré pronto, Nezumi?

“¿Qué pasa?” Rashi se volvió y frunció el ceño.

“¿Estás sonriendo?”

“¿Sonriendo? Pues claro que no,” replicó Sion. “En esta situación reírme no es lo que más me apetece.”

“En esta situación… estás muy tranquilo. Espero que sepas en que situación te encuentras ahora mismo.”

“Demasiado bien.”

“¿Y no estás muy tranquilo a pesar de ello?”

“Soy muy tranquilo.”

“¿Qué?”

“Tranquilo,” repitió Sion. “Me lo dijo alguien hace tiempo. Que me tomo las cosas con mucha calma.”

Rashi observó a Sion en silencio. El coche estaba saliendo de Lost Town y llegando a la frontera oeste. Era la primera vez que Sion estaba allí porque a los ciudadanos normales no se les permitía entrar en el área. No. 6 era una ciudadela – una pared de una aleación especial rodeaba la ciudad y la aislaba. En la mayoría de zonas de la ciudad la pared estaba camuflada con árboles, pero en el Bloque Oeste estaba al descubierto. El coche pasó de largo la Oficina de Control de Acceso.

“¿No vais a entrar al Bloque Oeste desde aquí?”

“Hay dos puertas. Esa era para entrar y salir de la ciudad. La otra es especialmente para entrar al Correccional, lleva directamente dentro. El Correccional es una facilidad especial en el Bloque Oeste. Está completamente aislado de los ciudadanos normales. Apuesto a que no lo sabías.”

“No, no lo sabía.”

“Lo vas a descubrir muy pronto.”

El camino se estrechó. Un gran número de árboles bloqueaban la luz del sol.

“Una vez que atravesemos el bosque sólo habrá paramos. Detrás de la puerta habrá lo mismo. Probablemente será la última vez que veas árboles, así que yo que tú me los grabaría bien en la memoria.”

El coche se detuvo.

“¿Qué pasa?” Preguntó Rashi.

“Ah, es que…” el conductor señaló algo delante de ellos. Había algo plateado en medio del camino. Lentamente, se levantó.

“¿Sampo?” Sion tragó saliva.

“¿Qué pasa? ¿Qué está haciendo un robot de limpieza aquí?”

“Puede que tenga órdenes de limpiar el área del bosque.”

“No he oído nada al respecto.”

Sampo estaba recogiendo las hojas del suelo con  los brazos.

“Vigila al sospechoso.” Rashi ordenó y salió del coche. Se acercó a Sampo. Sampo se movió cogiendo con los brazos a Rashi. Pegándose a él, cayeron hacia delante.

Rashi soltó un grito mientras Sampo lo arrastraba por el suelo, llevándolo hacia los árboles.

“¡Ah!” exclamó el conductor sorprendido y abrió la puerta para salir del coche. Al momento siguiente dos pequeñas sombras se metieron en el coche. Eran dos ratones grises. En un instante se lanzaron al cuello de los agentes.

“No os mováis,” ordenó una voz. Una persona se introdujo en el asiento del copiloto. Una prenda gris le cubría la cara y los hombros. De ella salió un ratón que se lanzo al cuello del agente.

“Estos pequeños tienen bombas implantadas en el cuerpo. Intentad algo y os quedaréis sin cabeza.”

El conductor gimoteó aterrorizado.

“Quitadle las esposas y salid del coche.”

Ninguno se movió.

“¡Rápido!” ordenó secamente. “Tengo poca paciencia. ¿Queréis que los detone?” Se escuchó un ruido metálico procedente de cada ratón que tenían en las gargantas. Click. Click. Click. Las esposas cayeron de las muñecas de Sion. Los tres hombres salieron del coche. Les sangraba el cuello.

“¡Nezumi!”

“Los saludos para después.” Nezumi cogió el volante. El coche dio la vuelta y pasó a toda velocidad por el camino.

“Nezumi, ¿de verdad vas a hacer que exploten?”

“Idiota. ¿Crees que implantaría bombas en mis amigos? Era para asustarlos.”

“¿Esos ratones eran robots? Parecían de verdad. Y Sampo, ¿cómo-?”

“Cállate,” gruñó Nezumi. Se quitó la ropa de la cara y la tiró al asiento de atrás. “Envuélvete la cabeza con eso y agáchate.”

“¿Es superfibra? ¿Por qué tengo que envolverme con ella?”

“Porque voy a estamparlo”

“¿Estampar qué?”

“El coche.”

“¿¡Qué!? ¿Por qué-?”

Nezumi dio un golpe en el volante.

“Cállate de una vez, ¿vale? ¿Preguntar es lo único que sabes hacer?”

“Pero podemos escapar usando el coche.”

“Es lo que pensaba hacer, pero-”

“¿Pero qué?”

“Ha ido demasiado bien.” Se estaban acercando a la pared que separaba el Bloque Oeste de No. 6. El coche no disminuía la velocidad. “No debería haber sido tan fácil rescatarte.”

“¿En serio?”

“Eres bastante corto, así que no puedes saberlo. No hay nada más peligroso que cuando algo así sale demasiado bien. Así que vamos a abandonar el coche. Cuando te lo diga, envuélvete en eso y salta. Voy a estamparlo.”

“¿Y tú qué?”

“Estoy acostumbrado a este tipo de cosas. No necesito que un corto de mente se preocupe por mí.”

“¡No puedo dejarte sin más!”

La pared se estaba acercando.

“¡Abre la puerta y salta!” Gritó Nezumi. Casi simultáneamente, las ruedas chirriaron al pararse el coche. El cuerpo de Sion salió disparado hacia delante para estrellarse después con el asiento. Si no fuese porque el material absorbía los impactos probablemente se habría roto un par de huesos.

“¡Joder!” Nezumi le dio una patada a la puerta. No se abrió.

“¿Es el sistema de frenado automático?” Sion se sobó el hombro mientras preguntaba.

“Lo había desactivado. Había desactivado la alarma, el sensor de choque, todo. Están controlando el coche a distancia.” Dijo Nezumi cabreado.

Se escuchó una risita en el coche. Era la voz de Rashi.

“No voy a dejar que subestimes al Departamento de Seguridad. El coche en el que estáis es un coche especial para escoltar, aunque puede que ni os hayáis dado cuenta. No es algo que podáis controlar tan fácilmente.”

Nezumi maldijo.

“No sabía que tenías un cómplice. Era algo que no me esperaba. Ha sido un buen espectáculo. Impresionante. ¿Por qué no tenemos una bonita charla y hablamos de ello?”

El coche cambió de dirección y empezó a moverse solo.

“Silencioso, ¿eh? ¿Tu amigo no puede hablar? ¿O es que hablar supone algún problema? Ah, tu voz está en el registro, lo que quiere decir que tienes un historial criminal.”

“Creo que eres el que habla mucho.” Las manos de Nezumi se movían con rapidez. “Lo siento pero no tengo tiempo para conversaciones sin sentido con viejos.” Nezumi se pasó al asiento de atrás y empujó a Sion. “Métete debajo de la capa. Y agárrate bien.”

“¡Hey! ¿Qué estáis haciendo?” Había una nota de pánico en la voz de Rashi.

“Nos vemos, viejo. Y despídete de tu coche de última generación.”

“¿Qué-?”

Hubo una explosión. La onda expansiva los golpeó.

“¡Sal!” La orden le llegó directamente al oído. La puerta se abrió. El aire caliente los envolvió. Fuera. Tengo que salir. Sion cerró los ojos y saltó. Se dio contra el suelo y rodó. Detrás de él, escucho una gigantesca explosión. El coche estaba volcado. Los neumáticos habían salido volando.

“Buen trabajo,” silbó Nezumi. “Has rodado bastante bien para alguien con una cabeza tan grande. ¿Estás herido?”

“Me he hecho unos buenos arañazos en el brazo. ¿Y tú?”

“Ya te he dicho que estoy acostumbrado.”

“¿Qué has hecho?”

“Me he cargado el sistema de dirección.”

“¿Cómo?”

“Los coches de escolta son resistentes por fuera pero frágiles por dentro. Siempre y cuando la pongas en el sitio correcto, una pequeña bomba puede hacerlo saltar por los aires.”

“Parece que sabes mucho sobre el tema.”

“Como ya te he dicho, estoy acostumbrado. Vale, ahora toca salir de aquí. ¿Puedes correr?”

“Claro.”

Salieron del bosque y vieron como se acercaban varios coches del Departamento de Seguridad. Probablemente habían declarado una emergencia en el área.

“Tira tu tarjeta de identificación,” ordenó Nezumi en voz baja. “Date prisa, no tenemos tiempo que perder. Esa cosa no es más que un peligro para nosotros.”

Sion sabía que su tarjeta de identificación tenía todos sus datos personales, y estaba conectada al sistema administrativo de la ciudad. El sistema podía localizarlo con las ondas que emitía la tarjeta. Llevar la tarjeta era como llevar una bandera enorme diciendo dónde estaba. Era un aparato peligroso para alguien que estaba huyendo o escondiéndose. Nezumi le estaba diciendo que la tirara. Pero -  una vez que se deshiciese de ella, ya no podría recuperarla. Estaría tirando toda su vida en No. 6. Se necesitaba la tarjeta para todo, para comprar, pagar, entrar y salir del puesto de trabajo o la universidad y para  usar el transporte público. Aquellos que no podían demostrar su ciudadanía no podían vivir allí.

“Tírala,” repitió Nezumi con el mismo tono de voz.

Si no la tiraba, no tendrían ninguna oportunidad de escapar. Pero si lo hacía, nunca podría volver. El par de ojos grises estaba fijo en él. No mostraban pánico ni reto. Estaban tranquilos e ilegibles. Sion tiró su tarjeta de identificación. Un ratón gris apareció, cogió la tarjeta y corrió hacia el bosque.

“Se librará de ella por nosotros. Eso debería mantener al Departamento ocupado un rato intentando localizarnos. No es mucho, pero nos dará algo de tiempo. Vámonos.”

Un coche del Departamento de Seguridad giró a la derecha y desapareció en el bosque. Había captado las ondas que emitía su tarjeta. Ellos corrieron en la dirección opuesta.

“Date prisa. En cuanto el Departamento cambie al sistema de vigilancia por satélite podrán ver todo lo que hay. Tenemos que largarnos mientras siguen el rastro de la tarjeta.”

“¿Dónde? ¿Cómo-?”

“Bueno, para empezar usaremos esto.” Había una pequeña furgoneta aparcada junto a un pequeño grupo de árboles. Era la furgoneta de la Administración del Parque. Había un robot de limpieza en la parte de atrás.

“Sampo – no, ese es Ippo.”

“Sí. Decían que querían ayudarte y no había quien los sacara de ahí, así que los he traído. Han acabado siendo bastante útiles.”

La furgoneta empezó a moverse.

“Nezumi, esta área seguramente está en alerta roja. Si seguimos yendo por aquí sin una tarjeta acabaran por encontrarnos.”

“Tenemos una tarjeta.”

“¿Dónde?”

“La tiene él.” Nezumi señaló a Ippo.

“¿Ippo? Ah, claro.” Era obligatorio que los robots estuviesen registrados. Los robots como Ippo y Sampo, usados por la organización de la ciudad, estaban registrados detalladamente de acuerdo a sus usos y se les implantaba un chip.

“Su chip debería ser suficiente para poder pasar por la inspección.”

“Pero el chip de Ippo sólo refleja que es un robot de limpieza. Si lo encuentran por un área que no tiene nada que ver con él sospecharán.”

“Estamos dando vueltas por un área que tiene todo que ver con él.”

“¿Eh?”

Se estaban acercando a un par de puertas plateadas. En el momento que pasaran por ellas, iban a escanearlos, y si los contenidos del chip no eran suficientes para pasar los obligarían a parar la furgoneta.

La furgoneta pasó por las puertas sin disminuir la velocidad. Las luces que señalaban peligro no se encendieron. Sion exhaló y Nezumi soltó  una risita.

“No te alteres tanto todavía. Esto sólo es el principio.”

“Lo siento, no estoy acostumbrado a este tipo de cosas.”

“Te acostumbrarás enseguida. Entonces podrás sentarte y disfrutar del viaje.”

“Esta no es exactamente mi idea de ‘disfrutar’,” murmuró Sion.

“¿En serio? Tu cara dice que sí que lo estás disfrutando un poco.”

Sion volvió a suspirar y observó el perfil de Nezumi.

“¿Admirando lo bueno que estoy?”

“No, lo que pasa es que me acabo de dar cuenta de que te has hecho más alto.”

“Igual que tú. Han pasado cuatro años. Cuatro años es mucho tiempo. Es normal esperar unos cuantos cambios. No sería muy normal no haber cambiado para nada.”

Cuatro años era mucho tiempo. Para Sion habían sido muy largos y turbulentos. Pero comparados con lo que había pasado hacía unas horas, habían sido los días más tranquilos de su vida. El cansancio se apoderó de su cuerpo. Nezumi sonrió con satisfacción.

“¿Te has dado cuenta?”

“¿Qué?”

“Soy más alto que tú.”

“Mentira,” objetó Sion.

“Es verdad. ¿Qué has estado comiendo? Pareces un palo. No sé cómo podrías desnudarte delante de tu amante con un cuerpo como ese.

“Eso no es asunto tuyo,” replicó Sion con irritación. “¿Me has visto desnudo? No vayas dando cosas por hecho.”

“¿Y qué pasa si te digo que sí?” La capa que tenía Nezumi envuelta en los hombros tembló mientras se reía. Sion le había curado una herida en ese mismo hombro hacía cuatro años. Esos hombros ahora eran más anchos y musculosos. El pelo largo ahora era más corto, a la altura de las orejas, y su cuello y mandíbula seguían siendo finos, pero no muy delgados. No tenía ni rastro de la debilidad que había despertado en instinto protector hacía cuatro años.

“Nezumi, ¿has estado observándome?”

“¿De qué estás hablando?” preguntó Nezumi inocentemente.

“No te hagas el tonto. Has aparecido en el momento oportuno, como si supieses que iba a pasarme algo. ¿Qué está pasando? ¿Por qué me has estado vigilando?”

“No pienses tanto en ti mismo. No me sobra tanto el tiempo.”

“Entonces explica por qué.”

“Siempre eres así, ¿no?” Dijo Nezumi. “No puedes hacer algo hasta que todo no cuadra en tu cabeza. Necesitas una explicación y una interpretación para todo.”

“¿Y tú qué sabes?” Replicó Sion enfadado. “No actúes como si lo supieses todo sobre mí. Necesito saber por qué ha pasado esto – qué es lo que va a pasar. No puedo moverme si estoy tan confundido.”

La furgoneta se detuvo. Cogió del cuello de la camisa a Sion y lo sacudió violentamente.

“Vas a moverte,” escupió Nezumi. “Que no vuelva a oír que te quejas de no poder moverte. Esos tipos no nos ven como seres humanos. Pueden librarse de nosotros tan fácilmente como pueden librarse de una hormiga pisándola. No lo olvides.”

Sion inhaló y miro a Nezumi a la cara. Sus palabras encajaban en su sitio como las piezas de un puzzle.

¿Derechos? ¿De verdad piensas que tienes algo de eso? Rashi, el agente del Departamento de Seguridad, le  había dicho eso sin mover un solo músculo de la cara. Lo que había querido decir con ello era que podían librarse de Sion como si fuese una hormiga. Eliminarlo de la faz de la tierra.

“Sal.” Nezumi abrió la puerta. “Iremos andando a partir de aquí.”

La furgoneta vacía giró y se fue por donde habían venido. Se había activado el piloto automático y volvía al Parque. En la parte de atrás estaba Ippo y por un momento pareció como que inclinaba la cabeza resignado.

Estaban dentro de una planta de basura que también fabricaba combustible a partir de los desechos. Aquí, se juntaba toda la basura de la ciudad y se separaba en la que iba destinada a fabricar combustible ecológico, la que iba destinada a otras plantas de reciclaje y la que no se podía usar para nada. El 80% de la energía eléctrica de No. 6 procedía de placas solares. En Chronos, todas las casas estaban equipadas con paneles solares y su propio sistema de almacenamiento de energía. Sin embargo, en Lost Town lo más común era usar el más barato del combustible ecológico. Se vendía en bloques sólidos del tamaño de un pulgar. Una vez se quemaban emitían un leve olor que cubría la ciudad.

“Ya veo. No hay ningún problema en meterse en una planta de desechos con el chip de un robot de limpieza.” Si hubiese sido un robot mascota no hubiesen podido pasar.

“Nezumi, ¿todo esto era parte de tu plan y por eso trajiste a Ippo contigo?”

“¿Más preguntas?” Nezumi dejó caer los hombros con exasperación. Tenía la espalda vuelta a Sion, que iba detrás de él. Sion se dio cuenta de que había un ratón gris en el hombro de Nezumi.

“Si los llevaba conmigo no sospecharían de mí mientras conducía por la ciudad. El sistema de inspección no me detectaría mientras fuese en dirección al Bloque Oeste o a la planta de desechos. Han sido bastante útiles, la verdad. La furgoneta era bastante lenta, lo que me tocaba un poco las narices. Pero esos tipos se desviaron a tu casa, ¿verdad? Eso me dio un poco de tiempo. Pero…”

“¿Pero?”

“Pero preferiría haberme ido en el coche del Departamento de Seguridad.” Nezumi suspiró. “Bueno, eso sólo demuestra que no siempre se puede conseguir lo que uno quiere. Ten cuidado, las cosas van a ponerse moviditas a partir de ahora.”

“¿Eh?”

Hubo  una explosión. Sion se volvió y vio una nube de humo blanco. Nezumi frunció el ceño.

“Han destrozado la furgoneta en la puerta.”

“Lo que significa que han leído el chip de Ippo y-”

“Sí. Tienen que haber mandado una orden de destrucción a todas las puertas. Es porque hemos dejado ese robot. Se han dado cuenta por eso.”

­-Así que han acabado con Ippo y con Sampo.

Nezumi cogió a Sion de repente por la muñeca.

“Se darán cuenta pronto de que estamos aquí. Vamos a tener que darnos prisa. Venga.”

Nezumi lo estaba sujetando con mucha fuerza y a Sion se le estaba empezando a entumecer la muñeca.

“Nezumi, duele.”

“Cállate. Quédate cerca de mí.”

“Vale, suéltame. Me vas a romper la muñeca.”

Escuchó a Nezumi chascar la lengua frustrado.

“Ese es el problema con los chicos delicados como tú.”

“No soy un chico delicado,” dijo Sion indignado. “Soy diferente del que era hace cuatro años.”

“¿Lo eres? ¿Sabes? Puedes llegar a ser muy irritante a veces. Puedes morir en cualquier momento, ¿lo entiendes, verdad?”

“Sí.”

“Mientes.”

“No estoy mintiendo.”

El tono de Nezumi se endureció.

“Entonces, ¿qué pasa con esa cara de  hace un momento? ¿Crees qué es el mejor momento para compadecerte de un robot? No entiendes nada. Eres un chico que no se da cuenta de nada.” Los dedos de Nezumi se clavaron más. Apretó el agarre de la muñeca dolorosamente. Sion apretó los dientes y lo soportó en silencio. No podía permitirse soltar ningún quejido después de lo que había dicho Nezumi.

Nezumi le soltó la muñeca.

“Sigue mi ritmo si no quieres morir. Mantente cerca de mí a toda costa.” Nezumi echó a correr. La planta de desechos estaba desierta. Había cámaras de vigilancia por todas partes, pero eran modelos antiguos y no parecían funcionar muy bien. Sion supuso que no las necesitaban porque a nadie se le ocurriría colarse en una planta de desechos en primer lugar. Sin embargo, Nezumi iba vigilando el camino mientras buscaba una ruta que los mantuviese alejados de las cámaras.

Una máquina enorme con forma de embudo emitía un leve murmullo. Los desechos que no se podían reciclar ni reutilizar los mandaban aquí para transformarlos en cubos y enviarlos al incinerador. Aguas fecales goteaban desde el pico de la máquina hasta la piscina que había debajo. El agua fluía lentamente hacía las facilidades de filtración en el exterior. Estaba turbia, como un río después de una fuerte lluvia. Pero en ese río no había cosas vivas. Conforme iban bajando por las escaleras y acercándose al agua un olor acre le llenaba la nariz a Sion. El suelo por el que pisaban estaba cubierto de mugre y amenazaba con hacerlos tropezar en cualquier momento. Nezumi se detuvo y le tiró algo a Sion.

“¿Gafas?”

“Yep. Tienen sensores infrarrojos, así que podrás ver aunque el agua esté tan turbia.”

“¿En esta?”

Sion señaló la alcantarilla. “¿Te gusta el buceo?”

“Así que vamos a meternos ahí…”

“Exactamente.”

Sion tomó aire. El olor le llenó los pulmones. Sin decir otra palabra se puso las gafas.

“Wow, aprendes rápido.” Dijo Nezumi dejando ver su entretenimiento. “Pensaba que ibas a quejarte y a patalear.”

“No quiero morir,” dijo Sion con firmeza. “No me van a pisar como si fuese una hormiga. Haré lo que tenga que hacer para salvarme, y eso incluye bucear en aguas residuales.”

Nezumi se volvió hacia Sion y le sonrió levemente.

“Entonces sígueme.”

“Claro.”

El murmullo de la maquina paró. Las luces del techo se encendieron todas a la vez. Podían oír pisadas por encima de ellos.

“Ya vienen.” Nezumi extendió un brazo hacia el agua. Un ratón correteó por él y se lanzó al agua.

“Él nos guiará. Procura no salpicar. Métete en el agua despacio.”

Sion hizo lo que le había dicho. Tomó una gran bocanada de aire antes de sumergirse. Justo antes de meterse del todo, una imagen de su madre le pasó por la cabeza.”



5 comentarios:

  1. Ahora soy famoso y tengo chus, como progreso... De todos modos sé que lo que te molan son los comentarios chorras más que la corrección en si xD

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  2. No, no lo dudaba, por eso lo afirmé xD

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  3. "¿Admirando lo bueno que estoy?"
    >.<
    ja,ja,ja me dio mucha risa ese comentario
    ese Nezumi... de verdad que me ae bien
    gracias por tu trabajo, de verdad muchas
    Gracias.

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