sábado, 24 de septiembre de 2011

No. 6 Vol. 1 Capítulo 4

Penúltimo capítulo de la primera novela. El siguiente capítulo ya está traducido, sólo falta corregirlo, así que estará en unos días (o no xD)



Capítulo 4

Terror incomprensible

El flujo de la alcantarilla era más rápido y profundo de lo que Sion había esperado. Objetos indistinguibles flotaban cerca de su cara. De vez en cuando alguno se le pegaba a las gafas y no le dejaba ver. Por encima del penetrante olor a podrido había una  mezcla de olores dulces y acres que se le metía en la nariz. Y lo peor de todo, no podía respirar. Le pecho le dolía.

Nezumi se movió hacia un lado y señaló una manivela que había en la pared. Sión estiró el brazo y la alcanzó. Entre los dos la giraron y empujaron lo más fuerte que podían. Apareció una obertura redonda.

No podía respirar. Había llegado a su límite. Estaba perdiendo la consciencia. El agujero lo absorbió al instante. Le arrastraron, subieron y tiraron en tierra. Estamparon su cuerpo en la orilla y pudo sentir un cosquilleo en los pies. Pero ya no le parecía como si tuviese un trapo empapado en la cara. Podía respirar. Sintió un alivio momentáneo al que siguió un ataque de tos. Tenía nauseas y el interior de la boca pegajoso. Sion se quitó las gafas y cerró los ojos. Durante unos momentos no pudo moverse.

“Es un poco pronto para irse a dormir,” bromeó Nezumi, pero el también tenía la respiración agitada. Sion abrió los ojos y vio una superficie de hormigón en la que no había nada.

“¿Dónde estamos?”

“En las tuberías de la alcantarilla. Artefactos del siglo 20. Bueno, puede que artefactos no, que aún se usan.” Nezumi sacudió la cabeza con fuerza. Gotas de agua salieron volando de su pelo. “Cuando la cantidad de agua residual supera el máximo, abren esa puerta para que se vaya por esas tuberías.”

“¿Tiran el agua residual aquí? ¿Sin filtrarla?”

“Sí. Tu adorada ciudad tiene tendencia a hacerlo de vez en cuando.”

“¿A dónde va?”

“Al Bloque Oeste.”

“Así que tiran agua contaminada - ¿cómo pueden…?” Sion se había quedado sin palabras. Nezumi se levantó.

“Para él, el Bloque Oeste no es parte de la ciudad. Son marginados. Probablemente sólo lo vea como una especie de vertedero.”

“¿Él?”

Nezumi estaba parado de pie, mirándolo sin pestañear. Estaba mirando la compuerta por la que acababan de pasar. Aún seguían fluyendo finos hilos de agua residual sobre el hormigón.

“Vamos.” Nezumi se agachó para coger al ratón que tenía a los pies y le dio la espalda a Sion. Sion se levantó a toda prisa. Aún tenía nauseas, pero tenía fuerza suficiente en las piernas para levantarse. Aún puedo ponerme de pie. Será suficiente. Estaré bien. Sion se animaba mentalmente. Sobre el hombro de Nezumi, el ratón hacía unos  ruiditos amistosos.

“¡Ah!” Sion se llevó la mano al cuello. Había notado algo raro. Notaba entumecida una pequeña parte de la base del cuello. Se palpó la zona con los dedos. Tenía una ampolla del tamaño de un guisante y le picaba. Se lo rascó suavemente. Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Podía sentir como se contraía su corazón.

Ese gesto – rascarse el cuello – lo había visto antes.

“Yamase-san.” La imagen de Yamase le pasó por la cabeza, haciendo café, hablando… todo mientras se rascaba el cuello. “No me digas que…-”

Nezumi se dio la vuelta.

“¿Qué pasa?”

“Nada.”

“Por tu bien espero que no vayas a quejarte de que no puedes andar más.”

“Al contrario,” dijo Sion. “No me vendría mal un poco  más de ejercicio. ¿Quieres que te lleve a caballito también?”

“Gracias pero no.”

El ratón que llevaba en el hombro estaba cantando. Sion caminó más rápido para alcanzar a Nezumi.

Estaba pensando demasiado. Sólo era una ampolla. El corte del brazo y todos los golpes que tenía en el cuerpo eran mucho peor. Era una ampolla, por el amor de Dios. Sólo una ampolla…

“¿A qué viene esa cara tan seria? ¿Echas de menos a tu mamá?”

“Mi madre…” murmuró Sion. “Nezumi, ¿crees que podré mantener el contacto con ella?”

“Olvídalo.”

“¿Cómo puedes estar tan seguro?”

“Lo sabes perfectamente. Lo más seguro es que ahora los del Departamento de Seguridad estén investigando tu casa de arriba abajo. A no ser que tengas poderes telepáticos es imposible que te comuniques con ella.”

“Supongo que tienes razón.”

-Lo siento, mamá. Era lo único que podía hacer. –Estoy a salvo. Estoy vivo. Así que, por favor- No quería que se desesperase. No quería que se lamentase.

“Tonterías,” escupió Nezumi.

“¿El qué?”

“Tú. Tienes demasiadas.”

Era la primera vez que habían insultado a Sion en la cara.

“¿Qué quieres decir?”

“Lo que quiero decir es que eres idiota por llevar esa carga como si fuese lo mejor del mundo.” Nezumi entrecerró los ojos y observó a Sion duramente. Tenía una mirada penetrante que rozaba la aversión.

Sion abrió la boca para seguir preguntándole, pero Nezumi ya se había puesto a escalar la pared. Después de mirarla más detenidamente, pudo ver que había una escalera de metal oxidada en ella. El cielo de la tarde lo recibió cuando llego arriba del todo. Estaba por encima del nivel del suelo otra vez. El cielo estaba pintado con los colores del amanecer y corría un aire frío.

El sitio parecía una entrada al Bloque Oeste. En la lejanía, los muros exteriores de No. 6 brillaban al reflejar la luz del sol. No.6 parecía más grande desde allí a causa de la pequeña elevación del Bloque Oeste. Era impresionante ver como los muros brillantes envolvían la ciudad. Sion incluso pensó que tenía un aire sagrado.

Nezumi empezó a andar en dirección contraria. No tardaron mucho en salir de un escaso bosque y ver las ruinas de una casa. Salía humo y se oían voces en el interior.

“¿Hay gente viviendo ahí?”

“Mucha gente,” contestó Nezumi.

Pasada la casa en ruinas había una fila de barracones.

“Por aquí.” Cogió por el brazo a Sion y lo arrastró hacia otro edificio en ruinas. Este tenía pinta de haber sido una bodega. Había sido un edificio muy grande, pero la mitad se había derrumbado.

“Vamos a meternos bajo tierra otra vez.” Nezumi apretó una sección de la pared y ésta se movió a un lado silenciosamente para dejarles pasar. Detrás de ella había unas escaleras que parecían  hechas del mismo hormigón que los túneles de las alcantarillas. El ratón se lanzó hacia abajo por las escaleras. Debajo había una puerta. Dentro, estaba totalmente oscuro. Se escuchó un click y una luz tenue iluminó la habitación.

Sion tomó aliento, paralizado.

Había montañas y montañas de libros, apilados precariamente. Ocupaban casi toda la habitación.

“¿Son todo… libros?”

“¿Tienen pinta de ser comida?”

“Nunca he visto tantos.”

“A ver si lo adivino, hasta ahora sólo has leído en papel electrónico.”

“Sí, bueno, no del todo, pero… wow, es impresionante.”

“Y suponiendo un poco más, seguro que no has leído a Molière, Racine o Shakespeare en tu vida. Y seguramente tampoco sepas nada de los clásicos chinos y de los mitos aztecas.”

“No.” Sion no intentó discutir. Estaba muy asombrado.

“Entonces, ¿qué es lo que sabes?” Preguntó Nezumi pasándose una mano por el pelo húmedo.

“¿Eh?”

“¿Qué has estudiado hasta ahora? Sistemas, tecnología punta y como descodificar… ¿y qué más?”

“Muchas cosas más,” contestó Sion con indignación.

“¿Cómo que?”

“Como hacer pan, como hacer café, limpieza y mantenimiento del parque… y, claro está, ahora también sé bucear en aguas residuales.”

“Te has olvidado de ‘cómo rechazar a alguien que quiere acostarse contigo y decirle que sólo piensas en ella como una amiga’. Aunque eso no te salió muy bien.”

Sion levantó la cara y miro desafiante a esos ojos grises.

“Si tienes tanto tiempo para meterte conmigo, ¿te importa si me ducho primero?”

“Yo voy primero.” Nezumi sacó una toalla de entre varios libros y se la tiró a Sion. “No te enfades,” dijo. “Lo que quería decir es que has mejorado mucho en estos cuatro años. Has aprendido a hacer cosas más útiles que un chocolate caliente.”

“Me siento honrado con esos cumplidos tan amables.”

“Hey, en serio, no te enfades.”

Nezumi desapareció entre las pilas de libros. Sion podía oír ruido amortiguado del agua. Echó un buen vistazo a la habitación. Había estanterías a reventar de libros por todas partes. No parecían estar ordenados siguiendo un criterio. Libros de todos los tamaños y colores estaban colocados de cualquier manera en la estantería. Al verlos Sion tuvo el mismo sentimiento que en una estación abarrotada. La alfombra, que ahora estaba desteñida, parecía que había sido de color verde y también estaba llena de libros. Había una cama apoyada contra ellos. No había ventanas. Tampoco había cocina ni ningún otro tipo de mobiliario.

Cheep cheep.

Un ratón estaba intentando llamar su atención subido en un libro. Sion cogió el libro y lo abrió. Olió el leve aroma del papel. Recordó que, hace mucho tiempo, ya lo había olido. Estaba sentado encima de algo blando y cálido – sus recuerdos eran borrosos. No podía recordarlo bien. El ratón trepó por él hasta llegar al hombro. Movió los bigotes y siguió haciendo ruiditos.

“¿Quieres qué lea esto?”

Cheep cheep.

Había un marca páginas en medio del libro. Sion lo abrió por esa página y empezó a leer en voz alta.

He aquí el olor de la sangre. Todos los perfumes de Arabia no van a hacer más dulce esta pequeña mano. ¡Oh, oh, oh!
-Que vista. El corazón está muy cargado.
-No tendría un corazón así en el pecho por el bien de la dignidad de todo mi cuerpo.[1]

A los pies de Sion apareció otro pequeño ratón. Tenía unos ojos preciosos, del color de la uva. El ratón marrón que había estado en el libro empezó a mover la cabeza, como si le estuviese metiendo prisa para que siguiese leyendo.

A la cama, a la cama. Están llamando a la puerta. Ven, ven, ven, ven, dame la mano. Lo que está hecho no puede deshacerse. – A la cama, a la cama, ¡a la cama![2]

Sion sintió  una presencia detrás de él y se dio la vuelta. Nezumi estaba allí de pie con una toalla en el cuello. Hizo una profunda reverencia.

“A la ducha, si le place a su majestad. Su cambio de ropas le espera allí.”

“Nezumi, este libro-”

“Oh, es de Shakespeare. Macbeth. ¿Has oído hablar de él alguna vez?”

“Sólo del título.”

“Me lo imaginaba.”

“¿Todos estos libros son clásicos?”

“No, su majestad. También tenemos libros de introducción a la ecología y periódicos científicos para satisfacer sus gustos.”

“¿Todos los libros son tuyos?”

“¿Toca interrogatorio otra vez?” Dijo Nezumi exasperado. “Ve a ducharte y cuando acabes te daré algo de comer.” Dejó de hablar abruptamente y giró la cabeza con obstinación.

La ducha era antigua y costaba regular la temperatura. Y aún así de repente caían chorros de agua fría, pero aún así Sion se sentía a gusto. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había disfrutado una ducha así. Y el picor del cuello también había desaparecido.

-Estoy vivo, me he salvado.

Sion pensó para sí mismo a la vez que dejaba caer el agua caliente por su cuerpo. No sabía lo que iba a pasar mañana. Pero ahora estaba bien y en condiciones para tomar una ducha.

­-Todavía no le he dado las gracias.

Lo había rescatado. Nezumi había arriesgado su vida para salvarlo. Pero de su boca aún no había salido ninguna palabra de agradecimiento. Nada más salir del baño otro ratón empezó a treparle por el cuerpo.

“Le ha gustado mucho como lees.” Nezumi estaba haciendo algo en una olla puesta encima de una estufa de queroseno. Salía un humo de ella que le daba a la habitación un toque hogareño y cálido.

“¡Oh!” Sion exclamó de repente. Ahora se acordaba de por qué había sentido nostalgia al abrir el libro.

“¿Qué? ¿Y ahora por qué gritas?”

“No es nada, es que acabo de acordarme. Hace mucho tiempo, mi madre me leía.”

“¿Te leía Macbeth?”

“Claro que no. Era muy pequeño. Me acuerdo de estar sentando en el regazo de mi madre mientras me leía.” ¿Qué historia era?”  La página pasaba despacio. La voz de Karan le llegaba a los oídos, primero alta, luego suave; tenue y, entonces, llena de fuerza. Podía sentir la calidez de su cuerpo. Podía oler el aroma del papel.

“Vas a acabar contigo mismo,” Dijo Nezumi en voz baja. Su voz era fría.

“¿Qué?”

“Ya te lo he dicho. Sigue llevando toda esa carga inútil, y un día será lo que acabe contigo. Te aplastará  hasta dejarte como una hoja de papel.”

“¿Inútil? ¿Como qué?”

“Recuerdos. Apego a ser un ciudadano de No. 6. Tu cómoda vida, la sobrevaloración  de tus habilidades, el error de pensar en ser un escogido, orgullo. Y aún podría seguir. Pero lo peor es tu madre. ¿Tienes complejo de Edipo o algo de eso? Si tu madre te persigue tanto, quién sabe que será lo próximo que hagas. Quizá empezaras a decir que quieres volver a la ciudad para ver a tu mami.”

Se había pasado.

“¿Es inútil que piense en mi madre?” contestó Sion. “Sé en que situación estoy ahora mismo y también sé que no puedo ponerme en contacto con mi madre. Pero, por lo menos, soy libre de pensar en ella. Es algo en lo que no tienes ni voz ni voto.”

“Deshazte de ello.” La voz de Nezumi era aún más fría, casi metálica. “Deshazte de esos sentimientos inútiles.”

“¿Por qué – por qué estás diciendo…?” Dijo Sion sin poder creérselo.

“Porque son peligrosos.”

“¿Mis sentimientos? ¿Peligrosos?”

“Cuando estábamos huyendo, tiraste tu tarjeta de ciudadano porque era algo peligroso para nosotros. Los sentimientos hacia otras personas también lo son. Te arrastran de un lado para otro y antes de que te des cuenta te has metido en  un sitio peligroso. Tu madre, tu padre, tus abuelos, quien sea – ahora son extraños. No tienes tiempo para preocuparte por ellos. Tienes bastante entre manos con sobrevivir.”

“¿Es por eso por lo qué debería deshacerme de todo?”

“Tíralo. Sepárate completamente de la carga que has llevado hasta ahora.”

Sion apretó los puños. Dio un paso hacia Nezumi.

“¿Y tú qué?”

“¿Yo?”

“¿Por qué me has ayudado? Sólo soy un extraño, pero te has metido en un territorio peligroso para salvarme. ¿Por qué no intentas ser un poco más modesto a la hora de decir las cosas?”

Nezumi agarró a Sion por el cuello y lo empujó contra una estantería.

“Estaba en deuda contigo,” escupió en la oreja de Sion. “Hace cuatro años me salvaste la vida. Estoy pagando mi deuda. Eso es todo.”

“Entonces ya has pagado suficiente. O incluso de más.” Sion agarró la muñeca de Nezumi para que le soltara el cuello. Pero Nezumi no mostraba señal de ir a soltarlo.

“Suéltame.”

“Oblígame, chaval.”

“Voy a dejarte sin nariz.” Sion chascó los dientes. Pudo ver como dudaba una fracción de segundo. Pasó una mano por detrás del cuello de Nezumi.

“Morder narices es mi especialidad.”

“¿Uh? Espera, eso es-”

“Se me ha olvidado mencionarlo. En estos cuatro años he aprendido a pelear.”

“Hey, déjalo ya,” dijo Nezumi, nervioso. “Morder es lo peor – ¡whoa-!”

Nezumi perdió el equilibrio y los dos cayeron en un mar de libros. No dejaban de lloverles libros mientras caía pila tras pila.

“Ow,” se quejó Nezumi. “Creo que me he dado en la cabeza con una enciclopedia… Sion, ¿estás bien?”

“Sí… ¿esto qué es? ¿Chilam Balam de Chumayel?”

“Es un texto espiritual maya – una historia sobre Dios y los humanos. Probablemente no te interese.” Nezumi sonrió lánguidamente mientras volvía a apilar los libros.

“¿Qué se supone que significa eso?”

“Es verdad, ¿no? ¿Alguna vez te han interesado Dios, los humanos o los cuentos?”

¿Humanos? ¿Dios? ¿Cuentos? Nunca había pensado demasiado en ellos. Ni una vez. Pero eso era antes.

Sion miró a su alrededor y aspiró la cálida esencia que llenaba el aire. Este era un mundo que no conocía. ¿Qué vería, escucharía y aprendería en los próximos días? Su corazón se aceleraba, pero no sabía por qué. Durante un instante, su alma había bailado con nerviosismo, como cuando se ve el océano por primera vez. Entonces pensó en la expresión que tenía que tener en la cara. Se sintió avergonzado, así que se agachó a recoger los libros que tenía a sus pies para que Nezumi no pudiese verle la cara.

“¿Esto qué es?”

“Una colección de poemas de Hesse,” contestó Nezumi.

Mi alma, asustado pájaro;
Una y otra vez tienes que preguntar:
¿Por qué después de la tormenta
Llega la calma, llega la paz?[3]

“-¿Lo habías escuchado?”

“No.”

“Me lo imaginaba.”

“No preguntes si ya lo sabes,” dijo Sion agriamente.

“Es tu trabajo aprender lo que no sabes”

“¿Y esto no son cosas inútiles?”

“Te vendrán bien algún día,” dijo Nezumi casualmente. “Bueno, ya vale que si no al final la sopa-” Nezumi paró de hablar. Abrió los ojos.

“¿Qué pasa Nezumi?”

“Sion, tu mano.”

“¿Eh?”

“Tu mano… esas manchas… ¿cuándo…?”

Sion se subió la manga de la camisa. Estaban empezando a aparecer manchas oscuras. No habían estado ahí cuando se había duchado. Estaba seguro.

“¿Qué? ¿Qué pasa?”

Estaba gritando. Al mismo tiempo sintió un dolor agudo atravesarle la cabeza.

“¡Sion!”

El dolor llegaba en oleadas. Paraba un momento y volvía a atacar con fuerza. Los dedos se le pusieron rígidos. Empezaron a temblarle las piernas.

“Sion aguanta. Voy a buscar a un médico-”

Sion obligó a su cuerpo a estirar el brazo hasta donde podía. Agarró la ropa de Nezumi. No había tiempo. Era inútil llamar a un médico.

“¿Qué tengo que hacer? Sion, dime qué-”

“El cuello…” dijo Sion débilmente.

“¿El cuello?”

“La ampolla… córtala…”

“Pero no tengo anestesia.”

“No la necesito…” hizo una mueca. “Date prisa…”

Estaba perdiendo la consciencia. Pudo sentir como levantaba su cuerpo. No pierdas el conocimiento. Si lo haces, no volverás a despertarte. No sabía por qué, pero estaba seguro de que era así. El dolor amainó un poco y le llegó a la mente una imagen del cuerpo sin vida de Yamase.

­-Pero Yamase no sufrió.

No se había retorcido de dolor. Había envejecido rápidamente y se había marchitado como un árbol. Los síntomas de Yamase no eran los mismos que los suyos. Quizás eso significa que aún tengo una oportunidad-

Unas agujas rojas y ardientes le atravesaban el cerebro. Eran muchas y venían de todas las direcciones. Su cuerpo se retorcía con un dolor que no había sentido en su vida. Sus propios gritos se le clavaban en los oídos. Empezó a sudar a chorros. Sintió nauseas. Sangre y los contenidos de su estómago se le mezclaron en la boca y le salieron por los labios.

Duele, duele, duele.

Sion ya no quería que lo salvaran o sobrevivir. Quería que acabara el dolor, el sufrimiento. No necesitaba abrir los ojos. No necesitaba vivir. No estaba pidiendo mucho. Sólo quería que parase-

Sintió como si alguien le cogiese del pelo y lo estuviese arrastrando hacia la oscuridad. Sintió alivio. Todo lo que tenía que hacer era rendirse a ello, y lo llevaría a un lugar mejor. Podría dormir por fin.

Un líquido espeso y amargo le llenaba la boca. Estaba caliente. Le bajó por la garganta y Sion pudo sentir como se alejaba de la oscuridad. Pero esto también significaba que iba a volver el sufrimiento.

“Mantén los ojos abiertos.” Un par de ojos grises no dejaba de mirarlo.

“Nezumi… no puedo soportarlo…” imploró Sion. “Déjame…”

Nezumi le pegó una bofetada.

“No me toques los cojones. No vas a ir a ninguna parte. Bebe.” El líquido amargo le volvió a llenar la boca a la fuerza. La oscuridad se estaba disipando. Sentía un dolor punzante en la cabeza.

Mordisquear, mordisquear, mordisquear… mordisquear, mordisquear…

Sion creyó escuchar un sonido - ¿o era una alucinación? Era un sonido como si se estuvieran comiendo su cerebro. Había una masa de pequeños insectos negros. Se movían por su cerebro, mordisqueando.

Comiendo. Comiendo. Comiendo.

¿Era una alucinación? ¿O era…? Dolía. No podía soportarlo. Estaba aterrorizado. Un grito salió de su garganta.

“Eso es. Grita. No te rindas. Tienes 16. Es muy pronto para tirar la toalla.”

Sion sentía la fuerza abandonar su cuerpo. Se sentía pesado, como si estuviese atado a algo. Sentía como se ahogaba. Pero el dolor había amainado un poco.

“Sigue gritando. Sigue consciente. Voy a cortar.”

Nezumi tenía en la mano un escalpelo plateado.

“No tengo un escalpelo electrónico ni nada por el estilo, que lo sepas. No te muevas.”

Si había sido por que el dolor le había entumecido los nervios o porque la fuerza había abandonado del todo su cuerpo, no lo sabía. Pero no movió ni un músculo. No podía moverse.

Había tres ratones sentados uno al lado del otro encima de una pila de libros. Encima de ellos, había un reloj en la pared. Era un reloj analógico. Tick, tick, tick. Podía escuchar su sonido. Era la primera vez que escuchaba el sonido del tiempo al pasar. Pasó un segundo, y entonces un minuto. El mundo se volvió borroso. Le ardían las mejillas. Una lágrima se deslizo por ellas, tocó sus labios, y cayó en las sábanas, aún caliente.

“Ya está.” Nezumi soltó el aire que había estado aguantando. ¿Había sido ese sonido metálico el escalpelo cayendo al suelo?

“No estás sangrando mucho. ¿Te duele?”

“No…” dijo Sion con aspereza. “Sólo quiero dormir…”

“Todavía no. Aguanta un poco más.”

La voz de Nezumi dejó de oírse. Sólo se escuchaba el reloj.

“Sion.”

Lo estaban sacudiendo.

“Mantén los ojos abiertos. Sólo un poco más – por favor – abre los ojos.”

Cállate, era lo que quería decir. Cállate, cállate. ¿Un poco más? ¿Cuánto es un poco más?”

“No me hagas esto. Me has causado muchos problemas – no puedes irte y dejarme solo así como así. Sion, ¿sabes lo que eso significa? Tu madre va a llorar. ¿Qué vas a hacer con esa chica, eh? Safu, o como quiera que se llame. ¿Te has acostado alguna vez con una chica? Que pérdida el rechazar esa invitación.”

Cállate. Deja de hablar. Para…

“Aún no sabes nada. Sobre sexo, o libros, o como pelear en condiciones. ¿Y aún así piensas que no necesitas seguir viviendo? ¡Sion! ¡Abre los ojos!

Abrió los ojos. Vio cuatro pares de ojos mirándolo. Un par era gris, y pertenecía a una persona. Los otros tres pares eran del color de la uva y pertenecían a los ratones.

“Buen chico. Te admiro por eso.”

“Nezumi…”

“¿Hm?”

“No… sé cómo te llamas…”

“¿Cómo me llamo?”

“Como te llamas… de verdad…”

“Mira, otra cosa que no sabes. Te lo diré cuando te hayas recuperado. Será tu regalo por ponerte bien. Espéralo con ganas.”

Le dio un poco más de aquel líquido amargo. Se dormía para que lo volviese a despertar. Sion había perdido ya la cuenta de las veces que había pasado. Empezó a tener fiebre. Sudaba mucho y no paraba de vomitar. Sentía como todos los líquidos que tenía le abandonaban el cuerpo.

“Agua…”

Pidió agua varias veces, y cada vez que lo hacía el frío líquido le pasaba por la garganta.

“Está buena…”

“¿A qué sí? Este sitio no está tan mal.” Nezumi le acariciaba el pelo suavemente a Sion.

“Ya está. Ya puedes dormir.”

“¿Puedo….?”

“Sí. Lo peor ya ha pasado. Has ganado, que no es poco.” Al igual que los dedos que le acariciaban el pelo, la voz de Nezumi era suave. El alivio le recorrió el cuerpo. Sion cerró los ojos y se durmió.

Con la mano todavía en el pelo de Sion, Nezumi le observaba respirar mientras dormía. Lo hacía débil, pero relajadamente. Constantemente.

-Lo has conseguido.

Era algo importante. No estaba exagerando por animarle o ser educado. Sion guardaba en su interior mucha más vitalidad de la que aparentaba. Una vitalidad tenaz y fuerte. Nezumi miró la expresión que tenía Sion mientras dormía – exhausta y débil, pero aún así respirando constantemente – y se dio cuenta de lo cansado que estaba él. Estaba mentalmente exhausto. No podía entender ni asimilar lo que acababa de pasar. La intranquilidad consumía su mente y estremecía su cuerpo.

-¿Qué está pasando?

No. 6. Algo estaba pasando dentro de los muros de lo  que ellos llamaban la Ciudad Sagrada. Estaba naciendo algo que sobrepasaba todos los límites de la imaginación humana y se estaba desarrollando lentamente pero con seguridad. Nezumi cogió una caja de Petri del fondo de la estantería. Contenía lo que había sacado del cuerpo de Sion después de abrir la ampolla.

­-No me lo puedo creer.

Sí, a veces pasaban cosas increíbles. La realidad traicionaba fácilmente a la gente y la empujaba en cualquier dirección. A veces, empujaba a las personas al fondo de la desesperación. Era cruel y violenta. Incluso absurda. No se podía confiar en ella. En cualquier momento podría pasar algo.

Nezumi lo sabía de sobra. Pero aun asó no podía evitar que esta realidad le perturbara. ¿Era posible que pasara algo así? – Pero la verdad es que ya había pasado. Era algo que no podía dejar de lado y fingir que no había ocurrido.

Nezumi volvió al lado de Sion y le acarició el pelo suavemente ora vez.

-Cuando te levantes, ¿serás capaz de creer esta realidad?

¿Podría soportarla? Era un chico que había vivido en el núcleo de la Ciudad Sagrada hasta los doce años. Hasta los dieciséis había vivido en Lost Town – en las afueras de la ciudad, pero aún así parte de ella – y lo habían tratado como el ciudadano que era. ¿Sería capaz de soportar la realidad alguien que había vivido en una burbuja tan protectiva? ¿Sería lo bastante fuerte?

­-Aún así, seguramente no sea tan débil como para dejarse aplastar.

Pero no lo sabía. No sabía cuanta fuerza había en el cuerpo que dormía delante de él. Si lo soportaría o caería – era algo que Nezumi no sabía. Pero Sion había sobrevivido, y esa era otra realidad. Para sobrevivir, tenías que agarrarte bien fuerte a la vida. No importaba si era duro o feo – aquellos que deseaban vivir con más avaricia eran los que sobrevivían. Nezumi, por experiencia, lo sabía muy bien. El chico que había delante de él tenía esa avaricia. Era más difícil sobrevivir de un modo feo que morir heroicamente. También tenía mucho más valor. Esto era algo que Nezumi también sabía muy bien.

-Estarás bien.

Nezumi mojó los labios resecos de Sion con agua. Entonces abrió la puerta sin hacer ruido y salió. Estaba amaneciendo. El cielo estaba cambiando de negro a lila mientras aún brillaban algunas estrellas.

“No. 6.” Nezumi se dirigió a la enorme ciudad que se veía en la distancia. “Espera. Algún día, encontraré más sobre esta infección y lo publicaré.”

Un rayo de luz atravesó el cielo. Una bandada de pájaros echó a volar. El sol estaba saliendo. Se estaba haciendo de día. El Bloque Oeste aun estaba sumido en la oscuridad,  pero, envuelta en la luz del sol, la Ciudad Sagrada parecía reirse. Nezumi se quedo allí sin moverse, observando la ciudad.

Las calles rebosaban de luz. Nunca se cansaba de mirar las mañanas desde su habitación; así de impresionante eran.

­-Exquisitos.

Las calles ordenadas y los suntuosos colores de los árboles que las bordeaban eran preciosos. Era un sitio lleno de funcionalidad y vigor. En ningún sitio se podía encontrar algo feo o desechable. Era el producto de manos humanas, lo más alto-

Se escuchó un timbre. El monitor que había en la pared se encendió y mostró la cara larga y delgada de un hombre.

“Perdón por interrumpirte tan temprano.”

“No hace falta. Te estaba esperando.”

“La investigación ha terminado. Me gustaría informar de los resultados en persona.”

“¿En persona? Eso es algo muy precavido por tu parte. ¿Hay algo raro?”

“El sospechoso ha escapado.”

“Parece ser – ya lo había escuchado. Pero eso no es algo de vital importancia.”

“Él estuvo involucrado. Ayudó en la huida del sujeto.”

El hombre de la pantalla se subió las gafas. El borde era negro y estaban claramente pasadas de moda. Quizás pensaba que le sentaban bien, porque no se había cambiado la montura en diez años.

“¿Estás seguro?”

“Lo hemos confirmado. Las ondas de la voz lo confirman.”

“Ayudar en la huida… ¿el método que usó?”

“Te informaré de eso pronto.”

“Entendido. Estaré esperando.”

“Si me disculpas.”

La imagen desapareció y el monitor se quedó en negro. El hombre dejó vagar su mirada a su alrededor, y la dirigió a las ventanas, al cielo que se expandía tras ellas. Era de un azul profundo. Las estaciones estaban volviendo a seguir su curso.

-Así que has vuelto.

¿Para qué había vuelto? ¿Por qué se había vuelto a mostrar a sí mismo? Un único pétalo se soltó de una de las rosas que adornaban su escritorio, y cayó silenciosamente al suelo.

-Deberías haberte quedado sin llamar la atención donde estabas… idiota.

Aplastó el pétalo carmesí con el pie. Dejó una mancha en la moqueta que le recodaba a la sangre.

Yamase estaba sentado en el suelo, abrazándose las piernas con la cabeza inclinada. Parecía un niño al que acaban de echarle la bronca.

“Yamase-san.” Sion le llamó. No hubo respuesta.

“Yamase-san, ¿qué pasa?”

Yamase empezó a llorar.

“Yamase-san, no llores.”

Sion puso una mano en el hombro de Yamase. El llanto llenó de angustia de Yamase le atravesaba el corazón. El simple hecho de escucharle dolía.

“¿Por qué estás llorando así? ¿Hay algo que pueda hacer?”

“Lo hay.” Yamase cogió a Sion del tobillo.

“Sion, no quiero estar solo. ¿Por qué has tenido que salvarte?”

“Yamase-san, ¿qué…?”

La mano que le cogía el tobillo empezó a cambiar de color. Se estaba pudriendo. Trozos de carne se desprendían del brazo de Yamase. Sion podía ver como se asomaba el hueso.

“Iremos juntos… ¿verdad?”

Le pegó un tirón fuerte al tobillo de Sion. Lo estaba arrastrando hacia una oscuridad total. El brazo de Yamase seguía pudriéndose mientras se extendía y se apretaba en torno al torso de Sion hasta que llegó al cuello y empezó a estrangularlo.

“No – para-”

“Sion…”

Sion extendió el brazo hasta donde llegaba. Sintió algo sólido y cerró la mano a su alrededor con fuerza. Y gritó.

¡No!”

Sion se despertó de golpe. Le dolía la garganta de lo seca que la tenía.

“¿No qué?” Nezumi lo estaba mirando con una expresión seria.

“Nezumi…” murmuró Sion distraídamente. “Oh… estoy vivo…”

“Lo estás. Felicidades por conseguirlo. Y lo siento por interrumpir el momento pero, ¿me devuelves la mano? Me estás apretando mucho y duele.”

Le había estado cogiendo la mano tan fuerte a Nezumi que tenía los dedos clavados en ella. Se había agarrado a su mano para escapar de la oscuridad.

“¿Quieres agua?”

“Sí,” dijo Sion con agradecimiento.

El agua estaba fría, y calmó a Sion.

“Me acuerdo de que me estabas dando agua así… una y otra vez.” Las palabras se formaban despacio en los labios de Sion, dejándolas es pequeños fragmentos.

“Hay un pequeño arroyo cerca que no está mal. Es gratis, así que no tienes que preocuparte.”

“Me… has vuelto a salvar.”

“Yo no soy el que te ha salvado. No hay muchos médicos capaces u hospitales por aquí, y aunque los hubiera no habría servido para nada. No podrían haberte salvado. Has vuelto por ti mismo. Has luchado por ello. La verdad es que estoy impresionado, no volveré a llamarte crío.”

“Es todo… gracias a ti…”

Sion levantó la mano para mirarla. Estaba seca y áspera, pero no tenía manchas ni arrugas. Era la misma mano joven. Suspiró con alivio.

“He tenido una pesadilla…” empezó Sion suavemente. “Quería que alguien me ayudara intentaba alargar el brazo hasta donde podía… y cogí tu mano.”

“¿Tanto miedo daba?”

“Yamase-san estaba ahí – me dijo que no podía ser el único que se salvara… estaba envolviendo sus brazos alrededor de mi torso, de mi cuello…” La voz de Sion se fue apagando y se tocó el cuello. Lo tenía vendado.

“¿El torso y el cuello?” Nezumi cogió un poco de aire, bajó la mirada y se alejó de la cama.

“Yamase-san no era el tipo de persona que diría algo así…” Dijo Sion automáticamente. “Se habría alegrado de que me salvara… ¿por qué he soñado que él…?”

“Porque te sientes culpable,” dijo Nezumi mientras se envolvía los hombros con la prenda de superfibra. Un ratón le saltó al hombro desde una pila de libros. “El tal Yamase está muerto y tu has sobrevivido. Te sientes culpable y por eso has tenido esa estúpida pesadilla.”

“Todo es estúpido o inútil para ti, ¿verdad…?”

“El que vive es el que gana. No te sientas culpable por haber sobrevivido. Si tienes tiempo para sentirte culpable, esfuérzate para vivir un día más, un minuto más. Y, de vez en cuando, recuerda a los que han muerto antes que tú. Eso es suficiente.”

“¿Me lo estás diciendo a mi?” Preguntó Sion.

“¿Con quién más podría estar hablando?”

“Parecía como-” Sion dudó. “Como si te  lo estuvieses diciendo a ti mismo…”

Nezumi parpadeó. Observó a Sion y murmuró “ridículo.”

Sion intentó levantarse. Aun no podía moverse todo lo bien que quería. Se dio cuenta de que tenía el cuerpo envuelto en vendas.

“¿Por qué hay tantas…?”

“Porque te estabas arañando del dolor, por eso. Túmbate, aún es pronto para que te levantes. Y tómate la medicina que tienes al lado de la almohada. Cuando vuelva te haré un poco de sopa.”

“¿Vas a salir?”

“Tengo que trabajar.”

Nezumi le dio la espalda a Sion y salió rápidamente de la habitación.

Sion se tomo la pastilla tal y como le habían dicho. Un ratón hizo un ruidito al lado del vaso de agua.

“Gracias.”

El ratón asintió como si lo hubiese entendido, y se subió al pecho de Sion cuando éste se tumbó.

“¿En qué trabaja tu dueño?”

Cheep, cheep.

“¿Cómo se llama? ¿Qué tipo de vida ha estado viviendo hasta ahora? ¿Dónde nació y qué…?” se le fue apagando la voz. Se estaba adormeciendo. Parecía que su cuerpo quería descansar un poco más. Sion se durmió. Esta vez no tuvo ningún sueño. Cuando se despertó, la pesadez de su cuerpo había desaparecido. No le dolía nada excepto la pequeña herida del cuello. Su cuerpo se estaba recuperando rápido.

No había nadie más en la habitación. Parecía que Nezumi aún no había vuelto. Había oscurecido y no se oía nada. Sion giró la cabeza y vio a los tres ratones dormidos al lado de su cuello. Se levantó sin hacer ruido y se puso los zapatos. Quería tomar un poco de aire fresco. Lo necesitaba. Sion dio unos pasos con cuidado. Bajo las vendas del pecho y del cuello, estaba sudando. Se quitó las que tenía alrededor del cuello. Ahora era mucho más fácil respirar. Sentía los pies ligeros y no tenía nauseas ni estaba mareado. Sion abrió la puerta y subió por las escaleras. Una ráfaga de aire frío lo golpeó. Una luz rojiza bañaba el mundo a nivel del suelo. Estaba anocheciendo. Las hojas estaban cayendo de los árboles. Bailaban en el viento y caían al suelo con un sonido seco. Mirando hacia arriba, podía ver las ramas oscuras de los árboles, casi sin hojas, fundiéndose con el cielo. En la distancia, podía ver No. 6.

Sion sintió algo caliente en los ojos. No era por nostalgia hacia la ciudad donde había nacido y crecido. Era la visión del final del otoño, esta escena, la que se le metía en el corazón. El leve sonido de las hojas caídas, el olor de la tierra, el color del cielo, todo resonaba en su corazón como si quisiera obligarlo a llorar.

­-Se reiría a gusto si me viera así.

Sion se mordió el labio y aguantó las lágrimas. Tomó aire.

Escucho el sonido de unas voces que se reían detrás de él. Sion se dio la vuelta y vio a tres niños entre los árboles, subiendo la cuesta hacia él. Eran dos chicas y un chico. ¿Vivían esos niños en las ruinas que había visto? Los tres se parecían. No sabía de qué se estaban riendo tan a gusto, pero Sion se animó al verlos. A Karan le gustaban los niños y solía tener ofertas con nombre como ‘a mitad de precio para los niños con menos de diez años’, así que la panadería siempre estaba llena de voces de niños. Eso era dentro de No. 6. Esto era fuera de No. 6. Pero independientemente de lo bizarro que era el mundo a este lado del muro, el sonido de las risas de los niños era el mismo.

La niña, que parecía ser la mayor de los tres, fue la primera en ver a Sion. Se detuvo y abrió los ojos desmesuradamente. Le cambió la cara. Sion no había pretendido asustarla. Levantó la mano para saludar y habló primero.

“Hola.”

El niño que estaba detrás de ella empezó a llorar. 

“¿Eh? Oh, no llores-” Sion se acercó un paso. La cara de la chica se contrajo.

“¡Serpiente!” gritó.

Cargando al niño en brazos con dificultad y cogiendo a la otra niña de la mano empezaron a bajar la cuesta. El grito había resonado en la puesta de sol. Sion se quedó paralizado en silencio.

-¿Serpiente? ¿Por qué ha gritado? ¿Qué serpiente?

No entendía las palabras de la chica.

-¿Qué había visto?

Se dio la vuelta. No había nada excepto el escenario propio del final del otoño. No había ni serpientes ni pájaros. No había señal de nada que estuviese vivo.

-¿Le habrían parecido serpientes las ramas de los árboles? No, esa chica me estaba mirando a mí. Sólo  me estaba mirando a mí.

Un escalofrío recorrió a Sion. Le picaba la cabeza. Se pasó una mano por el pelo y estiró. Era un hábito cuando estaba nervioso.

“¿Qué-?”

Se quedó sin habla. Había varios pelos entre sus dedos. Eran  blancos. Brillaban con la luz del sol que se estaba poniendo.

“¿Cómo – qué?”

Se arrancó más pelos. Eran todos iguales. Se tocó la cara. La piel era firme. No habían arrugas. Pero notaba una sensación rara en el cuello. Había una pequeña hinchazón bajo su piel que se enroscaba en cuello. Sion bajó a trompicones las escaleras a toda prisa.

-Un espejo, necesito un espejo…

Tiró una pila de libros. Los ratones, asustados, se metiendo corriendo bajo la cama. Encontró una puerta de  madera junto al baño. La abrió y encontró un espacio  lo suficientemente grande para que una persona estuviera de pie o se acostase. La pared del fondo parecía un espejo. Había cosas colgando de las otras paredes, pero Sion no estaba de humor para ponerse a mirar qué eran. Encendió la luz y se acercó al espejo. Le temblaron las piernas y las manos. Pero se forzó a sí mismo a mirar el espejo.

Gritó horrorizado.

¿Qué era lo que estaba viendo en el espejo? ¿Qué… qué era…?

¡Serpiente!

Escuchó el grito de la niña en sus oídos. Necesita aire, sentía como si fuese a ahogarse. No podía respirar. Sion se apoyó en la pared, atónito. Miró fijamente su reflejo. Tenía los ojos pegados y no podía moverlos. No podía apartar la mirada.

Tenía el pelo blanco. Y ahí estaba la serpiente. Una serpiente roja, de unos dos centímetros de ancho estaba enrollada en su cuello. Eso era lo que parecía. No tenía ninguna duda al respecto.

“No puede ser…” Se quitó la ropa. Intento arrancarse las vendas que le envolvían todo el cuerpo. Las habían enrollado con cuidado, y se hacían nudos como para burlarse de las manos temblorosas de Sion. Cuando por fin las vendas cayeron de su cuerpo, Sion volvió a gritar. La tira roja que se extendía por su piel empezaba en el tobillo izquierdo, subía por la pierna y se extendía por su entrepierna y su torso, pasaba por el pectoral y llegaba hasta el cuello. Era, literalmente, como si una serpiente lo estuviese estrangulando. Estaba deslizándose por su cuerpo. Una cicatriz roja. La fuerza estaba abandonando sus piernas. Cayó de rodillas sobre las vendas.

Pelo blanco y una serpiente roja. Ese era el precio que había pagado por sobrevivir.

“¿Disfrutas mirándote desnudo?” habló una voz, tan baja que era casi un susurro. Nezumi estaba apoyado en la puerta que tenía detrás.

“Nezumi – esto-”

“Apareció cuando te bajó la fiebre. La infección sólo llega a la piel, por eso no tienes las venas hinchadas. Lo que quiere decir que no hay ningún problema en el aparato circulatorio. ¿No es genial?”

“¿Genial? ¿Qué tiene esto de genial? Esto…”

“Si no te gusta, puedes librarte de eso,” dijo Nezumi “Los injertos de piel no son gran cosa hoy en día, ¿verdad? En cuanto a tu pelo, te lo puedes teñir de cualquier color. No veo ningún problema. Pero para que lo sepas-” se encogió de hombros, “podemos hacer algo con el pelo, pero aquí no hay formas de que te hagas el injerto. Aquí no tenemos la tecnología necesaria para ello.” Su voz estaba calmada y no contenía ninguna emoción, ni siquiera la más mínima compasión. Sion se quedó sentado donde estaba, mirando distraídamente las vendas que tenía enredadas en la pierna.

“Sion.”

“…Sí…”

“¿Te arrepientes de estar vivo?”

Sion tardó un poco en contestar.

“¿Qué?” dijo vagamente. “Oh - ¿has dicho algo?”

Nezumi suspiró y se arrodilló frente a Sion, poniendo un dedo en su mejilla. Forzó a Sion a levantar la mirada.

“Deja de mirar el suelo y mírame. Sal de tu mundo y escucha lo que te estoy diciendo. ¿Te lamentas?”

“¿Lamentarme…? ¿De qué?”

“De estar vivo.”

“Con lamentarme… te refieres… a desear que no hubiese pasado, ¿verdad…?”

“Obviamente no,” contestó Nezumi sarcásticamente. “Estaba hablando francés, como la menthe en lugar de la menta. ¿En serio? Reacciona de una vez. ¿Qué ha pasado con ese cerebro de genio que tienes?”

¿Arrepentimiento? ¿De vivir? ¿Se estaba arrepintiendo de estar viviendo con esa apariencia? Sion sacudió levemente la cabeza.

“No, no lo hago.”

No quería morir. Aunque hubiese caído, se habría arrastrado por el suelo para seguir viviendo. No tenía ninguna meta o esperanzas en concreto. No tenía una visión de futuro. Su cuerpo había cambiado repentinamente y su alma estaba confusa. Pero aun así no quería morir.

La vida estaba en esos deliciosos tragos de agua que habían calmado su cuerpo. Estaba en el color del cielo que se extendía antes sus ojos, el aire, el pan recién horneado, la sensación de los dedos de otra persona, suaves, las risas; ‘Sion, ¿a qué estás esperando?’; la confesión inesperada, la duda. Todo estaba conectado a estar vivo. No importaba cuál fuese su apariencia, no quería separarse de ninguna de esas cosas.

“Nezumi…” susurró “Quiero – quiero vivir.”

Cayeron las lágrimas que había estado aguantando. Una única lágrima se escurrió por su mejilla. La secó bruscamente.

“No tiene sentido que lo escondas, idiota,” suspiró Nezumi suavemente. “¿Cómo puedes llorar tan fácilmente? ¿No te da vergüenza?”

“Sólo he bajado la guardia, ¿vale?” dijo Sion enfadado. “Tengo problemas controlándome porque aun no estoy emocionalmente estable. Soy una paciente que se está recuperando, así que dejar de burlarte de mí.”

Nezumi miró la cara de Sion en silencio, y le tocó el pelo con suavidad.

“Si tanto te preocupa, luego te lo tinto. Pero así está bien. Además-” Los dedos de Nezumi se movieron para pasar por la cicatriz en el pecho de Sion.

“Piénsalo, tienes una serpiente roja enrollada en el cuerpo. Muy atrayente, diría yo.”

“No me estás halagando para nada.”

“Bueno, tampoco es que disfrute el verte desnudo,” respondió Nezumi. “Ponte algo de ropa. Voy a invitarte a una sopa especial y a algo de carne.”

Pensándolo bien, hacía mucho desde que había comido algo. Sion sentía como le ardía el estómago del hambre.

“¿Qué tipo de sopa? ¿Necesitas ayuda?”

Nezumi parpadeó.

“Te recuperas rápido, ¿eh?”

“¿Eh?”

La voz de Nezumi se hizo grave y áspera.

Gira alrededor del caldero.
En las envenenadas entrañas tira
Sapo, que bajo una fría piedra
Días y noches 31 tiene.
Sofocante veneno durmiendo tiene
Hiérvelo primero en el encantado caldero.[4]

“¿Qué es eso?”

Macbeth. La escena en que las tres brujas están cocinando ojos de tritón, ancas de rana y alas de murciélago en un caldero, haciendo su sopa especial. Encantador, ¿verdad?”

“Si esa es tu idea de sopa especial, creo que paso.”

“En vez de alas de murciélago usaremos pollo, y en vez de ojos de tritón un puñado de verduras frescas. Sustituiremos las ancas de rana por un poco de ajo. Espere un momento, su majestad.”

La sopa especial de Nezumi estaba caliente, y era lo más delicioso que había probado Sion en toda su vida.








[1] Shakespeare, William R. Macbeth. New Haven, CT: Yale UP, 2005. (Act 5 Scene 1 ll. 44-48)
[2] Ibid. (Act 5 Scene 1 ll. 58-60)
[3] Hesse, Hermann. "Keine Rast." – Original en alemán.
[4] Shakespeare, William R., and Harold Bloom. Macbeth. New Haven, CT: Yale UP, 2005. (Act 4 Scene 1 ll. 4-9)

5 comentarios:

  1. Mentirosa, no falta la corrección!! xD

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  2. Cuando he posteado este sí que faltaba y mi pereza me impide cambiarlo así que...

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  3. Amo las citas que hace la autora!!!
    gracias por tu trabajo

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  4. Gracias por tu trabajo :DD me encanta Novela

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