sábado, 22 de octubre de 2011

No. 6 Vol. 2 Capítulo 2

Weee, no he tardado tanto~



Capítulo 2

El lugar de los dioses

Entonces, la diosa Hannahanna decidió usar su último recurso. Reunió a no varias, si no cientos, miles de abejas, y dijo, “vosotras sois pequeñas y ágiles, y voláis rápidas como la luz, así que seguro que vosotras podréis encontrar al dios Telepinu. Ahora, id.
-La desaparición de Telepinu, Mito Hitita.

Había alguien tirado en el suelo delante de un árbol cuya corteza era más blanca que la del resto. Era un chico pequeño, más pequeño incluso que una chica. Se estaba retorciendo de dolor. Sion lo cogió por los brazos y lo sentó. Incluso estando oscuro como estaba, podía ver que el chico estaba muy pálido. Se cogía la garganta y tenía la boca abierta, pero no tenía sangre en los labios.

Asfixia. Se estaba ahogando por algo que se le había quedado atascado en la garganta. No había tiempo que perder. Cogiendo al chico por el estómago con un brazo, Sion le golpeó en la espada con la otra mano.

“Escúpelo. Venga,” urgió. Dos veces, tres. Siguió golpeando la espalda del chico. Cuatro veces, cinco…

El chico se retorció y vomitó. Había un objeto oscuro y redondo mezclado en el vómito. El chico tembló ligeramente.

“Agua. ¡Trae agua!” volvió a decirle a Nezumi. Acostó al chico y le acercó su mejilla a la cara. Podía sentir su respiración. Está bien, está respirando. No necesitaba hacer una traqueotomía ni hacerle la respiración artificial. Pero su consciencia-

“Llámalo.”

La chica reaccionó nada más escuchar a Sion. Se inclinó sobre el chico, acerco su cara a la de él y le llamó.

“Rico, ¿puedes oírme? Rico.”

“Rico, ¿puedes respirar?” preguntó Sion después de la chica.

El pecho del chico se infló. Abrió los ojos. Una lágrima le bajó por la mejilla.

“Hermanita-”

“¡Rico!” Sion cogió a la niña con suavidad para evitar que se tirase a abrazar al chico. Levanto a Rico del suelo con lentitud y le acercó un vaso de agua a los labios.

“¿Puedes beberte esto?”

“Sí.”

“Buen chico. Bebe despacio. Así que te llamas Rico, ¿eh?”

“Sí.”

“Rico, ¿nos escuchas bien a tu hermana y a mí? ¿Nos ves bien?”

“Sí – y esta agua está buena.”

“Eres un buen chico,” animó Sion. “Has hecho un buen trabajo. ¿Te duele el estómago? ¿Te duele el pecho?”

“La garganta…”

“¿Eh?”

“Me duele la garganta…”

Rico probablemente se había desgarrado la garganta por el dolor, ya que la tenía cubierta de arañazos que estaban empezando a sangrar. Sion sacó unas gasas y un poco de alcohol del kit de emergencia. Tenían cuatro años, pero en ese momento eran todo lo que tenían.

“Va a picar un poco. No llores.”

“No lo haré.”

Limpió las heridas, puso una gasa limpia sobre ellas y vendó el cuello de Rico. Sion sólo podía darle el tratamiento más básico. Era lo mejor que podía hacer. Si decía algo de ‘un hospital’ Nezumi se reiría en su cara. Sion sabía de sobra que en esta área, el Bloque Oeste de No. 6, no había ningún hospital. De entre lo que había vomitado Rico, Sion cogió lo que parecía que había estado obstruyendo sus vías respiratorias.

“¿Una nuez?” Era pequeña y redonda “¿Por qué-?”

Rico bajó la cabeza. Nezumi se levantó y se cruzo de brazos y dio un pequeño suspiro.

“Tenía hambre.”

“¿Eh?”

“Seguramente tendría tanta hambre que no podría soportarlo más. Esa nuez – si la aplastas contra el suelo es – bueno, es comestible. Seguramente las estaba recogiendo cuando le entró hambre. Tenía tanta hambre que decidió meterse una en la boca, lo que iba bien hasta que se la tragó sin querer – imagino que seguramente sea eso lo que haya pasado.”

“Rico siempre tiene hambre,” dijo la chica. “Aunque mamá le de parte de su pan sigue teniendo hambre.”

“Es un pedazo de pan muy pequeño,” protestó Rico. “Un bocado y ya no hay.” Empezó a toser. Tenía la voz ronca y aún estaba pálido. Sion envolvió su cuerpo con una manta.

“Mantén el calor. Si te sigue doliendo el cuello te lo volveré a curar. Vuelve cuando quieras.”

“Llévalos a casa.”

Sion levantó la cabeza al escuchar las palabras de Nezumi.

“¿Yo?”

“Sí, tú. Tú los has ayudado, así que haz las cosas bien y llévalos a casa. Viven en la casa que hay al bajar la cuesta, no está muy lejos. Seguramente su madre esté empezando a preocuparse.”

Eso significaba que iba a tener que dejar que lo viese un adulto. Sion se levantó. No sabía por qué, pero había empezado a temblar.

“Pero, yo-”

“Vas a tener que salir un día de estos. Si te asustas ahora nunca vas a ser capaz de andar por la calle. – Bueno, tampoco es que sea asunto mío. Pero si tenemos que estar aquí mojándonos con la lluvia alguien va a terminar cogiendo una pulmonía.”

Se había olvidado de que estaba lloviendo. Sion por fin se había dado cuenta de lo fría que estaba la lluvia. Le calaba los huesos y le recordaba que se acercaba el invierno.

“Bueno, yo me voy. El príncipe puede hacer lo que le de la gana.” Nezumi les dio la espalda y empezó a bajar por las escaleras. Rico estornudó. La chica extendió la mano y cogió los dedos de Sion.

“Gracias.”

“¿Eh?”

“Gracias por salvar a mi hermano.”

“Oh – no, no es-” tartamudeó Sion. “No tienes que darme las gracias. ¿Cómo te llamas?”

“Karan.”

“¿Karan? Te llamas igual que mi madre.”

“¿De verdad?”

“Sí.”

La chica sonrió. Sion pudo sentir la calidez de la chica cuando le apretó la mano. Cogió a Rico, con mantas y todo.

“Os acompaño a casa. Karan, dime por donde es.”

Había humo saliendo de la olla puesta sobre el calentador de keroseno. Dentro, había sopa. Mientras removía las verduras y la carne, Nezumi suspiró. Se estremeció nada más darse cuenta de que había suspirado sin pensarlo. Varias gotas de sopa salpicaron fuera de la olla y silbaron nada más caer en el calentador.

Odiaba suspirar. Suspirar a caso hecho era una cosa – pero este tipo de suspiro que se le escapaba le irritaba.

“Nunca suspires en serio. Nunca llores. O los demonios se aprovecharan de ti.”
Se lo había dicho una mujer mayor, tan mayor que los años no importaban. “Suspirar crea aperturas, vulnerabilidad. Si quieres seguir con vida, mantén la boca cerrada. Nunca dejes a nadie ver tu punto débil. No le abras a nadie tu corazón. No confíes en nadie más que en ti mismo.”

Esas fueron sus últimas palabras. Le habían disparado en el pecho y estaba escupiendo sangre por la boca, pero sus palabras habían sido claras. Nezumi no pensaba olvidarlas en la vida. Incluso si lo hacía, la voz de la mujer no se lo permitiría. Se agarraba con fuerza a su mente y no se soltaba.

Pero le había vuelto la espalda. Había dejado que un suspiro se escapase de su boca sin darse cuenta. Todo gracias a él. Chascó la lengua con frustración.

Quizás había sido un error el traer a Sion aquí. Lo pensaba en serio. Sion había abierto la puerta sin dudar. La había abierto completamente sin ni siquiera comprobar quien había al otro lado u ocultarse en las sombras. Si hubiesen tenido mala suerte, podría haber perdido su vida. Incluso aunque el visitante no hubiese sido un soldado armado, podría haber sido un ladrón armado usando a un niño como cebo. En esa zona, en el Bloque Oeste, no sería nada fuera de lo común. Pero eso era algo que Sion no sabía. No sabía sospechar, tener cuidado o tener miedo. Era la ignorancia y la imprudencia de alguien que había crecido en un lugar seguro.

Sentía que había acogido a una carga peligrosa y problemática. Nadie le había obligado. Lo había acogido por propia voluntad, porque quería pagar el favor que debía. No podía dejarlo morir – a Sion, que le había salvado la vida sin esperar nada a cambio.

No se podía devolver un favor a un muerto, y Nezumi no quería cargar con una deuda que no podía pagar. Por eso había rescatado a Sion y lo había llevado allí. Pero ahora pensaba que quizás había sido imprudente por su parte. Quizás había traído con él un riesgo más grande de lo que había imaginado. Ajeno, descuidado, problemático, peligroso –

Le echó una mirada a la puerta.

Pero si Sion no hubiese abierto la puerta, Rico no se habría salvado. Un niño pequeño ahogándose no tardaba mucho en morir. Una acción rápida y el tratamiento adecuado – gracias a eso, Nezumi no había tenido que ver un cuerpo pequeño con la cara retorcida permanentemente por el dolor. Se había salvado una vida. Era igual que en aquella noche de tormenta hacía cuatro años. Aquella vez, había sido él – esta vez, había sido Rico. Dos veces, Sion había acogido a alguien sin ninguna precaución, y dos veces los había salvado.

Sion sólo conocía el mundo a través de teoremas y razonamientos. Era inocente y ni siquiera había aprendido a desconfiar de los demás. Era descuidado por naturaleza, despistado, idiota y ni siquiera sabía quien era Hamlet. Pero Sion estaba por encima de él en algunos aspectos. No en conocimiento o habilidad, pero - ¿pero qué?

Me atraes.”

¿Era el poder de hacer una confesión tan vergonzosa y creer que le llegarían sus sentimientos sinceros? ¿Era el poder de tenderle la mano a un completo desconocido sin pararse el riesgo que podría llegar a suponer?

No lo sabía. Lo que sí sabía era que Sion era peligroso y problemático. Era muy – se oían pasos. Tocar a la puerta. La puerta se abrió en seguida. Sion había vuelto a casa.

“Si vas a tocar a la puerta, espérate a que te contesten antes de entrar,” dijo Nezumi con brevedad.

“Ni que fueses a contestas, ¿no?” replicó Sion. “Pero me he dado cuenta de que me has dejado la puerta abierta.”

“¿Eh?”

“La llave. Pensaba que ibas a echar la llave, pero no lo has hecho.”

Tenía razón. No había echado la llave. Qué descuidado por su parte.

“Mírame, he caído bajo tu influencia maligna,” dijo Nezumi deplorablemente.

“¿A qué viene eso? – Hey, mira, me han dado unas cuantas uvas como agradecimiento.”

La uvas eran pequeñas y el racimo en sí daba un poco de pena.

“También me han ofrecido pescado seco, pero le he dicho que no, gracias.”

“¿Oh?” dijo Nezumi con aire burlón. “Así que hasta te sabe mal que alguien pobre te dé algo.”

“No. Es porque no te gusta el pescado.”

“¿Por mí? Si tengo que comer pescado, como pescado. No tengo tanta suerte como para ser pejiguero con lo que como.”

“Pero me habías dicho que no te gustaba mucho.”

“Lo que querías decir es que no puedo comer pescado crudo. Queriendo decir que con lo higiénico que es este sitio que ni se me ocurriría pensar en comer pescado crudo.”

Sion parpadeó y se llevó una mano al pelo.

“Oh. Oh bueno – me alegro igualmente.”

“¿De qué?”

“La familia de Karan – Oh, por cierto, la chica se llama Karan-”

“Lo sé.”

“¿Oh, lo sabías? Se llama igual que mi madre.”

“Como se llame tu madre es algo que ni me va ni me viene, pero… ¿te ha recordado a tu mami y te ha dado ganas de llorar? Pobrecito.”

Había sido un comentario sarcástico, pero Sion negó con la cabeza.

“No, no es eso. Había otra niña allí, una más joven que Rico. Creo que el pescado era su cena. Un pescado seco para los tres. No habría estado bien aceptarlo, ¿verdad? Pero su madre insistió en que aceptase las uvas. Estaba muy agradecida. Me ha hecho feliz.”

“¿De verdad lo piensas?”

“¿Eh?”

“Si ese niño hubiese muerto, Karan y la otra niña tendrían  más para comer. Incluso para Rico - ¿no has pensado que hubiese sido mejor para él morir que crecer pasando hambre? Quizás no les has hecho un favor para nada.”

Sion se sentó delante del calentador. Su pelo blanco, tirando más a transparente, tenía reflejos rojos producto de las llamas. Su pelo había perdido el color, pero conservaba el brillo. Es precioso, pensó Nezumi.

El pelo de Sion brillaba reflejando las cosas que tenía alrededor, y Nezumi estiró los dedos para tocarlo. Estaba un poco áspero, pero se deslizaba entre los dedos de Nezumi con suavidad. Tenía el tacto de un pelo normal, ni más ni menos.

“Me dijiste que tenía que vivir,” dijo Sion en voz baja, con la cabeza aún vuelta hacia las llamas. “Nezumi – dijiste que estar vivo tiene un significado, y que por eso tenía que vivir. Eso fue lo que dijiste.”

“Sólo te dije que el que vive es que el gana.”

“Es lo mismo, ¿no?”

“¿Y cómo quieres que lo sepa?”

Los muertos no podían hablar. Todo lo que podían  hacer es ser un cadáver inmóvil, y volver a la tierra de la que habían salido. No podían hablar del odio, la crueldad, angustia o sufrimiento que hubiesen padecido. Por eso es por lo que tenía que vivir. Viviría recordándolo todo y transmitiéndolo.

No. 6.

Era como una flor artificial que no dejaba semillas. Florecía de incontables cadáveres y de sangre. Voy a abrirte los ojos algún día. Entonces no te quedará más opción que la de escuchar las voces de los muertos, su odio, sus dificultades, su angustia, su aborrecimiento mientras sale del suelo y empapa la tierra.  Me aseguraré de que lo escuches aunque te tapes los oídos. Hasta entonces, viviré y recordaré. Olvidar no es una opción. El mismo no se lo permitía.

“Me han hecho un cumplido.” Sion miró a Nezumi y sonrió.

“¿Un cumplido? ¿Por qué?”

“Mi pelo. La madre de Karan ha dicho que era bonito. Que era único y muy bonito.”

Nezumi se encogió de hombros.

“De que es único puedes estar seguro. Por aquí hay muchos niños con el pelo blanco por la mala nutrición, pero nadie tiene un pelo tan blanco como el tuyo.”

“No sólo ha dicho que es único. También ha dicho que es bonito.”

“¿Te alegra tanto que alguien te haga un cumplido por tu pelo? ¿Eres una chica o qué?”

“Pero – bueno, me da algo de confianza,” dijo Sion felizmente. “Para cuando vayamos a dar una vuelta mañana.”

“¿Y quién ha dicho que iba a ir contigo?”

“Lo dijiste tú.”

Lo había dicho. Le había dicho a Sion que iba a darle una vuelta por el Bloque Oeste. Nezumi se sentía como un crío hosco. Apartó la mirada de Sion.

“Yo voy a encargarme de mis propios asuntos. Tu encárgate de los tuyos.”

“Vale. Me ocuparé de mis asuntos y te acompañaré. Oh, y otra cosa-”

“¿Qué pasa ahora?”

“Les he prometido a Rico y a Karan leerles cuando tenga tiempo. He encontrado un montón de libros con dibujos en las pilas, así que-”

“¿Vas a leerles aquí?”

“Puedo leerles fuera cuando haga sol.”

Nezumi estuvo a punto de volver a suspirar, pero cerró la boca justo a tiempo.

“¿Intentas convertir esto en una guardería?” 

“¿Hay tantos niños por aquí?”

“Oh, sí, muchos. Pero es mi casa. No vayas por ahí haciendo cosas sin permiso ni pensando que puedes hacer lo que quieras.”

Sus palabras se volvieron rudas. Estaba irritado. Estar con Sion le irritaba. Sentía como si fuese a perder la compostura en cualquier momento. No era porque Sion fuese descuidado o le impusiese cosas, admitía que no lo era – era porque no podía ver a través de él. No podía predecir qué estaba pensando Sion o qué iba a hacer. Sus acciones siempre pillaban a Nezumi por sorpresa. Era agotador.

Sion estaba poniendo los platos en la mesa. La sopa ya estaba hecha y su aroma llenaba la habitación.

“No estaba pensando que pudiese hacer lo que me diese la gana – es sólo que como ahora Karan, Rico y yo somos amigos pues-”

“¿Eh?”

“Amigos,” repitió Sion. “Son los primeros amigos que he hecho desde que llegué aquí. Bueno, aunque no es que tuviese muchos amigos en No. 6,” añadió después de pensarlo un poco. “Creo que Safu era la única.”

“Dijo que quería acostarse contigo. Eso no es lo que se dice ‘amigos’.”

Recordaba con claridad como las puntas de su pelo le caían por el cuello.

Sion, quiero acostarme contigo.

Lo había dado todo en su confesión y Sion no había podido con ello. De que chico me he ido a enamorar, ¿eh?, comentó en su mente a la chica a la que apenas conocía. Por alguna razón, le habían dado ganas de reírse.

“¿Qué?”

Sion inclinó la cabeza. Dos ratones que estaban sentados encima de una pila de libros inclinaron la cabeza también, como si le estuviesen imitando. Nezumi se echó a reír, se agachó y se rindió al regocijo que se estaba formando dentro de él.

La lluvia había parado antes del atardecer, pero seguía nublado, y el suelo seguía frío mientras se acercaba la noche. Nezumi andaba con rapidez entre la multitud. Sion intentaba seguirle el ritmo lo mejor que podía. Estaba sin aliento. Le habían empujado, se habían chocado con él, y le habían gritado; sentía la mirada de incontables curiosos en su cabeza; le llegó a la nariz el olor de una docena de cosas, tan mezcladas entre sí que no podía decir qué eran por separado; el suelo resbalaba; había tiendas y barracas puestas en el borde del camino, y de ellos llegaba al camino un humo espeso; en el aire chocaban gritos, susurros seductores y gritos de comerciantes. Estaba mareado.

El distrito de Lost Town, distrito en el que vivía desde que lo expulsaron de Chronos, también era uno con mucho ajetreo. Pero comparado con lo que estaba viendo ahora, era de lo más tranquilo.

En No. 6 había caminos, tanto para coches como para peatones, en ambos sentidos y una regla muy simple, pararse de golpe o ir en dirección contraria estaba prohibido. Todos andaban en la misma dirección y de la misma forma. Era raro chocar con alguien o que te parase un conocido. Nada pasaba inesperadamente. Todo estaba controlado para evitar que pasaran ese tipo de cosas. No. 6 era ese tipo de sitio.

Se escuchó un escándalo cerca. A Sion le dieron un empujón violento. Perdió el equilibrio y cayó de rodillas en el barro. Varios hombres pasaron corriendo por su lado. Algo se les cayó, rodó y se paró enfrente de Sion. Era una naranja.

“¡Ladrón!”

Un hombre salió corriendo de una de las barracas, con una pistola. Era muy alto y estaba gordo.

“¡Son ladrones!” gritó. “¡Que alguien los coja!”

No se movió nadie. Algunos soltaban risitas mientras miraban, otros no mostraban ningún interés, otros estaban gritando cosas ininteligibles; y mientras tanto, los supuestos ladrones se alejaban cada vez más entre la multitud.

Sion estaba estupefacto. El hombre estaba apuntando con la pistola. Los peatones que lo vieron se echaron al suelo con rapidez para cubrirse.

¿Está loco? Sion no podía imaginar que ese hombre estuviese en su sano juicio si iba a abrir fuego en un área tan llena de gente. Pero la expresión que tenía el hombre en su cara era una de determinación. El cañón de su anticuada arma estaba apuntando delante de él. Los hombres que estaban huyendo se chocaron contra una mujer mayor y la empujaron a un lado mientras seguían corriendo. Ella les gritó algo y volvió al centro de la calle. No tenía ni idea de la pistola que apuntaba en su dirección. Del dedo rollizo del gigante en el gatillo.

Sion se lanzó contra el hombre justo en el momento en que éste apretaba el gatillo. Golpeó el cañón del arma con toda la fuerza que pudo.

Sintió un fuerte impacto en la mano y el disparo resonó en sus oídos. El cañón de la pistola arrojó luz sobre el cielo que oscurecía. Sion se quedó helado. Le dieron un golpe en las piernas y lo estamparon contra el suelo. Se le cortó la respiración.

“¿Qué cojones te crees que estás haciendo?”

El hombre se inclinó sobre él con la pistola levantada, tapándole todo el campo de visión. Sion rodó rápidamente para el lado. El gigante se movía rápido a pesar de su apariencia y Sion se llevó una patada en las costillas.

Sion gruñó del dolor. No podía respirar. El estómago le dio una sacudida.

“Uno de la banda, ¿eh?” gruñó el gigante. “Pequeño cabrón, mira que intentar robarme la mercancía.”

La bota del hombre desprendía un olor grasiento, como el de un animal. Y se dirigía otra vez directa a su estómago.

“¡No soy uno de ellos!” gritó Sion, esquivando el golpe por los pelos. Tengo que gritar, o si no va a darme patadas hasta que me mate. No había ninguna señal de duda en los golpes que le estaba propinando.

“No soy – no soy uno de ellos,” insistió Sion.

“¡Cállate!” aulló el gigante. “Ahora esos cerdos se han escapado. Y todo gracias a que te has entrometido.”

“Si no me hubiese metido podría haber muerto alguien,” protestó Sion. “Disparar en un sitio así - ¿qué pasa si le das a alguien?”

Para su sorpresa, el hombre empezó a reírse. La gente que estaba mirando también empezó a reírse.

“¿Y qué pasa si lo hago?” rugió el hombre, desprendiendo su olor de bestia. “Que tiene eso que ver conmigo, ¿eh?” Su expresión se ensombreció de repente y cogió a Sion por el pelo. “Tú y tu mata de pelo rara. No me gustas nada.”

Lo empujó al suelo con fuerza. Le ardía el cuero cabelludo y sentía como si se lo estuviesen arrancando. Pero más fuertes que el dolor eran sus sentimientos de ira y de humillación que corrían libremente dentro de él.

“¡Para!” gritó Sion.

Para. Suéltame. ¿Cómo te atreves a tratarme como si fuese un animal?

Sion se volvió a lanzar contra el hombre e impactó contra el con toda la fuerza que pudo. Clavó el codo con firmeza en la barriga del gigante. El hombre soltó un gruñido y cayó de rodillas. Se había formado un corro a su alrededor. Se podían escuchar aplausos, silbidos y risas.

“Ese es el espíritu jovencito. ¡Dale lo que se merece!”

“¡Mátalo viejo! ¡No pierdas el tiempo!”

Nadie intentó pararlos. Todos estaban disfrutando del espectáculo a una distancia segura. Sion buscó entre los espectadores un par de ojos grises. No podía encontrarlos.

“Pequeño-”

Escuchó un rugido que era más animal que humano. Entonces sintió un golpe en la mejilla. Vio chispas y se le oscureció la vista durante un instante. Algo cálido le estaba llenando la boca. Incapaz de soportarlo, lo escupió. Saliva mezclada con sangre cayó sobre el suelo lleno de suciedad.

“¡Usando truquitos!” El hombre tenía la cara roja y estaba temblando de rabia. Tenía los ojos inyectados en sangre y se le marcaban las venas en la piel como una red roja. El ansia asesina que irradiaba era inconfundible.

“Vas a pagar por esto,” rugió. Apuntó la pistola entre los ojos de Sion. Sion no podía cerrar la boca del asombro. Sentía como si se le fuese a salir el corazón del pecho. Y, aún así, nadie intentaba pararle. De toda la gente que les rodeaba, ninguno dio un paso adelante para detener al hombre. Sentía nauseas. No podía decir si el cañón que tenía entre los ojos era real o una ilusión.

“Hey,” se escuchó una voz profunda entre la bulla. Pertenecía a un hombre que estaba asando carne delante de su tienda. Piezas de carne ennegrecida cubrían la parrilla, la cual desprendía un humo negro y espeso. “No hagas cosas asquerosas delante de mi tienda.,” dijo.

“No estoy haciendo nada asqueroso,” rugió el hombre.

“Pero estabas apunto. Si vas volando cabezas y esparciendo sesos y llenándolo todo de sangre la gente va a perder el apetito. Ve a hacer eso a otra parte.”

El gigante se burló. “A nadie le va a entrar apetito con la carne podrida que vendes.”

“¿Qué has dicho?” preguntó el hombre. “¿Carne podrida? Manda cojones la cosa, eres tú el que vende fruta y verdura podrida.”

“Nuestros productos son frescos.”

“¡Te tienes que estar quedando conmigo! Incluso en esta estación las moscas no dejan de revolotear a su alrededor. Si no están podridos, están marchitos.”

“¿Qué? Pequeño-”

Los hombres se lanzaron el uno contra el otro. Sion se levantó del suelo y echó a correr.

“¡Hey! ¡Vuelve aquí!” El hombre aulló cabreado. Sion no tenía tiempo para volverse a mirar. Estaba asustado de que fuese a dispararle por la espalda en cualquier momento. Se resbaló.

“Por aquí.”

Lo cogieron del brazo.

“Por aquí, rápido.”

Lo estaban arrastrando a un callejón estrecho entre dos edificios. Sion se apoyó contra la pared y tomó unas cuantas bocanadas de aire.

“¿Vas bien?”

Levantó la cara. Una mujer le estaba sonriendo. Sus labios rojos destacaban en la oscuridad. Los labios se volvieron a separar.

“Oh, querido. Te has roto el labio y está sangrando. Parece que acabas de pasar un mal rato. Pobrecito.”

El fuerte olor de su perfume le llenaba las fosas nasales a Sion.

“Gracias por ayudarme,” le dijo Sion, después de haber recuperado la respiración. Hubo unos segundos de silencio, y entonces la mujer se echó a reír.

“Me pregunto cuánto hace desde que alguien me dio las gracias,” se rió. “Parece que fue hace siglos. Por cierto, tienes un pelo interesante, cielo.”

“¿Eh? Oh, bueno… han pasado muchas, er, cosas…”

“Todos hemos pasado por muchas cosas. Yo también, mira-”

A pesar del frió, la mujer llevaba un vestido fino que no le cubría los hombros. Se bajó el cuello del vestido y dejó a la vista unos voluptuosos pechos. Su blancura destacaba incluso más que sus labios rojos. A Sion le picaron los ojos.

“Mira, ¿ves la quemadura que hay aquí? Me la hizo un hombre con una barra de metal ardiendo hace tiempo. Dolió mucho, te lo aseguro. Pero mira, ¿no te parece una serpiente? Como si una serpiente se estuviese deslizando por mi pecho.”

Yo también tengo una serpiente, pero enrollada por todo el cuerpo.

Lo pensó, pero no lo dijo en voz alta. La mujer continuó riéndose con suavidad.

“Cielo, ¿tienes alguna experiencia con una mujer?”

“¿Eh?”

“¿Debería enseñarte una lección? Mi casa está ahí arriba. ¿Por qué no vienes y nos lo pasamos bien un rato? ¿Qué tal suena eso?”

“¿Qué?” repitió Sion sin dar crédito.

“Te estoy preguntando si quieres venir a pasar un buen rato.” En la voz de la mujer empezaba a escucharse la irritación. “No tengo nada que hacer hasta que sea haga de noche. No te preocupes, no te va a costar mucho. Así que, ¿por qué no lo pasamos bien?”

La mujer enredó los brazos en el cuello de Sion. Lo empujó contra la pared. Apretó sus labios contra los suyos. Le golpeó el olor de su maquillaje. Se sentía débil. La mujer le metió la lengua en la boca y empezó a jugar con la de él.  El acto reflejo de Sion fue empujar a la mujer.

“¿A qué ha venido eso?” dijo indignada.

“No, bueno – yo…”

“¿Qué estás murmurando? Te he ayudado, ¿no? Lo mínimo que podrías hacer es ser mi cliente.”

“¿Cliente? Pero… yo-”

“No voy a obligarte si no quieres. Pero tienes que pagarme por el beso.”

“¿Qué?” preguntó Sion incrédulo.

La mujer torció los labios, y habló con una voz empalagosa.

“Venga, no te hagas el difícil,” ronroneó. “Eres un hombre, ¿no? Venga, vamos. Te aseguro que vas a pasar un buen rato, así que ven a mi casa cielo.”

“N-no gracias, de verdad…”

Sus brazos blancos se envolvieron a su alrededor otra vez. Sion estaba más congelado y rígido que cuando le habían estado apuntando con la pistola. No podía moverse.

“¿Te importa?” habló una voz suave. “El chico es mío.”

Nezumi estaba en la entrada del callejón. La mujer frunció el ceño.

“¿Qué?”

“Que es mío. ¿Me lo devuelves?” Nezumi extendió la mano, como si estuviese llamando a Sion. La mujer levantó la cara y sonrió dándose cuenta.

“Ya veo. Ahora me explico porque no reaccionaba. El cielito este no está interesado en las mujeres.”

“¿Qué? Eso no es verdad, me-”

Nezumi le tapó la boca a Sion con la mano y le sonrió a la mujer.

“Exacto. Está loco por mí. Ni la mujer más hermosa llamaría su atención.”

La mujer se encogió de hombros como diciendo ‘bueno’. Miró a Sion. “Dinero,” dijo.

“No me importa al palo que le pegue el cielito, pero el beso me lo tiene que pagar. Una moneda de plata.”

Nezumi se rió suavemente.

“¿Una moneda de plata por un beso? Pues sí que te vendes tú cara.”

“Eso es lo que vale. Si el cielito no puede pagarlo, será mejor que lo pagues por él. Eres su novio, ¿no? No te vas a morir por pagarle algo.”

“Supongo que tienes razón. Sí, vale. Entonces, ¿me das el cambio?”

“¿El cambio?”

Nezumi se inclinó hacia la mujer. La cogió por el hombro cuando intentó retroceder y la acercó a él.

“¿Qué-?”

Los labios de la mujer, abiertos a mitad de frase, se encontraron con los de Nezumi. Todo pasó delante de las narices de Sion. La mujer se resistió durante un  instante y luego se quedó quieta. Lo único que se contrajo fue la garganta cuando tragó. Un perro estaba ladrando a lo lejos. Una rata de alcantarilla le pasó por los pies a Sion y desapareció. Nezumi se separó de la mujer.

“¿Qué tal?” preguntó.

“No está mal,” contestó la mujer. “Pero no es suficiente para darte el cambio.”

“Que pena,” dijo Nezumi con pesar. “Entonces aquí tiene, my lady.” Nezumi le puso una naranja en la mano a la mujer y le dio la espalda. Cogió a Sion por el brazo. “Bien, nos vamos.”

La mujer le habló con los brazos cruzados.

“Cielo, no te pilles mucho por ese hombre. Es una lástima. Y asegúrate de experimentar lo que es divertirte con  una chica.”

Volvieron a la multitud. La mezcla de ruidos y olores que habían agitado antes a Sion, ahora lo calmaban.

“¿Por qué?” murmuró para sí mismo. Nezumi se puso a su lado.

“¿Por qué, que?”

“¿Por qué yo soy ‘cielo’ y tú ‘ese hombre’?”

“Será porque yo tengo mucha más experiencia.”

“Y ha dicho que soy lento,” rezongó Sion.

“Eres lento. Y torpe. Especialmente con las mujeres. Espero no haberte fastidiado tu primera experiencia al haberme metido,” se burló Nezumi.

“Nezumi.”

“¿Hm?”

“¿Cuánto rato has estado mirando?”

“Más o menos desde cuanto empezaste a pelearte con aquel gordo.”

Sion se paró en seco. Se chocaron con él y le gritaron.

“¿Y por qué no me has ayudado?”

“Lo he hecho. Estabas a punto de que te devorase una bruja.”

“Pero antes de eso, me estaban apuntado con una pistola-”

“Ese es tu problema,” dijo Nezumi con dureza. Sus ojos brillaron como el filo de un cuchillo. La sonrisa de Nezumi siempre parecía esfumarse enseguida.

“Déjame decirte algo, Sion. Si vas a seguir siendo así de inocente y pensando que alguien va a ayudarte, no sobrevivirás aquí. Depender de los demás no va a mantenerte con vida. Métetelo en la cabeza.”

Nezumi volvió la cara y empezó a andar más rápido. Sion podía sentir como aumentaba el calor en sus mejillas. Nezumi tenía razón, había sido un inocente. Había pensado que era natural que Nezumi viniese a ayudarlo. Sion había estado dependiendo de él todo ese tiempo, siendo una carga que le retrasaba. Y ahí estaba él, esperando a que Nezumi le tratase como a un igual y esperando al mismo tiempo que le defendiese. Sion estaba muy avergonzado.

Se mantuvo detrás de Nezumi, que tenía la prenda de superfibra echada al hombro como si fuese una capa.

“Pero has podido defenderte antes,” dijo Nezumi, andando un poco más despacio.

“¿Antes?”

“Con aquel gordo. Has esperado el momento idóneo para escapar.”

“Ah, eso,” dijo Sion. “No, ahí estaba desesperado. Parecía que iba en serio con lo de disparar.”

“Y probablemente iba. Si hubieses tenido mala suerte, seguramente estarías con media cabeza hecha papilla y estarías tirado en la calle.”

“No quiero ni imaginármelo. Me da escalofríos.”

Estaba temblando de verdad. Tenía las perneras del pantalón y el borde del suéter sucios. Intento sacudirse y tropezó con algo.

“¡Whoa-!”

Cayó hacia delante pero consiguió recuperar el equilibrio en el último momento y se giró. Había un par de piernas. Los pies estaban desnudos. La parte superior del cuerpo estaba tumbada boca abajo, oculta por la oscuridad del callejón. ¿Está durmiendo? ¿Aquí?

“Um - ¿hola? ¿Me oyes?” Sion llamó. Lo agarraron desde atrás.

“¿Quieres dejar de hacer eso?” dijo Nezumi mosqueado. “Si no nos damos prisa, se hará de noche enseguida. Geez, ¿te gusta eso de desviarte o qué?” Nezumi chascó la lengua.

“Pero este hombre – va a pillar un constipado si sigue durmiendo ahí.”

“No va a ponerse más frío de lo que está. Está muerto.”

¿Qué?

Una mujer les habló desde su tienda de ropa.

“¿Le conocéis? Si le conocéis, ¿os importa llevároslo? Está en medio y no hace más que molestar.”

Nezumi sacudió la cabeza levemente.

“No. No hemos visto a este hombre en la vida.”

“Es una mujer, una mendiga vieja. Y no tenía otro sitio para morirse que delante de mi tienda.”

“Mi más sentido pésame,” dijo Nezumi con solemnidad. “Asegúrate de que quitan el cadáver.”

“¡Míralo que graciosito! ¡Ya vale!” gritó la mujer mientras sacudía un trozo de tela roja. Su brazo era igual de gordo que la pierna de Sion. Si me da un puñetazo salgo por los aires, pensó para sí mismo.

Nezumi echó a andar arrastrándolo con él. A la visión de esas piernas tan delgadas se le sumaron otras piernas cubiertas por un par de pantalones y llevando zapatos de cuero. Eran las piernas que sobresalían por el banco del Parque Forestal de No. 6. Era el primer cadáver que había visto Sion y la primera víctima que eso se había cobrado.

“No ha sido eso lo que le ha matado,” sonrió Nezumi, como si estuviese leyendo la mente de Sion. “Ese hombre – mujer, ¿no? No la han devorado las avispas parásito. Ha sido el hambre o el frío – o puede que una combinación de los dos – lo que ha acabado con ella. Hay una estación especialmente para eso, y se está acercando.”

“¿Estación para qué?”

“Para que la gente se congele hasta morir. Ancianos, niños, enfermos… los débiles son los que mueren primero. Es la estación de la Selección Natural.”

“Selección Natural…” murmuró Sion Eran unas palabras frías, como una confitura congelada. Pero ni eran dulces ni estaban buenas. Sólo eran frías. Se le adormeció la punta de la lengua.

“Sion, dijiste que morirían muchas personas en No. 6 cuando las avispas volviesen a estar activas en primavera, ¿verdad?”

“Sí.”

“Bueno, aquí la gente muere todos los días, especialmente en invierno. ¿Cuál crees que es más fácil, que te devoren avispas o pasar hambre y congelarte hasta morir?”

Sion se había llevado la mano al cuello sin pensar. Tenía  una cicatriz en la base, donde había cortado. Debajo estaba esa cosa. No se había desarrollado del todo y estaba medio desecha cuando la habían encontrado, pero había estado luchando para salir de ahí. Aún tenía muy fresco el recuerdo del dolor, el sufrimiento y la desesperación de aquella vez. No quería volver a pasar por lo mismo en todo lo que le quedaba de vida. Pero no podía comparar eso a como había muerto la anciana. No sabía lo que era pasar hambre o frío.

“Nezumi, ¿qué va a pasar con ella?”

“¿Ella?”

“Ese – cuerpo. No lo van a dejar ahí tirado, ¿no?”

“Claro que no. Puede que haga frío, pero los cuerpos se pudren igualmente si los dejan así. Entonces vendrían los perros salvajes y los cuervos y no se irían hasta que no quedase nada, así que para evitarlo los recogen antes.”

“Entonces, ¿hay alguna fosa común o algo?”

“¿Fosa? No tenemos tierra que podamos dedicar a los muertos. Vienen los Despachadores. Mira, ahí. Esos que hay ahí sentados comiendo carne. ¿Los ves?”

En la dirección a la que apuntaba Nezumi había una tienda rajada debajo de la cual había varios hombres sentados, hablando a gritos y comiendo carne que brillaba por la grasa. Un perro desaliñado y en los huesos lamía con desesperación los jugos de la carne que caían al suelo.

Había un vehículo raro aparcado al lado de la tienda. Era una bicicleta atada a una zona de carga con ruedas. Encima de esa zona había una cesta.

“Son los Despachadores. Se deshacen de los cadáveres a cambio de dinero. La gente como la mujer de antes es la que acaba pagando para que se lleven el cuerpo. No quieren un cadáver delante de su tienda, pero son muy remilgados como para cogerlo ellos mismos y tirarlo en otra parte o se sienten culpables. Así que lo toman como si fuese su día de mala suerte y llaman a los Despachadores para que se libren de él. He escuchado que es un negocio bastante lucrativo. Imagino que sí lo será, porque hay un montón de gente que muere en las calles que ni tiene amigos ni tiene familia.”

“¿Entierran los cuerpos?”

“Los queman. Los reúnen en un sitio y les prenden fuego. Supongo que puedes considerarlo una especie de cremación, si quieres. Eso sí, puedes estar seguro de que no hay misas ni nada de eso.”

Los ojos de Sion se encontraron con los de un hombre que estaba a mitad de arrancar un pedazo de carne del hueso con los dientes. Sonrió abiertamente y le resbaló grasa por el bigote. Entonces se levantó y empezó a andar hacia ellos. Tiró el hueso al suelo y el perro se le echó encima.

“Hey amigos, ¿os apetece uniros?”

Extendió el brazo y, antes de que Sion pudiese esquivarlo, le cogió del pelo con fuerza.

“Así que es de verdad, ¿eh? Pensaba que era una peluca. Tienes un pelo muy interesante.”

“Para,” gritó Sion. “Suéltame.”

“Hmm, no está mal. Nunca había visto un pelo así. La verdad es que hasta es bonito. Pareces una muñeca o algo por el estilo, amiguito.”

Los compañeros que estaban con él empezaron a reírse vulgarmente. Sion se giró para mirar detrás de él. No había señales de Nezumi, que había estado ahí hacía un instante.

“Suéltame,” repitió gritando.

“No hace falta que montes un espectáculo. ¿Por qué no os tomáis algo con nosotros? También tenemos carne.”

“He dicho que me sueltes,” dijo Sion apretando los dientes.

El hombre no daba señales de ir a aflojar el agarre. Sion podía sentir el aliento del hombre en la mejilla, apestando a alcohol y carne. Volvió la cara.

Nezumi. Se mordió el labio con fuerza y resistió el impulso de llamarlo. Primero tenía que intentar defenderse a sí mismo, o nadie le ayudaría. Sion dejo que su cuerpo se relajase.

“Bien.”

“¿Hm?”

“Tu ganas. Me tomaré una copa con vosotros.”

“¿En serio? Buen chico. Por aquí.”

El hombre relajó el brazo un poco. Sion levantó la pierna, apunto a la entrepierna del hombre y le pegó una patada con todas sus fuerzas.

Ngh. El hombre soltó un gruñido sordo, y se dobló y cayó al suelto. Sion le saltó por encima y echó a correr.

Lo único que he hecho hoy ha sido correr. El pensamiento le abandonó la cabeza tan rápido como había venido. Corrió por la calle a toda la velocidad que podían ir sus piernas. Había mucha menos gente que antes, por lo que le era más fácil abrirse camino. No más callejones por hoy, pensó y se concentró en seguir por la calle principal. Tenía la sensación que si paraba lo iban a coger por el cuello.

“-Agh-”

Se resbaló y voló por los aires para acabar estampado en el suelo. El dolor le recorrió el cuerpo de pies a cabeza.

“¡Whoa-!” Ahora estaba deslizándose hacia abajo. Estaba sobre una cuesta de cemento, aunque ahora más bien parecía un tobogán. Se precipitó a toda velocidad hacia abajo. Sion cerró los ojos y se tapó la cabeza con los brazos para protegerse. Esa acción hizo que perdiese el equilibrio y acabase dando una voltereta.

Se le oscureció la visión. Justo cuando estaba a punto de gritar le llegó a la nariz el olor húmedo de la suciedad. Cayó al suelo. Se le metieron puñados de suciedad en la boca. Sion se quedó tumbado tosiendo un rato, y se giró para quedar tumbado de espaldas. El corazón le latía frenéticamente y le costaba respirar. Le dolía todo el cuerpo.

Aún tenía en la boca el sabor de la suciedad. Nunca se le hubiese ocurrido que la suciedad estuviese tan dulce.

Podía ver las estrellas que brillaban en la oscuridad. El cielo no era ni azul ni negro, era una especie de índigo con tintes púrpuras – era precioso. Sentía como si esa belleza le absorbiese el alma. Nunca se había tirado al suelo así  para mirar el cielo. ¿Había existido siempre sobre él algo tan bonito?

Escuchó unos pasos que se dirigían hacia él. Un quejido melancólico. Una lengua le lamió el pelo y la cara.

“Ey-”

Era aquel perro esquelético que había estado con esos hombres. Le lamió la cara con persistencia.

“¿Estás preocupado por mí?” Nada más decir esas palabras, Sion se dio cuenta de otra cosa. Cuando el hombre le había cogido por el pelo, se lo había llenado de grasa y jugos de la carne. El perro estaba lamiendo esa zona con mucha concentración.

“Vale, vale, es suficiente,” dijo Sion. “No quiero que me llenes el pelo de babas.” Sion se incorporó y se levantó con cuidado. No sintió ningún dolor agudo. Parecía que no se había roto ni torcido nada. Dejó vagar la vista por su alrededor. Tomó aire bruscamente.

“Esto-”

Estaba en medio de unas ruinas.

6 comentarios:

  1. Gracias por la magnifica traduccion, me encanta~ Tu manera de traducir es perfecta!
    Estee blog me lo recomendaron unas amigas y vi que te hacian publicidad en foro, asi q aqui estoy! Definitivamente tu traduccion es la que mas me gusta ^^
    Saludos!

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  2. ¡Muchísimas gracias!
    ¿Podrías decirme qué foro es?

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  3. het, muchas gracias =3 no conocia este grupo *¬* no has pensado en poner descargas para los cap =3 por pdf o algo por el estilo, me gustaría compartir tus traducciones en mi blog =D si es posible.

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  4. Las descargas en pdf ya están (al menos de DRRR) en el fansub en el que traduzco manga. No tengo problema en que pongas mis traducciones en tu blog, lo que pasa es que al no hacer yo los pdf no sé si en el fansub estarán de acuerdo o no :S

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  5. No te preocupes, sino se pueden en pdf lo pongo como lectura online y enlazo la entrada que corresponda ;)
    gracias

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  6. Mil gracias por la traduccion!! Me encanta esta historia! Vi el anime y me quede con ganas de mas! Ahora gracias a vos puedo tener mas :)
    Otra vez, mil gracias!!

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