martes, 1 de mayo de 2012

No. 6 Vol 3 Capítulo 5

Yyyyyy.... ¡se acabó la tercera novela! Por fiiiin~



Capítulo 5
En compañía de la falsedad

Al principio, Buda
No era más que un mortal;
Al final, nosotros mismos
También seremos budas.
Que doloroso es que las distinciones
Separen a aquellos
Que son iguales y que comparten
La naturaleza de Buda.
-Tales of Heike: Giou

Sion se levantó despacio de suelo.

Sólo quedaban un par de llamas pequeñas en la chimenea y en la habitación empezaba a hacer frío. Cravat, que había estado acurrucado al lao de Sion, levantó la cabeza e hizo un ruidito.

“Shh-” Sion le echó la manta por encima al ratón. “Toma, duerme aquí. Pero por favor no hagas ruido, ¿vale?”

Sion se había acostumbrado a esa habitación hasta el punto de que podía andar por ella sin ninguna luz. Caminó con firmeza hacia la puerta. Quitó el pestillo, y antes de abrirla, volvió a girarse. Escuchó con atención. No se oía nada.

Parecía que el dolor no había impedido a Nezumi dormir aquella noche. Supongo que una herida tan pequeña como esa no es suficiente para mantenerlo despierto. Había muchas cosas que aún necesitaba decirle a Nezumi. La alegría de haberle conocido, la gratitud por todo lo que había hecho por él, y el profundo respeto que le tenía – Sion no había podido decirle todo eso.

Me alegro de haberte conocido.

Eso es lo único que pude decirle.

Sion inhaló profundamente, sólo una vez, antes de abrir la puerta sin hacer ruido.


La luz se encendió, señalando que había una llamada de una extensión directa al Ayuntamiento. El hombre levantó la cara de los documentos que había estado leyendo y chascó la lengua levemente con irritación. El documento, impreso décadas atrás en papel, era muy intrigante, y tenía ganas de leer más. Pero la luz roja indicaba que era una emergencia. El hombre volvió a chascar la lengua y guardo el documento en una carpeta.

Cuando pulsó el interruptor, apareció la cara de un hombre que le era familiar. Era un hombre al que llamaban Fennec.

Fennec – el zorro del desierto. ¿Quién había sido el que había empezado a llamarle así?

“¿Qué pasa, Fennec?”

“Tenemos una emergencia. Han llevado dos especímenes de muestra al Hospital Central.”

“¿Y qué pasa?”

“Ninguno de los dos está registrado como muestra representativa en la base de datos.”

“¿Qué?”

“Son diferentes de las muestras que nos has pedido. Están pasando cosas que están fuera de nuestro control.”

“Quizás es muy pronto para concluir que son muestras. ¿No puede haber otra causa?”

Fennec negó con la cabeza. La imagen de la pantalla cambió. Se empezó a reproducir la información personal de los dos cuerpos.

Nombre, edad, dirección, ocupación, historial médico, medidas físicas, número de ciudadano…

Un hombre y una mujer. Dos cuerpos. Ambos tenían la cara contraída de dolor y habían envejecido y se habían marchitado. Si no fuese por la expresión de sus rostros, la causa de la muerte habría podido ser perfectamente la edad. Pero, según los documentos, uno estaba en sus veinte, el otro en sus treinta.

“Tienes razón, tienen que haberlo hecho ellos,” murmuró el hombre. La pantalla volvió a cambiar, mostrando a un Fennec con el ceño fruncido. El hombre exhaló en silencio.

“¿Qué puede significar esto…?”

“¡Eso me gustaría saber a !” Fennec alzó la voz y sus orejas se movieron con indignación. Ah, sí. Ese era uno de sus hábitos. Desde que era joven había tenido el hábito de mover las orejas cuando estaba nervioso. Por eso era por lo que le llamaban Fennec. Un zorro fennec era un zorro pequeño que tenía las orejas más grandes en toda su raza, llegando hasta los quince centímetros.

“¿Pero cómo ha podido pasar algo inesperado como esto?” Continuó Fennec. “No puedo creerlo. ¿Qué está pasando?”

“Algo tiene que haber fallado en algún punto,” contestó el hombre. “Pero no importa. No es algo de lo que tengas que preocuparte.”

La garganta de Fennec se contrajo mientras asimilaba las palabras del hombre.

“¿Estás seguro?”

“Por supuesto.”

“Eres tú el que más responsabilidad tiene en este proyecto, ya lo sabes.”

“Oficialmente no,” añadió el hombre. “Pero claro, nada de este proyecto se ha hecho público oficialmente.”

“Pero si sale bien, entonces el Proyecto de Ciudad de No. 6 por fin estará completo y será perfecto. ¿Verdad?”

“Sí.”

“Entonces no se puede permitir ni el más mínimo desliz.”

“Ya lo sé. Abriré una investigación enseguida para averiguar la causa. Quiero que mandes los cuerpos a la Sala Especial de Autopsias, Sección V.”

“Ya me he encargado.”

“Entonces me pondré a trabajar enseguida.”

“Hazlo, por favor. Estaré esperando tu informe.”

“Entendido.”

“Ah, sí,” añadió Fennec. “En cuanto este tema se tenga bajo control, estoy planeando hacer otra limpieza.”

“¿Limpieza? Eso es algo que no oigo desde hace mucho. Dime, casi es la Celebración Sagrada, ¿no?”

“Sí, se acerca ese día otra vez. Si necesitas alguno para tus experimentos, puedo conseguirte todos los que necesites. ¿Qué dices?”

“Me siento honrado por su consideración, Su Excelencia.”

“Deja de lado esa formalidad, si no te importa.”

“Pero vas a ser el que acabe reinando esta tierra,” dijo el hombre. “El único Rey. Voy a tener que empezar a llamarte Su Majestad.”

“¿Y cómo vas a querer que te llame yo a ti?”

“Como ahora. Si me sigues proveyendo con los mismos laboratorios de última generación, no tengo nada más que pedir.”

“Veo que, como de costumbre, no pides mucho. Confío en que hagas el trabajo.”

La pantalla se quedó en negro. El hombre dejó vagar la mirada por los documentos que no  había leído por completo. Por desgracia, parecía que no iba a poder leerlos aquel día.

Eran unos documentos que hablaban de una especie de hormigas llamada Eciton burchelli, que vivía en América Central y América del Sur. Estas hormigas, que formaban colonias de unos 500.000 especímenes, no vivían en un sitio fijo, si no que repetían periódicamente unos ciclos de migración durante toda su vida. Había una única reina que reinaba sobre las otras 500.000 hormigas. Pero el único propósito de la reina era poner huevos, y no tenía necesariamente el control de los miembros. Los guerreros y las hormigas obreras, grandes y pequeñas, se movían de acuerdo a su instinto y, como resultado, la colonia funcionaba en total harmonía como si la gobernase un gran intelecto común.

Las hormigas, y también las abejas, habían creado un sistema social ideal.

Era imposible que los humanos no pudiesen hacer lo que las hormigas ya habían hecho. Cada uno cumpliría su papel obedientemente. Sin pensar, sin tener sospechas, completarían su trabajo. El cerebro era innecesario. Las almas eran inútiles.

Una colonia de 500.000 y uno solo para reinar sobre ellos.

Dices que pido poco, ¿verdad? Tienes razón, Fennec, no deseo nada. No tengo ninguna necesidad de desear. Al contrario que tú, no tengo que sufrir el que me dominen mis deseos.

El hombre sonrió con discreción y pulsó el botón del ascensor que llevaba directamente a la Sala Especial de Autopsias.


Se habían hecho placas de hielo. La hierba congelada crujía bajo sus pies a cada paso que daba. Cuando saliese el sol, la escarcha brillaría, y durante un instante la luz envolvería aquella tierra yerma. Pero era muy pronto – aún faltaba un rato para que saliese el sol. Sion se detuvo y alzó el rostro hacia el cielo. Quería llegar al Correccional antes de que amaneciese. No tenía ni idea de lo que iba a hacer cuando llegase. Pero tenía que ir. Era en lo único que pensaba. ¿Por qué habían encerrado a Safu en el Correccional, cuando supuestamente estaba estudiando en otra ciudad? ¿Tenía algo que ver con él? Y, sí era así, ¿estaría comprometida también la seguridad de Karan? La incertidumbre y el miedo campaban por su cuerpo, le dificultaban el respirar, le apretaban el corazón. No quería perder a nadie, ni a su madre, ni a Safu, ni a Nezumi. Haría lo que hiciese falta para protegerlos. Pero le frustraba que no se le ocurriese algún método para hacerlo.

Incluso ahora, mientras él estaba andando, lo más seguro es que Safu estuviese sola y asustada. Tenía que hacer algo. Tenía que salvarla y salir de allí. Pero, ¿qué iba a hacer? ¿Cómo-?

Cheep-cheep.

Un chillido suave. Se detuvo. Sus ojos, que se habían acostumbrado a la oscuridad, se fijaron en el pequeño ratón que asomaba entre la hierba.

“¿Cravat?”

Cogió al pequeño ratón entre sus manos.

“¿Me has seguido hasta aquí? Vuelve a casa, no deberías-” Se dio cuenta nada más decirlo, que aquel ratón no era Cravat. Tampoco era Hamlet. Ni siquiera estaba vivo. El ratón no tenía rastro de la calidez que poseían los animales vivos.

“¿Es – un robot?”

“Es un navegador.” Escuchó una detrás de él. No tenía que darse la vuelta para saber de quién era la voz. Sion respiró un par de veces, y, despacio, se giró.

Nezumi se estaba acercando a él con lentitud. Le cogió el ratón de las manos a Sion y se lo metió en el bolsillo.

“Es un robot simple que tiene la función de mapas tridimensionales. Te estaba avisando porque ibas en la dirección equivocada.”

“La dirección equivocada-”

“¿No ibas a casa de Inukashi? Ibas a cortarles el pelo a esos perros porque se les estaba inflamando la piel, ¿no? Has madrugado mucho, ¿eh? Que responsable por tu parte. Pero no se va por aquí.”

Sion inhaló el gélido aire de un amanecer que aún estaba por llegar.

“No es asunto tuyo,” dijo cortante. “No es asunto tuyo dónde voy o qué hago. Estoy cansado de que te comportes como mi padre. No soy un bebé que no puede hacer nada. Déjame en paz. ¿Sabes qué?” dijo, “es suficiente. Si aún crees que me debes algo por lo de hace cuatro años, déjame decirte que esa deuda ya está saldada. Ya me has dado más que suficiente. A partir de ahora, voy a ser libre. Voy a hacer lo que me de la gana, sin que me controles. Es mi decisión, así que no te metas.”

Se quedó sin aliento así que no habló más. Estaba muy oscuro para ver la expresión de Nezumi. Su figura de movió un poco y escuchó un suave aplauso.

“Buen monólogo para un amateur. Puede que tengas madera de actor. Al menos, mucho mejor que el beso de ayer.”

“Nezumi, ¿qué-?”

Le pareció ver que Nezumi levantaba la mano derecha, y entonces recibió un fuerte golpe en la mejilla. Sion se tambaleó y se cayó. Notó el sabor de la sangre en la boca.

“¡A qué-!”

“Levántate si tienes tiempo para hacer preguntas. Viene el siguiente.”

El pie de Nezumi se dirigía hacia él. Sion se echó a un lado instintivamente.

“No pares. Sigue moviéndote, sigue el ritmo.”

Sion recibió una patada en las costillas. Se le quedó el aliento en la garganta. Cerró los ojos y cogió unos cuantos guijarros de los que había entre la hierba.

“No cierres los ojos. No aparte la vista de los ataques de tu adversario. ¡Muévete!”

Sion se retorció para tirarle los guijarros a Nezumi, y, al mismo tiempo, se levantó y se lanzó contra el para golpearle con el hombro.  Con un barrido acabó en el suelo. Esta vez, no pudo volver a levantarse. Podía ver las estrellas. Las estrellas repartidas por el cielo, que aun no había tocado el amanecer, brillaban de una forma que casi daba miedo.

Le cogieron por el hombro y le levantaron del suelo.

“Sion, este es tu castigo.”

“¿Castigo por qué?”

“Por mentirme.”

“Bueno-”

“No irás a negarlo, ¿no?”

“Bueno… no.”

“Tu segundo crimen. Me has menospreciado.”

“Nunca lo he hecho.”

“Mentirle a alguien significas que menosprecias a ese alguien. ¿De verdad pensaste que iba a tragarme esa excusa? Si eso no es un insulto, entonces no sé lo qué es.”

“Me estaba esforzando al máximo,” protestó Sion sin convicción.

“Bueno, entonces déjame decirte que como escritor o como político no tendrías futuro, viendo lo mal que mientes.”

“¿Tan mal me ha quedado?”

“Fatal. Pero lo que más me cabrea de todo esto, Sion-”

“¿Sí?”

“Es que te hayas pensado que soy un crío que no sabe distinguir un beso de otro. ¿Un beso de buenas noches? Tonterías.”

Nezumi se arrodilló frente a Sion y le cogió del cuello del suéter con fuerza.

“Escúchame bien. No vuelvas a darme un beso de despedida en tu vida. Nunca.”

“Lo siento.”

“Y no vuelvas a mentirme.”

“No lo volveré a hacer.”

“Júramelo.”

“Te lo juro.”

Le soltaron. Nezumi se sentó y miró al cielo.

“He escuchado que están pasando cosas raras dentro de No. 6.”

“¿Rarar?”

“No conozco los detalles, pero Inukashi está reuniendo información para mí. Si lo hacemos bien, quizás podamos usar a Rikiga para conseguir algo de información de sus clientes. Y parece que también se está cociendo algo en el Correccional. Están pasando cosas dentro y fuera de No. 6 simultáneamente. Un poco raro, ¿no te parece?”

“¿Correccional? Nezumi, ¿estás diciendo que-?”

“Tu amiguita, o lo que sea – has dicho que era tu mejor amiga, ¿no? – Ya lo sabía.”

Le pasó la nota de Karan a Sion. A Sion empezaron a temblarle las manos después de leer la nota.

“Tu madre está a salvo por ahora. Pero no estoy seguro de que tu amiguita lo esté. Pero no te alteres. Ahora lo que tenemos que hacer es reunir toda la información que podamos y pensar un plan. Inukashi dice que nos ayudará. Todo forma parte de las preparaciones para poder infiltrarnos en el Correccional cuanto antes. ¿Lo entiendes? No vamos a meternos ahí para que nos maten. Vamos a ir a salvarla. Así que cálmate.”

Sion asintió.

“Así que he acabado por meterte en este lío.”

“No es culpa tuya. Inukashi dice que se huele algo, y la verdad es que yo también tengo mis sospechas. ¿Por qué necesitan encerrar a alguien de la elite? Puede que tenga que ver algo con el tema de las avispas.”

“Las avispas, ¿eh? Pero… no estás activas esta época del añor.”

“Por eso es por lo que tiene que haber pasado algo inesperado. Y si ha pasado, entonces quizás merezca la pena arriesgarse. Sea lo que sea, cuando Inukashi se ponga en contacto conmigo es cuando pasamos a la próxima fase. Hasta entonces, tenemos que reunir nuestra propia información y empezar a prepararnos.”

Nezumi se levantó y habló en una voz preciosa y clara.

“Anímate. Las cosas van a salir bien. Haremos que salgan bien.”

“Gracias. Has vuelto a salvarme.”

“Esto acaba de empezar.”

Sion también se levantó, y llamó al chico que tenía al lado.

“Nezumi.”

“¿Hm?”

“¿Te importa si-?”

“¿Eh? ¿Qué?”

Cuando Nezumi se giró para mirarle, Sion le pegó una bofetada con todas sus fuerzas. Nezumi, claro está, ni siquiera se tambaleó – pero se había sorprendido. Después de tomar aire, gritó,

“¿-a qué ha venido eso?”

“Es tu castigo.”

“¿Castigo?”

“Me has ocultado cosas. No me habías dicho nada sobre la nota.”

“¿Y qué iba a conseguir diciéndotelo? No podía permitir que te fueses tú solo, tal y como has hecho esta noche. Te estaba haciendo un favor y te estaba protegiendo. ¿O me estás diciendo que no tengo derecho a preocuparme por? – espera, creo que esto ya lo he escuchado.”

“Preocuparte por mí y ocultarme cosas son cosas completamente diferentes. No quiero que me protejas. No quiero que me hagas la vida más fácil y que estés protegiéndome siempre. Quiero-”

Sion apretó los dedos con suavidad contra la palma de su mano, en la cual aún podía sentir la mejilla de Nezumi.

“Quiero ser igual a ti.”

Nezumi hundió los hombros y levantó su mano derecha, como haciendo un juramento.

“Admito mi error. No volveré a hacerlo.”

“¿Lo juras?”

“Lo juro por mi mejilla.”

Podía escucharse a un gallo cacarear a lo lejos. Incluso en esa oscuridad era capaz de presentir que se acercaba el amanecer, y lo anunciaba por todo lo alto. En unos instantes, el cielo empezaría a aclararse por el este y la luz del sol acabaría con la oscuridad. El primer día de su batalla estaba a punto de empezar.



Safu estaba intentando despertarse. Podía sentir como recuperaba la consciencia poco a poco. Pero aún tenía todo el cuerpo entumecido.

¿Dónde estoy?
¿Qué estoy haciendo aquí?
¿Estoy soñando?
Tengo que acordarme.
¿Acordarme de qué?
De la persona más importante para mí.
Persona importante.

“Safu.”

Podía escuchar la voz de un hombre cerca de ella.

No.
No es esta voz.
La voz que estoy esperando
No es esta.

“¿Cómo te encuentras? Me atrevería a decir que seguro que te sientes un poco diferente a como te sentías antes. Pero te acostumbrarás en seguida. Espero que te guste esta suite especial. Es lo mejor que  te podía haber pasado, y es toda para ti, Safu.”

No me gusta esta voz.
No digas mi nombre.
No digas mi nombre
Con esa voz.

“Safu, eres hermosa. Más de lo que había imaginado. Hermosa. Estoy muy satisfecho.”

No me gusta esta voz, y
No me gusta este olor.
Huele a – sangre.
Huele a sangre.

“Hoy estoy muy ocupado. Volveré, Safu. Deberías relajarte y descansar.”

Los pasos se alejaron y también lo hizo el olor a sangre. Estaba aliviada.

Pero, ¿por qué?
¿Por qué estaba todo tan
Difuso?
Pero yo

En el límite de su consciencia, la cual aún no había recuperado del todo, apareció una imagen con fuerza.

Esos ojos, esas uñas, esa boca, esa mirada distante, la sonrisa energética, o esa expresión distante, los largos dedos – y, oh, podía escuchar su voz.

“Siempre he pensado en ti como una amiga.”

Siempre había sido muy infantil. Nunca se había dado cuenta de lo que sentía por él. Y ahí estaba, buscando con desesperación a otra persona. Ella había amado esa alma suya tan infantil e intensa. Le había amado como no podría amar a nadie más. Incluso ahora –

Estaba perdiendo la consciencia. La oscuridad la envolvió con suavidad.

No volveré a verte…
Sion.


Sion se pasó la mayor parte del día cuidando de los perros. Inukashi no había dado señales de vida aquella mañana, así que Sion había tenido que cepillar y preparar la comida para unos diez perros él solo. No había tenido tiempo para descansar, pero no consideraba que fuese un trabajo duro. Al contrario, estaba agradecido. Mientras se concentraba en su trabajo podía olvidarse, aunque fuese sólo durante un rato, de lo que le agitaba.

No te precipites y ten paciencia. Estate calmado.

Las palabras de Nezumi habían sido muy persuasivas y no le había quedado más opción que asentir, pero no podía evitar ponerse nervioso. No podía estar tranquilo.

Mientras estoy haciendo esto, Safu…

Cada vez que ese pensamiento le pasaba por la cabeza, se le descontrolaban las emociones, se asustaba y se mordía el labio hasta que sangraba.

Uno de los perros gimió lastimeramente. Era uno de los de la camada que había nacido al principio del invierno. Sion se dio cuenta de que se había perdido en sus pensamientos a mitad de ponerles la comida.

“Oh, lo siento.”

Echó con prisas lo que había sobrado del estofado en sus tazones para la comida. Los cachorros movían con fuerza las colas, idénticas, mientras comían. Bajo unas condiciones en la que hasta los humanos se morían de hambre, Inukashi se las apañaba para darle de comer a sus perros.

La comida que sobraba se transportaba a las ruinas en mitad de la noche y se separaba en comida para personas, que se mandaba al mercado, y el resto, que se usaba para dar de comer a los perros. Sion por fin sabía de dónde salía. Lo más seguro era que Inukashi estuviese investigando esa ruta. Nezumi también había desaparecido temprano aquella mañana.

¿Qué podía hacer él?

Cuanto más lo pensaba, más se daba cuenta de su falta de poder. Le agitaba. No podía estar tranquilo. Y se volvería a morder el labio e intentaría soportarlo.

Notó algo cálido en el dorso de la mano. Miró abajo y vio a un cachorro lamiéndole la mano con ganas. Cravat sacó la cabeza del bolsillo del pecho de su suéter y se volvió a meter dentro.

Quería enseñarle a Safu ese cachorro y ese ratón. Quería dejar que los acariciase y que sintiese su calidez.

Quería a Safu. Era muy importante para él. Pero no era en un contexto amoroso – era una conexión mucho más profunda y tranquila. La quería como a alguien de su familia, como a una amiga muy cercana. Fuese el tipo de amor que fuese, no cambiaba el hecho de que se preocupaba por ella.

Cerró los ojos. La llamó.

Safu.



“¿Quieres que te ayude?” Rikiga puso cara de disgusto.

“Sí,” contestó Nezumi. “Quiero que consigas información de tus clientes.” Nezumi se sentó en la silla y puso los pies en la mesa.

“¿Información? ¿Sobre la Ciudad Sagrada?”

“Exacto.”

“¿Y qué gano yo con eso?”

“Riquezas enormes.”

RIkiga se levantó y se dirigió hacia Nezumi. Estaban en una habitación del edificio que Rikiga usaba como lugar de trabajo. Era una habitación llena de revistas y botellas vacías que apestaba a alcohol. Mirando a Nezumi, Rikiga frunció la boca.

“Tienes unas piernas muy largas, ¿eh? ¿Presumiendo?”

“Que honor recibir un cumplido tuyo. Estas son las que me dan de comer, tengo que mantenerlas en forma.”

Rikiga le bajó las piernas de encima de la mesa de un manotazo.

“Quita los pies de ahí. Menuda educación te han dado,” dijo frunciendo el ceño. “Ni siquiera tienes modales, ¿verdad?”

“Sólo con la gente que se lo merece.”

“Por no hablar de lo mal hablado que eres,” continuó Rikiga. “Sobre el favor que me estás pidiendo, ¿es algún tipo de obra? ¿Estás practicando para algo nuevo?”

“Es un problema real.”

“Un problema real, ¿eh? ¿Has dicho enormes riquezas? Que tontería.”

Nezumi miró a Rikiga a la cara y sonrió levemente.

“¿Qué pasa?” preguntó. “La cosa va de conseguir una fortuna enorme – a ti te encantan estas cosas. ¿No te apetece?”

“¿Qué te hace pensar que me voy a creer lo que dice un actorcillo de cuarta?”

“¿Entonces a quién le harías caso? ¿A Sion?”

La mirada de Rikiga tembló.

“¿Sion? ¿Sion tiene que ver algo en esto?”

“Tiene mucho que ver.”

“¿Le has metido en esto, Eve?”

“No, Sion ha sembrado las semillas y ahora las plantas se están metiendo en mi jardín.”

“¿Qué quieres decir?”

“Si me ayudas, te lo diré.”

“Suéltalo.”

“Primero quiero que me enseñes información sobre tus clientes. ¿Cuándo va a volver a venir algún oficial de alto rango de No. 6 a pasar un buen rato? Quiero saber su nombre y su posición.”

Rikiga exhaló brevemente y cruzó los brazos.

“Eve, ¿cuántos años tienes?”

“Menos que tú, viejo.”

“Podrías ser mi hijo perfectamente. Llevo un tiempo queriendo decirte esto, pero un crío como tú  no tiene derecho a menospreciar así a los adultos. Algún día sufrirás las consecuencias.”

Con la vista aún fija en Nezumi, Rikiga gritó “Conk.” Se abrió la puerta de la habitación de al lado y entró un hombre enorme.

“Es mi nuevo guardaespaldas,” dijo Rikiga. “Acabo de contratarle. Antes era luchador profesional, y la gente apostaba normalmente en esas peleas. Ha estado a punto de matar a unos cuantos con las manos desnudas. Dentro y fuera del ring.”

El hombre miró  a Nezumi en silencio. Era tan grande que hacía parecer a aquella sucia habitación más pequeña de lo que ya era.

“Conk, quiero que le des a este principio una bienvenida digna. No tienes que matarle.  Sólo lo suficiente para que no vuelva a hacerse el listillo.”

“¿Eh?” Conk tartamudeó. “Esto-”

“No me vengas con ‘esto’, te estoy diciendo que le enseñes al crío este una lección,” dijo rikiga irritado.

Conk se humedeció los labios y dio un paso adelante. Y otro más. Nezumi se levantó. Rikiga sonrió con satisfacción.

“Este es el castigo que te mereces Eve. Hasta el final.”

Conk se detuvo.

“Eve - ¿eres tú de verdad, Eve?”

Nezumi sonrió y le ofreció la mano con un gesto delicado. Hasta Rikiga parpadeó ante la sensualidad de su sonrisa.

“Conk, ¿no? Encantado de conocerte, Conk. Gracias por venir siempre a verme al teatro. Nuna habría imaginado que podría conocerte aquí. Estoy muy contento.”

“Oh – Eve, yo también.”

Conk se sonrojó y cogió con suavidad la mano que se le ofrecía.

“Siempre he sido fan tuyo – he visto casi todas tus obras-”

“Lo sé. Destacas, así que siempre me doy cuenta cuando vienes a verme. Hasta me has enviado algún que otro regalo. Siempre he querido darte las gracias en persona.”

“¿En serio? Sabes – cuando – cuando he-”

“Claro. La última vez hasta te echaste a llorar. Te estaba viendo desde el escenario.”

“¿Viendo? ¿Me estabas viendo?”

“Te estaba viendo.”

“Eve – no sé qué decir – estoy-”

“¿Abrumado?”

“Sí, abrumado. De felicidad. Nunca había sido tan feliz. Es como si estuviese flotando por el aire.”

“Gracias, Conk,” dijo Nezumi en un tono agradable. “Y siento mucho molestarte, pero me gustaría tener una larga y agradable charla con Rikiga-san. ¿Serías tan amable de traerme una taza de café?”

“Por supuesto. ¿Quieres algo de comer?”

“Estaría bien. ¿Por casualidad tienes pastel de carne?”

“Claro. Enseguida te lo traigo.”

Conk desapareció en la habitación de al lado con una ligereza increíble para alguien de su tamaño. Rikiga negó con la cabeza.

“Café y pastel, ¿eh? Todo eso es mío, lo sabes, ¿no?” gruñó rikiga.

“No te quejes, o puede que te acabes llevando un puñetazo. Tú mismo lo has dicho. Ex - luchador. Apunto de matar personas. ¿No?”

“Ya sé por qué su mujer le echó de casa,”  dijo Rikiga con amargura. “Es completamente inútil cuando más lo necesitas.”

“Es un buen chico. Seguramente haga un café genial.”

“Rikiga chascó la lengua tres veces.”

“Impresionante, Eve. No sólo puedes usar un cuchillo, también puedes usar el sex appeal a tu favor, ¿eh?”

“Ambos son buenas armas.”

“Entonces usa ese arma que tienes.”

Nezumi se sentó en una silla y cruzó las piernas.

“Eve, no eres una rata,” continuó rikiga. “Eres un zorro demoníaco manipulador. Lo que no sé es cuántas colas tienes, pero conozco a un hombre al que le gustan esas cosas. Es de la elite, trabaja en el Departamento de Administración Central. Es mi mejor cliente.”

“¿Significa eso que vas a cooperar conmigo?” La expresión de Nezumi era sombría. La cara de Rikiga también expresaba gravedad.

“También tengo entendido que está pasando algo raro dentro de No. 6.”

“Te enteras rápido de las cosas, ¿eh? Estoy impresionado.”

“No intentes hacerme un cumplido cuando es obvio que no es verdad. Enterarme de todo es lo que hace que mi negocio siga funcionando. Pero, ahora en serio,” dijo con perplejidad, “es la primera ver que oigo que hay algo fuera de lugar ahí dentro. ¿Y hace cuántas qué se formó la Ciudad Sagrada? Ya era hora de que algo empezase a ir mal. Y, si es el caso, quiero saber más al respecto. Todavía me importan esas cosas, Eve. Y si Sion está metido – entonces no quiero desentenderme.”

“¿Es importante para ti?”

“Me recuerda a Karan. Y, al contrario que tú, es honesto y amable. Es un buen chico. Karan le ha criado bien. Probablemente lo haya colmado de cariño.”

“¿Qué pasa, viejo?”

“¿Qué?”

“¿Por qué te has puesto tan serio? ¿Estás enfermo o algo de eso?”

“Déjame en paz,” dijo Rikiga bruscamente. “Cuando estoy con Sion, me siento en paz. No se por qué – pero da igual, voy a enseñarte los datos de los clientes. Una vez que los hayas visto, quiero que me cuentes la historia. No sé si llegará hasta el punto de ‘enormes riquezas’, pero puede que me interese.”

“Eso es lo único que te importa, ¿verdad?”

“Di lo que quieras.”

Le llegó el aroma del café.

Nezumi pensó en Sion.

Colmado de cariño – sí, seguro que lo habían hecho. Su imprudencia, su liberalidad, el ser tan directo, su gran aceptación, seguramente todo eso eran muestra de todo el amor que se le había dado. Seguramente Sion nunca había experimentado lo que era arrastrarse por amor. Tenía mucha suerte. Pero el amor, a veces, podía convertirse en todo lo contrario. El amor podía atraer al odio y convertirse en el emisario de la destrucción.

Con suerte, el amor con el que habían criado a Sion, el amor que residía en él, no se convertiría en las cadenas que le atase. Ni en la mano que le llevase a morir –

Nezumi inhaló profundamente el aroma, reprimiendo, por los pelos, un suspiro.


Inukashi recorría el camino, inclinando la cabeza con perplejidad a menudo.

No sabía cómo ordenar la información que había conseguido. Era como buscar oro, teníendo que separar las piedras preciosas de las rocas. De toda la información que tenía, tenía que seleccionar la que importaba, estructurarla y sacar una conclusión. Cosa que no se le daba muy bien.

Bueno. Ya averiguarán ellos el resto. Mi trabajo consiste en darles toda la información. Pero no puedo evitar pensar –

Se detuvo de repente y giró el cuello. En la distancia, podía ver las paredes de la fortaleza de No. 6. La aleación especial reflejaba la luz invernal. Inukashi nunca se había parado mucho a pensar en esa ciudad. Era un mundo completamente diferente que brillaba en la distancia. Eso era todo. Lo único que le preocupaba era sobrevivir cada día y conseguir no morirse de hambre. Nunca había asociado su experiencia a la brillante Ciudad Sagrada. Pero Nezumi era diferente. Siempre estaba pendiente de No. 6.

 ¿Por qué siempre estaba pendiente? ¿Qué le ataba a ella?

El amor y el odio no eran diferentes cuando ambos eran una trampa.

Hubo una ráfaga de aire. Hacía frío. Lo más seguro era que el tiempo cambiase mañana.

Inukashi se encogió y estornudó.

Sabía que había caído. Había caído ante la persistencia de Nezumi y la resolución de Sion.

No, no es todo. En parte lo hago porque yo quiero.

No era porque Nezumi le hubiese amenazado o porque se compadeciese de Sion. Se había metido por su propia voluntad.

Pero, ¿por qué?

Se preguntaba a sí mismo, pero no obtenía ninguna respuesta.

¿Por qué? ¿Por qué me-?

Volvió a girar el cuello para mirar a la Ciudad Sagrada.

Allí, No.6 brilla, y aquí es donde nosotros vivimos. La cantidad de sobras que No. 6 tira en un solo día es suficiente para dar de comer fácilmente a toda la gente que vive aquí. Sólo las sobras. La comida que les ha sobrado, joder.

Gula y hambre, extravagancia y pobreza, disfrutar de la vida y tener miedo a morir, arrogancia y degradación –

¿Sería capaz de cambiarlo?

Inukashi andaba con ligereza contra el viento. Su pelo flotaba en el aire a su espalda.

¿Sería capaz de cambiar la realidad a la que él mismo se había resignado, los días en los que había peleado por sobrevivir, la vida que hacía tiempo había sido despojada de cualquier dignidad como ser humano?

Ridículo. No es más que un cuento de hadas. Además, ¿qué podemos hacer nosotros que-? Pero Nezumi lo creía, al igual que Sion. Nezumi y Sion creían. Creían que podían cambiar las cosas con la fuerza que tenían.

Inukashi no era capaz de reírse de ellos por eso. El pensamiento, la posibilidad, se le había pasado por la cabeza.

Esto es malo.

El más mínimo error y no viviría para ver la siguiente primavera.

Esto es malo. Muy malo.

Pero estaba contento. Tanto que podría ponerse a cantar.

Mientras silbaba y el viento le golpeaba el cuerpo, Inukashi echó a correr.


Sion terminó de cepillar al último perro y se sentó en el mismo sitio en el que estaba. Tenía que admitir que estaba exhausto. Había dedicado todo el día de hoy a cuidar de los perros. Sentía como si él mismo se hubiese convertido en uno. Ya estaba anocheciendo.

Los cachorros se le echaban encima.

“Vale, vale. Ya no deberíais de tener ninguna pulga.” Acababa de levantar a uno, cuando Cravat soltó un gritito desde su bolsillo. Sion levantó la cara.

Nezumi estaba delante de él. No se había dado cuenta. No había sentido ninguna presencia. Pero claro, esa vez, tampoco le había sorprendido.

Sion dejó al perro en el suelo y se levantó sin decir nada. Nezumi, en silencio también, levantó la barbilla. Echó a andar hacia las ruinas.

“Nezumi - ¿has tenido noticias de Inukashi?”

“Los dos nos están esperando.”

“¿Dos?”

Subieron por las deterioradas escaleras y abrieron la última puerta del pasillo Encima de la pequeña mesa redonda había una vela encendida. Inukashi y Rikiga estaban sentados.

“Han tenido la amabilidad de ofrecernos su ayuda. Tenemos que estar agradecidos, Sion.”

“¿Amabilidad?” se mofó Inukashi y suspirando con exasperación. “Nezumi, no creo que puedas llamar ‘amabilidad’ a que te amenacen, sobornen o que te la jueguen.”

Sion avanzó un paso e inclinó la cabeza. No tenía nada que decir. Las palabras no podrían explicar lo agradecido que se sentía.

“Gracias – a todos.” Aquella frase típica era todo lo que podía decir.

“Sion, no tienes que tomártelo tan en serio,” dijo Nezumi. “Todos tienen su propio motivo oculto. Sólo están aquí atraídos por la dulce esencia del provecho personal.”

“Eve, algún día de estos te vas a quedar sin lengua. Estoy seguro.” Rikiga tenía una botella de Whisky en la mano derecha, una que era obvio que había traído con él. Le dio un sorbo, y se lo tragó con lentitud.

Nezumi le dijo con la mirada a Sion que se sentase antes de sentarse él en una silla. Inukashi se levantó.

“¿Puedo empezar, Nezumi?”

“Claro. Adelante.”

Sion apretó los puños. Les he metido a todos en esto. Es culpa mía. No puedo olvidarme de ello.

Una mano se puso encima de la suya. Era la de Nezumi. Le abrió los dedos a Sion, uno por uno, con suavidad, como si estuviese jugando con ellos.

“No hemos hecho más que empezar. Estrésate tanto y no llegarás al final.”

Nezumi  hablaba con la vista fijada en la llama titilante del candelabro, como si estuviese hablando condigo mismo. La llama no dejaba de moverse, así que tenía que haber una corriente de aire por alguna parte. Fuera ya había oscurecido por completo. Un día largo estaba a punto de terminar. No, no había hecho más que empezar. Empezaban en aquel instante.

“Esta semana han llevado tres prisioneros al Correccional. Entre ellos…” Inukashi dejó de hablar mientras observaba la llama, y entonces continuó. La oscuridad se cernía sobre ellos. La llama tembló. “Entre ellos, no había ninguna mujer. Y ninguno era de la ciudad. Los tres eran hombres del Bloque Oeste.”

Nezumi preguntó en voz baja.

“¿Estás seguro de eso?”

“Sí. Me lo ha dicho el que se encarga de preparar la ropa de los prisioneros. Habían introducido los datos de tres hombres en el Registro de Prisioneros. Habían intentado colarse en la Oficina de Control de Acceso para robar dinero. O tenían mucha hambre o estaban locos. La cosa es que no había mujeres.”

“¡Eso es imposible!” Sion saltó de la silla.

Era imposible. Pero, al mismo tiempo, eso le tranquilizaba un poco. ¿Y si Safu estaba bien? Quizás me haya confundido con el abrigo y no era el de Safu. Quizás

“Si eso es verdad, las cosas se van a complicar bastante.” Nezumi frunció el ceño. Su voz era tan fría como la corriente de aire que hacía temblar a la llama.

“¿Complicar?”

“Quiere decir que lo más seguro es que no sea una prisionera legítima. Ya sé que es raro llamar legítimo a un prisionero, pero si no está registrada en la base de datos del Correccional, entonces – Sion, eso quiere decir que no existe como prisionera. La han borrado.”

“Borrado…”

“Cuando el Departamento de Seguridad cogió a tu amiguita, borraron sus datos como ciudadana. En circunstancias normales, se habrían pasado esos datos a la base de datos del Correccional, y se habrían archivado como datos de prisionero. Entonces, una vez en el Correccional, volverían a recoger toda su información personal, fotos desde todos los ángulos, altura, peso, huellas dactilares, firma de voz, iris y un esquema de sus venas. Tras pasar por esos trámites, un prisionero se convierte realmente en uno. No le dan mucha importancia si el prisionero es alguien del Bloque Oeste, pero si es un ciudadano de No. 6 no se saltarían este procedimiento. Pero no lo han hecho. ¿Para qué? Para no dejar rastro de que tu amiga haya existido.”

“Hey, Nezumi.” Rikiga dejó la botella en la mesa. “¿No puedes tener más delicadeza a la hora de decir estas cosas? Todo esto de borrar y dejar rastros… es como si estuvieses diciendo que la chica… uh, safu, ¿no? Hablas como si ya hubiesen asesinado a la tal Safu.”

“Creo que tú tienes menos delicadeza que yo, viejo.”

Sion tragó saliva con dificultad mientras los escuchaba hablar. No se encontraba bien. Era como si estuviese borracho. Pero no era el momento de apoyar la cabeza en la mesa y echarse a dormir.

Safu…

“Safu era un recurso humano muy valioso,” dijo Sion. “La ciudad se ha gastado mucho dinero en criarla desde niña. La han estado criando para darle un puesto en los niveles más altos de la ciudad. ¿Por qué iban a borrarla? Si lo hiciesen, sería una gran pérdida para la ciudad.”

Su propia voz le resultaba desconocida. Era una voz áspera e irritante.

“Ahí está el problema,” asintió Nezumi. “¿Por qué les ha costado tan poco hacer desaparecer a alguien de la elite al que han domesticado usando mucho tiempo y dinero? Ella no ha hecho algo idiota, como tú cuando tenías doce años.”

Inukashi movió la nariz.

“¿Qué idiotez? ¿Tiene algo que ver con la expulsión de Sion de No. 6?”

“Algo. Pero eso ahora mismo no es relevante. Sion.”

“Dime…”

“¿Qué familia tiene tu amiga?”

“Safu no tenía padres. Creo que su único pariente era su abuela. Me había dicho que la había criado ella.”

“Así que sólo su abuela. Lo que significa que si la abuelita muere, tu amiguita se queda sin parientes.”

“Sí…”

Sion levantó la cara y su mirada se encontró con un par de ojos grises. Por fin entendía a dónde quería llegar Nezumi.

“Si Safu desaparece, no habría ningún pariente para denunciarlo. Y no sólo eso-”

“¿Qué más?”

“Se suponía que Safu iba a estar dos años de intercambio. A nadie le parecería raro que desapareciese de No. 6.”

“Entonces creo que con esto ya está todo claro. Es de la elite, no tiene parientes y no levantaría sospechas que desapareciese. Tu amiga cumple todas las condiciones. Por eso se la han llevado al Correccional. No como prisionera, si no como-”

“Si no como prisionera – entonces,  ¿cómo qué?”

“No lo sé.” Nezumi negó con la cabeza.  Inukashi se inclinó hacia delante.

“¿Tiene algo que ver con los rumores? Ese de la enfermedad rara que se está expandiendo dentro de No. 6.”

“¿Tienes los detalles de eso?”

“No,” dijo Inukashi enseguida. “Ya sabes que no es fácil conseguir información de lo que pasa dentro de la ciudad. Creo que eso es más un trabajo para el señor Alcohólico.”

Rikiga se terminó la botella y fulmino a Inukashi con unos ojos inyectados de sangre.

“No creo que el chico de los perros tenga derecho a llamarme alcohólico. En cuanto a la información de lo que pasa dentro de No. 6, no es algo que pueda conseguir enseguida. Lo antes posible sería pasado mañana. Pero te lo advierto, Eve, sólo porque tengas toda la información que necesitas no quiere decir que las cosas vayan a salir bien. ¿Cómo piensas infiltrarte en el Correccional?”

No hubo respuesta. Rikiga se encorvó.

“¿Qué vas a hacer? ¿Atacar la Oficina de Control de Acceso para que te arresten como a esos tres pirados?”

“No puedo hacer eso,” dijo Nezumi con brusquedad. “Mi información personal está registrada en la base de datos.”

“Así que es verdad que habías estado en el Correccional. Así que se puede salir con vida de ahí. Que sorpresa. Fírmame un autógrafo, ¿vale? Es para colgarlo en la pared. Con tu nombre real, claro está.”

Nezumi ignoró el comentario de Rikiga. La llama tembló con violencia. Lo más seguro es que el viento soplase con más fuerza.

“Inukashi - ¿qué hay del sistema de seguridad?”

“No he podido conseguir algo específico. Sé lo básico. Y parece ser que han construido una sala nueva bajo tierra.”

“¿Una sala nueva? ¿Para qué?”

“Ni idea. Ni a los guardias se les permite el acceso. Se supone que también hay un ascensor que lleva directo a la última planta, pero tiene un sistema de reconocimiento muy complicado y muy poca gente tiene acceso.”

“Alto secreto y confidencial, ¿eh…? Y la instalación está situada en el Correccional, no en el Moondrop. Ya veo.”

Nezumi se perdió en sus pensamientos. Sion se quedó observando el perfil de Nezumi.

“Nezumi.”

“¿Qué?”

“Que nos arresten es el modo más rápido y seguro de entrar, ¿no?”

“En cierto modo. Pero si entramos así, no tendremos ninguna libertad de movimiento.”

“¿Es imposible salvar a Safu? ¿No hay ni una mínima posibilidad de salvarla?”

Nezumi miró a Sion con una mezcla de fría indiferencia y compasión.

“Tu estás en las mismas que yo,” dijo. “Tienen archivada toda tu información. Supón que nos arrestan y miran tu archivo. No van a tardar ni un segundo en darse cuenta de que eres un criminal fugado de primera clase. Si tienes suerte, te mandarán a una celda de aislamiento. Si no, te ejecutarán en el acto.”

Rikiga empezó a toser. Inukashi arrastró la silla.

“¿Criminal fugado de primera clase? ¿El idiota este? Espera un momento Nezumi, no había escuchado nada al respecto.”

“Porque no te lo he contado.”

Ignorando la mirada atenta de Inukashi y Rikiga, Sion insistió con Nezumi. Tenía que haber algo. En alguna parte, tenía que haber alguna posibilidad. Y, si la había, aunque fuese menos de un uno por ciento, más fino que un hilo de araña, tenía que aferrarse a ella. La desesperación no era una opción.

“Si nos arrestan, ¿comprueban la información en el acto? ¿No hay ninguna manera de evitar que comprueben los datos hasta que hayamos sacado a Safu?”

“No,” contestó Nezumi. “En cuanto nos arresten van a buscar nuestra información y a comprobarlo en el acto con los archivos que tienen. No van a dejarse nada. Y entonces nos pondrían un V-chip. A los prisioneros se les mantiene bajo vigilancia en todo momento. No tendríamos ni un segundo libre.”

“¿Sin excepción?”

“Sin excepción. Ni una sola-”

Nezumi se detuvo en seco. Su expresión se congeló.

“¿Nezumi?”

Sion, Inukashi y Rikiga esperaron expectantes, conteniendo la respiración. Una voz rompió el silencio.

“La hay.”

“¿Eh?”

“Hay una única excepción.”

Sion abrió los ojos desmesuradamente y observó fijamente el perfil iluminado por la vela de Nezumi. Los labios de Nezumi se movieron.

“La Caza.” Su voz era áspera y muy baja.

Inukashi se tensó en la silla. Rikiga apartó la mirada de Nezumi y agarró con fuerza la botella de alcohol.

“¿Caza? ¿Qué es eso?” Sion miró las tres caras que tenía alrededor. No había respuesta en ninguna de ellas. La oscuridad se hizo más densa en la habitación. Inukashi suspiró.

Se acercaba la noche.

No. 6, con su brillo dorado, reinaría sobre la noche. En una esquina del Bloque Oeste, en una habitación en medio de unas ruinas, en lo más profundo de la noche, los cuatro estaban sentados alrededor de una llama temblorosa.

Se escuchaba el viento. Gemía como si estuviese llamando a alguien, como si anhelase algo. La noche lo envolvía todo.

El viento silbó. La llama tembló y se apagó como si se hubiese quedado sin energía. El susurró de Nezumi resonó en la oscuridad. No era un murmullo áspero.

“La Caza – es la única excepción.”

2 comentarios:

  1. siiiiiii~!!! wahhhh~
    nya~ (mira entre su cuaderno y el note,lanza el cuaderno) a leer! *O*

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  2. Que pareja mas tierna!! Arreglandose a los golpes despues de ede tierno beso *-*... Los amo <3.. Gracias x la traduccion!

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