martes, 2 de octubre de 2012

No. 6 Vol 6 Capítulo 1

Bueeeno, primer capítulo de la sexta novela enterito. Un capítulo menos para terminar xD.

Que lo disfrutéis.




Capítulo 1
Mejor sería no saber de mí mismo

Al saber lo que hice mejor sería no saber de mí mismo.
¡Despierta a Duncan con tus aldabazos! ¡Ojalá pudieras!
-Macbeth Acto II Escena II


Escuchó el viento. Era un sonido seco y triste.

No puede ser…

Sion se detuvo y parpadeó con lentitud. Estaba oscuro. Aunque sus ojos se habían acostumbrado a la oscuridad, la penumbra sólo se reflejaba en sus ojos como tal, y estaba completamente teñida de negro. Y, claro está, no soplaba ningún viento.

Estaban en el fondo de la tierra.

Un lugar en el seno de No. 6 – un sitio precisamente oscuro. El sótano del Correccional. Claro que no iba a soplar el viento. Ni siquiera podía haberlo escuchado. Pero aun así estaba seguro de haber escuchado un silbido agudo. Había sido sólo durante un instante, pero lo había escuchado.

No era algo que hubiese escuchado antes en No. 6, donde había estado viviendo hasta no hacía mucho. No era una brisa que mecía con suavidad los numerosos toldos, ni era algo que le traía la fragancia de las flores. Era –

El viento de las ruinas.

Era el grito del viento que silbaba entre los restos del hotel en ruinas en una esquina del Bloque Oeste. Era un viento frío. Cada vez que lo sentía golpear su cuerpo, recordaba haber tenido la sensación de helarse hasta los huesos. Y de hecho, gente como los ancianos que caían en las calles, incapaces de moverse, o niños que no tenían energía por estar hambrientos, sufría sus latigazos y acababa por morir congelada. Era un viento invernal cruel y despiadado.

Pero lo echaba de menos.

Prefería un millón de veces el viento helado que soplaba en las ruinas a la suave brisa que recorría No. 6.

¿Qué estaría haciendo Inukashi? ¿Estaría hirviendo las sobras en aquella olla tan grande para dárselas a sus perros? ¿Estaría ocupado contando las ganancias del día? Inukashi, con su piel morena, su pelo negro y su cuerpo enjuto.

Había dejado un bebé al cuidado de Inukashi. Le había obligado a encargarse de un niño en contra de su voluntad.

Déjate de tonterías, Sion. Mi hotel es un negocio, no un orfanato sin ánimo de lucro.

Sion podía imaginarse la mueca de disgusto en su cara.

Lo siento, Inukashi. No tenía a nadie más. No he tenido más remedio que aferrarme a ti y suplicarte que me ayudes.

Tsk.

Inukashi chascó la lengua.

Un incordio vayas donde vayas, ¿eh? Está bien, me encargaré de él. Hasta yo tengo un corazón que puede sentir un poco de compasión. Pero es muy pequeño, hasta los perros van a despreciarle. Aunque no me queda otra. Uno de mis perros ha arriesgado la vida para protegerle. No puedo deshacerme de él… Mírame, soy un blando. Hasta me pongo enfermo a mí mismo.

Inukashi, te doy las gracias.

Tu gratitud no me hace feliz. No me reporta ningún beneficio. Sion, voy a encargarme del bebé por ahora. ¿Lo entiendes? Sólo por ahora. Más te vale volver a por él. Tu has decidido acogerle. Tú lo crías. ¿Entendido? Más te vale volver…

“Sion.”

Nezumi se giró y le llamó. Podía ver con claridad aquellos brillantes ojos grises. Incluso en aquella oscuridad, los ojos de Nezumi absorbían la luz y la soltaban. O – Sion dejó vagar sus pensamientos.

¿O podría encontrar esos ojos aunque no hubiese luz, aunque estuviese inmerso en una oscuridad sin ningún rayo de luz para iluminar mi camino?

“No te pares. Sígueme.”

“Oh – sí. Lo siento, me he distraído.”

“¿Distraído?”

“Me ha parecido escuchar el viento. El mismo viento que sopla en las ruinas de Inukashi… sé que me lo he imagido, pero – Nezumi.”

“¿Hm?”

“Me pregunto qué estará haciendo Inukashi ahora mismo.”

Nezumi parpadeó. Sion le vio tomar aire.

“Los tienes cuadrados.”

“¿Eh?”

“No todos pueden distraerse en una situación así. La mayoría de gente se pondría histérica y tendría una crisis nerviosa, pero escuchar el viento o pensar en otras personas – es demasiado. Tenerlos así de cuadrados creo que te pone al nivel de un dios. ¿Vas a dejar que te adore una vez por la mañana y otra por la tarde a diario?

“¿Estás siendo sarcástico?” Dijo Sion monótonamente.

“Jamás,” dijo Nezumi. “No me atrevo a hacerme el listo con un dios. Estoy impresionado de verdad. Pero-”

Cogió a Sion del brazo. Dolía. Nezumi le estaba clavando los dedos. Sabía la fuerza que tenían esos dedos, a pesar de lo finos y delicados que parecían. Habían sido muchas las veces que Nezumi le había apretado el brazo con fuerza.  Habían sido muchas las veces que Nezumi le había cogido del brazo y le había levantado. Una y otra vez, infinitas veces – de la muerte a la vida, de la desesperación a la esperanza, de la ficción a la realidad, Sion había conseguido seguir adelante gracias a esos dedos.

“A partir de ahora, mira a ver si eres más un humano cobarde. No te preocupes por Inukashi. Piensa sólo en protegerte a ti mismo.”

“Entendido.”

“¿En serio?”

“Sí. Creo.”

“Creo, ¿eh? Nada me tranquiliza menos.” Nezumi se echó a reír. Fue una risa corta, pero ligera y alegre. “Mira dónde estamos, en qué situación y de lo que estamos hablando. Creo que los dos somos la falta de seriedad en persona. A lo mejor puedo unirme a los dioses si me junto contigo un poco más.”

Entonces su tono se transformó en uno duro y severo. Apretó más los dedos.

“Pase lo que pase, no te separes de mí. Sigue adelante con tu propia fuerza. Ya te lo he dicho. No voy a repetírtelo.”

Sion asintió. Nezumi le dio la espalda y echó a andar, habiendo visto o sentido la inclinación de cabeza de Sion. La figura que tenía delante no se daría la vuelta con facilidad. Sion lo sabía de sobra.

Si no estaba lo suficientemente desesperado para vivir, si no se aferraba a la vida, entonces Nezumi no se giraría hacia él.

Nezumi nunca adoraría a un dios frívolo y descuidado. Sion inhaló oscuridad y dio un paso adelante.

Había un pequeño camino ligeramente inclinado hacia arriba entre las rocas. Era del tamaño justo para que un adulto pasase por él. Puede que hasta fuese más estrecho que el pasaje anterior, hecho de paredes de cemento y bombillas a intervalos regulares. No fue una caminata larga, pero tanto giro lo hizo más difícil de andar.

Pero por lo menos –

Sion se secó el sudor con el dorso de la mano.

Pero por lo menos no huele a sangre.

El aire no tenía el hedor a sangre que había llenado el otro pasaje. No había gritos o gemidos de gente muriendo – siendo asesinada.

Sólo había oscuridad.

Aunque aquello sólo fuese a durar un momento; aunque hubiese una realidad más allá de la imaginación de Sion esperándole detrás de la oscuridad, como siempre había sido, no tendría que respirar el hedor de la gente siendo asesinada cruel e injustamente.

Estaba agradecido. Agradecido como si hubiese encontrado un oasis en medio del desierto.

Eres un ingenuo.

Se mordió el labio inferior.

No hacía falta que Nezumi se lo dijese. Era muy ingenuo.

No puedo olerlo. No puedo oírlo. No puedo verlo porque hay una pared que nos separa.

Pero aun así está pasando justo al lado.

La realidad de docenas de gente – incluidos recién nacidos – siendo asesinados cruel e injustamente seguía existiendo en el mismo sitio y al mismo tiempo en el que estaba Sion.

Sólo porque no pudiese olerlo, porque no pudiese escucharlo, porque no pudiese verlo, no quería decir que no existiese. Sólo porque había llegado a un oasis no significaba que el desierto hubiese desaparecido.

Soy un ingenuo; soy un idealista. No podía evitar poner excusas. No podía evitar intentar olvidar la ira que había sentido al ver aquella brutalidad. Quería apartar la vista de aquellas cosas tan horripilantes. Quería encogerse y dejarse caer en la comodidad de un sueño ignorante.

Soy un ingenuo. Y soy débil.

Trazó la pared rocosa con la mano, y se esforzó al máximo para seguirle el ritmo a Nezumi.

Ahora lo que importaba era seguirle. Y siempre le he seguido. Había recorrido un camino la noche que había llegado al Bloque Oeste. Lo había atravesado. Si no hubiese sido por esa experiencia, lo más seguro es que no fuese capaz de caminar entre aquella oscuridad tan opresiva que parecía aplastar sus ojos.

En ese sentido, me he hecho un poco más fuerte, se dijo a sí mismo. Cree. Tienes fuerza en tu interior. Cree en ti mismo. Era muy fácil despreciarse a sí mismo y auto compadecerse – pero aquello no servía de nada. Creer en uno mismo era ser fuerte. Con esa fuerza como energía, como arma, uno podía superar infinitas dificultades.

Sion canalizó su concentración en sus pies, y avanzó paso tras paso. Se encontró con una luz. Era tenue. Su brillo iba aumentando gradualmente.

Observó la figura de Nezumi deslizarse en aquella luz tenue. Sion apretó el paso.

“Oh-” se quedó sin aliento.

Habían llegado a una cámara espaciosa. Mucho más grande que la sala en la que habían luchado Nezumi y el hombre del color de la arena. El techo estaba muy alto. Parecía tener unos tres pisos. Las mismas piedras toscas sobresalían de todas partes.

Estas cuevas son naturales, enormes y complejas. Se lo había dicho Nezumi. Entonces aquello sería una sala creada naturalmente. Había velas encendidas aquí y allá en las grietas, y no era lo único que había: también había unas cuantas lámparas. Eran unas fuentes de luz tenues, pero cálidas. Eran preciosas – como las pequeñas flores del color de la llama que florecían entre los huecos de las piedras.

¿Huecos?

Sion entrecerró los ojos. Empezó a respirar más deprisa y se esforzó por ver algo. Aceleró aún más su respiración.

Una sombra se movió.

Una, dos, tres, cuatro… No eran ratones; no eran animales pequeños. Había numerosas sombras moviéndose. Se mantenían de pie con dos piernas, y susurraban entre ellos. Dos piernas, susurrar…

¡Personas!

Se le hizo un nudo en la garganta. Se le aceleró el corazón.

Personas. Aquí hay personas. Están observándonos desde los huecos entre las piedras. Personas. Si se esforzaba para ver algo más, podía ver una caverna que se abriéndose detrás de las velas entre los huecos. Así que había túneles que profundizaban todavía más en aquellas cuevas. Lo más seguro es que la gente hubiese salido de aquellos túneles.

Sion no podía distinguir todas las figuras, pero podía asegurar que variaban en altura y constitución.

¿Había mujeres y hombres? ¿Adultos y niños? Todos se inclinaron hacia delante, observándoles. Sion tuvo la sensación de que podría ver brillar los ojos de aquellas personas si observaba lo suficiente.

“Nezumi, esta gente…”

“¿Quién crees que son?”

“Oh – supervivientes. Tienen que ser gente que ha conseguido escapar del patíbulo, como nosotros.”

“Te equivocas.” Nezumi negó con la cabeza. Era un gesto lánguido, algo que no era típico de él. “Viven aquí desde mucho antes.”

“Mucho antes… ¿qué quieres decir?”

“Lo verás enseguida.”

‘Lo verás enseguida’ – supongo que tienes razón.

Lo verás. Siempre y cuando tengas la voluntad y la fuerza-

Sion apretó los puños. Era una pregunta fácil. Siempre había pedido respuestas. Siempre le había suplicado, con mucha facilidad, a Nezumi la respuesta correcta sin intentar descifrar la realidad por sí mismo.

Eso no va a funcionar más.

Encontraría la respuesta por sí mismo. Se aferraría a ella. La descifraría. Aunque fuesen tan cercanos como Nezumi, los demás eran los demás. No podría encontrar la verdad  si seguía valiéndose de las palabras de otra gente. No podría enfrentarse a aquella realidad que sobrepasaba su imaginación. No podría ser igual a Nezumi.

Tenía que averiguarlo por sí mismo.

Nezumi apartó la mirada de Sion. Sus ojos grises se ensombrecieron. Haciendo desaparecer aquella sombra con un parpadeo, Nezumi movió la mano en un gesto delicado. Un movimiento grácil muy típico de él.

“Mira, ¿no es espectacular? Han salido todos para darnos la bienvenida.”

“Famoso hasta en un sitio así, ¿eh?”

“-Idiota. La bienvenida es para ti.”

“¿Para mí?”

“Eres tú el espectáculo. No es muy común que digamos que un forastero entre aquí. Mucho menos un ciudadano de No. 6.”

Ex-ciudadano,” le corrigió Sion. “Ya no lo soy. Me deshice de mi tarjeta de identificación hace mucho tiempo. Ya no soy un ciudadano de esa ciudad.”

“No te lo tomes así. Sólo era una expresión.”

me lo tomo así,” dijo Sion tercamente. “No es ‘una expresión’. No soy tan débil como piensas. No me une nada a No. 6.”

Puede que sólo se estuviese haciendo el duro. Pero Sion cuadró los hombros lo mejor que pudo.

Soy débil. Mi mente y mi cuerpo son muy frágiles. Pero nada puede sacudir mi determinación. Nada puede confundir mis sentimientos. Mi decisión de vivir no dentro, sino fuera de la ciudad; mis sentimientos de querer vivir contigo; nada puede sacudirlos, nada puede enturbiarlos.

“¿Quién ha dicho que eres débil?”

“Siempre lo estás diciendo.”

“Nunca. Tienes súper poderes. Antes me has impresionado. Ha sido increíble… y ahora estoy aún más impresionado. En serio.” Nezumi se encogió de hombros. “Nunca se me habría pasado por la cabeza que ibas a tomarte a pecho cada palabra y a quejarte al respecto. Y menos en esta situación.”

Skrit, skrit, skrit.

Una rata trepó por el hombro de Sion. Pesaba más que Hamlet o Cravat. Y olía a podrido. Pero movía la nariz e inclinaba la cabeza de la misma forma. Otra se subió al otro hombro. Metió la cabeza en el pelo blanco de Sion, y se restregó contra él. Otra más – una cría – se restregó contra su pie. Fueron viniendo una detrás de otra.

Las ratas recorrían el cuerpo de Sion de arriba abajo haciendo ruiditos afectuosos.

Skrit, skrit, skrit, cheep, cheep, cheep.

Chit, chit, chit. Chit, chit, chit.

“Hey, ya vale,” dijo Sion, intentando no reírse. “Que mi cuerpo no es un parque. Ya vale. ¡Me hacéis cosquillas!” Sion se sacudió.

El aire zumbó. La oscuridad ondeó. Sion podía sentir la presencia de la gente que vivía en las rocas: inhalaciones de aire, susurros inaudibles, cuerpos en movimiento, miradas furtivas.

“Un chico interesante.”

Se escuchó una voz que venía de arriba. Una voz baja, que se había escuchado a la perfección. No llegaba al nivel de la voz de Nezumi, pero era profunda, tranquilizadora y fluía en sus oídos con total comodidad. ¿Era la misma voz de hacía antes? ¿La voz que había venido de aquel vacío pintado de negro?

‘Oigamos tu historia.’ ¿Era la misma voz?

Miró hacia arriba.

Vio la figura de un hombre sentado en el centro de un hueco, en un espacio que sobresalía como si fuese un balcón. O por lo menos… pensaba que era un hombre. Parecía… un anciano con un pelo y una barba largos y blancos, vestido con una especia de túnica larga. Estaba muy oscuro para verle bien la cara.

“Un chico interesante. No has puesto nerviosos ni has asustado a los ratones. ¿Puedo preguntarte cómo te llamas? ¿Cuál es tu nombre?”

“Soy Sion.”

“Sion – ah, un nombre muy bonito.”

“G-gracias. Por, um, el cumpido,” tartamudeó Sion. “¿Y tú eres?”

“¿Yo? ¿Qué pasa conmigo?”

“¿Cómo te llamas?”

Murmullo.

La oscuridad ondeó con más fuerza. Las ratas que tenía sobre los hombros castañearon los dientes. Se escucharon risas. Venían de todas las direcciones y eran diferentes.

Risita, risita, risita.

Nombre, dice.

Risita, risita, risita.

Le ha preguntado cómo se llama.

Risita, risita, risita. Risita, risita, risita. Risita, risita, risita. Risita, risita, risita.

No sabía por qué se estaban riendo de él. Sólo le había preguntado a aquel hombre su nombre. ¿Por qué era tan gracioso?

Risita, risita, risita. Risita, risita, risita.

La risa no paraba. Sion se giró para mirar a Nezumi, que estaba de pie a su lado.

Nezumi se quedó quieto. No se reía. Naturalmente. Ninguna expresión adornaba su rostro. Parecía una estatua.

“Rou.” Una voz atravesó la oscuridad que ondeaba. El ruido en las cuevas cesó de inmediato. Cayó una calma casi dolorosa, como la que encontrabas en un bosque cuando moría el viento. En esa calma, lo único que se escuchaba, sin ninguna prisa, era la voz del anciano.

“Rou. Así es como me llamo.”

“Rou - ¿ese es tu nombre?”

“Quizá sí, quizá no. Puede que sólo signifique ‘anciano’.”

“Entonces, ¿no es tu nombre real?”

Unos momentos de silencio.

“Joven. Aquí nadie le da importancia a los nombres. Nadie. ¿No te ha enseñado eso Nezumi?”

Ahora que lo pienso –

Sion exhaló.

Ahora que lo pienso, todavía no sé cómo se llama Nezumi en realidad.

“Rou.” Nezumi se movió. Dio un paso al frente. “Quiero que escuches nuestra historia.”

“Oigámosla.” El hombre se enderezó en la silla. “Has vuelto. Se suponía que no íbamos a volver a vernos, y aun así has aparecido ante mí. Oigamos la razón.”

“Te estoy agradecido.”

“¿Agradecido? Nezumi, veo que los golpes del aire de la superficie te han hecho débil y cobarde. Pero sin importar lo cobarde y débil que te hayas vuelto, espero que no hayas olvidado las reglas.

“Por supuesto que no.”

“Aquellos que dejan este lugar no pueden volver. Has roto ese tabú. Tienes que compensarlo.”

“Lo sé. Pagaré las consecuencias. Así que escúchame, por favor.”

El anciano chascó los dedos. Sion no se había dado cuenta, pero había dos palos unidos a las patas de la silla del anciano. Puede que fuese mejor llamarlo palanquín que silla.

Dos hombres cogieron los palos y levantaron al anciano junto con el palanquín.

¿Y sus piernas?

No había nada debajo de la parte inferior de la túnica del hombre. El borde colgaba sin vida. Las piernas del hombre terminaban en la rodilla. Las dos.

El palanquín, con el anciano en él, empezó a bajar lentamente entre las rocas, como si estuviese deslizándose. Una figura ensombrecida, con el pelo largo recogido en una coleta – una mujer, evidente al ver su silueta – estaba limpiando el camino delante del palanquín con lo que parecía una escoba. Era como la precursora en una procesión.

Había un camino. Con la anchura justa para que se rozasen los hombros al pasar. La cuesta estaba muy empinada, pero los hombres estaban bajándola fácilmente, sin tropezar.

No era algo natural. Los caminos entre las rocas habían sido tallados por manos humanas. Si se fijaba, se abrían caminos en todas direcciones; puede que estuviesen estructurados para que la gente pudiese ir y venir con total libertad.

¿Esto es… una colonia?

Sion volvió a mirar a su alrededor. Puso su cerebro a funcionar al mismo tiempo. Cavernas, que eran, sin lugar a dudas, residencias; caminos entre la pared de rodas; aquella sala; el espacio oscuro más allá de aquella sala – y casi podía oler algo cociéndose. Y podía sentir un viento débil, muy débil. Lo que quería decir que el aire se movía, y que aquel lugar estaba conectado con la superficie. Ahí había una colonia de personas.

¿Una colonia subterránea?

Contuvo sus pensamientos, que amenazaban con dispararse en todas direcciones. Los organizo y buscó algún hecho coherente.

Nezumi había dicho que aquellos habitantes de la oscuridad no eran supervivientes de la Caza. Quizá era eso. Un mundo subterráneo, al que no llegaba la luz del sol, sería demasiado duro como para que la gente pudiese vivir ahí. Los humanos eran organismos adaptados a la vida en la superficie. No parecía probable que uno pudiese vivir en un sitio en el que no había luz solar, corrientes de aire y un entorno natural. Pero tenía a esa gente, y los evidentes signos de que vivían allí, ante sus ojos.

Lo que tenía delante era algo que, obviamente, no se había creado de la noche a la mañana. Eso era un hecho. ¿Llevaba esa gente viviendo bajo tierra tanto tiempo que habían establecido una colonia y se habían adaptado a las condiciones? Era lo único que se le ocurría.

Sion soltó un gran suspiro sin darse cuenta.

Recuerda este lugar. El sótano del Correccional. ¿Qué está haciendo una colonia aquí? ¿Es una coincidencia?

Quizás…

Los pensamientos de Sion echaban chispas. Por mucho que pensase en ello, no daba con la respuesta. No podía ir más allá de las especulaciones. Pero esa era su razón para seguir pensando. Especulaba. Inventaba teorías de “¿Y sí…?” Desesperadamente.

¿Y si la gente llevase mucho más tiempo viviendo en aquel lugar – aquel lugar que había sido en un principio una serie de grandes cuevas?

Aborígenes…

¿Y si esa gente vivía en aquella tierra desde mucho antes del nacimiento de la nación-estado de No. 6?

El Bloque Oeste había sido una vez una ciudad pequeña pero hermosa. Muchos tipos de gente, Rikiga incluido, había vivido allí. Su madre había estado allí. Y su padre – aunque no tenía ningún recuerdo suyo – también había estado allí. La ciudad había mutado y se había convertido en la semilla de la que había nacido No. 6. Excepto que no era la ciudad la que había cambiado, había sido la gente. Las paredes enormes de aleación especial y la ciudad estado habían nacido de la mano del hombre. Fuera de aquella muralla, los restos de la ciudad se habían convertido en un páramo conocido como el Bloque Oeste. Pero eso era solo el lado oeste.

¿Había sido la ciudad del oeste lo único que No. 6 había destruido? ¿Qué pasaba con las montañas del norte, los bosques y las llanuras que se extendían desde el sur al este, los lagos y los pantanos desperdigados de este a oeste? Considerando en área geográfica de NO. 6, era lógico pensar que había crecido en las cuatro direcciones, proliferando y expandiéndose…

Un escalofrío le recorrió la espalda.

 En las montañas del norte, las llanuras del sur, los pantanos del este. Sitios en los que habían vivido razas de gente que Sion desconocía. Y no sólo una raza. En las montañas, bosques y llanuras la gente había tenido una vida. En aquellas cavernas también…

Aborígenes. Gente que había vivido en las cavernas desde tiempos remotos.

Habían sido gente de un mundo diferente a la ciudad en la que su madre y Rikiga habían vivido; seguramente se habían quedado en su territorio, mientras que la “gente de ciudad” vivía en el suyo, y no se habían puesto en contacto con ellos. Quizás ambos grupos desconocían la existencia del otro.

Aquella extensión de tierra había sido una vez un bosque. En el planeta sólo había seis lugares que cumplían las condiciones adecuadas para la vida humana. La gente había construido ciudades en esas regiones, y aquellas ciudades habían crecido hasta convertirse en ciudades-estado. Aprendiendo de la lección de moralidad de la historia, habían abolido las guerras civiles entre los estados. Habían acordado que la prohibición del poder militar era el principio para la continuidad de la raza humana, y así, habían actuado de acuerdo al Tratado de Babilonia, que llamaba al abandono de los ejércitos y las armas. También de acuerdo a él, todas las ciudades habían abandonado sus nombres y habían adoptado un número como título – desde No. 1 hasta No. 6.

Las seis ciudades, mientras que respetaban la individualidad e independencia de las demás, mantenían unos lazos fuertes y se reconocían como parte de una nación; líderes políticos y ciudadanos estaban de acuerdo en que así era como debían pensar.

Estas tierras son lo único que nos queda. No podemos permitirnos más destrucción. Eso llevaría a la extinción. Amenaza nuestra existencia. Tenemos que abandonas las armas por el futuro de la humanidad.

Siguiendo esta ideología, debemos fundar seis ciudades unidas por amistad y entendimiento.

Desde No. 1 hasta No. 6.

La sexta región estaba bendecida con unas condiciones naturales más favorables que las demás. Todo se había usado al máximo – los recursos naturales, la inteligencia humana, y la tecnología científica – para construir aquella ciudad utópica, una  que rara vez se veía en la historia.

Aquel había sido el nacimiento de la Ciudad Sagrada de No. 6.

Aquella era la historia que había aprendido Sion como candidato a la élite en un aula perfectamente equipada.

Los escalofríos habían empeorado. Tenía la sensación de estar congelado.

Si cerraba los ojos – y aunque los dejase abiertos – podía ver imágenes de la Caza en su subconsciente. Era la realidad. Aquello era algo que había visto con sus propios ojos.

Barracas y tiendas habían sido destruidas. Gente que intentaba huir desesperada había sido asesinada sin contemplaciones. Habían aniquilado hombres, mujeres, ancianos y niños indiscriminadamente. Armas de lo más sofisticado habían atacado a gente que sólo podía defenderse tirando piedras. Masacre era el único nombre de aquello.

Un ‘abandono de las armas’.

Se había estado mordiendo el labio sin darse cuenta. Notó el sabor de la sangre expandirse en su boca. Se la tragó junto con su saliva. No sabía mucho acerca de las otras ciudades. Pero – pero…

Al menos sabía que No. 6 estaba en proceso de convertirse en un estado armado con un poder militar impresionante.

¿Desde cuándo?

Volvió a tragar saliva ensangrentada.

¿Cuándo había empezado a cambiar la ciudad? ¿Cuándo había empezado a separarse de la política e ideología del Tratado de Babilonia? ¿Desde cuando…? ¿Desde el principio?

Sion notó una mirada sobre él. Sus ojos se encontraron con los de Nezumi. Tenía la sensación que de una elegante prenda gris le estaba envolviendo. Su interior latió. Todos sus pensamientos se detuvieron en seco.

Un momento de placer.

Era extraño. La luz amable en los ojos de Nezumi era suficiente para hacerle sentir como si le estuviesen empujando o abrazando.

Pero no era el momento para ceder a sus emociones egoístas. La gente se dejaba llevar mucho en cuando dejaban de pensar. Se dejaban llevar por las palabras de los demás o por la ideología del momento.

Nezumi nunca abrazaría ni protegería a alguien que no pensase, que se dejase llevar.

Y además, pensó Sion levantando la barbilla. No quiero que me proteja. Aún no he abandonado mis pensamientos. Seguiré descifrando cómo funciona el mundo a mí alrededor a mi manera.  Me enfrentaré a la realidad del mundo sin apartar la vista. Seguramente esto sea lo que llames una batalla, Nezumi.

Sion apartó la mirada de Nezumi, y meditó. Puso sus pensamientos en marcha otra vez.

¿Desde cuándo?

¿Desde el principio?

Sí, desde el principio. Quizá No. 6 se había separado de las ideologías pacíficas y de la co-existencia desde el preciso instante de su nacimiento.

En aquella tierra había vivido gente mucho antes de que No. 6 viniese a invadirlos. Habían intentado dominarlos de la misma forma que una bestia famélica devorada a su presa y roía sus huesos. Haciendo eso, habían expandido sus límites y habían establecido su fundación como ciudad estado. ¿Paz? ¿Coexistencia? Se había reído de esas palabras y se había apoderado de lo que tenía alrededor usando la fuerza bruta.

Igual que había destrozado el Bloque Oeste. Igual que había masacrado a su gene. Usando una fuerza militar enorme.

Pero…. ¿y lo otro? LEDs – diodos emisores de luz. Los LEDs se encendían cuando se aplicaba corriente eléctrica entre dos semiconductores especiales. Era una luz producto de la mano del hombre que no existía en el mundo natural. Luces creadas científicamente. ¿No eran cosas que había creado No. 6? ¿O – o puede que existiese  una civilización científica a la par, o incluso más avanzada que No. 6? Pero si hubiese sido así, probablemente no hubiesen sido invadidos con tanta facilidad. Sabía que la ciencia no era algo todo poderoso o absoluto, pero…

No lo sabía. Era como andar entre la niebla. Daba igual cuánto pensase y contemplase, daba igual lo lejos que llegase, nunca alcanzaba la verdad. Cuanto más pensaba, cuanto más se adentraba, más perdido se sentía. No podía salir del laberinto. Sus pensamientos vagaban sin rumbo.

Estaba frustrado.

Cheep.

 La rata bajó de un salto del hombro de Sion.  Las más pequeñas se escondieron en los huecos que había entre las piedras.

¿Qué pasa?

Atacaron por la espalda a Sion cuando este empezó a seguir con la vista a los ratones. Una sombra retorció el brazo por detrás de él. Le taparon la boca. En cuestión de un segundo le habían atado con una cuerda. Le empujaron desde atrás. Cayó con las manos atadas a la espalda. Su hombro impactó contra el suelo.

“¿A qué ha venido eso?” gritó.

“Sion, calla.” Nezumi, también de rodillas y atado, negó con la cabeza. “No te resistas. No digas nada.”

“Pero, ¿por qué? ¡Ow! ¡La cuerda me está haciendo daño!”

“Relaja tu cuerpo. Respira hondo y cálmate. Mejorará la cosa.”

Hizo lo que le dijo. Nezumi tenía razón – la cosa había mejorado un poco. Impresionante. Nos han cogido y atado en cuestión de segundo – oh, pero aun así –

“No son tan buenos como tú.”

“¿Qué?”

“Tú lo habrías hecho mejor. Ya sea con una cuerda o con un cuchillo.”

“Vaya, gracias por el cumplido. No soy merecedor de tu halagos.”

“Siempre me impresiona que – gh” La cuerda se le clavó en el cuello. Se quedó sin respiración.

“No hables.” Una voz monótona le susurró al oído.

¿Era aquel hombre? ¿El hombre que tenía los ojos, el pelo y la piel de color gris arena?

“Sigue de cháchara, y retuerzo el pescuezo.”

La cuerda apretó. Tenía la sensación de que iba a partirle el cuello. No podía respirar por la presión. Tenía la sensación de estar hinchándose de cuello para arriba. No podía respirar. Le dolía.

“Déjalo ya,” dijo Nezumi con tranquilidad, “¿Te estás vengando por lo de antes? ¿Pagando tus frustraciones con humanos que no se resisten? Has cogido unos hábitos muy feos desde la última vez que nos vimos, Sasori.”

La cuerda se aflojó. En ese instante Sion no supo muy bien lo que estaba pasando. Se dejó caer al suelo y empezó a toser. Escuchó el ruido que hacía la carne al golpear el suelo al arrastrarse por él. Se levantó.

Nezumi estaba tirado junto a él. El pie del hombre había aterrizado en su hombro. Llevaba unas sandalias desgastadas y que parecían unas tiras de corteza.

“Tú también, Nezumi.” La voz del hombre se volvió sombría. “Ya basta de quejas insolentes. ¿No conoces cuál es tu lugar? Entonces sólo es cuestión de hacértelo entender.”

El pie del hombre se movió para propinarle una patada a Nezumi en el hombro.

“¡Para!” Sion gritó y se retorció. Nezumi levantó la cara y negó con la cabeza como diciéndole que se quedase en silencio. Pero no podía.

“¡Cobarde! Eres tal y como dice Nezumi. Nos atas para que no nos podamos defender y luego empiezas a pegarnos – que bajo, ¡es jugar sucio!”

“Sion.” Nezumi hizo una mueca. Varios hilos de sangre salían de su frente y  bajaban por su mejilla. Sion hizo fuerza con el estómago y miró al hombre.

“¿Qué es este sitio? ¿No. 6?”

“No. 6, ¿dices?” El cuerpo del hombre tembló. En sus ojos color de arena apareció un brillo afilado. Aquella luz parecía asesina. Pero Sion no iba a callarse. Quizá también estuviese temblando, pero no de miedo. Era de ira. La ira hervía en su interior.

“Es verdad. Sois iguales. Lo que estáis haciendo no es diferente de lo que hace No. 6. Oprimís a los débiles usando la fuerza. Usáis la violencia sin compasión. ¿Dónde está la diferencia?”

“Yo no soy un debilucho, que conste,” Nezumi se encogió de hombros con las manos atadas a la espalda. “Sion, entiendo lo que quieres decir. Déjalo ahí. Di algo más y te darán patadas hasta matarte. Las patadas son la especialidad de este viejo.”

“Voy a matarte,” gruñó el hombre. “Eres un demonio. Traes la desgracia. Si no me deshago de ti ahora, la desgracia caerá sobre nosotros.”

“Que buen ojo tienes, Sasori,” Nezumi suspiró exageradamente. “Has dado en el clavo. Una catástrofe, sí. Y de las mejores.”

“Nezumi, ¿qué quieres decir con ‘catástrofe’? ¿Estás… hablando de mí?”

“Exacto,” Nezumi se rio alegremente.

“Es malo,” continuó el hombre. “Le rodea un aura demoníaca, y lleva la desgracia allí donde va. Lo sé. Nezumi, has dicho que es un ciudadano de No. 6.”

“Ex ciudadano, si no te importa. Vivía allí hasta no hace mucho.”

“Por eso es tan malo. Es… como la propia No. 6.”

Nezumi entrecerró los ojos. Lamió la sangre que tenía en los labios con la punta de la lengua.

“La propia No. 6, ¿eh…? Ya veo. Eso es lo que te parece.”

“Lo sé,” contestó el hombre. “Puedo decirlo. Tengo que matarle. Tengo que acabar con él antes de que sea demasiado tarde. Si no…” El hombre avanzó un paso. Sion se echó hacia atrás sin pensarlo. El hombre irradiaba tal aura asesina que no podía evitar retroceder.

Va en serio…

Este hombre va en serio con lo de matarme.

El hombre avanzó otro paso, pero de repente dio una especie de voltereta y acabó en el suelo. Nezumi le había tirado.

Nezumi se levantó como un rayo. La cuerda cayó al suelo. Era como un truco de magia. Tenía un cuchillo en la mano.

El hombre intentó levantarse, pero Nezumi se lo impidió asestándole un rodillazo en el estómago. El hombre gimió. Se inclinó hacia atrás del dolor, dejando el cuello expuesto; no tardó en tener una hoja contra él.

“Nos hemos esforzado mucho para llegar hasta aquí. No voy a permitir que acabes con él tan rápido.”

“¿Por qué… has traído… una desgracia así?” dijo ahogadamente. “¿Piensas destruirnos a todos?”

“Al contrario.” Los labios de Nezumi se curvaron. “No. 6 es lo que quiero mandar a la tumba. Por eso le he traído.”

“¿No. 6? ¿El chico tiene poder para hacerlo?”

“Quién sabe. No podemos saberlo hasta haberlo intentado. No puedo dejar que le mates hasta haberlo probado. Esos celos tuyos, ya de paso, son un poco patéticos, ¿no crees?”

“¿Celos?”

“Sí. Estás celoso de Sion. Tiene a tus ratas comiendo de la palma de su mano como si nada. Estás celoso. ¿Verdad?”

Se escuchó un crujido. El hombre estaba apretando los dientes.

“Nezumi… sigues siendo tan insoportable como siempre. Me irritas. Te estrangularé a ti primero.”

“Que promesa tan espléndida. No puedo esperar. Pero antes-” la sonrisa lánguida desapareció de los labios de Nezumi. Una gota de sangre que había resbalado por su barbilla cayó sobre el pecho del hombre, tiñéndolo de rojo. “Vamos a hacer que jures una cosita, Sasori. Jura que nunca en tu vida vas a volver a ponerle un dedo encima a Sion.”

La hoja del cuchillo se movió. La garganta del hombre se contrajo.

“Júralo.”

El hombre continuó sin decir nada.

“Ya es suficiente.” Se escuchó una voz amable. Hasta contenía rastros de risa. “No has cambiado nada, Nezumi. Ni tu habilidad con el cuchillo ni tu sarcasmo se han deteriorado. Me atrevería decir que hasta han mejorado.”

El hombre sentado en el palanquín sonreía con el mismo aire benigno que tenía su voz.  Bajaron el palanquín con cuidado.

“Rou.”

“Has crecido. Apenas puedo reconocerte. Pensaba que nunca iba a verte hecho un hombre.”

Nezumi soltó al hombre y se arrodilló. El cuchillo giró una vez en su mano antes de desaparecer. Aquello también era como ver un truco de magia. El hombre murmuró algo y volvió a apretar los dientes. Las ratas corrieron al regazo de Sion.

“Creía que hacía tiempo que te  habías marchado a alguna tierra lejana. ¿No te lo había ordenado?¿ Abandonar este lugar, olvidarlo todo, dejarlo todo atrás y vivir libremente?”

“Rou, por favor, escúchame.”

“No deberías haber vuelto. A pesar de lo que pasó, no deberías haber vuelto.”

“No puedo ser libre.” Nezumi apretó el puño con fuerza. “Mientras No. 6 siga existiendo, no puedo ser libre. No puedo olvidar ni dejarlo todo atrás.”

“Nezumi.”

“Deberías saberlo. No. 6 continúa existiendo. Sigue estando ahí. ¿Cómo puedo ser el único que es libre? Es imposible.”

“Ya te he dicho que no puedes dejar que atrape. Te he dicho que vivas libremente. Si no lo hacías, serías incapaz de sobrevivir; entendía esto perfectamente. Por eso te liberé en el mundo exterior. Y pensar que ibas a volver…”

“Me he dado cuenta.”

“¿Dado cuenta?”

“Me he dado cuenta de que tus palabras no eran más que mentiras piadosas.”

El aire se agitó. Voces que apenas eran voces viajaron entre  la gente que había en las paredes de piedra, observándoles.

“Tus palabras eran mentiras piadosas. Falsas.  Es imposible que pueda vivir sin estar atrapado. Al contrario, tengo que estar atrapado. Aunque me engañase a mí mismo, fingiendo ser libre, seguiría encadenado. A partir de ahora, conseguiré la verdadera libertad con mis propias manos. Me liberaré. Para eso he vuelto.”

“¿Es luchar con No. 6 esa libertad de la que hablas?”

“Significa luchar y ganar. Erradicarla de esta tierra. El día que vea llegar a su fin a la Ciudad Sagrada será el primer día que seré libre. Podré vivir una vida realmente libre. Podré abandonar este lugar… por propia voluntad.”

“¡Nezumi!” Sion gritó sin pensar. Cogió a Nezumi por el hombro mientras gritaba. “¿A qué te refieres con eso? ¿Dejar este sitio? ¿Qué…?”

“Sion.” Nezumi parpadeó con rapidez. “La cuerda… ¿cómo….?”

“¿Eh?”

“La cuerda. ¿Cómo te has soltado? No llevas ningún cuchillo.”

“¿Qué? Ah, las ratas las han mordido.”

“¿Las ratas? No puede ser…”

Sion le puso un extremo de la cuerda delante a Nezumi y lo movió.

“Mira. La han mordido entre todas. No han tardado nada. Impresionante, ¿verdad?”

Los ojos de Nezumi se deslizaron por el extremo desgarrado de la cuerda antes de fruncir el ceño.

“¿Tienes tanto control sobre esas ratas?”

“¿Yo? No, claro que no. No puedo hacer cosas de esas. Las ratas lo han hecho porque han querido. Soy muy amables y muy listas,” dijo Sion con orgullo.

“Amables e inteligentes, ¿eh? Así que las ratas han desgarrado las cuerdas que ha atado su maestro. Tiene razón; son amables e inteligentes. Les has enseñado buenos modales, Sasori.”

El hombre – aquel hombre del color de la arena llamado Sasori – se removió un poco y no dijo nada. En su lugar, el hombre exhaló.

“Suficiente sarcasmo, Nezumi. Es un mal hábito que tienes. Parece que tus tendencias no han cambiado a pesar de lo que has crecido físicamente. Un problema, sí.”

Había calidez en el tono del anciano. Era como un padre sonriendo con exasperación ante el comportamiento de su hijo. Su voz irradiaba la fuente de aquella calidez – amor.

El hombre le tenía cariño a Nezumi.

Sion miró al hombre que estaba sentando en el palanquín. Es la primera vez, pensó. Era la primera vez que conocía a alguien que tenía una actitud cálida y pacífica hacia Nezumi.

Nezumi siempre había estado solo. Siempre había vivido solo. Nunca había tenido a nadie a su  lado. No dejaba que nadie se le acercase. Sion yearned por Nezumi a su manera, y estaba fascinado por su resilence, su litheness, y su belleza. Esperaba quedarse junto a Nezumi. Aquellos sentimientos existían dentro de él como un hecho inamovible; sin embargo, también estaba el hecho de que no sabía con certeza qué nombre darle a esos sentimientos.

Admiración, amistad, deferencia, amor… No estaba seguro; no podía evitarlo.

Pero tenía claro que lo que sentía del anciano en el palanquín era afecto. Era como un padre mostrando su afecto a su hijo.

Y pensar que Nezumi tenía a alguien así.

“Sion,” llamó el anciano.

“Sí.”

“Ven aquí.”

“Sí, señor.”

“Espera,” Sasori avanzó y cogió a Sion del brazo. “Rou, este chico es peligroso. Está envuelto en el mal. No puedes dejar que se acerque a ti.”

“¿Mal? ¿Este chico?”

“No es un chico. Es un demonio. Lo destruirá todo. Puedo verlo. ¿Por qué tú no puedes, Rou?”

Era difícil no enfadarse con todo lo que estaba diciendo de él. Sion intentó sacudir la mano que le cogía el brazo. Los dedos de Sasori no mostraron señal de ir a moverse, y apretaron con más fuerza, afirmando el agarre.

“No veo ningún problema. Trae aquí a Sion.”

“Rou.”

“No veo ningún problema. Bien y mal, virtudes y defectos, verdad y mentiras – todo es similar. Tan similares, que de hecho a menudo es difícil separarlas. Verdad, ¿Nezumi?”

“Veo por donde vas.”

“Es un chico que tú has traído. Seguro que ni son todo defectos ni todo virtudes. Ahora, Sion acércate, por favor.”

Los dedos se retiraron de su brazo. Sasori retrocedió unos cuantos pasos, gruñendo por lo bajo. Sus miembros del color de la arena se mezclaron en la oscuridad. Sion se acercó despacio al palanquín. Varias ratas corrieron entre sus pies.

El hombre tenía unos ojos claros y oscuros. Guardaban una luz titilante mientras miraba sin parpadear a Sion.

Este hombre…

Sion sintió que el hombre era más joven de lo que había pensado en un principio. Había asumido – teniendo en cuenta el hombre se llamaba ‘anciano’ y el pelo blanco que enmarcaba su cara – que era un hombre mayor. Pero la fuerza de la luz que tenía sus ojos no era la de un anciano.

“Tu cabeza.”

“¿Perdón?”

“¿Me permitirías tocarte el pelo? Es de un color poco común.”

Sion se agachó e inclinó la cabeza. El hombre extendió la mano y la pasó por el pelo de Sion en movimientos circulares. Hacía un poco de cosquillas. Sion estaba un poco avergonzado, como si le estuviesen acariciando la cabeza.

“¿Por qué?” dijo el anciano con un tono de voz pesado. Su voz se fue apagando ásperamente. La amabilidad en su voz ya no estaba; ahora sonaba tensa.

“¿Por qué tienes el pelo-?”

“El pelo no es lo único.” Nezumi avanzó. “Sion, enséñale la serpiente roja.”

“¿Eh? No.”

“¿Por qué no?”

“Porque tendría que quitarme la ropa. No quiero quedarme desnudo delante de tanta gente.”

“Idiota,” Nezumi chascó la lengua. “¿De qué reino viene, princesa? No es el momento de comportarse como una chica. ¡Venga! Sion, enséñale lo que has tenido que soportar.”

Los dedos de Nezumi le levantaron la camisa. Sion retrocedió enseguida.

“¡Vale, vale! Ya voy. No necesito que me ayudes a quitarme la ropa.”

“¿En serio? Impresionante. Digno de elogio.”

Los ojos de Nezumi no eran tan optimistas como su voz. Estaban tensos y alertas. Sion dejó su camisa a un lado y avanzó medio paso hacia el anciano.

El anciano inhaló. Sus dedos temblorosos recorrieron la banda roja que tenía en el pecho.

“Estas… estas cicatrices….”

Nezumi levantó la barbilla como si estuviese animando a Sion.

¿Puedo decírselo?

“Estas marcas, ¿por qué-?” dijo el hombre. “No, no puede ser…”

“Son de unas avispas parásito.”

“Avispas parásito,” repitió el anciano.

“Se alimentan de personas. Matan a su huésped antes de nacer. Yo – sobreviví. El resultado de aquello fueron las cicatrices y el pelo blanco.”

La boca del anciano se torció. Sus ojos, entre incontables arrugas, brillaban de forma extraña. Nezumi cogió a Sion del hombro con brusquedad.

“Rou, No. 6 va a caer. Algún día no sólo caerá desde fuera, también lo hará desde dentro. Estas son las primeras señales.”

“Una avispa que se aloja en personas… ya veo… han empezado a aparecer dentro de la ciudad.”

“Sí. Una coincidencia repentina. Han aparecido inesperadamente; ni siquiera los que llevan las riendas en No. 6 han podido predecirlo. Han muerto varios ciudadanos. Las autoridades no han podido prevenirlo. Y tampoco veo que se esfuercen mucho por intentarlo. Quizás aún no se han dado cuenta de lo seria que es la situación. Se han acomodado.”

“Acomodado…”

“Se han acomodado porque creen que el mundo actuará según sus planes. Son tan arrogantes que creen que pueden ser unos líderes universales y omnipotentes… están cegados por sus propias ilusiones y no pueden ven la realidad. Están perdiendo la capacidad de ver a través de la farsa.”

Incluso cuando parecía arrastrarse por el suelo, la voz de Nezumi llegó a los oídos de sus oyentes con total claridad. En la oscuridad, sólo su voz grave y alta llenaba el aire.

“Las cosas siguen estando tranquilas dentro de la ciudad. Todavía se las apañan para mantener la paz y la rutina diaria. Pero les pasa lo mismo que a una taza de té que se ha llenado hasta el borde, que puede desbordarse en cualquier momento. Mantiene el equilibrio, pero no por mucho.”

“Uno sólo tiene que estimular un poco y todo se desbordaría… ¿es eso lo que quieres decir?”

“Explotaría. Destrozaría la taza y saldría a borbotones.”

El hombre murmuró algo. Entonces, junto los dedos como si estuviese rezando.

“Oigámosla, pues – todo, desde el principio.”

Un par de ojos brillantes se fijaron en Sion.






 

4 comentarios:

  1. waaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
    gracias por seguir subiendo los capitulos, y por traducirlos tan bien. arigato!!!

    ResponderEliminar
  2. ;__; dime porfavor que lo vas a seguiir, he estado leyendo todas tus traducciones las ultimas noches y necesito NECESITO que le sigas ;__;!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Traaaaanquil@ que estoy en ello. Para el domingo imagino que estará xDDD

      Eliminar